Solo faltaba Bolivia en la colección La estafeta
del viento, de la editorial española Visor, que publica antologías de la
poesía de los países latinoamericanos y que dirigen los poetas Luis
García Montero y Jesús García Sánchez. Ahora ya existe, se titula
Antología. La poesía del siglo XX en Bolivia (Donde la nieve y los ríos
son míticos) y es la primera compilación de este tipo que se publica en
el extranjero sobre nuestro país. Quinientas páginas que se convierten
en una magnífica herramienta para difundir tan inmensa obra por el mundo
de habla hispana.
del viento, de la editorial española Visor, que publica antologías de la
poesía de los países latinoamericanos y que dirigen los poetas Luis
García Montero y Jesús García Sánchez. Ahora ya existe, se titula
Antología. La poesía del siglo XX en Bolivia (Donde la nieve y los ríos
son míticos) y es la primera compilación de este tipo que se publica en
el extranjero sobre nuestro país. Quinientas páginas que se convierten
en una magnífica herramienta para difundir tan inmensa obra por el mundo
de habla hispana.
El libro está dedicado a los
mejores poetas bolivianos del siglo XX, pero no se trata de un estudio
crítico de la poesía que se escribe en Bolivia sino de un muestrario de
lo que se ha escrito desde el siglo pasado. Además, un siglo no se
entiende sin aquello que lo precede y por eso el libro muestra también
el devenir histórico y las tendencias poéticas que se suscitaron en
Bolivia años antes.
mejores poetas bolivianos del siglo XX, pero no se trata de un estudio
crítico de la poesía que se escribe en Bolivia sino de un muestrario de
lo que se ha escrito desde el siglo pasado. Además, un siglo no se
entiende sin aquello que lo precede y por eso el libro muestra también
el devenir histórico y las tendencias poéticas que se suscitaron en
Bolivia años antes.
El subtítulo de esta antología
tiene que ver con los dos grandes territorios geográficos y culturales
—Los Andes y la Amazonía— y es una paráfrasis de un verso del poeta
paceño Franz Tamayo que dice: “Aquí la nieve es mítica”. Tamayo podría
ser la paradoja que guarda nuestra literatura, un escritor y poeta que
se reclamaba de origen indígena pero que escribía scherzos y rubayats.
También propuso cambios profundos en la sociedad boliviana a través de
la educación, pasando de lo meramente occidental a lo indígena sin por
ello perder el carácter universal de la ciencia.
tiene que ver con los dos grandes territorios geográficos y culturales
—Los Andes y la Amazonía— y es una paráfrasis de un verso del poeta
paceño Franz Tamayo que dice: “Aquí la nieve es mítica”. Tamayo podría
ser la paradoja que guarda nuestra literatura, un escritor y poeta que
se reclamaba de origen indígena pero que escribía scherzos y rubayats.
También propuso cambios profundos en la sociedad boliviana a través de
la educación, pasando de lo meramente occidental a lo indígena sin por
ello perder el carácter universal de la ciencia.
Montaña y río. El imaginario poético de La Paz, Cochabamba, Oruro, Sucre
y Potosí es eminente e inminentemente andino. La montaña ejerce una
influencia mayor en él, como antes influyó en los poderosos achachilas,
que nacieron de los sueños de los primeros seres humanos que habitaron
los Andes y de las raíces cósmicas del imaginario andino.
Esa influencia es notable en poetas como Gregorio Reynolds, Ricardo
Jaimes Freyre, Franz Tamayo, Óscar Cerruto y Jaime Saenz, entre otros.
