Luis Capoche. Relación general de la Villa Imperial de Potosí (1585) Primera Parte

Luis Capoche. RELACIÓN GENERAL DE LA VILLA IMPERIAL DE POTOSÍ (1585).
[PRIMERA PARTE, TEXTO DIGITALIZADO POR KUPRIENKO]

RELACIÓN
GENERAL
DE LA VILLA
IMPERIAL
DE POTOSÍ
OBRA CUSTODIADA POR EL
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA

BIBLIOTECA
DE
AVTORES-5
ESPAÑOLES
DESDE LA FORMACIÓN
DEL LENGUAJE HASTA NUESTROS DlAS
(CONTINUACIÓN)

TOMO CXXII

RELACIONES HISTORICO-
LITERARIAS DE LA
AMERICA MERIDIONAL
MADRID
BIBLIOTECA
DE
AUTORES ESPAÑOLES
(CONTINUACIÓN)
TOMO CENTESIMOVIGESIMOSEGUNDO
Continuación de la
COLECCIÓN RIVADENEIRA
publicada con autorización de la
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
BIBLIOTECA
DE
AUTORES ESPAÑOLES
DESDE LA FORMACIÓN DEL LENGUAJE HASTA NUESTROS DÍAS
(CONTINUACIÓN)
Relaciones histórico-literarias de la América meridional

LUIS CAPOCHE
RELACIÓN GENERAL
DE
LA VILLA IMPERIAL DE POTOSÍ
EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR POR LEWIS HANKE

CONCOLORCORVO
EL LAZARILLO DE CIEGOS CAMINANTES
ESTUDIO PRELIMINAR DE JOSÉ J. REAL DÍAZ
EDICIÓN DE JUAN PÉREZ DE TUDELA
MADRID
1959
Depósito Legal: M. 12.456-1969
Gráficas Yagües, S. L.—Plaza Conde Barajas, 3.—Madrid.
LUIS CAPOCHE
RELACIÓN GENERAL
DE
LA VILLA IMPERIAL DE POTOSÍ
UN CAPITULO INÉDITO EN LA HISTORIA
DEL NUEVO MUNDO
PROLOGO Y NOTAS
DE
LEWIS HANKE
Esta obra ha sido preparada con la generosa ayuda de
la Sociedad Filosófica Americana, de Filadelfia, y el
Instituto de Investigación de la Universidad de Texas,



Lewis Hanke. Foto: Universidad de Massachusetts

DEDICACIÓN Y TESTIMONIO DE AGRADECIMIENTO
A todos los hitoriadores de la Villa Imperial
de Potosí: los del pasado y los del futuro.
¡Dichoso el historiador a quien no defraude el tema en que ha gastado su tiempo y su energía! Y doblemente feliz será si su colaboración con los compañeros de la misma rama ha dado lugar a una experiencia fecunda. Tal ha sido mi venturosa relación con Manuel Giménez Fernández, de Sevilla, al trabajar juntos sobre la vida de Bartolomé de Las Casas. Y ahora la historia se repite, pues, mi circunscrita investigación sobre el pasado de la Villa Imperial de Potosí ha alumbrado ya incitantes problemas históricos de importancia, y la ayuda y el estímulo de otros labradores de la misma viña han alentado mi empresa. Vicenta Cortés, Marie Helmer, Victoria Hernández, Jerry E. Patterson, José de la Peña, CLara L: Penney y Ona Kay Stephenson han trabajado bien en favor de este tomo.
Quiero rendir especial tributo de gratitud a mi amigo Gunnar Mendoza, de Sucre, coeditor de este libro. Descendiente de una larga línea de graduados en la antigua Universidad de Charcas e hijo de un distinguido escritor boliviano, el doctor Mendoza mostró su temprano interés por la Historia; en efecto, cuando apenas tenía ocho años de edad, su inclinación al estudio del pasado tuvo que ser "moderada" por su familia (1). Su primer ensayo impreso se tituló "Año en que fué fundada la Villa de La Plata"; en él hizo ya gala de su aguda capacidad crítica para el manejo de los datos y el pesaje de las conclusiones (2). Fué un entusiasta y asiduo compañero de su padre en la busca de documentos en los archivos y en la realización de las operaciones necesarias para transformar el material bruto de los manuscritos en académica obra histórica. Su padre le dedicó al joven hijo dos libros (3), en reconocimiento de la ayuda que le prestó y en un emotivo pasaje le exhortó a continuar sus estudios históricos (4). Gunnar Mendoza ha seguido sus investigaciones y asimismo ha organizado tan bien el Archivo Nacional de Sucre que todos los exploradores de esta rica colección encuentran el camino allanado por su paciente y cuidadosa labor.
En la edición de la Relación de Luis Capoche, su ayuda ha sido a la vez ilimitada e inestimable. Ha evitado que incurra yo en algunos errores, ha traducido con pericia los estudios preliminares, ha enriquecido el libro con muchas notas y apéndices sustanciales y ha realizado el penoso trabajo de revisar toda la obra. Y ha hecho todo esto con un buen humor y una reverencia poco comunes. ¡Ojalá que todos los demás historiadores de la Villa Imperial sean tan afortunados como lo he sido yo con los colaboradores!
Lewis Hanke
Austin, Texas
Noviembre, 1958

Notas
(1) JAIME MENDOZA: Chuquisaca (Sucre, 1939), pág. 121.
(2) Ibid., págs. 29-64.
(3) La Universidad de Charcas y la idea revolucionaria (Sucre, 1925) y La tragedia del Chaco (Sucre, 1933).
(4) "Quiera Dios que entonces tus manos listas y ágiles, bajo la inspiración de tu alma buena y de tu cerebro selecto, acaben de trazar en el papel las páginas que yo dejo en blanco. Sé mi prolongación también en esto. Hónrame. Hazme vivir." JAIME MENDOZA: Chuquisaca, pág. 123.

[Dedicatoria que no figura en la versión digitalizada por Kupríenko. Para ver más acerca de las obras de Gunnar Mendoza haz click aquí]
I
POTOSÍ: SUPREMA CIUDAD DEL AUGE (1)
Ninguna ciudad sobre la vasta haz de las Indias Occidentales ganada para el
rey de España—excepto México, acaso—ha tenido un curso más sugestivo o más
importante que Potosí, en el virreinato del Perú. La colorida historia de esta
ingente montaña de plata comienza cuando el inca Huayna Cápaj quiere excavarla,
casi un siglo antes que lleguen Jos españoles. Cuenta la leyenda que un ruido terrorí-
fico lo paralizó y que una voz misteriosa le ordenó en quechua: «No saquéis la
plat?. de este cerro, que está destinada para otros dueños» (2). Los conquistadores
no escucharon en 1545 un mandato isemejante, al tener noticias sobre el rico mi-
neral argentífero por unos indios que lo habían descubierto accidentalmente, y es
indudable que aun escuchándolo no habrían vacilado en reputarse dueños ¡abso-
lutos en derecho. Comenzaron, pues, a trabajar de inmediato al Potosí, que iba
a ser uno de los centros mineros más celebrados en la historia del mundo.
Buscadores de tesoros llovieron desde España y otras muchias partes, sobre
este yermo e inhóspito paraje peraltado isobre los Andes para extraer la plata de
el Cerro, montaña en forma de pan de azúcar, que se yergue1 majestuosamente a una
altura de 4.890 metros sobre el nivel del mar. El primer censo, hecho por el virrey
don Francisco de Toledo unos veinticinco años después que la nueva de la veta
relumbrara por vez primera en el mundo, sumó el monto increíble de 120.000
habitantes. Hacia 1650 la población había subido a 160.000 almas, se dice, y
Potosí era sin disputa la ciudad mayor en América del Sur. Cuando las colonias
de Virginia y Massachusetts Bay Coíony eran apenas unas criaturas balbuceantes,
insccniscientes de su medro futuro, Potosí había prodigado ya tal cantidad de plata,
que su solo nombre constituía un símbolo universal de riqueza inaudita, según
advierte Don Quijote a Sancho Panza (3). Lo decían los españoles: «Vale un
Potosí». La frase as rich as Potosí se hizo corriente en la literatura inglesa. Al
cabo de una generación después de su descubrimiento, las astronómicas cantidades
(1) Quiero testimoniar aquí mi sentimiento de viva gratitud al doctor Gunnar Mendoza L.,
de la Biblioteca y Archivo Nacional de Bolivia, y a mi colega, profesor Ramón Martínez-
López de la Universidad de Texas, por su valiosa ayuda en la preparación de este estudio.
Esta Introducción ha sido basada en un estudio con el mismo título publicado en 1954 por
la Universidad de San Francisco Xavier, en Sucre, Bolivia.
(2) Esta tradición consta en la Historia de la Villa Imperial de Potosí (siglo XVIII),
de BARTOLOMÉ ORSÚA Y VELA, de la que tan sólo se han publicado parte de los capítulos
iniciales. Mayor información sobre esta obra, iafra, notas 20 y 24. VICENTE G. QUESADA,
entre otros, utilizó el manuscrito y divulgó la tradición en sus Crónicas potosiaas. Costumbres
de la edad medieval hispano-americana, I (París, 1890), pág. 5.
(3; Ver FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN, ed.: Cervantes ingenioso hidalgo Don Quitóte,
2.a ed., VIII, págs. 282, para el proverbio «Vale un Potosí». Potosí, como sinónimo de gran
riqueza puede encontrarse en obras manuales como Roget's International Thesaurus of
Engliíh Words and Phrases (Nueva York, 1925), núm. 803.
10
LUIS CAPOCHE
de plata extraídas de allí eran conocidas por los enemigos de España y otros pueblos
en rincones alejados del mundo. Los portugueses, rivales siempre alerta de España,
marcaron pronto a Potosí en sus cartas geográficas, y hasta en el mapamundi
chino del padre Ricci figura en su posición correcta con el nombre de Monte
Pei-tu-hsi (4).
La prosperidad duró unos dos siglos. En su transcurso, la Villa Imperial—tal
el título que oficialmente le impuso el emperador Carlos V—fué habitada por una
sociedad tan rica y desordenada como el mundo apenas había visto antes. El vicio,
la piedad, el crimen, las fiestas de los potosinos, todo asumía allí proporciones
enormes. En 1556, por ejemplo, a los once años de su fundación, la villa celebró
la coronación de Felipe II con un festejo que duró veinticuatro días y costó ocho
millones de pesos. En 1577 se invirtieron tres millones de pesos en formidables
obra» hidráulicas, progreso que anunció una era de prosperidad aún mayor.
Hacia el fin del siglo xvi, los mineros ganosos de esparcimiento podían elegir entre
catorce escuelas de baile y treinta y seis casas de juego, y tenían un teatro cuyos
asientos costaban de cuarenta a cincuenta pesos (5). Poco después, celebrando un
acaecimiento eclesiástico, uno de los gobernadores organizó una «grandiosa fies-
ta4, en la que exhibió -un jardín hecho exprofeso, «encerrando en su clausura cuan-
tos animales fieros tuvo el arca de Noé [...]. Hubo cañas que manaban vino,
chicha y agua a un tiempo» (6). El cronista agustino del siglo xvn, fray Antonio
de la Calancha, declara: «Predominan en Potosí [...] los Signos de Libra i Venus,
i cas" son los mas que inclinan a los que allí abitan a ser codiciosos, amigos de
música i festines, i trabajadores por adquirir riquezas, i algo dados a gustos
venéreos.» (7) Las escasas noticias hoy a mano destacan en forma parecida los
placeres carnales que brindaba el rico asiento argentífero, así como los raros,
admirables y milagrosos sucesos de su tumultuosa historia. Puede decirse que
nuestro conocimiento sobre Potosí yace aún en el estadio folklórico
Por muchos años Potosí fué la suprema ciudad del auge y de la turbulencia.
La traición, el homicidio y la guerra civil florecieron como fruto natural del juego,
la intriga, la enemistad entre españoles peninsulares y criollos americanos y la
rivalidad por el favor de las mujeres. La riña cruenta llegó a ser un pasatiempo,
una actividad social reconocida. Hasta los cabildantes concurrían a los acuerdos
armados con espadas y pistoletas y protegidos con petos y cotas. El dominico fray
Rodrigo de Loaysa caracterizó «aquel maldito cerro de Potosí» como una zahúrda
de iniquidad (8), mas el virrey García Hurtado de Mendoza declaró por su parte
que el asiento era «el nervio principal de aquel reino» (9).
JNo muy entrado aún el siglo xvn había en la villa, a un tiempo, de setecientos
a ochocientos tahúres profesionales y ciento veinte célebres prostitutas, entre éstas
la temible cortesana Doña Clara, cuya belleza y riqueza fueron impares, según
(4> Lionel Giles menciona la ubicación de Potosí en esos mapas primitivos en su artículo
«Translations from the Chinese world map of Father Ricci», Geographical Journal, Lili
(Londres, 1919), pág. 27.
Los libros de LAVINO APOLONIO, De Peruviae Regiouis (Amberes, 1567) y GERÓNIMO CAR-
DAN, De Rerum Varielale (Basilea, 1557) muestran cuan rápidamente Europa sabía de Potosí.
(5) Muchos curiosos detalles sobre la vida fastuosa de los mineros se encontrarán en
la historia ms. de Orsúa y Vela citada, supra, nota 2.
(6) RAÚL MOCLIA, ed.: «Representación escénica en Potosí en 1663), Revista de Füosojía
Hispánica, V (Buenos Aires-Nueva York, abril-junio, 1943), núm 2, págs. 166-167. Cítase
aquí una rara «Relación de la grandiosa fiesta que el señor gobernador don Luis de Andrade
y Sotomayor, alcalde ordinario de la imperial villa de Potosí, hizo a la renovación del San-
tísimo Sacramento, a 4 de marzo de 1663».
(7) Coránica moralizada del orden de San Agustín en el Perú, I (Barcelona, 1638),
pág. 747.
(8) «Memorial de las cosas del Pirú tocantes a los Indios», Colección de documentos
inéditos relativos a la historia de España, XCIV (Madrid, 1889), págs. 550-556.
(9) Luis CABRERA DE CÓRDOBA: Felipe Se.gundo, Rey de España, IV (Madrid, 1877),
pág. 359.
RELACIÓN GENERAL
I
11
certifican los cronistas. Mujer la más fastuosa de Potosí, sabía adornar su man-
sión con el lujo de Oriente y de Europa, pues sus salones eran frecuentados por
los mineros más ricos, que competían ardorosamente por sus favores. Pululaban'-.
los vagabundos, y los oficiales reales informaban indignados que esta gente per-
dida no hacía otra cosa que vestir con lujo y comer y beber con exceso. Sus pre-
tensiones subieron tanto, que un Juan Fernández se atrevió, en 1583, a tramar una
conspiración, por medio de la cual esperaba proclamarse rey de Potosí. Planeó
apoderarse con sus hermanos de la viÜa y «aunque era casado Fernández había
elegido a una viuda, María Alvarez, para que compartiese el trono de su futuro
reino» (10). Sabedor de la trama, el Gobierno aprisionó a Fernández antes de que
pusitse sus designios en obra, pero no fué la última vez que la riqueza de Potosí
engendró una fiebre de ambición sin límite y un deseo devastador en los temerarios
ánimos atraídos al helado y ventoso asiento. Entre estos disturbios, que podrían
dar materia para compilar un grueso volumen, uno de los más notables e incóg-
nito* parece ser la conspiración de don Gonzalo Luis de Cabrera y el relator de
la Audiencia de La Plata, Juan Díaz Ortiz, quienes, entre otras cosas, pretendían
internar por el Río de la Platta a Charcas, en 1599, unos centenares de ingleses
para ayudarse con ellos en sus fines subversivos (11).
Al descubrirse otros minerales, particularmente después de 1640, la producción
comenzó a languidecer. La declinación prosiguió tenaz a lo largo del sigjo XVIII,
pese a los desesperados esfuerzos por mejorar los métodos de beneficio. Finalmente
la gloria se consumió. Un factor decisivo en la decadencia irremediable de Potosí
fué la guerra de Independencia. Durante este lapso pararon casi del todo los tra-
bajos del Cerro y la ribera, porque los indios ya no acudían y la provisión de
materiales se hizo muy difícil. Hasta 1816 Potosí estuvo por tres veces alternativa-
mente en manos realistas y patriotas. A partir de entonces, ocupado por un fuerte
ejército regular realista, el Alto Perú sólo pudo hacer la guerra de guerrillas, pero
Potosí no se restauró más. Cuando la llegada de Bolívar (5 octubre de 1825),'en la
villa no quedaban sino sombras de su antiguo esplendor. Celosa, empero, de sus
tradiciones, se sobrepujó a sí misma, con un recibimiento rimbombante, de los que
gustaban al Libertador. Miles de indios fueron reunidos con sus polícromos trajes,
para saludarlo en las goteras de la ciudad, hacia la cual avanzaba pasando bajo series
de arcos de triunfo junto a los que otros indios, .vistosamente emplumados, danzaban
una suerte de ballets. Cuando se aproximaba hacia el arco triunfal mayor, en el
centro de la ciudad, dos niños, que figuraban sendos ángeles, bajaron desde el
arco y cada uno lo saludó con un breve discurso.
