Galeano interpreta nuestra historia
Eduardo Galeano afirma que Gabriel René Moreno era
racista y que Arguedas vivió en París pagado por Patiño. Los escritos
de este uruguayo y latinoamericano nos hacen pensar porque son
diferentes a esa otra historia de los vencedores o de los sectores
dominantes de la sociedad, reducida a fechas y autores, en vez del
estudio de la historia como proceso.
Por su contenido
y por su forma, los escritos de Galeano expresan el sentido y los
intereses de la gente del pueblo; por lo que creemos que este uruguayo
universal militaba por sí y por esos sectores sociales. En una nota suya
señala: “Hace más de cien años, el historiador Gabriel René Moreno
descubrió que el pueblo boliviano era ‘celularmente incapaz’. Él había
puesto en la balanza el cerebro indígena y el cerebro mestizo, y había
comprobado que pesaban entre cinco, siete y diez onzas menos que el
cerebro de raza blanca”, dice en Memoria del fuego.
Sobre el historiador Arguedas, también en ese libro, afirma: “El
boliviano Alcides Arguedas, becado en París por Simón Patiño, publica un
nuevo libro llamado Pueblo enfermo. El rey del estaño le da de comer
para que Arguedas diga que el pueblo de Bolivia no está enfermo: es
enfermo.”
De Juana Azurduy, en el libro citado,
anota: “Juana cabalga en las montañas al frente de los hombres. Su chal
celeste flamea a los vientos. Un puño estruja las riendas y el otro
parte cuellos con la espada.” “Todo lo que come se convierte en
valentía. Los indios no la llaman Juana. La llaman Pachamama, la llaman
Tierra.”
Asimismo, destaca los aportes a la reforma o
revolución de la escuela, del maestro de Bolívar, Simón Rodríguez: “Con
una escuela modelo en Chuquisaca, Simón Rodríguez inicia su tarea
contra las mentiras y los miedos consagrados por la tradición. Chillan
las beatas, graznan los doctores, aúllan los perros del escándalo:
horror: el loco Rodríguez se propone mezclar a los niños de mejor cuna
con los cholitos que hasta anoche dormían en la calle. ¿Qué pretende?,
¿quiere que los huérfanos lo lleven al cielo?, ¿o los corrompe para que
los acompañen al infierno? En las aulas no se escucha catecismo, ni
latines de sacristía, ni reglas de gramática, sino un estrépito de
sierras y martillos insoportable a los oídos de frailes y leguleyos
educados en el asco al trabajo manual. ¡Una escuela de putas y ladrones!
Quienes creen que el cuerpo es una culpa y la mujer un adorno, ponen el
grito en el cielo: en la escuela de don Simón, niños y niñas se sientan
juntos todos pegoteados; y para colmo, estudian jugando.”
Acerca del “tata Belzu”, destaca: “Una marea de indios sublevados ha
devuelto el poder a Belzu. Manuel Isidoro Belzu, el tata Belzu, vengador
del pobrerío, verdugo de doctores, regresa a La Paz en oleaje de
multitudes.”
“Mientras gobernó, hace unos años, la
capital de Bolivia estuvo donde él estaba, en las ancas de un caballo; y
los dueños del país, que desataron contra él más de cuarenta golpes
militares, no consiguieron voltearlo. Lo odiaban los mercaderes
extranjeros, porque Belzu les prohibió la entrada y amparó a los
artesanos de Cochabamba ante la invasión de ponchos fabricados en
Inglaterra. Le tuvieron terror los leguleyos de Chuquisaca, por cuyas
venas corre tinta o agua; y también conspiraron contra él los señores de
las minas, que jamás pudieron dictarle un decreto.”
Respecto del alzamiento de alteños y paceños (2003), el autor de Las
venas abiertas de América Latina, relata: “Una inmensa explosión de gas:
eso fue el alzamiento popular que sacudió a toda Bolivia y culminó con
la renuncia del presidente (Gonzalo) Sánchez de Lozada, que se fugó
dejando tras sí un tendal de muertos.”
Sigue
Galeano: “El gas iba a ser enviado a California, a precio ruin y a
cambio de mezquinas regalías, a través de tierras chilenas que en otros
tiempos habían sido bolivianas. La salida del gas por un puerto de Chile
echó sal a la herida, en un país que desde hace más de un siglo viene
exigiendo, en vano, la recuperación del camino hacia el mar que perdió
en 1879, en la guerra que Chile ganó.”
“Pero la ruta
del gas no fue el motivo más importante de la furia que ardió por todas
partes. Otra fuente esencial tuvo la indignación popular, que el
Gobierno respondió a balazos, como es costumbre, regando de muertos las
calles y los caminos. La gente se ha alzado porque se niega a aceptar
que ocurra con el gas lo que antes ocurrió con la plata, el salitre, el
estaño y todo lo demás.” “La memoria duele y enseña: los recursos
naturales no renovables se van sin decir adiós, y jamás regresan.” Así
analiza el uruguayo y latinoamericano ese episodio de la historia
boliviana.
Compartimos, asimismo, la afirmación de
Carlos Soria Galvarro en sentido de que Galeano, en Las venas…, muestra
que las riquezas mineras, oro y plata, sobre todo, contribuyeron a la
acumulación originaria del capital, es decir, que esos recursos mineros,
antes que beneficiar a España, sirvieron para que la economía mercantil
se convierta en capitalismo.
Las venas… en aquella
parte referida a lo que hoy es Bolivia —la que nos interesa para esta
nota— otra vez son un ensayo histórico-literario o una interpretación
histórica escrita con el estilo de Galeano, aunque éste en una ocasión
dijo de su libro, muy apreciado en esta región, que es de economía
política.
Sobre la revolución democrática y burguesa
del 9 de abril de 1952, Galeano escribe: “Tambor del pueblo que bate y
rebate y dobla y redobla, venganza del indio que duerme como perro en el
zaguán y saluda al amo hincando las rodillas: el ejército de los de
abajo ha peleado con bombas caseras y cartuchos de dinamita, hasta que
por fin cayó en sus manos el arsenal de los militares.”
En otro fragmento de Memoria de fuego, su autor dice: “En los campos de
toda Bolivia se viven tiempos de cambio (1952), vasta insurgencia
contra el latifundio y contra el miedo, y en el valle de Cochabamba
también las mujeres lanzan, cantando y bailando (en la fiesta de Santa
Vera Cruz Tatala), su desafío.” Las dos últimas notas de Galeano citadas
son, también, creaciones y recreaciones literarias e históricas.
Quien tenga responsabilidad intelectual tendría que convenir en que
Galeano, con sus textos, nos enseñó y nos enseña a leer y/o releer
nuestra realidad (y él también aprendió entre nosotros); lectura de la
realidad que es y será facilitada con el apoyo de la obra del maestro
uruguayo y latinoamericano.
Acerca de la
interpretación histórica de nuestra historia (y la de América Latina),
Galeano, en una especie de introducción al tomo dos, de su Memoria de
fuego, narra: “No se trata de una antología, sino de una obra de
creación literaria. El autor se propone narrar la historia de América, y
sobre todo la historia de América Latina, revelar sus múltiples
dimensiones y penetrar sus secretos.” Ese propósito, en el caso
boliviano, creemos fue alzado por el uruguayo y latinoamericano
universal: Eduardo Galeano.
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