Paradigmática es la montaña Illimani, el resplandeciente en lengua
aymara, como lo anota Óscar Cerruto. Esa montaña de La Paz repite tres
veces su hermosura y se ha convertido en la musa de muchos escritores y
artistas paceños.La montaña, en las tierras altas y los ríos, en las
tierras bajas. Cuando los poetas de Europa hablan de sus ríos su poética
es filosófica, los ríos son la metáfora del tiempo y de la vida, son
pensamiento y abstracción. En cambio, para los latinoamericanos el río
es la vida misma, real y cotidiana, salvaje como en el caso de los
poetas nacidos y criados en las extensas y húmedas llanuras y selvas
tropicales de la Amazonía.Los españoles trajeron su lengua y con ella su
manera de entender al universo. Sus palabras se mezclaron con las
palabras y el entendimiento, el ser que habita el lenguaje, de los
pueblos indígenas. En este proceso llegaron nuevas corrientes que, como
en el resto del mundo, reflejaron los problemas sociales, políticos,
económicos y culturales. Por eso en Bolivia tenemos hoy muchos registros
poéticos, intensos y amplios. Entre ellos está la renovación de una
poesía indigenista que en el pasado contó con destacados poetas
nacionales, como Jesús Lara, pero que nunca se había dado en la poesía
escrita en la región amazónica.selección. Para comprender mejor la
propuesta literaria temporal, y como un punto de partida necesario, la
selección incluye a Adela Zamudio (1854-1928), Gregorio Reynolds
(1882-1948), Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933) y Franz Tamayo (1879-
1956). Nacieron en el siglo XIX pero desarrollaron su obra en el XX, el
siglo de los grandes poetas de Latinoamérica. Además, de literatura
boliviana como tal se empieza a hablar recién en el siglo XX. Esos
nombres se pueden considerar una especie de primer canon de la poesía
boliviana. La antología está ordenada cronológicamente para que el
lector vaya siguiendo la evolución histórica de nuestra poesía. Empieza
con Zamudio, el emblema del romanticismo, una poeta irreverente,
valiente, que bien puede ser considerada como una precursora de los
movimientos feministas y hasta comparada con la inefable Simone de
Beauvoir. Su poema Nacer hombre aún está vigente, así como ¿Quo vadis?,
por el que fue excomulgada por una iglesia ultraconservadora que no
estaba para soportar ninguna crítica a la sociedad patriarcal y católica
y mucho menos de una mujer. Cierra el libro Elvira Espejo, una indígena
orureña paradigma del proceso de inclusión social que vive Bolivia:
escribe en quechua, aymara y español y es compositora, artista plástica y
tejedora. Espejo es la voz de la tierra, que nos recuerda de dónde
somos. El mar. Un lugar común en la crítica literaria es afirmar que la
mediterraneidad ha condicionado nuestra literatura, y esto es cierto.
Así lo podemos comprobar en muchos de los temas de nuestros poetas. La
ausencia del mar fue y sigue siendo un motivo para la nostalgia y la
escritura. Por eso se habla de la insularidad de la literatura
boliviana. La antología ofrece una variada muestra de poemas de cada
autor, y brinda una visión representativa de su obra y de cómo, con sus
los poemas y/o prosas poéticas, construyeron sus propios mundos poéticos
a través de sus escrituras y de sus estéticas. En algunos casos esos
mundos tienden puentes entre las culturas europeas y las indígenas, en
otros la propia palabra es el mundo, como también los son la muerte, el
sueño, el amor o la vida.Por sus objetivos y su función, esta antología
solo incluye a 32 poetas. Sin embargo, los autores que en la actualidad
trabajan el verso duplican ese número. Si en general la mayoría de los
libros y sus autores envejecen rápido, las antologías lo hacen más
rápido aún. Las obras y los autores que se consideran canónicos resisten
jóvenes y forman un círculo al que van ingresando paulatinamente nuevos
autores, aunque para ello a veces haya que morirse.Y así como existen
poetas canónicos, también existen poemas canónicos, que se repiten en
las antologías nacionales, como Nacer hombre, de Adela Zamudio; La
llama, de Gregorio Reynolds; Siempre, de Ricardo Jaimes Freyre; Habla
Olimpo, de Franz Tamayo y Canto al hombre de la selva, de Raúl Otero
Reiche. Tan famosos son que a veces olvidamos quiénes los
escribieron.Articular. Esta antología también trata de aportar a la
articulación de Bolivia incluyendo poetas altiplánicos y amazónicos,
algo que muchas antologías anteriores no hicieron, privilegiando
solamente a poetas de la parte andina. Incluye a Raúl Otero Reiche, de
Santa Cruz, y a Horacio Rivero Egüez, Pedro Shimose y a Ruber Carvalho,
entre otros, del Beni. Es probable que el día de mañana algunos de los
autores y sus poemas sean reemplazados por otros y aparezca un nuevo
antologador que incluya a los poetas de su preferencia. Y es una
arriesgada apuesta incluir a algunos de los que aún siguen publicando y
dejar afuera a otros.Toda antología poética también es un rescate, y en
ésta se incluyen algunos autores contemporáneos que nunca estuvieron en
otras selecciones. La mirada con la que ahora leemos sus poemas no es la
misma de cuando fueron escritos y/o publicados. Por eso será el lector
quien les cree a cada uno su propio contexto y quien elija cuál será su
destino.
Jaimes Freyre, Franz Tamayo, Óscar Cerruto y Jaime Saenz, entre otros.
