jueves, 7 de julio de 2016

Mesa revela que el escudo de Arica incluye una imagen del Cerro Rico de Potosí

El expresidente Carlos Mesa explicó que la presencia del Cerro Rico de Potosí en el escudo de Arica muestra el estrecho vínculo histórico de esa región con Bolivia.

El escudo de armas de la ciudad de Arica, Chile. Foto: internet
La Razón Digital / Angel Guarachi / La Paz
17:50 / 07 de julio de 2016
El expresidente y vocero de la demanda marítima de Bolivia en La Haya, Carlos Mesa, reveló este jueves que en el escudo de la ciudad chilena de Arica se encuentra una imagen el Cerro Rico de Potosí, lo que muestra -afirmó- el estrecho vínculo histórico de esa región con Bolivia desde la época Colonial.
“¿Por qué está el Cerro Rico de Potosí en la parte superior del escudo? Por una razón básica, porque en la época colonial la exportación de la plata del Cerro Rico de Potosí, que iba a España, pasaba por Arica y, por lo tanto, la existencia, el sentido, la razón de ser de Arica como puerto era Potosí”, aseguró Mesa durante una entrevista con radio Compañera.
Explicó que este hecho se debió a que en la época de la colonia, bajo el reinado de Felipe II, la Corona Española le otorgó al escudo de armas de Arica el cerro Rico de Potosí gracias a los embarques de la plata de la Villa Imperial en 1570.
Según el exmandatario, el hecho histórico de que el Cerro Rico de Potosí se encuentre en el escudo de armas de una ciudad chilena es una demostración “absolutamente inexcusable del vínculo estrechísimo entre Arica y Bolivia”.
“El gran drama de Bolivia, para la salida al mar, ha sido que ni en la época colonial, ni en la época republicana pudimos lograr que Arica sea parte de la Audiencia de Charcas y de la República de Bolivia”, agregó Mesa.
El hallazgo forma parte de su nuevo libro de 250 páginas titulado “La Historia del Mar Boliviano” que será presentado la próxima semana.
El texto, explicó, muestra la historia referida al vínculo arqueológico prehispánico de Bolivia con el mar, los centros arqueológicos en el desierto de Atacama, que era territorio boliviano, entre otros.
 
http://www.la-razon.com/nacional/Mesa-Cerro-Rico-Potosi-Arica_0_2522747764.html
 
http://www.paginasiete.bo/nacional/2016/7/7/mesa-afirma-escudo-arica-lleva-cerro-rico-potosi-102080.html

martes, 28 de junio de 2016

Minas, balas y gringos. Bolivia y la Alianza por el Progreso en la era Kennedy.

Minas, balas y gringos. Bolivia y la Alianza por el Progreso en la era Kennedy. 
Autor: Thomas C. Fields Jr.
Imagen, gentileza de Juan Cristóbal McLean, traductor del libro.

El debate que ha impulsado la historiografía sobre la política exterior de Kennedy en América Latina, cae en dos campos. Un grupo de historiadores sostiene que los políticos de Kennedy se preocupaban genuinamente por el desarrollo del Tercer Mundo y que fueron frustrados por las elites latinoamericanas, el fracaso de sus propias ideas, o la prematura muerte de Kennedy.[1] Otro grupo de historiadores arguye que la administración Kennedy no tenía nada nuevo y se adhería estrechamente al perenne impulso de Washington por la hegemonía política en el Hemisferio Occidental, independientemente de la retórica desarrollista.[2]
Este libro sugiere que ambos grupos tienen razón.
[1]Para el primero, ver Levinson, The Alliance That Lost Its Way; para el segundo, Latham, Modernization as Ideology; y para el tercero, Schlesinger, A Thousand Days.
[2]Rabe, The Most Dangerous Area; Taffet, Foreign Aid as Foreign Policy.
Fragmento del libro
Fuente CIS: http://www.cis.gob.bo/evento/presentacion-del-libro-minas-balas-y-gringos-bolivia-y-la-alianza-por-el-progreso-en-la-era-kennedy/


El autor Thomas Field presenta su libro Minas, Balas y Gringos 
http://notibol.com/noticia/el-autor-thomas-field-presenta-su-libro-minas-balas-y-gringos/553246


Minas, balas y gringos: el valor de la evidencia

Decir que Paz Estenssoro se había convertido en ‘sirviente del imperialismo’ no resulta una exageración.
La Razón (Edición Impresa) / Carlos Soria Galvarro
09:17 / 19 de junio de 2016
La izquierda boliviana siempre percibió y denunció la injerencia imperialista de Estados Unidos. Para demostrarla, apelaba a indicios o a uno que otro desliz de los operadores nativos o extranjeros. La intervención se deducía o intuía, escaseaban las evidencias. Con frecuencia se recurría a ejemplos de lo sucedido en otros países donde quedaban absoluta y documentalmente demostradas las acciones “encubiertas” de los organismos de Inteligencia estadounidenses; sin ir lejos, los casos de Guatemala en los años 50, el derrocamiento de Allende en Chile en 1973 o la guerra de los “contras” en Nicaragua durante los 80.
La investigación del historiador Thomas C. Field Jr. recientemente publicada por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS) de la Vicepresidencia aporta luces sobre este asunto, con la demostración palmaria de lo que hacía en aquellos años el gobierno de Kennedy y la manera cómo finalmente se sometía Paz Estenssoro a su voluntad. No obstante algunas poses habilidosas y ciertos remilgos del líder emenerrista, decir —como se decía entonces— que Paz Estenssoro se había convertido en “sirviente del imperialismo” no resulta una exageración ni un mero eslogan. La documentación y los testimonios presentados por Field tienden a demostrarlo.
El investigador no se limitó a revisar los libros publicados sobre ese periodo, trabajó en por lo menos 16 archivos de Bolivia y de otros países buscando documentación primaria, y recogió testimonios de más de 50 personas entrevistadas. Una portentosa y abrumadora base documental, sin lugar a dudas, aunque falta la visión de los partidos de izquierda, PCB y POR, principales acusados de soliviantar a los mineros.
Entre los múltiples y variados aportes de este libro se puede señalar también el dejar en claro lo que fue la tan publicitada “Alianza para el Progreso” de Jhon Kennedy, un mecanismo para controlar y dominar, por las buenas o por las malas, a nuestros países y contrarrestar la influencia de la revolución cubana. El Che, como delegado de Cuba, se había encargado de desenmascarar el plan en Punta del Este, en el acto mismo de su presentación. Y algo similar puede decirse de Usaid, entidad de supuesta “cooperación al desarrollo”, capaz de proporcionar armas, vituallas y dinero a líderes campesinos corruptos dispuestos a atacar a los mineros.
Aspectos novedosos y muy ilustrativos son los matices, discusiones y contradicciones en el aparato gubernamental estadounidense; no solamente posiciones en bloque enfrentadas entre el Pentágono y el Departamento de Estado, como se percibía aquí. También el hecho de que la política oficial de Estados Unidos hasta el último minuto habría sido la de mantener a Paz Estenssoro en el gobierno (incluyendo un cargamento de armas de refuerzo que llegó al amanecer del día de su derrocamiento). Parece evidente que no dieron la luz verde al general Barrientos, pero habían preparado todas las condiciones para el relevo y se habían esmerado tanto en encumbrarlo que el locuaz aviador se tomó la libertad de actuar por su cuenta, sin esperar las órdenes. Otro elemento que aumenta el valor y la importancia de este libro es su estilo narrativo atrayente, de fácil lectura a pesar de la inevitable referencia constante a las fuentes.
Reflexión final, ¿si así actuaban Kennedy y sus muchachos, listos incluso a mandar sus tropas militares para imponer a sangre y fuego el Plan Triangular a Comibol, ahora los muchachos de Obama estarán con los brazos cruzados? Ojalá no tengamos que esperar medio siglo para que un historiador extranjero venga a darnos la respuesta. 
http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/Opinion_0_2511948787.html