Durante las siete semanas de su estancia en Potosí, Bolívar fué objeto de muchos
otros discursos. En un solo día correspondió con «contestaciones elocuentes y
adecuadas» en diecisiete ocasiones diferentes, y sus días y noches se llenaron de
corridas de toros, banquetes, bailes, fuegos de artificio, iluminaciones y «otros
mil signos de regocijo público». EJ 26 de octubre subió al Cerro, montaña llamadla
así por antonomasia, acompañado por el general Antonio José ¿e Sucre «y todas
las personas de distinción existentes en Potosí». Otro de sus acompañantes en la
ascensión por los desolados taludes del Cerro fué su viejo mentor, don Simón Ro-
dríguez, una de las figuras más peregrinas en la historia pedagógica de América
Latina. Ante el propio Rodríguez y en Ja cima de otro monte—el hoy lejano Monte
(10) GWENDOLIN BALLANTINE COBB: «Potosí and Huancavelica Economic Bases of Peni,
1545 to 1640». págs. 226-227. Deseo expresar mi gratitud a la doctora Cobb por permitirme
utilizar su valiosa tesis doctoral, inédita, presentada en la Universidad de California, Ber-
keley El capítulo intitulado «Potosí 1573-1640» (pags. 213-234) ha sido mi fuente para al-
gunas de las noticias sobre la sociedad de Potosí. La doctora Cobb ha publicado otros dos
artículos, citados injra, nota 15.
(11) ROBERTO LEVILLIER, ed.: Audiencia de Charcas. Corretpondencia de Presidentes y
Oidores, III (Madrid, 1922), pág. 451.
12
LUIS CAPOCHE
Sacro de Roma—, Bolívar había jurado solemnemente consagrar 'su vida a la
liberación de su patria, hacía tres lustras.
Ahora, por fin, Potosí, uno de los últimos reductos del poder realista en Amé-
rica, había caído y el Libertador podía muy bien ver en este triunfo final el
cumplimiento del voto hecho años atrás en Roma. La simbólica ascensión se llevó
a cabo al terminar el invierno, culando vientos desapacibles azotan todavía la
cumbre de la montaña y reinan temperaturas glaciales; mas la ceremonia se desen-
volvió con pompa y elocuencia. Descrita por el general Miller, el pintoresco vete-
rano inglés de la Independencia peruana, que a la sazón era presidente, o prefecto,
de Potosí, el espectacular episodio incluyó una «especie de almuerzo en lo alto;
hubo varios brindis patrióticos» (12). Con las banderas de los países no ha mucho
liberados—Argentina, Colombia, Chile y Perú—flameando al viento, Bolívar de-
clamó: «Venimos venciendo desde las costas dej Atlántico, y en quince años de
una lucha de gigantes hemos derrocado el edificio de la tiranía, formado tranqui-
lamente en tres siglos de usurpación y de violencia. Las míseras reliquias de los
señoies de este mundo estaban destinadas a la más degradante esclavitud. ¡Cuánto
no debe ser nuestro gozo al ver tantos millones de hombres restituidos a sus derechos
por nuestra perseverancia y nuestro esfuerzo! En cuanto a mí, de pie sobre esta
mole de plata que se llama Potosí y cuyas venas riquísim'as fueron trescientos
años el erario de España, yo estimo en nada esta opulencia cuando la comparo
con la gloria de haber traído victorioso el estandarte de Ja libertad desde las playas
ardientes del Orinoco para fijarlo aquí, en el pico de esta montaña, cuyo seno es
el asombro y la envidia del universo.» (13)
Si bien estas frases tienen la grandilocuencia propia del Libertador, ¿quién
podría asegurar que el juicio formulado en la cima del Potosí fuese erróneo?
II
CARESTÍA DE HISTORIAS IMPRESAS SOBRE POTOSÍ
Pese al hecho generalmente reconocido de que tan largo y turbulento pasado
es un segmento significativo en el de toda América hispana, ninguna obra subs-
tancial fundada en los copiosos manuscritos a mano se ha publicado jamás sobre
la historia de Potosí. Pedro de Angelis lamentaba hace más de un siglo: «Potosí,
cuyas minas han enriquecido al mundo, no ha encontrado quien se encargara de
publicar su historia.» (14)
Nuestro conocimiento actual sobre la historia de Potosí no es mucho mayor,
no obstante el notable incremento cualitativo y cuantitativo en el campo de la
historia latinoamericana (15). Al parecer, sólo dos tesis doctorales existen sobre
(12) JOHN MILLER: Memorias del general Miller al servicio de la República del Perú,
traducción del general Torrijos, II (Londres, 1829), pág. 275. Los capítulos 29 y 30 contienen
abundantes detalles sobre la visita de Bolívar y el estado coetáneo de Potosí.
(13) Proclamas y discursos del Libertador, ed. de Vicente Lecuna (Caracas, 1939), pág. 314.
Ver también GERHARD MASÜR, Simón Bolívar (Albuquerque, 1948), pág. 551, y Luis SUBIETA
SAGÁRNAGA, Bolívar en Potosí (Potosí, 1925), quien cita esta palabras del Libertador: «El
Potosí tiene para mí tres recuerdos: allí me quité el bigote y allí usé vestido de baile y allí
tuve un hijo» (pág. 97). Charles Arnade ofrece mucha información sobre Potosí durante la
gueira de independencia en su monografía titulada The Emergence of the Republic of Bolivia
(University of Florida Press, Gainesville, 1957).
(14) Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y mo^"raa de las
provincias del Río de la Plata, II (Buenos Aires, 1836), pág. 1
(15) Gwendolin Ballantine Cobb da una valiosa descripción bibliográfica de los prin-
cipales elementos impresos en su artículo «Potosí, a South American Mining Frontier»,
RELACIÓN GENERAL
13
Potosí, una en la Universidad de California y otra en la Universidad dé Madrid;
ninguna de ellas se ha impreso (16). En el registro bibliográfico más completo
que hay sobre la obra de España en América apenas unas cuantas entradas corres-
ponden a Potosí (17). Esta inopia resalta aún más junto a Ja próvida cosecha
histórica sobre la ciudad de México, tan profusa que sólo de sus cronista fea debido
compilarse una bibliografía especial (18), al paso que para la mina de azogue
de Huancavelica, estrechamente vinculada a Potosí, contamos con los provechosos
estudios de Guillermo Lohmann Villena y Arthur P. Whitaker (19).
Ninguna bibliografía ha recopilado los pocos artículos dispersos sobre Potosí,
bien que el espléndido libro de Eugenio Maffei y Ramón Rúa Figueroa sigue siendo
una eficaz ayuda paria todos los estudiosos de la historia mineralógica española (20).
Tampoco se han impreso colecciones de documentos que brinden una base de
hechos primordiales y apenas una pequeña parte de la grande e importante historia
escrita en el siglo XVIII por el leal potosino Bartolomé Orsúa y Vela se ha pu-
blicado (21).
Vientos mejores empiezan a soplar, empero, y varios casos recientes inducen
a esperanza, por una nueva consagración a la gran empresa de preparar unía his-
toria digna de Potosí. La Sociedad Geográfica y de Historia «Potosí», cuya oficina
y pknita editora ocupa Ja Casa de Moneda restaurada, ha editado hace poco, por
primera vez, la Guía histórica geográfica, física, política, civil y legal del gobierno
e intendencia de la provincia de Potosí (1787), por Pedro Vicente Cañete y Do-
mínguez, editada por Armando Alba (22). Gunnar Mendoza L., el 'hábil director de
la Biblioteca Nlaeional y del Archivo ¡Nacional de Bolivia, acaba de completar un
estudio enjundioso sobre Cañete, el funcionario más notable quizá de Potosí en el
siglo XVIII (23). Otro substancioso estudio de Mendoza es su guía a la rica do-
Grealer America. Essays in honor of Herben Eugene Bollón (Berkeley y Los Angeles, 1943),
págs. 39-58. Sobre un aspeólo especial de la historia potosina, la doctora Cohb ha publicado
también «Supply and Transportation for the Potosí Mines, 1545-1640», Hispanic American
Histoncal Review, XXIX (1949), págs. 25-45.
(16) Sobre la tesis de la doctora Cobb ver supra, nota 10. La otra tesis es de Antonio
Artola y Guardiola, Notas para una historia de la imperial villa de Potosí (Madrid, 19Ó9),
187 nágs. Expreso mi reconocimiento al profesor Francia M. Rcgers, de la Universidad de
Harvard, por haber llamado mi atención «obre esta tesis española, y a Mr Frederick Crom-
jrelL del Servicio -de Información de Estado* Unidos en Sevilla, por un provechoso informe
•obre la obra. Parece que la tesis de Artola y Guardiola es breve y más bien general, basada
gutéidlésuittetbe&&>rl*&itsas manuales, aunque no dejó di consultar algunos manus-
critos ■ «B jflL > Archivo ^Sekaral áe Indias, inclusas las ordenanzas promulgadas por el virrey
don L^ d^Valascor
(17) BENITO SÁNCHEZ ALONSO: Fuentes de la historia española e liispaaa-ame';mn,:
(Madrid, 1952), 3 vols. El resumen bibliográfico y descriptivo intitulado Contribuciones a ta
historia municipal de América (México, 1951) no contiene nada sobre Potosí.
(18) MANUEL ROMERO DE TERREROS: Bibliografías de cronistas de la ciudad de México
(México, 1926).
(19) ARTHUR P. WHITAKER: The Huancavelica Mercury Mina. (Cambridge, 1941); GUI-
LLERMO LOHMAN VILLENA: Las minas de Huancavelica en los siglos XVI y XVII (Sevilla, 1949).
(.20) Apuntes para una bibliografía española de libros, folletos y artículo;, impresos y
manuscritos relativos al conocimiento y explotación d< las riquezas minerales y a las ciencias
auxiliares (Madrid, 1871-1872), 2 vols.
(21) El manuscrito original, en la Biblioteca de Palacio (Madrid), en dos volúmenes:
su título, Historia de la villa imperial de Potosí, riquezas incomparables de su famoso cerro,
grandezas de su población, sus guerras civiles y casos memorables. Abarca el lapso 1545-1736.
Su autor ha sido muy discutido en años recientes. Por mi parte, he seguido la relación del
Archivo General de Indias, Lima, 644, según la describe FRANCISCO MATEOS, Historia de ta
Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay, VIII, primeía parte, pág. 265. Gonzalo
Gumucio cita otro informe del mismo Archivo, Charcas 563, de junio 27, 1756, del arzobispo
Alfonso del Pozo y Silva al gobernador Ventura de Santelices, de Potosí, donde se da el
mismo nombre para el autor. Ver infra, nota 40.
(22) Potosí, 1952.
(23) El doctor don Pedro Vicente. Cañete y su historia física y:política de Potosí (Su-
cre, ]954). Este valioso estudio comprende 140 páginas, con referencias bibliográficas copio-
sas y su edición ha sido patrocinada por la Universidad de San Francisco Xavier.
14
LUIS CAPOGHE
aumentación ¡colegida, per él en el Archivo Nacional (Sucre) sobre aquel curioso
disturbio, socioiógicjcnente revelador, de los años 1623-1626, conocido con el
nombre dé guerrasientre vicuñas y vascongados (24). En Madrid, Gonzalo Gumucio
ha iniciado, con él patrocinio del Instituto de Cultura Hispánica, la tremenda
empresa'de sacar a luz la crónica de Orsúa y Vela, vasto acervo de información
sobre ha fantásticos y emocionantes acontecimientos de los primreos dos siglos
de 1P historia potosina (25). Orsúa y Vela basó su obra en algunas de las historias
manuscritas y otros documentos manuscritos coetáneos y así pudo producir un
gran testo, que sigue siendo la mayor fuente, única conocida, de informlación
orgánica sobre Potosí. No incluye cuadros estadísticos exactos sobre la produc-
ción metalífera, pero da muchas referencias sobre hechos, tales como las guerras
de españoles contra indios, las de españoles entre sí, las luchas por las elecciones
y el gobierno del cabildo, las plagas, sequías, inundaciones y temporales de frío
glacial que Potosí sufrió frecuentemente.
Quienes se interesen por el proceso de la minería en el Nuevo Mundo, encon-
trarán también datos provechosos en esta historia, pues el autor describe maqui-
narias, relata la introducción y etl uso del azogue en la amalgamación, así como
el establecimiento y- las actividades del gremio de mineros. La tumultuosa y des-
lumbrante civilización que floreció en Potosí descansaba sobre el trabajo de los
indios; los repetidos esfuerzos, férvidamente apoyados por los religiosos, para
supr'mir la mita (servicio forzado de los indios en el trabajo minero) se traen
asimismo a cuento, no menos que las reiteradas y victoriosas acometidas de los
mineros contra esos conatos de privarles del derecho de explotar a los indios.
La crónica de Orsúa y Vela encierra también material de interés para la
historia económica. Relata las luchas de los mercaderes para reducir las alca-
balas asignadas a sus géneros, para combatir la plaga de la moneda envilecida
y para introducir en la villa géneros prohibidos o restringidos por severas leyes
reales.
De cuando en cuando, dedica algún capítulo, o parte de él, a referir la vida
y los padecimientos apostólicos de diversos religiosos, lo cual representa una
valiosa contribución en el estudio de la historia eclesiástica (26). Registra, asi-
mismo, la fundación de monasterios, iglesias e instituciones filantrópicas, por
ricos mineros piadosos. Ni olvida manifestar las escandalosas contiendas eclesiás-
ticas, que no trajeron bien para la cristiandad en la villa. Describe, por otra
parte, la justicia que España bacía con los traidores, sodomitas y brujas. Ofrece,
en fin, algunos pintoresco® bocados, como los capítulos sobre «la muerte de un
avariento y el extraño testamento que hizo», «Intenta el capitán Francisco de la
Rocha dar veneno al Presidente)) y «las grandes penitencias, rogativas y procesio-
nes que se hicieron en esta Villa por las noticias de la ruina que hizo un terrible
terremoto en la ciudad de los Reyes».
Existen muchas otras historias y relatos sobre Potosí. Desde que se propagó
la nueva de su descubrimiento, en 1545, españoles y extranjeros a porfía pugnaron
(24) Guerra civil entre vascongados y otras naciones en Potosí. Documentos del Archivo
Nacional de Bolivia 1622-1641, Cuadernos de la Colección de la Cultura Boliviana (Potosí,
1954). Publicado también en Sur, revista de la Sociedad Geográfica y de Historia (Potosí,
1954>. núm. 2. La extensa y fascinante documentación del repositorio boliviano ha sido cer-
teramente compendiada por Mendoza, que acompaña además un excelente y bien espito
estudio sobre este pugnante episodio como introducción al catálogo donde se describe cui
dañosamente cada documento.
(25) Unos pocos capítulos iniciales fueron publicados por Luis Subieta Sagárnaga en
1925 en Potosí, y en 1945 la Fundación Universitaria Simón I. Patino editó en Buenos
Aires un volumen, con prefacio de Gustavo Adolfo Otero, que también contiene una pequeña
parte de esta extensa crónica.
(26^ José de Mesa y Teresa Gisbert de Mesa han recopilado una buena parte de la in-
formación de Ors^a y Vela sobre el arte religioso, en su artículo «Noticias para la historia
del arte en Potosí», Anuario de Estudios Americanos, VII (Sevilla, 1951), págs 471-503.
RELACIÓN GENERAL
15
por llegar a esta remota ciudad, brotada en las desoladas altitudes andinas, mara-
villarse ante sus increíbles riquezas y escribir relaciones sobre ellas. Pocas de
esas historias se han impreso. El autor del estudio presente publica ahora la primera
historia conocida (27) de Potosí, escrita por el minero Luis Capoche en 1585, que
ha estado esperando un editor en el Archivo General de Indias (Sevilla), por casi
cuatrocientos años, y proyecta la edición de las leyes de minas elaboradas por
Pedro Vicente Cañete y Domínguez con el nombre de Código coralino (28).
Constituye otro motivo de estímulo el creciente interés de los historiadores
de arte (29) por los templos, cuadros, monumentos civiles y otras manifestaciones
artísticas que la riqueza de Potosí trajo al mundo. Mario Buschiazzo, Enrique Marco
Dorta, Pal Kelemen, José de Mesa y Teresa Gisbert de Mesa, Juan Giuria, Martín
Noel. Harold Wethey, Pedro Juan Vignale y otros, han publicados trabajos impor-
tantes, mientras otros, como Martín Soria, están en plena obra. En el campo de la
numismática, Humberto F. Burzio (30), de Buenos Aires, ha dado un gran primer
paso, y el joven estudioso boliviano, Gastón Bejarano, ha comenzado a investigar
y producir.