Paradigmática es la montaña Illimani, el resplandeciente en lengua
aymara, como lo anota Óscar Cerruto. Esa montaña de La Paz repite tres
veces su hermosura y se ha convertido en la musa de muchos escritores y
artistas paceños.La montaña, en las tierras altas y los ríos, en las
tierras bajas. Cuando los poetas de Europa hablan de sus ríos su poética
es filosófica, los ríos son la metáfora del tiempo y de la vida, son
pensamiento y abstracción. En cambio, para los latinoamericanos el río
es la vida misma, real y cotidiana, salvaje como en el caso de los
poetas nacidos y criados en las extensas y húmedas llanuras y selvas
tropicales de la Amazonía.Los españoles trajeron su lengua y con ella su
manera de entender al universo. Sus palabras se mezclaron con las
palabras y el entendimiento, el ser que habita el lenguaje, de los
pueblos indígenas. En este proceso llegaron nuevas corrientes que, como
en el resto del mundo, reflejaron los problemas sociales, políticos,
económicos y culturales. Por eso en Bolivia tenemos hoy muchos registros
poéticos, intensos y amplios. Entre ellos está la renovación de una
poesía indigenista que en el pasado contó con destacados poetas
nacionales, como Jesús Lara, pero que nunca se había dado en la poesía
escrita en la región amazónica.selección. Para comprender mejor la
propuesta literaria temporal, y como un punto de partida necesario, la
selección incluye a Adela Zamudio (1854-1928), Gregorio Reynolds
(1882-1948), Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933) y Franz Tamayo (1879-
1956). Nacieron en el siglo XIX pero desarrollaron su obra en el XX, el
siglo de los grandes poetas de Latinoamérica. Además, de literatura
boliviana como tal se empieza a hablar recién en el siglo XX. Esos
nombres se pueden considerar una especie de primer canon de la poesía
boliviana. La antología está ordenada cronológicamente para que el
lector vaya siguiendo la evolución histórica de nuestra poesía. Empieza
con Zamudio, el emblema del romanticismo, una poeta irreverente,
valiente, que bien puede ser considerada como una precursora de los
movimientos feministas y hasta comparada con la inefable Simone de
Beauvoir. Su poema Nacer hombre aún está vigente, así como ¿Quo vadis?,
por el que fue excomulgada por una iglesia ultraconservadora que no
estaba para soportar ninguna crítica a la sociedad patriarcal y católica
y mucho menos de una mujer. Cierra el libro Elvira Espejo, una indígena
orureña paradigma del proceso de inclusión social que vive Bolivia:
escribe en quechua, aymara y español y es compositora, artista plástica y
tejedora. Espejo es la voz de la tierra, que nos recuerda de dónde
somos. El mar. Un lugar común en la crítica literaria es afirmar que la
mediterraneidad ha condicionado nuestra literatura, y esto es cierto.
Así lo podemos comprobar en muchos de los temas de nuestros poetas. La
ausencia del mar fue y sigue siendo un motivo para la nostalgia y la
escritura. Por eso se habla de la insularidad de la literatura
boliviana. La antología ofrece una variada muestra de poemas de cada
autor, y brinda una visión representativa de su obra y de cómo, con sus
los poemas y/o prosas poéticas, construyeron sus propios mundos poéticos
a través de sus escrituras y de sus estéticas. En algunos casos esos
mundos tienden puentes entre las culturas europeas y las indígenas, en
otros la propia palabra es el mundo, como también los son la muerte, el
sueño, el amor o la vida.Por sus objetivos y su función, esta antología
solo incluye a 32 poetas. Sin embargo, los autores que en la actualidad
trabajan el verso duplican ese número. Si en general la mayoría de los
libros y sus autores envejecen rápido, las antologías lo hacen más
rápido aún. Las obras y los autores que se consideran canónicos resisten
jóvenes y forman un círculo al que van ingresando paulatinamente nuevos
autores, aunque para ello a veces haya que morirse.Y así como existen
poetas canónicos, también existen poemas canónicos, que se repiten en
las antologías nacionales, como Nacer hombre, de Adela Zamudio; La
llama, de Gregorio Reynolds; Siempre, de Ricardo Jaimes Freyre; Habla
Olimpo, de Franz Tamayo y Canto al hombre de la selva, de Raúl Otero
Reiche. Tan famosos son que a veces olvidamos quiénes los
escribieron.Articular. Esta antología también trata de aportar a la
articulación de Bolivia incluyendo poetas altiplánicos y amazónicos,
algo que muchas antologías anteriores no hicieron, privilegiando
solamente a poetas de la parte andina. Incluye a Raúl Otero Reiche, de
Santa Cruz, y a Horacio Rivero Egüez, Pedro Shimose y a Ruber Carvalho,
entre otros, del Beni. Es probable que el día de mañana algunos de los
autores y sus poemas sean reemplazados por otros y aparezca un nuevo
antologador que incluya a los poetas de su preferencia. Y es una
arriesgada apuesta incluir a algunos de los que aún siguen publicando y
dejar afuera a otros.Toda antología poética también es un rescate, y en
ésta se incluyen algunos autores contemporáneos que nunca estuvieron en
otras selecciones. La mirada con la que ahora leemos sus poemas no es la
misma de cuando fueron escritos y/o publicados. Por eso será el lector
quien les cree a cada uno su propio contexto y quien elija cuál será su
destino.
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