domingo, 15 de mayo de 2016

Eduardo Mitre, homenaje

Eduardo Mitre: una vida poética

Homenaje al escritor boliviano

Nació en Oruro en 1943 Estudió Derecho en la Universidad Mayor de San Simón y luego viajó a Francia donde realizó estudios de literatura francesa.
Nació en Oruro en 1943 Estudió Derecho en la Universidad Mayor de San Simón y luego viajó a Francia donde realizó estudios de literatura francesa.
ADHEMAR MANJÓN
EL DEBER
14/05/2016
06:00
Eduardo Mitre, uno de los poetas y ensayistas literarios más importantes de Bolivia, llegó esta semana a Cochabamba para ser homenajeado por el Centro Cultural Simón I. Patiño. Vida y obra del autor orureño fueron reconocidas el miércoles, en una noche en la que Mitre pudo reunirse con amigos y colegas de siempre, como Luis ‘Cachín’ Antezana y Mónica Velásquez. Semanas antes, el autor de poemas imperecederos como Añoranzas respondió a Brújula una entrevista vía e-mail, en la que habló de su vida fuera de Bolivia, su amistad con autores como Jaime Sáenz y Jesús Urzagasti y de otros poetas bolivianos.

¿Cómo han sido estos años de vivir fuera de Bolivia? ¿Cómo ha vivido esta especie de exilio y cómo se inserta Bolivia en su obra en estos años? Pienso por ejemplo en ese verso que dice Entre el silencio y el ruido/abro un túnel de palabras/directo a Cochabamba.
Literaria y vitalmente muy favorables, pues he escrito varios libros tanto de crítica como de poesía. No, no me he sentido ni me siento exiliado pues resido en Nueva York por decisión propia, ahora en Brooklyn y poco antes en Manhattan. 

Desde luego, a menudo siento añoranza de amigos, y de paisajes nuestros, pero los mitigo en los retornos que hago periódicamente a la “Llajta”. Además, uno viaja con sus raíces, con sus recuerdos de la infancia, y de la adolescencia, como en mi caso consta en Vitrales de la memoria, escrito en Manhattan, y antes, en varios otros poemas de mi obra. El que citas: Manhattan transfer, traza un regreso imaginario a mi casa de entonces en Cochabamba, abriendo un túnel de palabras hacia la escucha de las voces familiares. 

Que el verso sea una llave/que abra mil puertas, dice Vicente Huidobro, un poeta al que usted le dedicó un ensayo. Ese poema finaliza con El Poeta es un pequeño Dios. 

¿Qué puertas le ha permitido abrir la poesía, desde que publicó su primer libro, en 1965?
En esos versos de su Arte poética, un Huidobro joven propugnaba una poesía regida por la libertad de la imaginación, opuesta a una estética mimética, simple espejo de la realidad. En su poesía esas puertas son las imágenes y metáforas que nos dan a ver una visión maravillosa. En mi poesía, con las mismas llaves, esas puertas se abren a la celebración de las cosas cotidianas: la mesa, la silla, la puerta, la ventana en Brooklyn. Pero la poesía es asimismo elegía y testimonio, es decir: historia; en mi caso, Razón ardiente, Yaba Alberto…

En su momento su poesía fue admirada por Octavio Paz, el propio Julio Cortázar también tuvo buenos comentarios de su obra. Además, hoy es considerado uno de los más importantes poetas de Bolivia ¿Cómo se siente respecto a este reconocimiento de su obra?
Siento gratitud por los escritores que mencionas y que nos dieron obras imprescindibles de la literatura universal. La atención prestada por ellos a mi poesía fue una suerte de confirmación y, sobre todo, un impulso para mi vocación de escritor. 

Recientemente se publicó la poesía completa de Jaime Sáenz. Él fue uno de los primeros que lo apoyó en su obra ¿Cómo fueron esos años de amistad con Sáenz y qué valor tiene su obra poética para la literatura boliviana?
No fue una amistad fluida, sino intermitente, limitada por mis residencias en el exterior. No nos escribimos sino un par de cartas. Lo visité varias veces en su casa. Nuestro encuentro fue motivado por Elegía a una muchacha, que llegó a manos de Jaime gracias a Jesús Urzagasti. 

En ese entonces, Jaime me escribió una carta elogiando esa elegía y acompañándola de un precioso obsequio: un ejemplar de Aniversario de una misión. En su carta me invitaba a visitarlo y a hospedarme en su casa. La rememoración del primer encuentro, una soleada tarde de agosto, en el andén de la estación de trenes de La Paz, a la que generosamente fue a recibirme, me inspiró no hace mucho un breve poema, que es asimismo una expresión de gratitud a su memoria. 

No conozco aún la edición realizada por Plural; la imagino de una calidad digna de la obra. Pero sí conozco bien la poesía de Saenz, sobre la que he escrito dos breves ensayos. A más de mi admiración por ella, puedo decir que, para bien y para mal, ha ejercido una gran influencia en varios escritores bolivianos. 

Usted ha manifestado que Pirotecnia, de Hilda Mundy; El occiso, de María Virginia Estenssoro; y Naufragio, de Yolanda Bedregal (los tres publicados en 1936) fueron importantes para iniciar las vanguardias en Bolivia ¿Qué le lleva a esta conclusión y cuán importante es que fueran tres mujeres las que las lleven adelante? 
He llegado a esa constatación después de un análisis de sus obras en el panorama de nuestra literatura. En breve y para no repetir lo expuesto en los tres ensayos dedicados a ellas: las obras que mencionas tienen un carácter innovador, si prefieres, fundacional: El occiso, de Virginia Estenssoro, prefigura temática y estilísticamente la poesía de Saenz. 

Yo cito un solo fragmento para mostrarlo sin caer en la redundancia, pero se pueden citar varios rasgos de ese libro presentes en la escritura de Jaime. En cuanto a Yolanda Bedregal, que cultivó varios géneros, su espíritu innovador destaca en el tejido metafórico de su poesía y en esa inserción de la poesía en la prosa, como en varios relatos de Naufragios.

La entrañable Hilda Mundy (“¿Quién me dirá cómo eras y quién fuiste?”), probablemente al influjo de Ramón Gómez de la Serna, introduce en nuestra literatura la greguería y, con esta forma, una poesía prosaica y urbana basada en la metáfora y el humor, como nunca antes.

Su obra ensayística y como antologador también ha sido muy destacada en nuestro país, y ha servido para entablar diálogos con las obras de diferentes autores. ¿Qué le dejaron a usted esos trabajos, qué conclusiones tiene hoy de los mismos? ¿Influyó su labor como ensayista en su obra poética?
La satisfacción de haber elaborado, a lo largo de varios años, un corpus crítico sobre obras de autores nuestros, concertando un diálogo entre ellas, sin olvidar su singularidad ni su enriquecedora relación con obras de la tradición latinoamericana y universal. En una palabra, he tratado de trazar un mapa parcial de la poesía boliviana desde el modernismo hasta algunos poetas contemporáneos. 

El sentido crítico interviene tanto en la elaboración de un ensayo como en la composición de un poema, pero acaso de un modo distinto, En ambos casos, es obvio que no deja de tener un carácter subjetivo, obediente a una sensibilidad, a una formación y a un criterio personales. 
Gran parte de la labor crítica que he realizado se gestó paralelamente a la de mis libros de poesía.