III
MATERIAL MANUSCRITO ACCESIBLE
- En el frente archivístico, la cantidad y calidad de los tan dispersos manuscritos
accesibles representa una seria exigencia para el investigador. Los documentos de
Potosí, como su misma plata, se han desparramado por los repositorios de muchos
(27) Relación general del asiento y villa imperial de Potosí y de las cosa' más impor-
tantes de su gobierno, dirigida al Excelentísimo señor Don Hernando de Torra y Portugal,
conde del Villar y Visorrey del Perú, Archivo General de Indias, Charcas 275. Se encontrara
olro ejemplar en dt mismo Archivo, Charcas 134. Poco se sabe de Capoche; su firma y un
juicio de minas en que fué implicado en 1592-1594 se hallarán en Archivo Nacional (Sucre),
Minaj núm. 18.
(28) Copias del manuscrito se hallarán en la Academia de la Historia (Mpdrid) y en el
Archivo General de Indias.
U9) El manual Guide to the Art of Latin American (Washington, 1948) de ROBERT
C. SMITH y ELIZABETH WILDER contiene algunas entradas (núms. 915-940) sobre Bolivia,
publicadas hasta 1942; ninguna j.uede decirse que constituya una contribución estimable
sobre Potosí. Desde entonces, la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires ha
editado dos bien ilustrados volúmenes en sus series «Documentos de Arte Colonial Sudame-
ricano»: I, La Villa Imperial de Potosí (1943), y III, Las iglesias de Potosí (1945). Para
un discernimiento cabal de nuestros conocimientos actuales, con referencias completas a la
literatura recienie, pueden verse loe artículos de HAROLD E. WETHEY, «Hisnanic colonial
archiie.cture in Perú», Gazette des Beaux-Arts (Nueva York, 1952), págs. 47 60, 193-208;
«Meslizo Architecture in Bolivia», The Art Quarterly (Nueva York, invierno 19-]), págs. 283
308, y su obra básica Colonial Architecture and Sculpture in Perú (Cambridge, 1949). Pro-
vechosa también, como comprensión general e información bibliográfica, es la obra de PAL
KELEMEN, Baroque and Rococó in Latin America (Nueva York, 1951). Eu pintura puede
citarse «Un pintor colonial boliviano: Melchor Pérez Holguín», por los jóvenes arquitectos
bolivianos JOSÉ DE MESA y TERESA GISBERT DE MESA, trabajo publicado por el Laboratorio
de Arte, Universidad de Sevilla, en Arle en América y Filipinas, II (Sevilla. 1952), cua-
derno 4, págs. 149-216. Reproducciones de pintura^ potosinas se encontrarán en la Exposición
de arle religioso retrospectivo, edición del Museo Histórico Provincial de Rosario, Argentina,
1941 Otras piezas a preciables son PIBHO JUAN VIGNALE, La casa real de moneda de Potosí
(Bueno» Aires, 1944); JUAN GIURIA, «Organización estructural de las iglesias coloniales de
La Paz, Sucre y; Potosí», Anale.s del Instituto de Arte Americano, e Investigaciones Estética-,
(Buenos Aires, 1949), núm. 2, págs. 97-103, y MARIO J. BUSCHIAZZO, «La arquitectura &~.
MóJKtó y Chiquitos», ibyi. (1952), núm. 5, págs. 23-40. En este último artículo se hace la
interesante sugerencia de que los extraños elementos decorativos animales y vegetales de las
iglesias de Potosí puedan proceder de Mojos y Chiquitos.
(30) La eeca de la Villa Imperial de Potosí y la moneda colonial (Buenos Aires, 1945).
Publicaciones del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 88
16
LUIS CAPOCHE
países. Junto a otros doce centros menores, los depósitos principales son: el Archivo
General de Indias (Sevilla);, la Biblioteca Nacional y el Archivo Nacional de
Bolivia; el Archivo General de la Nación Argentina; el Museo Británico; la.
Biblioteca Nacional, la Academia de la Historia y otros centros de Madrid, y
Potosí mismo.
Aunque los manuscritos relativos al mineral salieron de Potosí en gran parte,
el doctor Domingo Flores, presidente de la Sociedad Geográfica, y el doctor
Armando Alba, hacen enérgicos esfuerzos por preservar y organizar cualesquiera
manuscritos aún existentes (31). Otro signo propicio es la creciente atención que
se consagra a catalogar documentos en Potosí, y particularmente en Sucre, donde
Gunnar Mendoza prepara una serie de cuidadosos índices, relativos a los manus-
critos bajo su jurisdicción (32). Estos y el monumental catálogo (33) compuesto
por el malogrado José Vázquez-Madhicado, sobre los materiales altopeTuanos en
el Archivo General de Indias, dotan de guías indispensables a los dos depósitos
más ricos en documentos manuscritos sobre Potosí. Infortunadamente, ninguna de
estas valiosas obras ha sido aún publicada.
Pese a los esfuerzos de algunas personas intrépidas, la gran masa de papeles
relativos a la historia de Potosí permanece incógnita, no catalogada y, por con-
siguiente, inaprovechada. Sólo en Buenos Aires, el Archivo General de la Nación
tiene unos doscientos cincuenta legajos manuscritos, con un cúmulo tan denso de
datos económicos que para dominarlo se requerirían varios estudiosos con la
energía y la experiencia sin límites de un Earl J. Hamilton, que devotamente dedicó
miles de horas a los papeles sobre el tesoro indiano y el alza de precios en Es-
paña (34). Aunque es accesible ya una nutrida documentación, perduran impor-
(31) ARMANDO ALBA: «Archivo de documentos de la Casa Real de Moneda. índice ana-
lítico. Parte primera: siglo XVII», Boletín de la Sociedad Geográfica y de Historia «Potosí»,
año 39 (Potosí, 1951), núm. 11, págs. 156-159. Fundado en 1913 este Boletín, ha ofrecido
diversos artículos sobre Potosí. Para los más bien escasos documentos del Archivo Municipal
de Potosí existe el «índice general del Archivo Municipal. Primera parte: ti Coloniaie»,
Boletín de Estadística Municipal de la ciudad de Potosí, II (Potosí, 1929).
(32) MENDOZA tiene ya colegida y compilada una valiosa guía mecanografiada, Archivo
Nacional de Bolivia. Audiencia de Charcas: Documentos de minas, 1561-1825 i Sucre, 1946),
que sobre la Villa de Potosí comprende unas 700 entradas correspondientes a las secciones
de «Minas e ingenios», «Azogue y otros materiales de laboreo'.. «Procedimientos de bene-
ficio», «Condiciones del trabajo», «Compraventa y envío del metal a España», «Casa de
Moneda», «Banco de Rescates», «Falsa amonedación», «Extravíos y defraudación de meta-
les». Dos artículos de valor general son: RUBÉN VARGAS UGARTE, S. J., «LOS archivos de la anti-
gua Chuquisaca, Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas., IV (Buenos Aires, 1929),
págs. 298-315, y JUAN DE ZENGOTITA, «The National Archive and the Nationa! Library of
Bolivia at Sucre», Hispanic American Historical Revi'w, XXIX (1949). págs 649-676. El
mejoi guía que para el Archivo Nacional, en Sucre, he encontrado es el señor Mendoza, que
siempre generosamente pone su conocimiento amplio y experto disposición de los inves-
tigadores.
(33) Catálogo descriptivo del material del Archivo de Indias referentes a ia historia de
Bolivia, Sevilla, 1933, 3 tomos. Mecanografiado, en poder de Humberto Vázquez-Machicado.
hermano del autor (Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia), qu: gentilmen.e
me permitió consultar esta preciosa guía, organizada como sigue: tomo I, Audiencia de
Charcas, 537 págs, 3,334 ítems; tomo II, Audiencia de Buenos Aive.s, 210 págs.,, 1,118 ítems;
tomo 111, Audiencia de Lima, 106 págs., 578 ítems. Un breve resumen descripiivo se acom-
paña para muchos de los documentos inscritos, de suerte que o\ substancioso conjunto dí
material sobre Potosí puede ser encontrado fácilmente. No se 'xpresa el número de hojas
de cada documento.
(34) Sólo en la División Colonia, sección Contaduría, hay 121 legajos sobre Potisí que
cubren el período 1640-1810. Cada legajo incluye por lo común varios libros, con apartados
individuales intitulados: «Manual de diezmos», «Manual de caja», «Manual de alcabalas»
o «Manual de azogues». A partir del legajo núm. 25 figuran muchos «Manuales del Banco
de Rescates», «Manual de gastos y reglamento del Socabón del Cerro», «Diarios del Banco
de San Carlos» y «Manuales del Banco de San Carlos». En el libro 3 del legajo núm. 1 se
hallará una relación, en inglés, «Negro slaves sent to Perú, 1726»
El doctor Domingo Flores, de Potosí, me presentó generosamente un ejemplar de ia
elocuente «Carta a los intelectuales potosinos», escrita en mayo, j 950, en Buenos Aires, por
RELACIÓN GENERAL
17
Sanies y lamentables lagunlas. Los libros de acuerdos capitulares potosinos ante-
riores a 1585 se han perdido sin dejar ningún rastro (35); los juicios de resi-
dencia no parece que abundan tanto corno podría esperarse (36). La documenta-
•ción es además despareja. Mientras sabemos pormenorizadarnente sobre los vidrios
destrozados en la Casa de Moneda por una tormenta de granizo en 1795 (37), la
primera relación gubernativa formal sobre Potosí, 'hecha en 1572, como parte
de un informe general sobre el Imperio, no ha sido aún localizada (38). Una
Jaguna muy importante en la documentación inédita potosina es la ausencia casi
■absoluta de protocolos notariales, desde que se establece e] asiento hasta el decenio
1560-1570. Se puede apreciar la riqueza de ese perdido material pensando que
en una época tan. formalista como la de la Colonia, en que todo se hacía mediante
contrato escrito, los documentos notariales debían contener profusa información
sobre mineros y beneficiadores, avío de materiales para el beneficio, nombres de
mina? y vetas, construcción de ingenios, fábrica de monumentos públicos, etc.
Con todo, aunque se constaten nuevas lagunas, el simple amontonamiento de
material conocido sobre Potosí es de suyo ¡impresionante. Una referencia histo-
riográíica ilustrará este punto. Los potosinos eran tan orgullosos como los téjanos
de hoy y muchas historias compusiéronse con el propósito de justificar su orgu-
llo (39). Nadie sabe cuántas fueron escritas, aunque un autor boliviano ha publi-
cado recientemente un artículo titulado «Las mil y una 'historias de la Villa
Imperial de Potosí» (40). Por lo menos uno de estos libros era en verso, varios
el boliviano Carlos Morales Avila, incitando a sus compatriotas a interesarse en el rico
material manuscrito sobre la historia de Bolivia y especialmente de Potosí, en el Archivo
General de la Nación Argentina.
(35) Los libros subsistentes se encuentran en la Colección Riick, Biblioteca Nacional
(Sucie) y comienzan con el año 1585. Aún en los años posteriores se notan lagunas impor-
tantes, como en la época de las guerras entre vicuñas y vascongados, pero así y todo ios
grandes volúmenes contienen una montaña de material sobre la vida comunal en conjunto
Existen treinta de ellos, infolio, correspondientes a los años 1585 1611, 1614-1622, 1626-1628,
1634-1636, 1649-1651, 1658-1661, 1674-1681, 1719-1748, 1754-175:., 1762-1779, 1804-1819. El
señor Mendoza me informó que, pese a sus esfuerzos, no ha podido localizar los volúmenes
•que faltan, y que presume se hayan perdido.
(36) Tres residencias de fines del siglo XVII sobre los gobiernos de don Pedro Luis
Enríquez, don Juan Velarde Treviño y don Fernando de Noriega y Ribera existen en 1
Archivo General de Indias, Escribanía de Cámara, legajos 680, 865, 867; debe de haber
muchas más. Mi amigo Guillermo Lohman Villena me informó que en el Archivo Histórico
Nacional (Madrid) hay material complementario. Está registrado por Ángel González Palen-
cia en su Extracto del catálogo de los documentos del Consejo de ludias (Madrid, 1920).
(37) «Casa de Moneda de Potosí, 1795. Sobre reposición de los vidrios rotos por un
granizo», Archivo General de la Nación (Buenos Aires), Guerra y Marina, legajo 24, expe-
diente 30.
(38) MARCOS JIMÉNEZ DE LA ESPADA, ed.: Relaciones g"ográficas de Indias, II (Madrid.
1885), pág. 95.
(39) Jiménez de la Espada incluye varios documentos demostrativos de este interés,
íbid. II, págs. 88-136, 240.253, Apéndice III, págs. xxix-xxxvi, cxx-cxliv. El virrey Toledo,
manifestando un deseo especial por conocer la historia de Potosí, estimuló al clérigo Rodrigo
de la Fuente a esclarecer el descubrimiento del Cerro y pidió al florentino Nicolás del Benino
escribiese una relación atañedera. Jiménez de la Espada publicó embos documentos, así como
otras cartas e informes sobre el asunto.
(40) GONZALO GUMUCIO: «Las mil y una historias de la Villa Imperial», La Razón (L aquí los proyectos publicitarios de la Editorial Potosí e iricidentalmente proporciona buena
información bibliográfica. No existe una relación completa, ni siquiera una lista, de las
piezas históricas sobre Potosí, aunque Pedro Juan Vignale da alguna información en sus
«Historiadores y cronistas de la Villa Imperial», Boletín del Instituto de Investigqciones
Históricas, XXVII (Buenos Aires, 1942-1943), págs. 114-130. Brocba Gorda (Julio L. Jaimes'»
menciona algunas historias en La Villa Imperial de Potosí (Buenos Aires, 1905),vi-vii, fun-
dándose principalmente en la crónica de Orsúa y Vela (ver supra, nota 20). El librero H. F.
Kraus, de Nueva York, vendió recientemente una historia de La Plata, con información
sobre Potosí, por Pedro Ramírez del Águila, Noticias políticas de Indias y Relación Des-
criptiva de la Ciudad de La Plata (La Plata, 1639). Existen, además, muchas relaciones en
bibliotecas y archivos diversos, que 'enumeraremos y describiremos oportunamente.
2
18
LUIS CAPOCHE
consagrados a las iniquidades y guerras de Potosí y uno intitulado Historia sejni-
fantástica de Potosí. Hoy es imposible dar con muchas de estas historias y pudiera
ser que nunca hayan sido escritas. La primera historia particular de Potosí editada,
correspondesía a un portugués, Antonio de Acosta, impresa en Lisboa en 1672,
traducida íñ
año después. Pesquisas diligentes en bibliotecas portuguesas y españolas no han
revelado un solo ejemplar de este libro, que acaso constituye un fiasco bibliográ-
fico, si bien el erudito bibliotecario de la Universidad de Coimbna, doctor Manuel
Lopes de Almeida, cree que él puede localizarla. Nadie ha visto tampoco la
Historia de la Villa Imperial de Potosí, descubrimiento y grandeza de su cerro rico.
del notable y sabio funcionario real del siglo xvn, Antonio de León Pinelo (41)
Dice éste que esperaba recibir de las Indias algunos documentos finales para
completar su obna, dentro de la consabida tradición del historiador exigente. Por
lo que se ve, los documentos no llegaron nunca, o el autor descubrió que además
necesitaba otros para dar cima a su obra. Con todo han sobrevivido suficientes
documentos para formar un gran cuerpo de historia, escrita por potosinos ansiosos
de que su rey y la posteridad conociesen y admirasen las excelencias de la villa.
IV
EL HISTORIADOR ANTE EL POTOSÍ ACTUAL
El historiador que hoy visita a Potosí—pocos Jo hacen, a causa del costo y del
frío—encuentra allí «un ambiente de grandeza ausente, único en América» (42).
Los mineros horadaron la montaña con socavones durante cuatro centurias
y prácticamente la volvieron de adentro para afuera, por llegar hasta la plata y el
estaño; pero el Cerro se yergue aún, imponente y sereno. Quizá por los grandes
monlones de rocas desparramados sobre su superficie en el curso de la explotación,
los colores que pinta allí el sol al caer tras los Andes occidentales son sugestivos
en su variedad: rosado, lila, púrpura, pardo, gris, 'dorado. No es sorprendente,
pues, que al paso de los años, pese al clima hostil, cuya temperatura en el día ve-
raniego más cálido no pasa nunca de 15°, haya florecido allí toda una escuela
de pintores, y todavía subsista a la sombra del gran Cerro.
La Casa Real de Moneda, edificio del sigilo xvni, es también imponente a su
modo. Asiento actual de la Sociedad Geográfica y de Historia, que ha encabezado
su restauración, el tamaño de Ja enorme fábrica de granito gris es un testimonio
mudo de la importancia administrativa del mineral. Los ¡techos macizos de cedro
están incólumes, como hace doscientos años, cuando, a costa de trabajos ímprobos,
fueron traídos, atravesando cordilleras desde los lejanos bosques del Chaco. Las
condiciones de trabajo coetáneas se coligen por Jos cuarteles de guardillas mi-
núsculas, donde los indios y negros eran confinados mientras no se ocupaban en
el caluroso y expuesto proceso de amonedación, en habitaciones tan pequeñas que
«ni un desnutrido indio podía mantenerse erguido» (43). Las iglesias, que alguna
vez fueron hasta dieciocho y ofrecían a una ortodoxa sociedad colonial la espléndida
oportunidad de gastar sus riquezas muníficamente, hoy están todas olvidadas, mas
(41) León Pinelo hace referencia a esta obra en su Epítome de. la biblioteca oriental v
occidental, náutica y geográfica (Madrid, 1737-1738), 3 vols., editada por A. González de
Barcia Algún material sobre Potosí figura en su Paraíso en el Nuevo Mundo (Lima, 1943)
y pudiera, en efecto, ser la historia citada en el texto.
(42) HIRAM BINGHAM: «Potosí», Bulletin of the American Geographical Society, XL1T1
(191 i), pág. 1.
(43) lbid., pág. 12.
RELACIÓN GENERAL
19
aun en medio de su decadencia, son prueba elocuente de una rica y ostentosa
caridad.
Junto a estos signos patentes de Ja gloria fenecida, las tradiciones y el folklo-
re (44), adjuntos casi a cada frase del trabajo y Ja vida de los mineros, son un
campo fecundo que aguarda aj estudioso. Permítasenos ilustrar Jo dicho con el
ejemplo de los cajchas, que basta para el caso. John Miller, escribiendo sobre la
época correspondiente a la famosa visita de Bolívar, describe esta práctica sin-
gular, fundada quizá en la indulgencia de Jos primeros dueños de minas y que
todavía prevalece: «Desde Ja noche del Sábado hasta la mañana del Lunes, queda
el Cerro hecho absolutamente la propiedad de los que quieran trabajar las minas
á su cuenta»; y durante aquel tiempo el propietario de ellas más atrevido no osaría
ir á visitar las suyas. Los trabajadores que han tomado posesión de este derecho
los llaman Caxchas, y generalmente venden el producto dej Domingo á sus amos;
pero ademas del mineral que extraen de esta manera, los Caxchas producen perjui-
cios considerables descuidando las precauciones debidas cuando excavan; y si en-
cuentran en el curso de la semana con una veta más rica de lo ordinario, pasan sin
trabajar en ella y la reservan para el Domingo inmediato. En su consecuencia se
adoptaron medidas fuertes para cortar este abuso; pero cuanto hicieron fue inú-
til» (45).
¿Cuándo y por qué los cajchas lograron este privilegio y cómo lo perdieron?
¿Cuánta plata extrajeron? Nadie sabría responder a estas preguntas, aunque en
Sucre y quizá en otras partes hay documentos correlativos.
La falta de monografías y la superabundancia de manuscritos accesibles no
son e! obstáculo principal para el historiador de hoy. Su peor perplejidad consiste
en no saber dónde comenzar a cavar, dónde hacer los primeros cáteos. Porque la
historia de Potosí es tan vasta y tan magnífica como el Cerro mismo. Los espa-
ñoles iniciaron el primer socavón cerca de la cunubre, allí donde la plata se
encontró primero y donde se mostraron los depósitos más ricos y fáciles de tra-
bajai. Pero dondequiera comience, es incuestionable que el investigador descu-
brirá temas interesantes; y no es menos cierto que pasará por alto otras ricas
posibilidades y aun que descartará material valioso, que estudiosos posteriores
hallarán, así como el estaño y el wolfran se encuentran hoy a veces en parajes
abandonados por impracticables o improductivos, cuando la plata sola se consi-
deraba importante. Ténganse, pues, las proposiciones que hacemos en seguida
sobre los problemas de la historia potosina como meros barrenos preliminares,
come una explotación de tanteo en un gran asunto, la cual será puesta a prueba a
medida que se alcancen profundidad y experiencia mayores.
Cabe en este punto aventurar una conclusión general. Nadie, por sí solo, puede
esperar escribir la historia—la historia completa—de Potosí. El ejemplo de Juan
Bautista Muñoz basta para orientarnos. Habiendo trabajado fervorosamente en
las postrimerías del siglo XVIII, para localizar y clasificar la muchedumbre de ma-
nuscritos relativos a la obra de España en América, antes de morir produjo apenas
un pequeño volumen que no alcanza sino al año 1500 (46). El historiador escocés
(44) En la crónica de Orsúa y Vela descrita, supra, nota 21, se incluyen muchas leyen-
das. Algunas han sido impresas por Guillermo Prieto-Yeme, «The Legends of Potosí», Pan-
American Magazine, XXV (1917), págs. 125-133. Dos obras ya clásicas son: MODESTO OMISTE,
Crónicas potosinas (La Paz, s. f.), 2 vols., y VICENTE QUESADA, Crónicas potosinas, costumbres
de la edad medieval hispano-ameritana (París, 1890), 2 vols. O'ro libro conocido es ABEL
ALAHCÓN, Era una vez. Historia novelada de la villa imperial de. Potosí (Buenos Aires, s. f.).
y tenemos una muestra reciente en JOSÉ ENRIQUE VIAÑA, Cuando vibraba la entraña de plata
(s. 1.). 1948).
(45) MILLER: Memorias del general Miller, II, pág. 251.
(46) Historia de América (Madrid, 1793). Antonio Ballesteros Beretta hace referencias
interesantes sobre la busca exhaustiva de manuscritos por Muñoz, su laboriosidad asombrosa
y sus trabajos para el establecimiento del gran archivo en Sevilla, en «Don Juan Bautista
Muñoz: Dos facetas científicas», Revista de Indias, año 2 (1941), núm 3, págs. 5-37, y «Don
20
LUIS CAPOCHE
William Robertson, autor de Ja primera historia moderna de América española en
el período colonial, se acercó al tema con más modestia. Consultó muchos libros
y algunos manuscritos, pero no se dejó seducir por las toneladas de material acce-
sible, y cautelosamente limitó el alcance de su obra. Su Historia de la América es
todavía digna de leerse, aunque los estudiosos subsiguientes lo sobrepujaron con
mucho en el conocimiento detallado del período (47). El problema de Potosí es,
sin duda, menor, mas los historiadores que se ocupan en él se enfrentan, esencial-
mente, con la misma situación que Robertson hace doscientos años. Debemos re-
conocer la inmensidad de la empresa, propornernos trabajar las vetas más grandes
y ricas y resignarnos al hecho de que ninguno de nosotros podrá dar cima a todo
el trabajo.
V
PROBLEMAS EN LA HISTORIA DE POTOSÍ
a) Prehistoria
¿Cuándo comienza, en verdad, la historia de Potosí? Si se adopta el año 1545,
porque en su curso iniciaron los españoles la explotación, debemos reconocer que
una interesante prehistoria se prolongaría hasta las primitivas exploraciones a
través de los territorios del Río de la Plata y desde el Perú, cuando los capitanes
españoles buscaban ansiosamente la legendaria Sierra de la Plata (48). La invasión
guaraní contra el Imperio incaico fué determinada quizá por idéntico propósito.
El semi-legenidario portugués Alejo García, en 1522, alcanzó, al parecer, el sitio
actual de Sucre, en una de aquellas expediciones; pudo saber, pues, algo de Po-
tosí (49). Antes aún de 1545 la montaña de plata escondida en lo alto de los Andes
habría actuado así como un poderoso imán, atrayendo a los hombres por apartadas
rutas desde remotos lugares.
La historia de estos primeros avances hacia Potosí desde la costa oriental de
América del Sur está llena de grandes fracasos. Los salvajes que encontraban 'los
conquistadores en su marcha hacia la vislumbre argéntica, a Jo largo de 2.000
desolados kilómetros, los combatían con fiera y brutal tenacidad. La ruta misma
era peligrosa por otra razón. Los españoles debían cruzar el mortífero Chaco
boreal, que el historiador paraguayo Manuel Domínguez compara tan acertadamente
con un gigantesco dragón tendido al oeste del río Paraguay, custodiando los de-
pósitos de plata. Sólo pocos entre los más bravos y afortunados lograron dominar
Juan Bautista Muñoz y la fundación del Archivo de Indias íbid., año 2, núm. 4, págs. 55-95.
Apenas recientemente la Academia de la Historia ha comenzado a publicar un catálogo de
esta rica colección, Catálogo de la colección de Don Juan Bautista Muñoz, 3 tomos (Madrid,
1954-195?).
(47) R. A. HÜMPHREYS: William Robertson and Ms «History oj America» (Londres,
1954). págs. 24-25.
(48) JAIME MENDOZA, en La ruta atlántica (Sucre, 1927) y otros libros, muestra cómo
la Sierra de la Plata, que sería precisamente la formación montañosa a la que pertenecen
Potosí, Porco y otros famosos yacimientos argentíferos, desde «los albores de la conquista»,
y aún sin ser conocida todavía «ejerce poderosas influencias sobre ios conquistadores espa-
ñoles í (op. cit., pág. 43). ENRIQUE DE GANDÍA ha escrito, asimismo sobre el tema, y quizá su
Historia crítica de los mitos y leyendas de la conquista americana, segunda edición (Buenos
Aires, 1943) es lo mejor que hay al respeto.
^49) BARÓN ERLAND NORDENSKIÓLD : «The Guaraní invasión of the Inca Empire in the
sixteenth century: An historical Indian migration», Geographical Review, 4 (Nueva York,
1917, págs. 103-121.
RELACIÓN GENERAL
21
a ese vasto y arduo territorio (50). Aún hoy, aquella extensión es un obstáculo
formidable, como lo probaron a sus propias expensas bolivianos y paraguayos
en la guerra del Chaco. A poco que los españoles comenzaron a explotar el mineral,
la hjstoria de su descubrimiento ya los fascinaba. El virrey don Francisco de To-
ledo, durante su visita oficial a Potosí, en 1572, ordenó levantar una información
que demostrase la verdad, pues un indio pidió ser recompensado porque su padre,
Diego Huallpa, había sido el descubridor (51). Actualmente esta «literatura del
descubrimiento» ha medrado profusamente (52). Aqtuellia temprana prehistoria
está cubierta por una bruma, que probablemente nunca se esfumará del todo.
b) Cálculos sobre la saca de plata y la población
La Corona, los virreyes de Lima, los oficiales reales de Potosí y, desde luego,
los propios mineros, fueron siempre conscientes de ese barómetro vital de sus
fortunas: las estadísticas sobre la saca de plata. C. H. Haring (53) se interesó
en este aspecto cuando comenzaba su carrera; más recientemente, Bailey W. Diffie
aportó un estudio intitulado «Estimates of Potosí mineral production 1545-
1555» (54). Casi todos los autores que mencionan a Potosí brindan cifras de pro-
ducción, aunque con discrepancias notables. Se ignora, desde luego, la cantidad
del metal extraído por esos curiosos trabajadores de fin de semana ya mencio-
nados, los cajchas, así como de la plata beneficiada sin el pago del quinto real.
Los oficiales reales encargados de cobrar los reales quintos eran celosos en la re-
presión de las actividades ilegales, dentro de lo posible, pero los mineros se
ingeniaban para burlar la ley, de suerte que el contrabando, en todas sus formas,
alcanzó un alto nivel y llegó a ser un arte consumado. Un documento oficial de
archivo, tan antiguo que está fechado en 1558, registra uno de los primeros
intentos para obtener el pago de los derecho* reales por cada libra de plata pro-
ducida (55); la tensión consiguiente entre los mineros y los oficiales reales no
cesó jamás. La tradición del contrabando nació ya en esos días remotos y todavía
persiste hoy; el superintendente de minas en 1953, informaba que casi todos los
mineros trafican metal ¡legalmente, pero son tan diestros que es imposible pi-
llarlos.
Abundante información sobre la saca desplata se hallará en las relaciones de
los oficiales reales; uno, Juan de Echevarría, compiló un cuadro estadístico que
cubre el período de febrero 4, 1556 a 1640 ( 56). Un informe aún más completo,
trazado en junio 16, 1784, por Lamberto de Sierva, como tesorero de Potosí,
abarca cifras de producción de enero 1, 1556, a diciembre, 31, 1783 (57). Según
(50) JOHN WHILE ha popularizado en forma interesante estos intentos en «The Great
Silver Legend», en Argentina. The Life Story of a Nation (Nueva York, 1942), págs, 23-31.
(51) «Relación del cerro de Potosí y su descubrimiento», en JIMÉNEZ DE LA ESPADA,
Relaciones geográficas de Indias, II, págs. 88-89.
(521 MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS recopila mucho de esta literatura en Descubrimiento
y fundación del Potosí (Zaragoza, 1950). Un útil resumen de las versiones más comentas
puede verse en RICARDO BELTRÁN Y RÓZPIDE, ed., Colección de las memorias o relaciones que
escribieron los virreyes del Perú, I (Madrid, 1921), págs. 95-98.
(53) «American gold and silver production in the first. half of the sixteenth century»,
Quarterly Journal of Economics, XXIX (1915), págs. 433-479.
(54) Hispanic American Historical Review, XX (1940), págs. 275-282. De aplicación general
en este respecto es el documento que editó Engel Sluiter, «Francisco López de Caravantes, his
torical sketch of fiscal administration in colonial Perú, 1533.1618», íbid.,- XXV (1945), pági-
nas 224-256.
(55; «Autos. El fiscal con Juan Catalina, vecino de la villa de Potosí, sobre el comiso de
cantidad de plata que trajo fuera de registro», Archivo General de Indias, Justicia 1132, nú
mero 3.
(5b) Museo Británico, «Papeles varios de Indias», vol. X, fs. 405-414.
(57) Un extracto publicótee en Colección de documentos inéditos para la historia d° Es-
paña. V, uágs. 170-184. Otros datos sobre la producción compendiados por Maffei-Rúa Figueroa,
Apuntes para una bibliografía española.
22
LUIS CAPOCHE
esta constancia oficial la Corona recibió 151.722.647 pesos en ese lapso y los mi-
neros 820.513.893 pesos. Será necesario el análisis detenido y escrupuloso de un
historiador economista de todos los datos existentes, para concentrar y evaluar las
cifras de producción y calcular el valor de la plata extraída hasta el momento en
que Bolívar proclamó dramáticamente que las riquezas de Potosí eran poca cosa
claro, no obstante, que el período culminante se alcanzó en el medio siglo inmediato
comparadas con las hazañas llevadas a cabo por Ja libertad en América. Parece
a la visita del virrey Toledo, en 1572, y que al expirar ej siglo xvn, Potosí se
empobrecía para bien de la moral, a estar con un cronista, según el cual, los ve-
cinos iban aprendiendo a quemar cirios en las iglesias al paso que ya no podían
quemar dinero en el mundo (58). El siglo XVIII ofreció a los potosinos aún mejores
oportunidades de practicar la austeridad, pues su pobreza crecía pertinazmente.
Al concluir el período de la independencia, el Potosí no era sino un cascarón.
Las cifras requieren un estudio igualmente cuidadoso y toda la revisión po-
sible Los potosinos tenían un temperamento exaltado y algunas de esas cifras
reflejan quizá el optimismo de la ciudad en auge. Varias veces levantáronse censos,
así llamados, mas es difícil comprobar sus números y debe desplegarse un gran
discernimiento sobre las pruebas a mano, antes de lograr una certeza relativa.
Los datos sobre el número de indios empleados en la mita parecen ser más com-
pletos y exactos que sobre los españoles residentes en Potosí.
el Desarrollo técnico
La saca de plata era Ja vena yugular del organismo hispánico en el virreinato
del Perú; cualquier amenaza contra ella era al punto encarada por el Gobierno.
Durante las dos primeras décadas siguientes al descubrimiento de los minerales
tenían ley tan alta que bastaban hornos rudimentarios para beneficiarlos. Hacia
1566 los minerales de alta ley se habían consumido; hubieron de buscarse métodos
nuevos para beneficiar otros menos ricos, a fin de satisfacer Jas demandas de la
Corona y de los moneros. Así iniciado el proceso técnico se prolongó por dos siglos
y esclarecido satisfactoriamente puede constituir uno de los capítulos más valiosos
en l-i historia de Potosí. Robertson, ej historiador escocés del siglo XVIII, mencio-
nado arriba, creía que ese estudio técnico no concierne al historiador: «La des-
cripción de la naturaleza de los distintos metales., la manera de sacarlos de las
entrañas de Ja tierra, y la aplicación de las operaciones particulares, mediante las
cuales llegan a separarse los metales de las sustancias con que están mezclados,
sea por la acción del fuego, o sea por la potencia atractiva del mercurio, son
objetos más bien de Ja inspección de un naturalista o de un químico, que de la de
un historiador» (59).