Usted ayudó a diseñar la carrera de literatura en la universidad de Cochabamba, proyecto que se vio truncado cuando acometió la dictadura. Actualmente en Bolivia solo existe una carrera de literatura, en la ciudad de La Paz ¿Cuál es la importancia de esta carrera para la literatura boliviana y por qué es importante que se imparta en las universidades de las distintas ciudades?
Fue un hermoso proyecto que Luis H. Antezana y yo elaboramos cuando trabajábamos en la Universidad de San Simón, Pero quedó en eso, en proyecto, debido al abominable episodio que mencionas. 

La creación literaria implica un aprendizaje, una formación. Yo debo mucho a los profesores que he tenido en la universidad de Pittsburgh. No dudo que sería muy conveniente implantar facultades de literatura en Santa Cruz, en Cochabamba o Sucre. 

La Facultad de La Paz ha albergado y alberga a escritores y críticos cuyos aportes a nuestra literatura son muy valiosos. En sus aulas enseñan escritores de relieve, y pasaron por ellas poetas como Julio de la Vega y Rubén Vargas Portugal. 
Los caminos de Eduardo Mitre, el poeta de las sensaciones
Los caminos de Eduardo Mitre, el poeta de las sensaciones

Sigue la poesía que se hace en este siglo en Bolivia ¿Cuál diría que son sus principales representantes y cuáles sus características?
Debo ponerme al día, y espero hacerlo pronto. Pero he leído con entusiasmo la poesía discursiva y sorpresivamente relampagueante de Benjamín Chávez, la de Gustavo Soto Santisteban, abriéndose paso a la celebración en la elegía, la sencilla y concisa de Gustavo Cárdenas. Me gustaría conocer más y mejor la poesía de Emma Villazón Richter, de Sergio Gareca, Claudia Peña Claros y Blanca Elena Paz, así como la de otros poetas.

¿Quiénes cree que son los grandes olvidados de la poesía nacional y por qué?Si los hay, ignoro las razones, y esperemos que pronto se repare en ellos. Lo evidente es que hay obras publicadas que merecen mayor atención crítica y, sobre todo, lectores. 

Más allá de las temáticas o las etapas que ha tenido su obra poética ¿se podría decir que las razones por las que escribía poesía en su juventud son muy distintas a por las que escribe hoy? ¿Para qué y por qué escribe hoy Eduardo Mitre?
Como para el adolescente que me contagió este saludable vicio de la lectura y escritura, sentir eso que llamamos poesía y plasmarlo en palabras, es un acontecimiento íntimo, compartido y completado luego por lector. 

Escribo por asombro y fascinación, por nostalgia, por indignación. ¿Para qué escribo o se escribe? En cada buen poema, si es bien leído y oído, se puede encontrar respuesta a la pregunta
http://www.eldeber.com.bo/suplementos/eduardo-mitre-vida-poetica.html


sábado, 30 de abril de 2016

A tres años de la muerte de Jursafú


Semblanza de Jesús Urzagasti

A tres años de su partida, a propósito de la reciente presentación de su poemario Senderos, en Cochabamba y Santa Cruz, y de la lectura poética al pie de su monumento en el Montículo paceño.

zoom
Semblanza de Jesús Urzagasti
Alan Castro Riveros
Escritor
 
Hay cosas que las academias no pueden enseñar, porque para decir lo indecible habrá que poner a rodar un lenguaje que haga tronar cualquier suposición y abra esa línea por la que se filtra y en la que resplandece el silencio de la comunicación transparente. 

Tal el lenguaje que en sucesivos encuentros de rutas paralelas se iba tallando en mis charlas con Jesús Urzagati, que más que un maestro fue un amigo. El mismo Jesús se encargó de hacer evidente esa relación, al decir que una de las cosas más importantes es el parricidio y que jamás hay que perder de vista que uno siempre se halla fuertemente influenciado por ningún otro que sí mismo. De tal manera, aquello luminoso que había en las palabras del Jesús estaba en la certeza de que una inteligencia trabajada a la intemperie reconoce las coincidencias en las aventuras ajenas y sitúa las influencias en el río particular que corresponde a cada quien.

***
La primera vez que lo vi, el Jesús leía el capítulo 26 de Un verano con Marina Sangabriel frente a un pequeño auditorio de la Universidad Católica Boliviana en la ciudad de La Paz. Era el año 2001. No recuerdo a nadie del auditorio y no sé si había alguien junto a él en la mesa. Solo recuerdo su lectura y a Alba María Paz Soldán preguntando si Jursafú, el personaje de En el país del silencio, había visto al diablo. El Jesús respondió a su pregunta relatando detalles sobre la inquietante mirada de la víbora, que de pronto visitaba su oficina en el edificio Presencia. (Vale la pena añadir que muchas cosas pasaron por ese escritorio: un libro y una carta del poeta Edgar Bayley (que derivaría más tarde en la escritura de De la ventana al parque), los amigos que siempre volvían a visitarlo, y las noticias más inquietantes del país. Además, en ese escritorio el Jesús se dio mañas para escribir Los tejedores de la noche).
 
Volviendo a aquella noche de lectura, sus respuestas a las preguntas del auditorio abrían siempre senderos imprevistos. Es por eso que, al día siguiente, todos los compañeros de la generación única que habíamos asistido a la lectura, le pedíamos a la Albita que por favor invite al Jesús a dar clases. Había misterio, afecto e impaciencia en nuestra solicitud. La lectura de la noche anterior nos había sacudido algo y, durante una semana, había hecho aparecer varias fotocopias de Yerubia y de La colina que da al mar azul en mochilas y mesas de sótanos.
 
Generalmente, los seis gatos que conformábamos la Carrera de Literatura de la UCB éramos trasladados de sótano en sótano para pasar clases. La primera clase con el Jesús no había ningún sótano disponible, así que nos fuimos a un aula. Era un aula inmensa para nosotros, en un último piso. Sin embargo, nos dimos maneras para achicarla hasta el rincón más alejado de la pizarra y le dimos la forma de un círculo, pues estábamos acostumbrados a sótanos que contaban con una mesa redonda. 
 
De entrada, la primera sesión, el Jesús nos dijo que nosotros teníamos ventaja sobre él porque lo habíamos leído, mientras que él no nos conocía. No recuerdo exactamente lo que se dijo en ese círculo. Solo recuerdo que salí de allí con la sorprendente certeza de haber escuchado algo que por fin engranaba con el lenguaje creador más potente; algo imposible de explicar.
 
Pocos días después, la Albita nos sorprendió con un sótano definitivo y luminoso que no era sótano, sino la flamante Sala de Literatura (la cual, por cierto, hoy se ha convertido en un sótano hecho y derecho debajo del departamento de Cultura). En aquella sesión, el Jesús llegó con la preciosa edición italiana de Tirinea que acababa de recibir, y luego nos pidió que escribiéramos algo y firmáramos en sus páginas. Nosotros estábamos chochos garabateando en aquel libro. 
 
De paso, la siguiente semana, apareció con varios ejemplares de la segunda edición de Tirinea y los repartió como regalo a todos. A esas alturas todos lo queríamos y conversábamos entre nosotros sobre el deseo de compartir con él fuera de la universidad. Queríamos trabar una amistad deslindada de lo académico. Él nos recibió uno por uno o en patota, varias veces, en su casa que olía a eucalipto; junto al calor familiar de la Sulma, la Carmencita, el Pibi y el Corito.
 
En una de esas que fuimos en patota, el Jesús me curó de la borrachera poniéndome una hoja de lechuga en la chaveta. Viendo que se había obrado un milagro, mis compañeros pidieron su respectiva lechuga y estuvimos charlando así un par de horas.
 