Llmberto Giulio Paoli, investigador italiano residente de antiguo en Argentina
y fallecido hace poco, parece ser el único que ha hecho trabajos substanciales (60)
en e?te campo, si bien la bibliografía de Maffei-Rúa Figueroa (61) contenía ya
una buena información sobre documentos a mano, con notas biográficas prove-
chosas sobre personalidades como Fernando Montesinos y Gerónimo de Ayanz.
(58) HELENE DOUGLAS-IRVINE: «All the wealth of Potosí», Pan-American Magazine, XLIII
(1930), págs. 157-162 .
(59) WILLIAM ROBERTSON: Historia de la América, trad. de Bernardino de Amati, IV
(Burdeos, 1827), pág. 153. Un excelente ensayo sobre este historiador es el de Humphreys,
William Robertson and his vHistory of América».
(60) L'etá áurea della metallurgia ispano-coioniale (Roma, 1927), Quaderni di storia della
scienza, núm. 10; originalmente ¿publicada en Archivo di storie della scienza, VII (1926),
págs. 9-115, 226-234; VIII (1927), págs. 83-94, 200-213, 364-376, 496-498. Información general en
José Rodríguez Carracido, Los metalúrgicos españoles en América (Madrid, 1892).
(61) Apuntes para una bibliografía española, I, págs. 52-53, 482-483.
RELACIÓN GENERAL
23
La figura más destacada en Ja historia de la metalurgia potosina es probablemente
el presbítero Alvaro Alonso Barba, cuyo Arte de Los metales. (Madrid, 1640) fué
consagrado como uno de los libros sobresalientes'en el tema, pero acerca de cuya
obra nuevas investigaciones esclarecedoras deben realizarse (62).
El amenazante decrecimiento en los embarques de plata urgió al gran virrey don
Francisco de Toledo a visitar Potosí en 1572; allí formó una junta de mineros
para tratar sobre la construcción de ingenios operados por energía hidráulica
Cuatro ricos mineros ofrecieron fabricar a sus expensas una laguna para recolec-
tar el agua de las lluvias estivales, de suerte que ella no faltase en todo el año.
Hacia 1621 estaba construido un sistema de treinta y dos represas, con capacidad
para 6.000.000 de toneladas métricas quizá. La provisión regular de agua para
mover los ingenios inauguró la era más gloriosa de Potosí. En los próximos años
las fortunas se multiplicaron e hinchieron con las lagunas, cuya construcción ha
sido calificada por un ingeniero de nuestros días, William E. Rudolph, como «una
notable hazaña de ingeniería» (63). Cierto aciago día de marzo de 1626 la gran
represa de San Ildefonso reventó y en menos de dos horas sus aguas habían
arrasado la prosperidad de cincuenta años. Siguió un lento y penoso período de
reedificación, mas las primeras construcciones de técnica hidráulica no fueron
sobrepujadas.
El virrey Toledo se preocupó también por los métodos de beneficio. En 1572
patrocinó la adopción del tratamiento por azogue de Fernández de Velasco, «no
sin fuerte resistencia de los mineros» (64). La busca de minas nuevas en la co-
marca circundante y de beneficios nuevos no cesó jamás; los archivos rebasan
de planes y proyectos para hacer rendir más plata (65). El virrey y la corona
vigilaban constantemente este decisivo frente; pero, si bien se han publicado
descripciones de algunos métodos, lo más de la documentación aún manuscrita
espera al historiador dotado de suficiente idoneidad científica que la estudie. La
oportunidad de enriquecerse con un beneficio nuevo excitó la ambición de incon-
tables personas en Potosí, sin exclusión de los eclesiásticos: el dominico Miguel
Monsalve recibió una licencia exclusiva por veinte años para tratar los metales
negrillos con un sistema secreto a base de azogue, de su invención (66). Mencio-
nemos también entre otros casos de eclesiásticos beneficiadores el del jesuíta Gon-
zalo Carrillo, en 1674 (67). Sabemos que los libros del cabildo de Potosí contienen
una no escasa información sobre procedimientos para el beneficio.
El siglo XVIII presenció la verdadera crisis minera del Perú. Caída la produc-
ción de mercurio en Huancavelica, según lo muestra Whitaker (68), el aprovisio-
namiento debió hacerse desde Europa y aun desde China (69). La falla en un
(62) Valiosos datos bibliográficos y otros en Umberto Giulio Paoli, «11 metallurgista
spagrolo Alvaro Alonso Barba de Villa Lepe (1569-1662)», Archivo di storia della scienza, III
(1922), págs. 150-168. Muchos detalles sobre el Arte de los metales en José Toribio Medina,
Biblioteca hispano-americana, II, págs. 412-422. Según José Vázquez-Machicado, Catálogo, nú-
mero 1.412, en el Archivo General de Indias, Charcas 130, se hallarán documentos de 1662
intitulados «Memoriales impresos del doctor Alonso Barba de Carfias, Chantre de la Catedral
de Charcas, representa lo que ha obrado desde que vino de las Indias, acerca del descubri-
miento y reconocimiento de diferentes minerales y metales en Andalucía, aplicando sus expe-
riencias obtenidas en Charcas. Se acompaña también un memorial impreso de Agustín Núñez
y Zamora, beneficiador de metales. Se habla de los minerales dé Río Tinto, en relación con
los del Perú». Humberto Vázquez-Machicado estudia otro aspetco interesante del padre Barba
en su artículo «En torno a la alquimia del Padre Barba», Universidad de San FrOOrltca
Xavier, XVII (Sucre, julio-diciembre 1951), págs. 362-381.
(63) «The lakes of Potosí», The Geographical Review, XXVI '1936), págs. 529-554.
<64) Ibid., pág. 534.
<65) MAFFEI-RÚA FICUEROA: Apuntes para una bibliograjía española, II, págs. 193 y ss.
<66) Disposiciones complementarias de las leyes de Indias, III (Madrid, 1930), págs. 261-262.
{67) Archivo Nacional de Bolivia, Minas, núm. 1.060.
(68) The Huancavelica Mercury Mine, caps. 5-6.
(69) Archivo General de la Nación (Buenos Aires), Comunicaciones y Resoluciones Reales.
libro VI, f. 167. Comunicación real del 30 de enero de 1790.
24
LUIS CAPOCHE
renglón tan vital afectó también ¡a Potosí desfavorablemente, pues el mercurio
significaba tanto en el beneficio que el nivel de la producción argentífera se com-
putaba «no sobre la base de la plata que los mineros decían haber producido,
sino sobre la cantidad de mercurio que los libros de la administración, mostraban
haberse vendido (70). Subrayamos que aun bajo tan estrictas disposiciones pro-
siguió el contrabando de plata.
La busca de minas nuevas, la rehabilitación de yacimientos hacía tiempo olvi-
dados, la reparación de las lagunas para mantener el abastecimiento de agua y los
enérgicos esfuerzos para mejorar las técnicas de extracción y beneficio prisiguieron
simultáneamente con vigoroso apoyo oficial. El gobernador don Jorge Escobedo
estableció en Potosí una Academia y Escuela Teórico-práctica de Metalurgia o
Arte de Beneficiar Metales; en su apertura oficial (febrero 3, 1779) pronunció
un discurso de veinticuatro páginas y promulgó unas ordenanzas en diecisiete
páginas (71), debidamente aprobadas por la Corona en enero 14, 1780 (72). Esta
escuela de minería es un interesante ejemplo inlustrativo sobre el renacimiento
borbónico en el Imperio español y puede ser bien estudiada, pues hay documen-
tación. La Academia no mejoró substancialmente las técnicas mineras, pero es-
timuló la preparación de tratados científicos por dos vecinos de Potosí, Antonio
Olier y su director, doctor José de Suero González y Andrade. Que el plantel no
fué sino un conato frustrado lo demuestra que el gobernador don Juan del Pino
Manrique—enviado a Potosí para implantar el nuevo sistema de las intenden-
cias—informaba poco tiempo después al ministro José Gálvez que los mineros
no tenían ni la menor formación técnica. «El asiento más importante de la Amé-
rica, es el más abandonado por no haber los conocimientos necesarios ni para labrar
minas ni para beneficiar metales.» Como no encontrara en Potosí «libros ni cursos
adecuados», proponía que se impusiese una contribución especial al azogue em-
pleado en el beneficio para traer desde Europa tres profesores competentes. El
enérgico e ilustrado gobernador llegó incluso a especificar los tratados técnicos
que serían más adecuados para impartir la instrucción conveniente a los mineros.
Tampoco desdeñó la oportunidad para lamentar lo elevado de los precios y lo bajo
de los salarios reconocidos a los funcionarios potosinos, hasta el punto de que el
gobernador de aquel apartado y frío asiento «debe considerarse como un Ministro
desterrado a la Siberia, pues la destemplada región de esta Villa dista poco del
rigor de aquel país» (73).
Así no es de extrañar que algunos años más tarde, el barón Tadeo von Nor-
denflicht y una misión de científicos alemanes fueran enviados a Potosí, donde
permanecieron estudiando y experimentando por un buen tiempo. Uno de los
expertos, Antonio Zacarías Helms, refiere que «todas las operaciones mineras en
(70) WHITAKER: The Huancavelica Mercury Mine, págs. 6-7.
(71) Archivo General de Indias, Charcas 425, según José Vázquez-Machicado, Catálogo,
núm. 2.331. También en la Biblioteca Nacional (Buenos Aires).
(72) JOSÉ VAZQUEZ-MACHICADO: Catálogo, núm. 2.332.
(73) «Informe reservado del gobernador intendente de Potosí, sobre la nueva real orde-
nanza de intendentes del virreinato del Río de la Plata.), Potosí, febrero 16, 1783. Revista
chilena, VII (Santiago de Chile, 1877), págs. 207-234. La parte relativa a Potosí corre en las
págs. 224-225. Sobre la Academia de Escobedo Jesús Domínguez Bordona, Manuscritos de
América (Madrid, 1935), ms. 318, inscribe la pieza de Olier, «Discurso físico-químico sobre
la metalurgia formado a favor de la Escuela establecida en Potosí para el beneficio de mine-
rales en el año de 1779». Sobre el otro tratado, JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 2.333,
tiene este ítem, año 1782: «Carta del Gobernador de Potosí Jorge Escobedo, manifestando que
a consecuencia de haberse aprobado las Ordenanzas para la Academia metalúrgica de Potosí,
se van experimentando progresos. Acompaña dos obras para la más fácil enseñanza de esta
Facultad; su autor es don José de Suero González y Andrade, director, doctor en ambos dere-
chos, Cura decano del Arzobispado de Charcas y actual de la Parroquia de San Bernardo
de Potosí y Censor de la Academia Metalúrgica. Pide el gobernador permiso para la impresión,
para la cual remite 1.000 pesos a don Nicolás Fernández de Rivera. Hay una nota que dice-
haber llegado la obra bastante estropeada a causa de la lluvia; que se espere el duplicado.»
RELACIÓN GENERAL
25
Potcí—molienda, cernido, lavado, amalgamación, calcinación—se ejecutan desali-
ñada, despilfarrada y anticientíficamente» (74). Helms abrió un laboratorio, donde
ofrecía explicaciones diarias «para disipar la barbarie e ignorancia increíbles que
prevalecían en las secciones de mineraje y amonedación». Los peritos extran-
jeros se detuvieron tanto en Potosí que el virrey Croix se quejó por su
retardo en proseguir a Lima y los mineros en Potosí comenzaron a resentirse por
su presencia, aunque la copiosa documentación de archivos sugiere que sus cono-
cimientos hacían allí una gran falta (75).
Aún así, la producción siguió declinando. En Ja época de las guerras de Inde-
pendencia Potosí estaba nuevamente en un punto muerto, si bien participó activa-
mente en la lucha desde el bando realista y sufrió invasiones por parte de los
rebeldes de Buenos Aires (76).
Durante cerca de 250 años Potosí había procurado' vigorosamente incrementar
su tecnología. La historia de estos esfuerzos, una vez conocida, será importante
para comprender el desarrollo científico de América española. El rasgo más nota-
ble en el orden técnico reside, sin duda, en que durante siglos, la extracción y el
beneficio de uno de los minerales más importantes de la tierra estuvieron librados
a la rutina. Lo prueba el que la misión Nordentlicht pudiese acrecentar enorme-
mente el rendimiento, aplicando métodos sistemáticos y el que este esfuerzo resul-
tase totalmente perdido, porque no logró modificar la mentalidad tradicionalista
de la mayor parte de los mineros.
d) Trabajo indígena.
Los indios soportaban el peso aplastante del trabajo en Potosí, fuesen o no apro-
piados métodos y leyes de minería. A sólo cinco años de la primera excavación los
españoles habían batido cientos de millas a la redonda en busca de indios para las
minas. Los naturales, traídos desde las comarcas más bajas, morían fácilmente en
el clima crudo de Potosí, muchos caían en el camino, y las terribles condiciones
del trabajo en el Cerro mataban a un número aún mayor, de suerte que pronto
cundía por dondequiera el pánico. Fray Domingo de Santo Tomás, dominico, ami-
go y discípulo de Bartolomé de Las Casas, refería todo esto al Consejo de Indias
en julio 1, 1550) en expresivas y escalofriantes frases (77). Para Santo Tomás
Potosí era «una boca del infierno», que se tragaba anualmente miles de inocentes
y pacíficos indios. Acusaba a los rapaces españoles de tratar a los naturales como
a «animales sin dueño» y de precipitarlos impíamente en las minas, donde perecían
tantos. Otro abogado de los indios describe la situación en el siglo xvn termi-
nantemente: «No es Plata lo que se lleva a España, sino Sudor y Sangre de
Indios» (78).
(74) Travels from Buenos Aires, by Potosí to Lima, 2.a ed. (Londres, 1807), págs. iv, 50.
(75) Importante material sobre la misión Nordenflicht, localizada por José Vázquez-Ma-
chicado, Catálogo, núms. 448-450, 456.458, 461, 464, 2.513. Otros datos sobre Nordenflicht
en el Archivo General de la Nación (Buenos Aires), Museo Británico, Archivo General de
Indias y Academia de la Historia (Madrid).
(76) Sobre Potosí durante la guerra de Independencia ver ENRIQUE VIDAURRE: Potosí
cuartel general de los guerreros d& la independencia (La Paz, 1952). Un material correlativo
que no he visto es CHARLES W. ARNADE, «Una bibliografía selecta de la guerra de la emanci-
pación en el Alto Perú», Boletín de la Sociedad Geográfica y de Historia de Potosí, XL
(Potosí, 1953), págs. 159-169.
(77) La carta está publicada en JOSÉ MARÍA VARGAS, O. P., Fr. Domingo de Santo Tomás
(Quito, 1937), Escritos, págs. 15-21. Una protesta semejante de los mercedarios se encontrará
en el documento fechado en Potosí, mayo 31, 1550, intitulado «Información del trabajo y tra-
tamiento que se da a los indios en las minas de Potosí, declaran los Padres Fr. Miguel Segura,
Fr. Juan Cáceres y Fr. Esteban Telles a petición de Alonso de Montemayor y Pedro Fer-
nández Paniagua», VÍCTOR M. BARRISCA, ed., Los merctdarios en el P rú en el siglo XVI, IV,
pág. 26. ' w
(78) Jorge Basadre cita esta frase en su El Conde de Lemos y su tiempo, 2." ed. (Lima,
1948)
26
LUIS CAPOCHE
Así comenzó el conflicto inevitable entre los protectores y los explotadores de
los indios. Teóricamente éstos gozaban de considerable libertad (79), pero, de
hecho, las urgencias por más plata imponían la constante e imperiosa necesidad de
echar más gente a las minas. El trabajo en el clima cruel del lejano y apartado
Potosí era tan temido por los indios que se recurrió a varios expedientes para
proveer brazos, incluso una provisión del virrey Hurtado de Mendoza, en 1559,
para "que a todo indio condenado a muerte o destierro se le conmutase la pena
por el trabajo en Potosí (80). Esta medida no podía resolver si mucho menos el
problema y la busca de indios con destino a las pesadas y peligrosas labores mi-
neras prosiguió. Tan agotadoras eran éstas que concluían con la neumoconiosis,
caracterizada como la «primera enfermedad profesional en América» {81).