Cuando el Jesús nos invitaba a tomar vino a su casa (generalmente después de la ch’alla de un libro), yo siempre recordaba la palabra políglota. El políglota es un personaje de sed insaciable que aparece en el capítulo 26 de Un verano con Marina Sangabriel -el texto por el cual conocí la obra del Jesús, y que no ha dejado de resonar desde entonces en mi memoria. 
 
En aquel capítulo asistimos a la conversación entre un narrador, el poeta chuquisaqueño Seque y el miope invisible Cuñanchiro. Aunque sabemos que el políglota es una persona versada en varios idiomas, en la novela del Jesús, políglota es alguien que sabe que su sed es insaciable y no ignora, por lo tanto, que beber no le servirá de nada. Es por eso que la palabra políglota resonaba en mí antes y después de esas fantásticas reuniones.
 
Por otro lado, el Jesús me acompañó en la hechura de mi primer libro. Él entendía que el trato con el lenguaje va más allá de la elección de una forma literaria o de una historia prefabricada; que lo que allí interesa es descorrer el velo tras el cual se oculta una inexplorada forma de pensar y de mover el esqueleto.

***
Aunque el Jesús es un escritor que se menciona en el mundo académico, su obra recién está empezando a ser leída desde su centro secreto. Solo para poner un ejemplo, el otro día leía el capítulo final de El último domingo de un caminante -allí donde se habla sobre el personaje femenino construido por el escritor polaco Jersy Monotowsky. 
 
Luego de leer aquel capítulo, recordé a los autores ficticios y personajes desterrados que aparecen en Un hazmerreír en aprietos (su última novela). Fue entonces cuando noté que aquello señalaba un sendero inexcusable para desenterrar y reconstruir la narrativa profunda del gran parque latinoamericano, alejada de las modas formales pasajeras y de la publicidad tendenciosa.
 
Ni qué decir sobre la poesía (esa atención continua que nos liga al mundo) y ese magnífico hilo llamado Senderos; un libro con el eco de los muertos, por donde podemos iniciar nuestro tránsito hacia el corazón silencioso de un país más grande y diáfano de lo que aparenta en la superficie de mapas ajenos y papeles caducos.
http://www.paginasiete.bo/letrasiete/2016/4/30/semblanza-jesus-urzagasti-94677.html

400 años de Cerbantes Sa avedra (sic)

La merced denegada

Cervantes intentó pero no logró instalarse en América, y gracias a ello creó a Don Quijote, el personaje que influyó determinantemente en la cultura universal y en unos pocos y selectos artistas bolivianos
aniversario. El viernes se cumplieron 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, ocurrida el 22 de abril de 1616.
aniversario. El viernes se cumplieron 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, ocurrida el 22 de abril de 1616.
La Razón (Edición Impresa) / Dora Cajías - historiadora
00:00 / 25 de abril de 2016
Cuando en 1590 Miguel de Cervantes Saavedra recibió una negativa expresada en los rotundos términos “busque por acá en qué se le haga merced” debió sentir enorme frustración porque se trataba de un segundo intento solicitando un empleo en las Indias a cambio de los servicios prestados a la corona. El memorial adjunto a una “brillante hoja de servicios” no fue suficiente para convencer a Felipe II. Como dice Martín de Riquer: “Gracias a ello tenemos el Quijote, pues si Cervantes llega a establecerse en América seguramente no hubiera escrito su genial novela”.
Los originales de ambas solicitudes, fechadas en 1582 y 1590, respectivamente, se exhiben —entre otros valiosos documentos— en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, en una exposición abierta hace unos meses: Miguel de Cervantes: de la vida al mito (1616-2016). No hay, por lo tanto, una evidencia histórica que confirme la versión cuyo origen desconozco y que circuló en Bolivia, desde siempre: Miguel de Cervantes habría solicitado una vacante en el cargo de corregidor de la ciudad de La Paz.
Lo cierto es que Cervantes no estuvo nunca en América y menos en esta ciudad, pero ni bien se publicó la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 partieron a nuestro continente cientos de ejemplares y con ellos se inició el “culto cervantino” que, sin embargo, y como pasó en casi todas las tierras hispanohablantes, desplazó al autor para resaltar por encima de él a su criatura literaria. Por varios siglos Cervantes quedó sumido en una imagen misteriosa que alimentaba el mito de un hombre de talante aventurero, de poca fortuna, de mediocre crédito literario pero con un halo heroico proveniente de su intervención en la batalla de Lepanto. Por su parte, el propio Cervantes añadía mayor enigma cuando se refería asimismo como “más versado en desdichas que en versos”.
A principios del siglo XX, los considerados “insignes cervantistas” españoles como Clemencín, Menéndez Pelayo, Unamuno y Menéndez Pidal, entre otros, volcaron su interés en estudiar la novela de Don Quijote y, a través de ella, a su autor. Medio siglo después, Luis Astrana Martín publicó los seis tomos de su Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes con una visión considerada algo romántica pero que sumó información a las investigaciones ya mencionadas.
En Bolivia se conocieron esos textos pero —como pasó durante la Colonia, cuando llegaron los ejemplares del Quijote, y como sucede hoy mismo— su repercusión alcanza solo a una minoría letrada. La población de La Paz, por ejemplo, está familiarizada con el nombre de Miguel de Cervantes porque lo reconoce en espacios públicos como una calle, una estatua de una plaza o un colegio pero me atrevo a suponer que muy pocos hayan leído su inmortal Don Quijote y ni siquiera las novelas ejemplares que, hasta hace unos años, figuraban en los programas escolares.
En las aulas de la Universidad Mayor de San Andrés —vale decir en la única carrera de Literatura que existe en Bolivia— hasta donde yo sé, se dictan cursos sobre literatura española con énfasis en la obra de Miguel de Cervantes. Por su parte, la Academia Boliviana de la Lengua participó en la edición especial del IV Centenario de Don Quijote de la Mancha que se difundió en 2005 y que fue resultado del esfuerzo que la Real Academia Española viene haciendo, especialmente desde el siglo XIX, para difundir la obra cervantina entre un público mayor. La serie de Quijotes pintada por Solón Romero y los textos de Adolfo Mier Rivas, El Quijote de la Cancha y de Gastón Suárez, Las aventuras de Miguelín Quijano son, entre otros, un ejemplo de la vigencia de ese personaje también en el arte.
Pero, sin duda, y de manera mucho más sutil, la novela El otro gallo de Jorge Suárez es la que privilegia un trabajo sobre la ficción que sugiere un homenaje a Cervantes y su famoso personaje. El Bandido de la Sierra Negra evoca al caballero de la Sierra Morena y así como las fantasías de Don Quijote obligan a los demás personajes, desde Sancho Panza hasta el cura o el ventero, a compartir, a vivir la ficción, a disfrazarse, a teatralizar, a sustituir la realidad por la imaginación y el artificio; del mismo modo en la novela de Suárez, Benicia, Don Carmelo y el profesor Saucedo aceptan seguir el juego propuesto por el Bandido. La actitud de ambos personajes es ingenuamente heroica y al rebelarse contra el orden de las cosas, contra su mundo cotidiano, instauran un código de honor personal y por lo tanto bastante arbitrario para establecer quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos y cuál es el ideal al que van dedicadas todas sus hazañas.
Lamentablemente y pese a lo dicho, Cervantes y el Quijote son, en nuestro medio, poco conocidos y estudiados. Un ámbito muy reducido los ha desentrañado y disfrutado pero los más repiten, como cajas de resonancia, algunos refranes, lugares comunes y simplismos que denotan un conocimiento superficial.
Miguel de Cervantes sintió que no era justo el que se le negara la merced que solicitaba y permaneció con su azarosa vida en España. Por suerte para la humanidad, porque años después empezó la escritura del texto más universal de la lengua española, de la novela más traducida de la literatura de todos los tiempos, aunque él, fiel a su talante, solo comentó al respecto de su escritura: “El ver mucho y leer mucho aviva el ingenio de los hombres”.
http://www.la-razon.com/suplementos/tendencias/merced-denegada_0_2477152362.html

La letra puntuación Cervantes

Se publican, por primera vez en un solo libro, los once documentos escritos por el autor de El Quijote que han sobrevivido cuatro siglos
Foto: diariode las americas.com
Foto: diariode las americas.com
La Razón (Edición Impresa) / Winston Manrique - El País
00:00 / 18 de abril de 2016
Miguel de Cerbantes Sa avedra —pues era así como el escritor firmaba y como quería ser reconocido— escribía en la prestigiosa letra bastarda de la época, no usaba signos de puntuación, no ponía puntos sobre las íes, usaba mayúsculas de manera inmotivada y las letras eran espaciadas. Éstas son las huellas de los escasos manuscritos que han sobrevivido del autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Un rastro que se confirma o se revela, cuatro siglos después de su muerte, a través de los 11 testimonios formales de su puño y letra que se reúnen por primera vez en un solo gran libro titulado Autógrafos de Miguel de Cervantes Saavedra. Un regalo con un hallazgo casi inédito dentro: el comienzo de un documento cervantino recién descubierto en el Archivo de Simancas (Valladolid, España), que completa el que fue sustraído en dicha institución en el siglo XIX y hoy se encuentra en el Rosenbach Museum Library de Filadelfia (Estados Unidos).
Se trata de una edición de 1.616 ejemplares de gran formato publicada por la editorial Taberna Libraria, con prólogo de Darío Villanueva, director de la Real Academia Española (RAE). “¿A estas alturas se puede dar algo nuevo de Cervantes?”, preguntó durante la presentación el académico Juan Gil, quien al instante se contestó a sí mismo: “Sí. Porque este libro llena una verdadera laguna”. Se trata “del ADN de Cervantes hombre, no del escritor, lo único que nos permite disfrutar de sus huellas reales”, afirmó José Manuel Lucía, presidente de la Asociación de Cervantistas.
El destino ha querido que Cervantes hable en medio de la polémica en España por un presunto desdén oficial ante la conmemoración del cuarto  centenario de su fallecimiento, el 22 de abril de 1616. El libro consta de un cuadernillo con los facsímiles de sus cartas, documentos, actas o formularios acompañados del libro en sí, que incluye un análisis de la escritura cervantina a cargo de expertos en paleografía, ortografía y grafología.
En sus páginas se recuerda el largo periplo de sueños, decepciones o incomprensiones que rodearon a Cervantes a lo largo de su vida y que parecen perseguirlo hasta ahora. “Un hombre al que acompañó tenazmente el fracaso y que al final de sus días, después de haberse desgastado en afanes indignos de su talento dio a luz una obra genial”, escribe en el prólogo Darío Villanueva. Recordó que hace 400 años que ya sabía que esta efeméride iba a llegar y que “debería ser un homenaje del Estado y de la sociedad civil, no porque los homenajes de Inglaterra a Shakespeare sean magníficos y nos puedan tocar el orgullo nacional, sino porque Cervantes se lo merece por justicia literaria”.
Estos manuscritos suponen el arco completo de un único testimonio directo de Cervantes. Desde que tenía 34 años, en febrero de 1582, hasta 56, en septiembre de 1604, porque se incluye el único texto no manuscrito por él pero sí firmado, donde solicita al Rey permiso para publicar “el ingenioso hidalgo delamancha”. Este documento se convierte en un boceto, hecho en palabras, de la vida corriente y laboral, donde se cuelan intereses, preocupaciones, afanes, sinsabores, anhelos, fatigas, decepciones…
Han tenido que pasar cuatro siglos para reunir estos testimonios. La idea empezó en marzo del año pasado cuando se le ocurrió a Dionisio Redondo, de Taberna Libraria. Entonces, habló con expertos cervantistas para localizar esos documentos, obtener la autorización y sacar adelante el proyecto. Son autógrafos repartidos en el Archivo General de Simancas, Archivo Histórico Nacional, Archivo Municipal de Carmona, Biblioteca Nacional de España y Rosenbach Museum Library de Filadelfia. Ocho de los manuscritos están completos, tres son parciales y uno solo contiene su firma. “Ponen en limpio todo lo que nos ha llegado escrito de la mano de Cervantes”, afirma Villanueva.
En cuanto a la letra en sí, no se sabe ni dónde, ni cuándo, ni cómo Cervantes aprendió a escribir, pero su escritura “revela que su educación gráfica discurrió por la vía más estimada socialmente y coincidió en el tiempo con la difusión de un tipo de escritura considerada en proceso de transición hacia una modalidad bastarda”, explica Elisa Ruiz García, catedrática de paleografía y diplomática de la Universidad Complutense de Madrid. ¿Y qué desvela la letra de Cervantes, según la grafología? La experta Sandra María Cerro asegura que “al comienzo de los textos no deja entrever emociones, pero a partir de la quinta línea se deja llevar por la pasión. Tenía gran capacidad de resiliencia, era rápido de ideas y el singular uso de las letras bajas, como la g, revela su pulsión sexual”.
Todo ello rematado en una firma que va evolucionando con el paso de los años, que siempre escribe “Cerbantes”, que al comienzo prescinde del segundo apellido, luego lo incluye a su manera, y finalmente lo quita. Aunque ningún editor respetó su deseo y tuvimos que esperar cuatro siglos para que su firma se vea clara: “Miguel de Cerbantes Sa avedra”.
http://www.la-razon.com/suplementos/tendencias/letra-puntuacion-Cervantes_0_2472952780.html

domingo, 24 de abril de 2016

400 años: Cervantes y sus admirados poetas vecinos de La Paz


Cervantes y sus admirados poetas vecinos de La Paz

No solo por buen cargo y estipendio habría querido el célebre autor recalar en La Paz. También por codearse con vates que admiraba, según esta extraordinaria revelación de Andrés Eichmann.


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Cervantes y sus admirados poetas vecinos de La Paz
Andrés Eichmann
No sabemos por qué motivo don Miguel de Cervantes manifestó en 1590 el deseo de venir a ocupar un cargo en La Paz. Puestos a hacer conjeturas, no está de más pensar qué condiciones podían resultar de algún peso para que pensara seriamente en rumbear hacia aquí. Es razonable pensar que una de ellas sería la posibilidad de encontrar interlocutores dignos de ese nombre (según sus expectativas, obviamente), ya que sin ellos el lugar donde se vive se transforma en un árido exilio.

Es posible que don Miguel haya pensado encontrarse con Juan de Salcedo Villandrano, vecino de la ciudad de La Paz, ya que introduce su elogio en el libro VI de La Galatea, en el conocido "Canto de Calíope”. La musa, ante su gozoso auditorio (tanto que "aun quisieran todos que todos sus cinco sentidos se convirtiesen en el de oír solamente”), canta en octavas reales el elogio de poetas "a quien la Parca el hilo aun no ha cortado”. Es decir, el autor pone en boca de la musa la consagración en vida de aquellos poetas que admira. En la octava 37 leemos:

Del capitán Salcedo está bien claro
que llega tu divino entendimiento
al punto más subido, agudo y raro
que puede imaginar el pensamiento.
Si le comparo, a él mismo le comparo,
que no hay comparación que llegue a cuento
de tamaño valor; que la medida
ha de mostrar ser falta o ser torcida.