El virrey Toledo, cuyo gobierno fué tan importante para Potosí, hizo el primer
repaitimiento general de indios, según el cual, una porción de cada parcialidad
debía servir en las minas por un período fijo. Este sistema de trabajo se denominó
mita y en redor a él arremolinóse una encarnizada controversia durante todo el
período de la Colonia. El virrey don Luis de Velasco se quejaba en 1579 porque
la mayor dificultad en las minas consistía en la falta de indios, a causa de la cons-
tante oposición de letrados y eclesiásticos (82) Juan de la Padilla y Pastrana, gran
amigo de los indios, dentro de la tradición de Las Casas, obtuvo una prohibición
precaria de la mita en la primera mitad del siglo XVII (83).
Ninguna otra institución hizo amontonar tantas resmas de correspondencia ni
promovió discusiones tan vehementes ante el rey, el Consejo de Indias y los virre-
yes; ningún cuerpo documental provee mayor información sobre el número y la
distribución de indios de todo el Perú como los padrones, parecidos a censos,
correspondientes a la mita (84). Los legajos abundan en peticiones de indios, opi-
niones coincidentes de eclesiásticos y juristas, y memoriales impresos de agentes
de los mineros en la corte que supieron mantenerse en poderosa y organizada ante-
sala para defender allá sus intereses (85). AI expirar el siglo xvm se desencadenó
una de las más estridentes y famosas controversias de la mita, entre el criollo Pedro
Vicente Cañete y Domínguez, que la defendía vigorosamente, y el peninsular Vic-
torián de Villava (86), que erudita y enconadamente la impugnaba. Una sola co-
lección de documentos sobre la mita en el Archivo General de Indias incluye once
(79) «Cumplimiento e diligencias que la justicia de la villa de La Plata hizo acerca de la
libertad que los indios que están en las minas de Potosí tienen de irse a sus tierras sin que
nadif se lo impida», Archivo General de Indias, Justicia 667, n. 1
(80) MAFFEI.RÚA FIGUEROA: Apuntes para una biblioteca española. II, pág. 194.
(81) JUAN B. LASTRES: Historia de la medicina peruana, II (Lima, 1951), pág. 72.
(82) Archivo Nacional (Sucre), Minas, complemento, «Tanto simple de carta de don Luis
de Velasco, virrey del Perú, a la Audiencia de Charcas, 1957, agosto 6».
(83) BASADRE: El Conde de hemos, págs. 112-145.
(84) El Archivo General de la Nación (Buenos Aires) conserva muchos legajos de manus-
critos inaprovechados sobre este asunto: Mita de Potosí, años i795-1797; Padrones Potosí,
1575-1785; Padrones Alto Perú, 1645, y Potosí, Ordenanzas de Virreyes y Mita, 1683-1774;
todos éstos contienen información abundante.
(85) La Corona acabó por cansarse oyendo a los agentes de ciudades y universidades de
Indias, y en 1643 prohibió tales misiones. Ello no arredró a los mineros, naturalmente, pues
vemos a Juan Rodríguez Pizarro arguyendo en un memorial impreso por qué la orden no debía
aplicarse a Potosí, JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 664. El memorial está en el
Archivo General de Indias, Charcas 32, que contiene otros documentos sobre el tema, así como
Charcas 118. El Archivo General de la Nación (Buenos Aires) conserva también documentación
de este género que podría clasificarse como «Congojas de los azogueros». Ver especialmente
los 20 legajos de División Colonia, Sección Gobierno, Potosí. El legajo 1 contiene material
del período 1642-1643, mientras los restantes 19 conciernen a 1751-1809. También hay una
«Repiesentación de los azogueros», de 1795-1797, en dos legajos, en la Sala Nueve (14-8-6,
14-8-8).
(86) Ricardo Levene tiene una excelente monografía sobre esta notable figura, Vida y es-
critos de Victorián de Villava (Buenos Aires, 1946).
RELACIÓN GENERAL
27
prietos legajos de manuscritos, y uno de éstos por sí solo cuenta 1.273 hojas (87).
Afortunadamente la estudiosa francesa Marie Helmer ha investigado este aspecto
significativo en la historia de Potosí y a su tiempo producirá, sin duda, una mo-
nografía sobre institución tan fundamental, de acuerdo con sus trabajos en archivos
españoles (88). Gunnar Mendoza ha estado trabajando también sobre este aspecto
fundamental y podemos esperar de él estudios provechosos basados en el rico
material manuscrito accesible en Sucre (89). Mucho queda por decir sobre esta
institución prehispánica que los españoles desarrollaron y sistematizaron, de acuerdo
con sus propias conveniencias.
-e) Leyes de minas.
En relación íntima con el trabajo indígena y el progreso técnico e influyendo
en muchos aspectos de la vida potosina estaba el sistema de leyes previsto para la
explotación minera. Los españoles encontraron en el Nuevo Mundo un campo
vasto y fecundo para su famosa prespicacia y devoción legistas. No hay otra ma-
teria tan fieramente debatida como las regulaciones del trabajo indígena, ni otro
cuerpo legislativo que afectase tanto al status económico de los mineros como los
códigos compuestos para regir la explotación de Potosí. Con precedencia a las
importantes ordenanzas del virrey Toledo en 1578, habíanse dictado otras en 1561
y quizá aún antes.
Durante dos siglos fué sedimentando así una legislación sistematizada final-
mente en el Código Carolino de Ordenanzas Reales de las Minas del Perú y demás
Provincias del Río de la Pfcis, de 1794, trazado por Pedro Vicente Cañete y apo-
yado por el gobernador de Potosí Francisco de Pauja Sanz. El manuscrito en dos
volúmenes de esta notable obra, con detallado índice, contiene una compilación de
muchas leyes mineras de América, junto a recomendaciones para reformas adecua-
das a Potosí. Tan metódico y minucioso estudio merece ser investigado y publicado
con una introducción histórica que esclarezca la prolongada experiencia sobre la
cual descansa y el movido debate que acompañó a su formación. Así presentado
será una fuente indispensable de información para la historia legal, gubernativa
y tecnológica de Potosí (90).
f) Comercio.
La venta de mercancías en Potosí era tan lucrativa que los arrogantes espa-
ñoles se dignaron hacer de mercaderes y aun de tenderos, aunque en los comienzos
algunos caballeros aseguraban que sus viajes comerciales eran partidas de caza,
para evitar la afrenta entonces pendiente sobre los mercaderes y los tratantes (91).
El tráfico con los pródigos mineros fructificó prontamente en fortunas y desde
sus días más tempranos la gran feria de Potosí fué famosa. Un analista enumera
así los géneros que desde lejanos rincones del mundo llegaban, atraídos DOT las
(87) «Expedientes sobre la mita de Potosí», Archivo General de Indias, Charcas 266-276.
El legajo 272 contiene un índice en doce páginas, fuera de 1.261 hojas.
(88) Probablemente el estudio más útil hasta hoy es JORCE BASADRE, «El régimen de la
mita», Letras (Lima, 1937), tercer trimestre, págs. 325-364. Hay un reciente y valioso artículo
de MILE. HELMER, «Potosí á la fin du XVIII siécle (1776-1797). Histoire d'un manusorit»,
Journal de la Société des Americanistes, nueva serie, XL (1951), págs. 21-50. Otra contribución
de MLLE. HELMER, es «La féte des morts chez les indiens de Potosí á la fin du XVIIIe siécle,
d'apres un texte inédit des Archives des índies», íbid., nueva serie, XLI (1952), págs. 504-506.
(89[) Un trabajo suyo está en vísperas de publicarse por la Revista de sociolo.gía, de la
Universidad de San Francisco Xavier (Sucre).
(90) Ver supra nota 28.
(91) COBB: «Supply and transportation for the Potosí mines, 1545-1640», pág. 27. José
Durand da ejemplos adicionales de cómo las oportunidades comerciales en América quebranta-
ron los prejuicios de algunos españoles, en «Vida social de los conquistadores del Perú»,
Excelsior (México, julio 10, 1949).
28
LUIS CAPOCHE
exportaciones de plata: «[...] sedas de todas clases y géneros tejidos de Granada;
medias y espadas de Toledo; ropa de otras partes de España; hierro de Vizcaya;
rico lino de Portugal; tejidos, bordados de seda, de oro y de plata, y sombreros
de castor de Francia; tapicerías, espejos, escritorios finamente trabajados, bor-
dados y mercería de Flandes; ropa de Holanda; espadas y otros objetos de acero
de Alemania; papel de Genova; sedas de Calabria; medias y tejidos de Ñapóles;
rasos de Florencia; ropa, bordados y tejidos finos de Toscania; puntas de oro
y plata y ropa fina de Milán; pinturas y láminas sagradas de Roma; sombreros
y tejidos de lana de Inglaterra; cristales de Venecia; cera blanca de Chipre,
Creta y la costa mediterránea de África; grana, cristales, marfil y piedras pre-
ciosas de India; diamantes de Ceilán; aromas de Arabia; alfombras de Persia,
el Cairo y Turquía; todo género de especias de Malaya y Goa; porcelana blanca
y ropa de seda de China; negros de Cabo Verde y Angola; cochinilla, vainilla,
cacao y maderas preciosas de la Nueva España y de las Indias Occidentales;
perlas de Panamá; ricos paños de Quito, Riobamba, Cuzco y otras provincias de
las Indias, y diversas materias primas de Tucumán, Cochabamba y Santa Cruz» (92).
Cientos de leguas a la redonda batíanse para proveer mantenimientos. Los caballos
de Chile alcanzaron precios fantásticos, por considerárselos «de tal brío que a la
verdad competían con los céfiros del afamado Betis» (93).
E! camino de Buenos Aires a Potosí era el eje en torno al cual giraba toda la
política económica del Río de la Plata, escribe el historiador economista Raúl A.
Molina. «El extenso comercio de contrabando por Buenos Aires tenía un sojo
objetivo: llegar a Potosí, la Meca del comercio hispánico en aquel período, la
Samarkanda americana» (94). Muías de Córdoba, esclavos indios del sur de Chile,
coca del Cuzco, géneros portugueses vía Buenos Aires, Colonia u otros puertos;
todo se movía irresistiblemente arrastrado por el mercado insaciable que suscitara
la montaña de plata.
Los arrojados mercaderes aventureros que dejaban el Brasil para buscar for-
tuna en Potosí y otros asientos mineros andinos eran llamados peruleros. Su his-
toria no está escrita pero parece claro que les cupo una función importante en la
vida comercial de la Villa. Dice una tradición que la vasta y magnífica bahía de
Copacabana, en Río de Janeiro, debe su nombre a un perulero familiarizado con
el famoso santuario junto al lago Titicaca (95). Los proyectos militares de Portugal
y el desarrollo de la ruta clandestina al Perú por puertos atlánticos eran algo así
como una respuesta al poder magnético de Potosí, cuyas exigencias económicas
pugnaban tanto, que se hizo un tenaz pero malogrado esfuerzo para dotarlo de
salida al Atlántico por Buenos Aires, en vez de la prolongada y ardua ruta a Lima,
luego a Panamá y de allí a España. Recientemente el historiador inglés Charles R.
Boxer ha descrito bien esta arteria comercial y política a mediados del siglo xvn,
en su consistente e interesante obra Salvador de Sá and the Struggle for Brazil
and Angola, 1602-1686 ( 96).
(92) Cita según la crónica de Orsúa y Vela en Rudolph, «The lakes of Potosí», pági-
nas 636-537.
(93) DOUGLAS-IRVJNE : «All the wealth of Potosí», pág. 160.
(94) El doctor Molina me permitió gentilmente examinar su gran libro inédito H''toria
económica del Río de La Plata, donde se encuentra esta proposición. El capítulo 2 de la se-
gunda parte es sobre «La ruta a Potosí, el eje alrededor del cual gira toda la política econó-
mica de la metrópoli». Tengo una gran deuda a la penetración y diligencia del doctor Molina.
(95) HORACIO ANÍBAL UGARTECHF: Copacabana y sus tradición,'* religiosas (La Paz, 1952),
págs. 32-34.
(96) Londres, 1952. Ver especialmente el cap. III, «The Road to Potosí», con ricas notas
bibliográficas. Una monografía fundamental sobre el tema del contrabando en conjunto es
ALICF P. CANABRAVA: O comercio portugués no Rio da Prata (San Pablo, 1944). JOHN A.
HUTCHINS ha escrito una tesis doctoral intitulada Portugal and The Plata: Th' ConJUct of
Luso-Hispanic Interests in Southern Brazil and the North Bank of the Río de la Plata, 1493-1807
(American University, Washington, D C, 1953). Contiene escasa información específica sobre
Potosí, pero es de provecho como información general.
RELACIÓN GENERAL
29
g) «Pretensiones» de la Villa de Potosí.
Los vecinos de Potosí sintieron temprano una creciente ansiedad de grandeza
y desde los años iniciales procuraron el reconocimiento regio de lo que la villa
significaba para la Corona. Carlos V concedió a Potosí el título de Villa Imperial
-e inscribió en su primer escudo de armas la divisa: «Soy el rico Potosí, del mundo
soy el tesoro, el rey de todos los montes y la envidia de los reyes.» En el escudo
que su prudente hijo Felipe II mandó, se puso esta otra, apenas menos modesta:
«Para el poderoso Emperador, para el sabio Rey, este excelso monte de plata
•conquistará al mundo entero»; insinuación soberana, levemente velada, de que
la plata hacía girar las ruedas del Imperio. Aparte el derecho del quinto sobre toda
la plata beneficiada no faltaban presentes y préstamos graciosos con que los po-
tosinos servían a un rey cada vez más pobre, cuyas arcas no abastecían a sus ne-
cesidades. Los documentos de archivo atestiguan que los potosinos supieron so-
correT a la Corona en sus apuros (97).
Es natural que Potosí esperase alguna recompensa por sus servicios. Aquí el
viejo proverbio español: «Hazme Ja barba, hacerte he el copete.»
En consecuecia la Villa Imperial enviaba regularmente agente a la corte, dis-
tante miles de leguas para interponer sus deseos. Para comenzar, cansóse de su
subordinación jurisdiccional a la ciudad de La Plata, distante 160 kilómetros; los
mineros lucharon por romper este yugo y hacia 1561 lograron su exención (98).
Los Cabildos, o consejos comunales, fueron criaturas más bien débiles en las
colonias españolas. No así el que regía los asuntos locales del rico Potosí. Sus
agentes disfrutaban de un verdadero poder de estipulación y presentaban sus de-
mandas en documentos bien compuestos y minuciosos (99). Antonio de León Pi-
nelo. uno de los administradores, juristas y bibliógrafos más sobresalientes del
siglo XVII, coordinó instrucciones y peticiones en favor de Potosí. Sebastián de
Sandoval y Guzmán fué señaladamente activo; sus Pretensiones de la Villa Impe-
rial de Potosí, excelentemente impresas en Madrid, .1634, son ejemplo típico de
toda una profusa literatura que bien puede llevar el rótulo «Pretensiones de Po-
tosí» (100).
(97) «Relación de los pesos de oro con que han contribuido los vecinos de Potosí para
servicio gracioso a S. M. Sigue la lista de los vecinos con anotación de la cantidad que han
dado. 1591», JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 733. Una real carta de agradecimiento
se remitió a esos leales y generosos mineros en marzo 18, 1592, Archivo General de Indias,
Charcas 415, lib. 2, f. 89. En 1609 un residente potosino, Pedro Mondragón, prestó al rey
70.000 ducados, íbid., Charcas 415, lib. 2, f. 216 v.
(98) Archivo General de Indias, Patronato 188, núm 27, «Asiento del 21 de enero, 1561,
que hizo el Conde de Nieva, Virrsy del Perú, con la villa del Potosí, exceptuándola de la
jurisdicción de la ciudad de La Plata».
(99) Típicas muestras de las gestiones potosinas se encuentran en «Sumario de los capítulos
y escrituras presentados en el Consejo por parte de la villa de Potosí», en 1567, Archivo
General de Indias, Charcas 32. Otra carta del Cabildo al Consejo de Indias, noviembre 2,
1567, se encuentra en el mismo legajo. En julio 29, 1589, muchos residentes y mineros de
Potosí firmaron una carta al rey, íbid.. Charcas 16. En el Archivo General de Indias, Charcas
32, 118 se encuentra memoriales y representaciones impresos en favor de los mineros. Mathias
del Campo y de la Rynaga compuso otro documento (c. 1.672), defendiendo el empleo de
indios en las minas, que alcanza el volumen de un libro. Ejemplares de esta rarísima pieza se
encontrarán en la biblioteca de la Sociedad Geográfica (Sucre) y en el Museo Británico
(Ms. Add. 17.583, núm. 1, págs. 7-167).