Juan de Salcedo era regidor del cabildo de La Paz desde 1584 y lo fue hasta entrado el siglo siguiente. No ha llegado hasta nosotros la producción que motivó tales elogios en Cervantes. Apenas disponemos de cinco poemas suyos, de los cuales cuatro son sonetos que integran preliminares de obras de otros autores: de la Miscelánea austral de Dávalos y Figueroa; de la biografía de San Francisco Solano que escribe Diego de Córdoba Salinas (de este soneto da noticias Barnadas en 2008); de una obra poética del año 1630, escrita por Juan de Ayllón (debemos este dato a Alberto Tauro, 1948, p. 158); y, por último, de un poema a la Concepción Purísima, de Olivares y Butrón, 1631 (este último es muy difícil de encontrar). Fuera de los sonetos, hay un poema satírico -burlesco que se encuentra inédito y cuya edición espero ofrecer-.
Sabemos que don Juan de Salcedo era amigo de Diego Dávalos y Figueroa, también vecino de La Paz, y autor "de un corpus poético excepcional dentro de las letras virreinales: el más extenso cancionero petrarquista de fines del s. XVI y principios del XVII como obra de un poeta singular” (Alicia Colombí, 2002). Y entre sus amistades estaba también la primera mujer poeta conocida de toda Sudamérica, Francisca de Briviesca y Arellano (que fue menina de la reina y dama de compañía de Isabel de Valois), esposa de Diego Dávalos desde 1586.
Sin duda Cervantes conoció obras de relieve de Juan de Salcedo Villandrano, como las conoció la anónima "de estos reinos” que en 1608 publica el famoso y extenso Discurso en loor de la poesía: "A ti, Juan de Salcedo Villandrano, / el mismo Apolo délfico se rinda / a tu nombre su lira dedicando”. Y acaso gracias a dichas perdidas obras (o bien por otra vía) pudo estar enterado de que Salcedo, Dávalos y Francisca de Briviesca "crearon en La Paz un luminoso ámbito de cultura renacentista, que dio nobleza e identidad cosmopolita a la poesía colonial charqueña” (Colombí, 2002).
Para el tiempo en que Cervantes publicó La Galatea (1585) ya estaba en La Paz Rodrigo Fernández de Pineda, del cual dice también la musa Calíope:

Un Rodrigo Fernández de Pineda
cuya vena inmortal, cuya excelente
y rara habilidad gran parte hereda
del licor sacro de la equina fuente,
pues cuanto quiere de él no se le veda;
pues de tal gloria goza en Occidente
tenga también aquí tan larga parte
cual la merecen hoy su ingenio y arte.

De Fernández de Pineda podemos decir lo mismo que de Salcedo: la obra poética que salió de sus manos y que admiró Cervantes no se encuentra a la vista. Solamente tenemos un exquisito soneto en los preliminares de la traducción que hace Enrique Garcés (otro de los poetas que pasaron por el sur andino) del Canzoniere de Petrarca, y que publica en 1591. 
No consta que Garcés haya residido en La Paz, por lo que no transcribo aquí el elogio que recibe de la misma Calíope cervantina.
Aun avanzando con las mismas reservas que con Salcedo, podemos conceder al menos la posibilidad de que entonces Cervantes tuviera la idea de encontrarse con los mencionados cuatro poetas en esta ciudad. Por supuesto que, además, podría estar animado a encontrarse con todos los demás poetas del virreinato que elogia su musa: Diego de Aguilar y Córdoba, Juan de Ávalos y Ribera, Alonso de Estrada, Gonzalo Fernández de Sotomayor, Diego Martínez de Ribera, Pedro de Montesdoca, Alonso Picado, Sancho de Ribera y Bravo de Lagunas.
No recibió la plaza deseada don Miguel. Pero lo dicho es signo de un intenso intercambio poético entre ambos lados del océano entre los años 1580 y 1620. Recordemos que unos años después de que se postulara Cervantes para la plaza de regidor de La Paz, llegó a Lima, en calidad de virrey, otro poeta amigo suyo, Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache. Las piezas de este último, puestas en música (en Madrid y en otras cortes europeas), pueden encontrarse en manuscritos de colecciones de Europa y América. El intercambio poético que señalo para esos años es muy conocido. Basta pensar en el poema enunciado en 1587 por un uru, en Copacabana (lo encontramos por ejemplo en la obra de Ramos Gavilán, de 1621), que dio la vuelta al mundo en distintos idiomas. Y ejemplo emblemático es la correspondencia poética entre una poeta anónima de Huánuco y el "Fénix” de los ingenios, Lope de Vega Carpio, publicada también en 1621.

Publicación original: http://www.paginasiete.bo/letrasiete/2016/4/23/cervantes-admirados-poetas-vecinos-93939.html


Cervantes y Shakespeare

Dos sobrevivientes de la historia (sobrevivientes a La Historia). Solo Miguel y William, nadie más.

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Cervantes y Shakespeare
Luis H. Antezana J.
Crítico literario
 
Parece exagerado afirmar que, para algunos individuos, Cervantes y Shakespeare en este caso, la historia no valdría un bledo. 

Me explicó. La historia -o, si prefieren, La Historia- es irrepetible, sea porque sus hechos, tal cual, no retornan (ni esos dos individuos pueden, por ejemplo, volver a nacer... o morir), sea porque el relato de los hechos -simplemente: historia- cambia con el correr del tiempo y sus respectivos narradores. 
 
Esos avatares, por lo visto, no cuentan para estos dos individuos: ya se celebraron los centenarios de sus nacimientos, ahora  es el turno de sus fallecimientos. (La noción de muerte, en estos casos, no parece apropiada, valga "fallecimientos”). ¿Por qué? Vaya uno a saber, pero, si recordamos a los románticos, eso se debería a que, entre sus hechos históricos irrepetibles a (perder el brazo en Lepanto o conocer y desposar a Anne Hathaway) estos individuos realizaron unas obras, precisamente, ajenas a los avatares de las posibles historias o Historias. 
 
Debe haber otras explicaciones. ¿Por qué no? Si las historias pueden cambiar, también las explicaciones. Por ejemplo, se podría asumir que, en su momento, los imperios inglés y español, vía sus respectivos idiomas, entre otros poderes terrenales, lograron construir un sistema discursivo que, aún hoy en día, sigue vigente y les permite, pese a los avatares, seguir privilegiando -imponiendo y difundiendo- sus valores... 
 
Por otra parte, Kafka sugeriría que, vía Sancho, Cervantes logró engatusar a sus demonios, los desplazó -por medio de libros- a un -luego- desquiciado caballero y, así, Sancho y Cervantes podían acompañarlo u gozar, sin peligro, de todo tipo de aventuras y, además, sin causar daños; Borges, por su parte, sugeriría que, como Dios, Shakespeare es, al mismo tiempo, todos y nadie o que, vía Ménard, Cervantes se repite a la letra para así cambiar de sentidos. 
 
Sea como sea, habría que señalar que, pese a los presupuestos románticos, las obras "imperturbables”, llamémoslas así, de estos individuos no son monolíticas; parte de sus trucos (o secretos) es que son altamente maleables, surgieron en el teatro o las novelas de caballería, pero, se pasan como si nada a la música (erudita o popular, no les importa), a la radio, al cine, la televisión, a otras versiones literarias o plásticas, a miles, si no millones, de interpretaciones y otras tantas traducciones, al ciberespacio o a los cómics, en fin, a cualquier medio, como si nada, imperturbables. 
 