(100) Pretensiones de la Villa Imperial de Potosí, propuestas en el Real Consejo de Indias
(Madrid, 1634). Para una útil nota ver MAFFEI-RÚA FIGUEROA: Apuntes para una biblioteca
española, II, págs. 370-371. Este agente de Potosí fué activísimo en favor de sus mandantes,
pues presentó otros varios memoriales impresos con diferente spropósitos, Archivo General de
Indias, Charcas 32, según JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núms. 651-653. Sus cifras sobre
la producción de plata han sido impugnadas por DIFFIE, Latin American Civilizatíon, pág. 282.
Un voluminoso documento en 685 páginas fué suscrito por Sandoval en Panamá en Junio 25,
1639 y constituye quizá un compendio de todas sus proposiciones, Biblioteca Nacional (Madrid),
ms. 2.451.
30
LUIS CAPOCHE
¿Qué querían los mineros? Más indios de mita, azogue más barato, menos
interferencia administrativa de los oficiales reales, eran algunas de sus demandas.
Sonoras y pertinaces peticiones sobre estos y otros problemas llenan muchos volú-
menes- en los archivos. Resistieron la salida de gente empleada en Jas minas a gue-
rrear en Chile y otros puntos amenazados del Imperio (101). Creían que la dis-
posición del virrey Toledo para que los mineros no fuesen presos por deudas ni
sus bienes embargados para satisfacerlas era una ley sabia por nada revocable,
pues garantizaba una producción constante, de la cual dependía el bienestar de
Potosí y, por ende, una entrada más firme para su majestad. También como
ayuda a los mineros fué establecido el Real Banco de San Carlos, cuyo estudio
constituirá ciertamente un capítulo valioso en la historia administrativa de Po-
tosí (102).
Los potosinos pugnaron por eximirse de la alcabala, o impuesto a las ventas;
también urgieron a la Corona para que dispusiese que los mercaderes de Panamá
y el Perú enviasen suficientes efectos a los mercados siempre sedientos de Poto-
sí (103). Y anhelaban, sobre todo, que los derechos reales sobre la plata se redu-
jesen del quinto al décimo.
Estos y otros privilegios y exenciones impetraba un pueblo consciente de su
poder y conocedor de las perpetuas urgencias regias (104). Sus pretensiones solían
ser admitidas en parte y por períodos limitados, pero los potosinos nunca estuvieron
satisfechos del todo. Todavía en 1783 el rey condecoraba a la Villa Imperial con
el dictado de «Fidelísima», en otro augusto intento de adormecer sus sentimientos
con bellas palabras (105). La lucha entre una dinastía de monarcas apurados
y Potosí fué, de hecho, un continuo sube y baja que sólo terminó con la victoriosa
revolución contra España.
h) Literatura y conocimientos.
La ciudad del auge vivió demasiado absorta en la minería y en el goce desor-
denado de sus ganancias para ocuparse mucho en el saber y otros aspectos refi-
nados de la vida. Irving A. Leonard ha descubierto una lista de libros remitidos
en 1626 para su venta en Potosí, pero se sabe poco sobre la situación literaria
propiamente dicha (106). Don Tomás García Muriel, boticario del hospital, dedicó
(JOl) Archivo General de Indias, Charcas 134, «Autos e información cerca del perjuicio
que se a seguido en la villa de Potosí por levantar gente en aquella villa para el reyno de Chile».
(T02) Las «Ordenanzas antiguas y modernas del Real Banco de San Carlos de Potosí» y
otros elementos documentales que constituyen una gran colección sobre el tema, se hallan en
el Ai chivo General de Indias, Charcas 568, según JOSÉ VÁZQUEZ MACHICADO, Catálogo, nú-
mero 2.937. El banco fué establecido por real orden de julio 19, 1782, y, al parecer, fué suce-
dáneo de un deficiente Banco de Azogueros. Material complementario en el Archivo General
de la Nación (Buenos Aires), Reales Cédulas, 24, pág. 326; 27, ?ágs. 207.299; 43, pág. 125,
y un legajo en la División Colonia, Sección Gobierno (Sala 9, 14-3-5).
(103) JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 615, «Expediente seguido por la Villa
Imperial de Potosí, para que se mande a los mercaderes del Perú y Tierra Firme, que carguen
de aquí en adelante mercaderías para aquellas partes y lleven con ellas hierro y acero para dicha
provincia. 1605».
(104) «Carta del Cabildo secular de la Villa Imperial de Potosí a S. M. suplicando que
en lugar del quinto que hasta aquí han pagado de los metales, de aquí en adelante se les
suba [Sic] al diezmo y se Jes; modere el precio de los azogues y se les quite la Alcabala.
Potosí, 4 de mayo de 1596», JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 606. El problema estuvo
pendiente por algún tiempo. En abril 2, 1608, el rey pidió informe a la Audiencia de Charcas,
Archivo General de Indias, Charcas, 418, lib. 2, f. 245 v.
(105) «Real cédula condecorando a la Villa Imperial de Potosí con el título de Fidelí-
sima en renumeración de sus distinguidos servicios. San Ildefonso, agosto 10, 1783», JOSÉ
VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 2.367. Una carta del virrey de Buenos Aires, febrero 22,
1783, trata sobre lo mismo, íbid., núm. 2.368. Ambos documentos en el Archivo General de
Indias, Charcas 429.
(106) «Pérez de Montalbán, Tomás Gutiérrez, and two book lists», Hispanic Review, XII
(1944), págs. 275-287.
RELACIÓN GENERAL
31
y envió al rey, en 1666, ciertos versos y novelas, a la espera de alguna recom-
pense (107), si bien, siendo el «clima de opinión» evidentemente adverso, pocos
libros fueron compuestos en Potosí al parecer, aunque tampoco faltaron leales
vecinos que, celosos de que los anales del solar patrio se apreciasen en el mundo,
escribieron algunas historias de la Villa, sobre todo, en el siglo 'XVIII. Por lo visto,
el teatro floreció con representaciones de Lope de Vega y otros autores (108); no
sabemos de piezas nuevas 'compuestas por potosinos.
La educación no desempeñó un gran papel; alguna atención se concedió a la
enseñanza de los niños indios y en La Plata se estableció una cátedra para el
aprendizaje del aymara, costeada con recursos de los mitayos de Potosí (109).
Investigaciones futuras acrecentarán, sin duda, grandemente nuestro conocimiento
de la vida cultural potosina. Entre tanto recordemos un hecho cierto, que da una
buena clave para apreciar la situación de los conocimientos en la alborotada comu-
nidad minera : en ninguna de las numerosas obras de José Toribio Medina que
inscriben los libros impresos en el Nuevo Mundo—ciudad de México, Lima, Ma-
nila, Guatemala, Bogotá y otros centros dispersos en todo el Imperio indiano—se
registra uno, ni siquiera un folleto, publicado en Potosí, pese a Ja riqueza y al
poder que disfrutó durante casi trescientos años; mas, paradójicamente, alguna
parte de las riquezas potosinas se aplicaron a empresas culturales en España:
sabemos, por ejemplo, que ej célebre magnate Antonio López de Quiroga costeó
los libros Nobiliario [...] del reino de Galicia (Madrid, 1677) y Phlmas y triun-
fos |...] del reino de Galicia (Madrid, 1678), de fray Felipe de la Gándara.
¿Cuántos otros libros fueron editados por los ricos potosinos ganosos dte impre-
sionar con su munificencia a los alejados conterráneos?
i) Potosí, crisol de América.
La riqueza arrastró hasta el célebre núcleo minero andino a indios de muchas
partes del Perú en una migración forzada, de proporciones nunca vistas antes en
estas tierras, pues, según la ley del inca, solamente los comisionados reales podían
ir por los viaductos (110). También se trajeron negros, pese a las dudas sobre su
utilidad en la fría y enrarecida atmósfera potosina (111). Españoles de toda la
Península y de todo género de vida concurrieron en la carrera de cateo al Cerro,
y no es raro escuchar que uno de los mineros fuese descendiente de Colón.
Los extranjeros eran tantos, que la Corona acabó por alarmarse ante los pe-
ligros derivados de su presencia. Un documento de 1581 (112) inscribe a los
extranjeros residentes en la villa; muchos otros padrones e informes sobre su
(107) «Carta dirigida a S. M. por don Tomás García Muriel, boticario del Hospital de
Potosí, remitiendo unos versos y unos romances en memoria del Rey. Pide que en recom-
pensa se le dé el título de capitán general de los naturales de la mita del Cerro. Potosí, octubre
2, 1666», JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO, Catálogo, núm. 1.180.
(!08) Diversos documentos sobre las actividades y, pleitos de dos empresarios teatrales
(c. 1.626), Antonio Encinas y Francisco Hurtado, en el Archivo Nacional (Sucre).
(109) Archivo Nacional (Sucre), Reales cédulas, núm. 251, noviembre 14, 1584. Ver
también Disposiciones complementarias de las leyes de Jodias, IIT, págs 18-19. La enseñanza
de los niños consta de un documento de diciembre 20, 1707, íbid., II, pág. 121. Particulares
relativos a la cátedra de aymara en Archivo Nacional de Bolivia, Audiencia de Charcas:
«Papeles relativos a la Universidad de San Francisco Xavier, 1585-1825», colegidos y catalo-
gados por Gunnar Mendoza L.
(110) WILLIAM BOLLAERT: «Observations on the past and present populations of the New
World», Publications of the Anthropological Society of London, Memoirs, I, pág. 81.
(111) En julio 26, 1608, la Corona inquirió si sería convenien'.e introducir esclavos negros
por Buenos Aires para relevar a los indios en la labor de las minas. La respuesta, de febrero 18,
1610, dice que los negros no eran útiles en las minas, pero que 1.500 a 2.000 podían ocuparse
anualmente en servicios domésticos y agrícolas, Archivo General de Indias, Charcas 35.
(112) Jbid., Charcas 41.
32
LUIS CAPOCHE
ocupación y sobre si su residencia era «inconveniente» o no, fueron dispuestos
por ¡os diligentes funcionarios de la Corona (1.13). Los documentos de la Inqui-
sición suministran referencias a presuntos herejes y a portugueses que habían
prosperado en Potosí (114).
Otro motivo de preocupación regia era el gran número de vagabundos y pi-
caros que florecía en la villa. Estos no sólo no producían plata5 sino que eran
potencialmente peligrosos como alborotadores. A menudo se despachaban órdenes
para que los «vagabundos que infestan la villa» fuesen sumariamente castigados
y desterrados (115). Visto el fracaso de esas disposiciones la Corona ordenó que
aquella gente fuese discretamente enviada a nuevos descubrimientos y conquis-
tas (116). Si no muertos en las guazabaras, por lo menos, saldrían de Potosí y
quedarían a residir lejos, quizá por siempre jamás.
En su conjunto, la vida social en esta bullente comunidad tiene un aire de
Far West. Fué un inmenso crisol, más aún que otros centros del Imperio, pues
pocas mujeres blancas podían soportar su clima; el nacimiento de los niños era
en particular dificultoso, a causa de la altitud (117). En 1586, los mestizos (hijos
de español e india) provocaron un motín (118). La historia de Potosí está festo-
neada de disturbios que provenían, en parte al menos, de la tremenda mezcla de
pueblos que habían acudido allí tumultuosamente. Una pequeña rebelión ignorada
se intentó en 1599 con ayuda de ingleses (.119).
La mezcla racial originó resultados interesantes. De tiempo en tiempo se en-
cuentran documentos oficiales de archivo sobre gestiones de individuos que pedían
ser reconocidos legalmente como mestizos, pues de otra suerte eran forzados a
trabajar en las minas como indios (120). En cambio, por lo menos un proceso
lega!, se refiere a alguien que proclamaba ser indio y no quería ser considerado
mestizo (121).
Los sastres se fueron a las armas entre sí en 1604, con motivo de elegir a sus
autoridades gremiales (122) y hasta los frailes agustinos recibieron amoneátacioi-
ne del Gobierno, por haber resistido a la justicia con espadas desnudas (123)
(113) íbid., Charcas 42, 43, 41.
(114) El catálogo (Biblioteca Nacional de Bolivia) de la Colección Corbacho incluye varias
referencias (núms. 11, 17, 26, 28, 21, 66).
La historia de los portugueses y Potosí puede constituir una interesante parte dentro de la
más extensa que se refiere a la rivalidad entre España y Portugal en América del Sur. Boxer
incluye un valioso capítulo sobre «The Road to Potosí» en su Sajvador de Sá, y Roben Ricard
toca ligeramente el asunto en «Los portugueses en las Indias españolas», Revista de Historia
de América, núm. 34 (México, 1952), pág. 449-456.
(115) Archivo General de Indias, Charcas 415, lib. 2, fs. 59, 133 v.; Archivo Nacional
(Sucre), Cartas, núm. 813.
(116) Archivo General de Indias, Charcas 415, lib. 2, f. 168 v.
(117) CARLOS MONGE: Aclimatization in the Andes (Baltimore, 1948), pág. 37, transmite
la historia del primer recién nacido español en Potosí a los cincuenta años de la fundación.
En las págs. 76-92 hay mucha información sobre la legislación médica española.
(118) Archivo General de Indias, Patronato 191, núm. 5, «Infoimación, confesiones y pro-
videncias tomadas en Potosí sobre lo acaecido en el motín que ocasionaron los mestizos de
aquella población».
(119) BARTOLOMÉ ESCANDELL BONET: «Repercusión de la piratería inglesa en el pensa-
miento peruano del siglo XVI», Revista de Indias, año XIII (enero-marzo, 1953). págs. 81-88.
(120) Archivo Nacional (Sucre), Minas, núm. 1.100, «Antonio Carrillo y sus hermanos,
natuiales del pueblo de Potobamba, provincia de Porco, sobre que se les declare exentos de la
mita por ser mestizos y no indios como se pretende».
(121) Archivo de la Curia (Sucre), paquete núm. 63, «Sebastián Pérez (solicitante) al
limo. Arzobispo. Objeto: ser indio y no mestizo».
(122) Archivo Nacional (Sucre), «Carta del corregidor de Potosí don Pedro de Lodeña a
la Real Audiencia de La Plata, abril 29 de 1604», Cartas, núm. 900.
(123) En julio 20, 1604, la Audiencia amonestó al prior de los agustinos de Potosí, íbid.,
Cartas, núm. 605.
RELACIÓN GENERAL
33
Había eclesiásticos que comerciaban o llevaban vida airada (.124), mientras la
Corona se preocupaba de enviar a Jos hombres casados a vivir con sus mujeres
en España u otras partes del Imperio (125), se reprobaba la exagerada ostentación
en los funerales (126), se prohibían las corridas de toros en las festividades reli-
giosas (127), protestaban los indios por obligárseles a recibir géneros de fantasía
contra su voluntad (.128), se querellaban los curas sobre sitios de preferencia en
Jas procesiones (129), y los descendientes de Diego Huaüpa, el descubridor de la
montaña de plata, reclamaban los derechos y privilegios a que se consideraban
acreedores (130). El detalle de la vida social potosina es rico, abigarrado e iné-
dito.
VI
ENSAYO DE INTERPRETACIÓN
Así todos los miles de páginas manuscritas existentes sobre Potosí se organiza-
sen y habilitasen para el estudio y así se preparasen monografías sobre todos los
puntos enumerados arriba, quedarían en pie los problemas de interpretación.
Una trampa peligrosa a evitar es el abultamiento de todo lo relativo al Cerro.
Los historiadores, al escribir sobre Potosí, han sido a veces víctimas del espíritu
de auge tan típico en la Villa misma. El cronista 'franciscano del siglo xvn, Buena-
ventura Salinas y Córdoba, refleja fielmente dicho espíritu, al exclamar: «Vive
[Potosí] para cumplir tan peregrinos deseos, como tiene España; vive para apagar
las ansias de todas las naciones extranjeras, que llegan a agotar sus dilatados
senos; vive para rebenque del Turco, para envidia del Moro, para temblor de
Flandes, y terror de Inglaterra; vive,-vive columna y obelisco de la fe» (131) Otro
fraile suma este panegírico a Potosí: «Es único en Ja opulencia, primero en la
magestad, último fin de la codicia» (132). Américo Castro ratifica la creencia so-
(124) Ya en enero 13, 1594, encontramos unas «Ordenanzas acerca de que los sacerdotes no
tengan minas», JULIÁN PAZ, Catálogo de manuscritos de América existentes en la Biblioteca
Nacional (Madrid, 1933), ms. 1.151. Ver también «Papel sobre informe del Arzobispo de las
Charcas al Consejo de Indias, acerca de excesos por los religiosos de Potosí», íbid., núm. 975,
y «Expediente sobre los excesos cometidos por los regulares de íJotosí», Archivo General de
Indias, Charcas 406.