Otra explicación posible sería que esos individuos lograron producir un par de sistemas discursivos de supervivencia, unas mutaciones inmunes a cualquier virus mortal porque su ADN así lo permitía y, así, sobreviven y motivan todo tipo de celebraciones. No son los únicos de esa estirpe, seguramente, pero son dos de los más ajenos a los avatares de la Historia o las historias. De ahí hechos como las actuales celebraciones de sus respectivos fallecimientos. Si descansan, lo hacen heracliteanamente, es decir, en perpetuo movimiento.
http://www.paginasiete.bo/letrasiete/2016/4/23/cervantes-shakespeare-93938.html


Cervantes y Shakespeare, la lectura eterna

Amor y desamor. Locura y ensoñación. Vida y muerte y pasiones. Los grandes temas universales y su extraordinario planteamiento; algunas ideas fragmentarias, algunas posibilidades de explicar la grandeza de Miguel y William, ahora que amerita.

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Cervantes y Shakespeare, la lectura eterna
Martín Zelaya Sánchez
Uno concibió 38 obras de teatro -la mayoría tragedias, algunas comedias- casi perfectas, universales, incombustibles; el otro dio vida a dos personajes inmortales, y acaso a la obra literaria más completa y trascendental de siempre. Son, sin discusión, figuras cumbres no solo de las letras británicas y españolas, sino de la historia de la literatura mundial, pase lo que pase de aquí en adelante.

Ninguno de los dos murió el 23 de abril de 1616, pero hoy todo el mundo rememora los 400 años de su desaparición y, cómo no hacerlo, el Día Internacional del Libro. William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra concitan más que nunca, en estos días, la atención global que jamás perdieron ni deberían perder. 
 
El primero murió el 23 de abril, en Inglaterra, donde aún regía el calendario juliano. Pero ese mismo día, en España, donde ya había entrado en funcionamiento el calendario gregoriano -vigente hoy en todo el planeta- era ya 3 de mayo. Y el segundo, aunque fue enterrado el 23 de abril gregoriano, en realidad había fallecido un día antes.
 
Quien sí murió realmente el 23 de abril de 1616, hace 400 años con hoy, fue el Inca Garcilaso de la Vega, poeta e historiador, acaso uno de los más antiguos e importantes cronistas del nuevo mundo, nacido en Cusco como Gómez Suárez de Figueroa y quien aparece -inevitablemente- como el invitado de piedra en esta conmemoración.
 
¿Por qué Cervantes y Shakespeare sí y, no tanto Dante, o John Milton, o Quevedo, o Rabelais, y ni siquiera el mismísimo Homero, otros gigantes entre gigantes? Intentando hallar respuesta Pedro B. Rey, editor del suplemento ADN del diario argentino La Nación, escribió: "La solución al enigma se parece demasiado a una ristra de lugares comunes: porque fundaron de manera insoslayable nuestro imaginario, a tal punto que hoy somos shakespearianos o cervantinos sin saberlo; porque crearon personajes conocidos hasta por quienes nunca leyeron una página; porque sus obras no cesaron de acopiar sucesivas tradiciones de lecturas que, a su turno, fueron renovando el modo de leerlos”. 
 
En literatura -como en cualquier arte u oficio que no tenga inherencia directa con la tecnología- no hay nada nuevo que contar, bien lo sabemos, y los mejores exponentes son, simplemente, los que mejor aprovechan, los que mejor canalizan los grandes temas universales, aquellos indisolubles de las pasiones humanas: amor, dolor, trascendencia (y, por ende, desamor, muerte y todos los despropósitos de la pasión humana). ¿Por qué, entonces, la insólitamente larga vida del Quijote y Sancho; de Romeo, Julieta, Hamlet o Lady Macbeth? Acaso porque mejor que nadie, pasados cuatro siglos ya, Cervantes y Shakespeare asimilaron y transmitieron estos grandes asuntos fundamentales a través de sus criaturas inextinguibles.

Libros y sueños y locuras
 
Nunca se agotan los diversos modos de leerlos, advierte Rey. Leer, lectura, libros. Ahí, definitivamente está la clave. 
 
Uno de los más conocidos pasajes de Don Quijote, ¡qué digo!, de toda la literatura, dice: "Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año), se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa a todos cuantos pudo haber dellos…”.
 
Italo Calvino se cuestiona: "¿Cuál es el libro que lee Hamlet cuando entra en escena, en el segundo acto? A la pregunta de Polonio, contesta: ‘palabras, palabras, palabras’, y nuestra curiosidad sigue insatisfecha, pero si podemos buscar una huella de recientes lecturas en el monólogo del ‘ser o no ser’ que abre la siguiente entrada en escena del príncipe de Dinamarca, tendría que tratarse de un libro en el que se discurre sobre la muerte como un dormir, visitado o no por sueños”.
 
Y luego, Calvino se refiere a una serie de pistas que llevaron a varios estudiosos a afirmar -sin pruebas suficientes, advierte- que el libro de marras es De consolatione, de Gerolamo Cardano, en el que el autor señala "cuando estamos como muertos no soñamos nada, mientras que es de mucha molestia el sueño ligero, inquieto, interrumpido por el duermevela, visitado por pesadillas y visiones, como suele ocurrirles a los enfermos”.
 
¿Qué viene a la mente de cualquier persona medianamente formada e informada en el mundo occidental al pensar en Don Quijote? Idealismo o locura, utopía o sueño… imaginación onírica: esa extrema lucidez, creativa y creadora, que, paradójicamente, solo el empecinamiento, la cerrada fe lindante en la irracionalidad permite. Y, por otro lado, ¿qué nos trae a colación Romeo y Julieta, sino el amor puro, platónico y de ensueño, pero imposible por los desvaríos de la sociedad? ¿Y qué las delirantes tribulaciones de Hamlet, Macbeth o el rey Lear en sus sinos de tragedia y venganza?
 
"El peregrinar quijotesco -sostiene Carlos Fuentes- es una búsqueda de similitudes. Las analogías más débiles son reclutadas, y rápidamente, por don Quijote; para él todo es signo latente que debe ser despertado para hablar y demostrar la identidad de las palabras y las cosas: labriegas son princesas, molinos son gigantes, ventas son castillos porque tal es la identidad que las palabras le otorgan a las cosas en los libros de don Quijote”. 

Ambages y contradicciones, memoria y olvido
 
¿A qué sino a épica -pero a esa épica tristemente extrema, paradójica, de cimas y simas-, refieren los atormentados personajes de las mayores tragedias de Shakespeare?
 
¿No son acaso Hamlet, Lear, Macbeth y Falstaff los íconos mayores de la lucha interna, la debilidad humana, la grandeza y ruindad que en todos coexiste? 
 
En su artículo "Shakespeare indeciso” Javier Marías reflexiona: "Aunque hacer una aseveración tan tajante sea
osado y quizá difícilmente aceptable, una de las principales razones de la grandeza y perduración de Shakespeare es que casi nunca se sabe bien lo que está diciendo; o, si se prefiere, se sabe lo que está diciendo pero no lo que significa. Esto es: se lo comprende pero no siempre se lo entiende. Si uno lee o escucha o ve sus obras, no suele tener dificultades para seguir no ya la trama o desarrollo dramático, sino también cada uno de los diálogos…”. Pero y ¿qué pasa cuando se intenta analizar cada frase, cada oración siquiera?
 
¿Qué…? ¿De qué habla Marías? Partiendo de que comprender es "asumir, darse cuenta, interiorizar y hacerse cargo de lo que sucede o se dice”, y que entender además de lo anterior, es "ser capaz de explicarlo, o, lo que es lo mismo de volver a decir lo dicho con otras palabras”, más adelante, en el artículo, profundiza la teoría de la "sublime incomprensibilidad” de Shakespeare, a partir de una frase de Macbeth, esa en la que Lady Macbeth le dice al protagonista: "My hands are of your color; but I shame to wear a heart so white” ("Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”). 
 
Si uno asume, recibe, y hasta repite la frase en su totalidad -sostiene el español-, no hay mayor problema, pero cuando se trata cada palabra por separado es que aparecen las incógnitas. Se puede interpretar, claro (complicidad, inocencia, etc.), pero nunca se puede estar seguro, si de Shakespeare se trata. Uno cree comprender los monólogos y diálogos de Macbeth, Hamlet u Otelo, apunta Marías, "hasta el punto de ser luego capaz de rememorarlos y aun de citar algún que otro verso particularmente famoso o inolvidable. Pero si uno se detiene en ellos y, por ejemplo, intenta traducirlos o desglosarlos, se encontrará con la perplejidad de no entenderlos, de no saber cabalmente qué es lo que están diciendo, de ver siempre más de una posibilidad en cada frase. De encontrarse, en suma, con unos textos indecisos”.
 
Y aquí -esperando que estas dispersas digresiones no desconcierten al lector- vuelve Fuentes: "La tensión entre el recuerdo y el olvido, semejante ‘puesta en abismo’ de la memoria, revela la modernidad autoral de Shakespeare y Cervantes. Hamlet, Macbeth, Quijote, son protagonistas de una memoria difícil, selectiva. Hamlet quiere recordar un crimen. Macbeth quiere olvidarlo. Quijote solo quiere recordar, en plural, sus libros y acaba recordando, en singular, su libro”. 
 
Cierro con Sergio Pitol citando a Harold Bloom. "La diferencia radical -explica el mexicano, parafraseando al estadounidense-, es que Shakespeare nos enseña a hablar con nosotros mismos y, en cambio, Cervantes nos enseña a hablar entre unos y otros (…). En sus obras Shakespeare casi no aparece ni siquiera en sus sonetos.
 
Esa casi invisibilidad es la que anima a esos fanáticos que creen que cualquiera menos Shakespeare escribió sus obras. [En cambio] Cervantes habita su gran libro de manera tan omnipresente que necesitamos darnos cuenta de que contiene tres personalidades excepcionales: el caballero andante, Sancho y el propio Cervantes”.

Inabarcable y estéril sería la tarea de tratar de condensar las razones de la inmortalidad de Miguel y William, de Quijano y Lear, de Sancho y Desdémona. De pronto algunas ideas fragmentarias, como las antes ofrecidas, sean al menos una digna manera de no quedarse callados en ocasiones como esta.

Bloom, Harold. El canon occidental. Anagrama, España  2002
Calvino, Italo. Por qué leer los clásicos. Tusquets, España 1991
Cervantes Saavedra, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Edición de Joaquín Gil, Argentina 1944
Fuentes, Carlos. En esto creo. Seix Barral, Argentina 2002 
Kundera, Milan. El telón. Tusquets, México 2005
Marías, Javier. Literatura y fantasma. Debolsillo, España 2007
Pitol, Sergio. El tercer personaje. Era, México 2013
 
Grandes entre grandes
 
Entre la copiosa bibliografía disponible, escogemos dos breves extractos para intentar sintetizar los principales rasgos de la trascendencia de Miguel y William. A cargo de Milan Kundera, en el primer caso, y de Harold Bloom, en el segundo.

Pobre Alonso Quijano
(Milan Kundera)

Un pobre hidalgo de aldea, Alonso Quijano, ha decidido ser un caballero andante y se ha dado por nombre don Quijote de la Mancha. ¿Cómo definir su identidad? Es el que no es.
 
Le roba a un barbero la bacía de cobre, que toma por un yelmo. Más tarde, el barbero llega por casualidad a la venta donde se encuentra don Quijote rodeado de gente; ve su bacía y quiere llevársela. Pero don Quijote, lleno de orgullo, se niega a tomar un yelmo por bacía. De pronto un objeto aparentemente tan sencillo se convierte en pregunta. ¿Cómo probar, por otra parte, que una bacía en la cabeza no es un yelmo? Los traviesos parroquianos, para divertirse, dan con la única manera objetiva de demostrar la verdad: el voto secreto. Todos los presentes participan, y el resultado es inequívoco: el objeto es reconocido como un yelmo. ¡Admirable broma ontológica!

Don Quijote está enamorado de Dulcinea. Solo la ha visto furtivamente, o tal vez nunca. Está enamorado, pero, como dice él mismo, solo "porque tan propio y natural es de los caballeros ser enamorados como al cielo tener estrellas”. Infidelidades, traiciones, decepciones amorosas, cualquier literatura narrativa las conoce desde siempre. Pero en Cervantes lo que se cuestiona no son los amantes, sino el amor, la noción misma de amor.
 
Porque ¿qué es el amor si se ama a una mujer sin conocerla? ¿Una simple decisión de amar? O incluso ¿una imitación? El asunto nos concierne a todos: si, desde la infancia, los ejemplos de amor no nos incitaran a seguirlos, ¿sabríamos qué quiere decir amar?
 
Un pobre hidalgo de aldea, Alonso Quijano, ha inaugurado para nosotros la historia del arte de la novela mediante tres preguntas sobre la existencia: ¿qué es la identidad de un individuo?, ¿qué es la verdad?, ¿qué es el amor?

Shakespeare, centro del canon
(Harold Bloom)

Shakespeare, el más grande escritor que podemos llegar a conocer, a menudo da la impresión contraria: nos lleva a la intemperie, a tierra extraña, al extranjero, y nos hace sentir como en casa. Su poder de asimilación y contaminación es único, y constituye un perpetuo reto a la puesta en escena y a la crítica (…).
 
Shakespeare y Dante son el centro del canon porque superan a todos los demás escritores occidentales en agudeza cognitiva, energía lingüística y poder de invención. Es posible que ese triple talento se funda en una pasión ontológica que es la capacidad para el goce, o como decía Blake "la exuberancia es belleza” (….).
 
Podemos afirmarlo sin vacilar: Shakespeare es el canon. Él impone el modelo y los límites de la literatura. Pero ¿dónde están sus límites? ¿Podemos encontrar en él algún rasgo de ceguera, alguna represión, un fallo en su imaginación o pensamiento? (…).
 
(…) Pero nadie puede usurpar el papel de Shakespeare, ni siquiera el puñado de dramaturgos, antiguos o modernos, que pueden leerse o representarse a favor o en contra de él. ¿Qué puede compararse a las cuatro grandes tragedias shakespearianas? Incluso Dante, tal como confesaba James Joyce, carece de la riqueza de Shakespeare, lo cual significa que las lecturas de Shakespeare son infinitas, pero también sugiere que las treinta y ocho obras de teatro y los sonetos forman una discontinua Comedia terrena mucho más vasta que la de Dante y reconfortantemente libre de la alegoría de los teólogos de Dante. La multiplicidad de Shakespeare supera con mucho la de Dante o Chaucer. El creador de Hamlet y Falstaff, Rosalinda y Cleopatra, Yago y Lear, difiere en cantidad y calidad. Si esa diferencia puede definirse, estaremos más cerca de comprender por qué, forzosamente, recentraba el canon, y por qué seguirá recentrándolo, por mucho que se altere a peor por motivos políticos.
 http://www.paginasiete.bo/letrasiete/2016/4/23/cervantes-shakespeare-lectura-eterna-93943.html