(125) Archivo Nacional (Sucre), Expedientes núm. 18, «La real justicia de Potosí contra
el comerciante Alonso Seco, para que se vaya a Sevilla a hacer vida con su mujer». Para que
se aprecie cuan finamente hilaba la justicia española en estas materias citemos un documento
de 1593, descrito por José Vázquez-Machicado en esta forma: «Informaciones recibidas en
Potosí acerca de que el mercader de Potosí Cornieles de Lamberto no puede ir a hacer vida
marital con su esposa doña Inés de Pavia, que reside en Sevilla. Del certificado médico expe-
dido por el médico cirujano Marco Antonio dice tener Lamberto varias fístulas en la ingle
y en la nalga y otras en la vía del caño, entre los dos servicios; que aunque las primeras están
cerradas, queda la del caño, por donde salen los orines; que por consiguiente no puede andar
a caballo ni tener acceso carnal con mujer, por derramársele la simiente por las fístulas; que
lleva gastados ya 20.000 ducados de oro en curación.—Interesante». Catálogo, núm. 1.021. Del
Archivo General de Indias, Charcas 43.
(126) Archivo Nacional (Sucre), Expedientes, año 1705, núm. 7.
(127) íbid., año 1753, núm. 105.
(128) íbid., año 1754, núm. 7.
(129) Archivo de la Curia (Sucre), año 1772, paquete núm. 60
(130) JOSÉ VÁZQUEZ-MACHICADO: Catálogo, núm. 944. Del Archivo General de Indias,
Charcas 40. Ver también Archivo Nacional (Sucre), Minas, núm. 48.
(131) BUENAVENTURA SALINAS Y CÓRDOBA: Memorial de las historias del Nuevo Mundo
Perú [...] (Lima, 1630), pág. 250. Gracias a la generosidad del doctor Luis Varcárcel he podido
compulsar en el Museo de Antropología de Lima una copia fotostática de esta rara obra,
según el ejemplar existente en el Museo británico.
(132) ANTONIO DE LA CALANCHA: Coránica moralizadora del oiden de San Agustín en el
Perú, I (Barcelona, 1638), pág. 8.
3
34
LUIS CAPOCHE
bre la significación decisiva del tesoro indiano en la historia de España en Eu-
ropa (133), y Víctor Andrés Belaunde ha destacado que la Colonia entera en el
Perú puede designarse como una vasta organización religiosa y política para la
explotación minera (134). El Cerro era la más sobresaliente de las minas, y así
como el clásico historiador portugués del siglo xvn, Francisco Manoel de Me-
ló (135), lo llama «inestimable Potosí», otros, españoles y extranjeros, antiguos y
nuevos, baten bombo y sonaja en loor de Potosí. En general, la idea sobre la opu-
lencia del Perú comienza cuando Atahuallpa, en 1532, paga por su rescate a Fran-
cisco Pizarro con una habitación llena de oro y otra de plata. Y aunque la Nueva
España comenzó en el siglo XVII a producir más plata que el Perú, el virrey del
Perú siguió recibiendo un sueldo más alto que el de Nueva España, cuya posición
se consideraba inferior. ¿Sería atribuíble esto, al menos en parte, al influjo de
Poto&í y a la unánime creencia en su sedicente inacabable riqueza? Los mitos rela-
tivos a Potosí seducen todavía a los historiadores que estudian su pasado.
Sabemos que el emperador Carlos V y Felipe II tenían continuos apremios de
numerario ¿Proveyó Potosí, en efecto, los recursos para impulsar el Imperio en
la forma espléndida que se supone? ¿0 fueron las terrenales y nada dramáticas
factcrías de los Países Bajos la sólida base económica de España, como S. H. Taw-
ney propuso hace años? (136) En tal caso, ¿no fué a pesar de todo e] rendimiento
de Potosí una corriente bastante regular para que la Corona española se expidiese
más independientemente que atenida a las rentas españolas únicamente?
¿Afectó además Potosí a la economía de otras partes de Europa? ¿Provocó su
plats, producida a menor costo, el colapso de otras minas como las dirigidas por
los Fúcares en el Tirol? Conocemos desde el clásico estudio de Eaii J. Hamiltón
la influencia del tesoro indiano sobre los precios en España (137). G. N. Clark es
aún más enfático y llega a decir, glosando el descubrimiento de Potosí y la inme-
diata afluencia de la plata a Europa en cantidades jamás imaginadas: «Esto
pudo afectar en otras condiciones a los orfebres y a las damas apenas, pero entonces
desempeñó una parte, quizá una gran parte, para transformar en gula el hambre
de metales preciosos convertidos en moneda. En toda Europa la moneda metálica
fué más fácil de adquirir; es decir, hubo una gran alza de precios, llamada «re-
volución de los precios». Comenzó en España, donde se desembarcaba Ja plata;
luego se propagó por todos los países al oeste de Rusia y del Imperio turco, más
rápida en unos, más lenta en otros, según sus especiales capacidades para participar
del tesoro indiano, cambiando géneros por plata. El nivel de los precios, el poder
adquisitivo de la moneda, la riqueza relativa de grupos económicos diferentes se
elevaron y sobrevino un período de inestabilidad económica. Muchos se enriquecie-
ron súbitamente. Los que estaban atenidos a sumas fijas—rentas, tasas o débitos—
pudieron comprar menos que antes con esas suma; los que estaban en condiciones
de pedir los precios que quisiesen, tuvieron nuevas y crecientes oportunidades.
De tal suerte, hablando en conjunto, el mundo viejo de terratenientes y campesinos
se encontró sin saber qué hacer; los mercaderes y banqueros contaron con facili-
dades y el capitalismo avanzó» (138).
¿Cuál fué el papel de Potosí en América misma? ¿Desempeñó la minería una
función estimulante, como propone Bailey W. Diffie, gracias a la cual «nació una
(133) España en su historia. Cristianos, moros y judíos (Buenos Aires, 1948), págs. 595-596.
(134) Meditaciones peruanas (Lima, 1932), pág. 11.
^ 135) EDGAR PRESTACE: Portugal, a Pioneer of Christianity, 2.a ed. revisada (Londres, s. f.J,
pág. 19.
(136) Religión and the Rise of Capitalism (Nueva York, 1926). James A. Llorens completó
en 1951, en la Universidad de Harvard, una tesis doctoral intitulada Spanish Royal Fiaaace»
in the Sixteenth Century, donde se propone la idea de que «los réditos y las posesiones de la
Iglesia constituían para el emperador y el rey una fuente de riqueza mucho más caudalosa
que los apartados depósitos de Potosí o Guadalupe» (pág. 7).
í 137) American Treasure and the Price Revolution in Spain (Cambridge, 1934).
(138) ERNEST BARKER, ed.: The European Inheritance, II (Londres, 1954), pág. 79.
RELACIÓN GENERAL
35
civilización urbana, se suscitó una clase media, subió el poder adquisitivo de la
gente [...] y, en general, América pudo crecer?» (139). ¿O contribuyó Potosí a
implantar en el virreinato del Perú un pernicioso sistema económico y social que
exaltó las rápidas ganancias de las minas y mantuvo la agricultura en un lugar
tan secundario que su progreso fué peligrosamente retardado, prolongando una
organización feudal durante siglos? Si la respuesta a esta última pregunta es
«Sí» ¿puédese eludir la conclusión de que algunos de los angustiosos problemas
presentes de Bolivia constituyen, en parte, al menos, una herencia de Potosí?
0, por el contrario, ¿contribuyó la montaña de plata a la gestación de la nacio-
nalidad boliviana creando un núcleo económico, gubernativo y social gracias al
cual pudo organizarse una nación, como lo ha sugerido el vigoroso' historiador
boliviano Humberto Vázquez-Machicado? ¿O es que cada una de estas proposi-
ciones encierra alguna cuota de verdad?
Los españoles debieron ciertamente desarrollar en Potosí esa psicología de
mineros tan bien descrita por Robertson: «Alimentados continuamente de esperanzas
y aguardando a cada momento que la fortuna abra sus manantiales secretos para
prodigarlos a sus deseos, no encuentran interés ni placer en ninguna otra ocupa-
ción.» Una vez que el minero es presa de esta fiebre virulenta, «sus ideas se
alteran, se halla poseído de un carácter distinto del que antes tenía, sus ojos están
constantemente rodeados de fantasmas de una riqueza imaginaria, y no se ocupa,
hablí ni sueña de otra cosa» (140).
Puede que no hiciese mayor falta estimular a los españoles hacia este énfasis
sobre la adquisición de riquezas, sin que deje de ser cierto tampoco que algunos
de ellos desdeñaban en América los beneficios materiales y menospreciaban a sus
buscadores (141). Pero el caso de los indios es diferente. Las oportunidades que el
Cerro brindaba, ¿no inducirían, por ventura, en los indios el deseo de la riqueza
personal? Los primeros indios que los españoles encontraron en las islas mani-
festaban una gran indiferencia hacia el oro y la plata (142); bajo el régimen
incaico, la mayor parte de los bienes era común y la seguridad social era la regla
antes que la empresa privada y el beneficio individual. Mas la política española
en Potosí y en todas las Indias incitaba a loe naturales a gestionar peticiones
tanto como los españoles mismos y Ja historia de Luis Capoche muestra que ha-
cia 1585 muchos indios lo habían hecho o se habían asociado con españoles para
explotar vetas (143). Antes de finalizar el siglo XVI, una india, cuando menos,
era tundentemente rica como para dotar considerablemente a la primera casa
jesuítica establecida en Potosí (144). Más de un autor quisiera persuadirnos de
que los indios en general adquirieron conciencia del dinero y que el efecto fué
pésimo. Philip A. Means llega a acusar: «La peor, la principal, la universal
fuente de males traída al Perú por los españoles fué el complejo del dinero, de
donde provino la miseria perdurable que ha pesado sobre los pueblos andinos
desde que el imperio sin moneda de los incas fué despedazado» (145).
(139) Ladn American Civilization: The Colonial Period (Harrisburg, Pennsylvania, 1945),
pág. 109.
(140) ROBERTSON: Historia de la América, IV, págs. 154 y i56.
(141) ALBERTO MARÍAS SALAS: «Fernández de Oviedo, crítico de la conquista y de los con-
quistadores», Cuadernos americanos, año XIII (México, J954), núm. 2, págs. 160-170. Ver en
especial la cita que comienza «Maldita sea riqueca» (pág. 161).
(142) LEWIS HANKE: The First Social Experimente in America (Cambridge, 1935), pág. 47.
(143) Diego de Encinas incluye varias de las leyes primitivas fundamentales, Provisiones,
cédulas, capítulos de ordenanzas, instrucciones y cartas [...] (Madrid, 1596), III, págs. 359-360;
IV págs. 314-317; 359-360.
(144) El doctor E. J. Burrus, S. J. tuvo la gentileza de revisar para mí el material potosino
en los archivos jesuíticos de Roma. Me informa que algunos de los primeros documentos en el
fonda jesuítico 1.541/3, corresponden a «una noble india doña Ana Parpa», que hizo una
generosa donación de una parte de sus riquezas al colegio jesuítico de Potosí, fundado en 1578.
(145) Fall of the Inca Empire (Nueva York, 1932), pág. 12.
36
LUIS CAPOCHE
Potosí parece haber acelerado el índice del cruzamiento demográfico merced
a la venida de indios de las provincias más dispersas a trabajar allí durante pe-
ríodos fijos en el sistema de la mita. ¿Siguióse de aquí también un acrecenta-
miento de uniones entre españoles e indias, habida cuenta que las españolas iban
al íiío e insalubre Potosí menos que a otras partes de América? El impacto de
esta potente sociedad minera debe haber sido importante en muchos aspectos
de la vida indígena.
Mencionemos aquí el supuesto influjo de un aspecto de esta última en el Viejo
Mundo. Radcliffe N. Salaman, en su sólida e imaginativa obra The History
and Social Influence of the Potato (146), propone la idea de que el buen suceso
de los españoles en Potosí, gracias a la fuerza del indio, alimentado en gran
parte con chuño (papa desecada), pudo infundir en los ingleses la idea de lograr
un objetivo semejante en Irlanda. Dice: «Conviene recordar que el clásico ejem-
plo de la producción industrial en gran escala, que bien puede haber encendido
la imaginación de los ingleses, fué 'llevado a cabo merced a las mismísima papa,
alimento con que eran mantenidos los naturales esclavizados del Perú y por
ende, única fuente de energía que permitió extraer la plata desde los negros
abismos de las minas de Potosí» (147).
Tiempo y trabajo hacen falta para justipreciar el valor de estas proposiciones
y sugestiones y para resolver los demás problemas de interpretación que irán
surgiendo conforme sea organizado y estudiado el vasto amontonamiento de ma-
terial accesible.
Hagamos una postrera observación que recae sobre todos los problemas de
interpretación propuestos. Potosí fué parte, una parte importantísima y abiga-
rrada, por cierto, de un gran imperio, y alentó dentro de la estructura general
implantada por España en América. En consecuencia, su historia debe escribirse
con un ojo sobre el resto del imperio. Potosí fué influido forzosamente por la
legislación, la política y las complicaciones internacionales de España, de igual
suerte que la montaña de plata influyó sobre otras porciones de América y sobre
la madre Patria misma. La historia de Potosí es una dilatad* y compleja histo-
ria, jn relato que no puede contarse propiamente desde el mero punto de vista
aventajado del Cerro. Si sus historiadores no quieren ser miopes, deberán recor-
dar siempre que Potosí, aunque físicamente aislado de casi todas las demás pose-
siones españolas de Indias, era de hecho parte integrante de tierras gobernadas
por la Corona desde la metrópoli a miles de leguas. En cierto sentido, Potosí era
insólito, sin duda. La rapidez de su crecimiento, por ejemplo, lo sitúa en lugar
aparte de Lima y la ciudad de México, cuyas poblaciones crecieron más bien
lentamente hasta años recientes (148).
No obstante, los aspectos verdaderamente únicos de Potosí fueron sus dimen-
siones y lo dramático de su historia. Otros asientos mineros del imperio susci-
taron sociedades e instituciones más o menos parecidas. Pero Potosí exhibe las
características comunes a todas las sociedades mineras en forma tan espectacular
que se constituye en dechado del proceso general. Quizá aquí reside la justifica-
ción verdadera para asignar a Potosí un largo y significativo capítulo en la his-
toria del Nuevo Mundo. El estentóreo y sabio dominico Bartolomé de las Casas,
(146) Cambridge, Inglaterra, 1949.
(147) Ibid., pág. 206.
(148) Lima creció tan lentamente que apenas tenía 15.000 habitantes en 1600, de ellos
sólo la mitad españoles. El siglo XVIII acusó un progreso modesto, de 35.000 en 1700 a unos
50.000 en los años finiseculares. La verdadera expansión demográfica de Lima sobrevino en los
últimos cincuenta años, durante los cuales el incremento de la población fué de 1.000 por 100.
Debo esta información a Mr. Tilomas Gale, de la Universidad de Kansas, que está estudiando
los problemas urbanísticos de Perú colonial. En cuanto a la ciudad de México, véase NORMAN
S. HAYNES: «México City: Its Growth and Configuration», American Journal of So^'o' gy,
L (1945), pág. 295-304.
RELACIÓN GENERAL
37
aunque no el único defensor de los indios, fué el que más persisten temen te do-
minó la imaginación de sus coetáneos y de las generaciones subsecuentes como
el Defensor: Potosí ejemplifica de igual suerte, con los más encendidos y me-
morables colores, la pasión del oro que empujó a los españoles al Nuevo Mundo.
Bernal Díaz del Castillo, el famoso y bien dispuesto infante de Cortés, expresa la
intensa combinación de Gott imd Gewinn que caracteriza la conquista española de
América cuando exclama: «Vinimos a servir a Dios y a hacernos ricos» (149).
Y así como la montaña de Potosí impera sobre las circundantes, así también,
cuando sea contada con propiedad, su historia será símbolo enhiesto del espíritu
de todos los españoles que vinieron al Nuevo Mundo a hacerse ricos.
(149) Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. de Ramón Iglesia, II
(México, 1943), pág. 394.
LUIS CAPOCHE Y LA HISTORIA DE POTOSÍ
(1545- 1585)
LUIS CAPOCHE Y LA HISTORIA DE POTOSÍ, 1545-1585 (*>
La relación escrita en 1585 por Luis Capoche sobre el asiento argentífero alto-
peruano denominado Ja Villa Imperial de Potosí puede ser plenamente comprendida
si se la proyecta sobre el telón de íondo del apasionado interés que la historia del
Nuevo Mundo despertó entre los españoles. Colón inauguró la práctica de escribir
sobre América, y muchos siguieron su ejemplo. Á tal punto excitó la Conquista las
imaginaciones, que los españoles acabaron por considerarla como el acontecimiento
más grande desde la venida de Cristo. Al mismo tiempo de deambular por vastos
ámbitos de mar y tierra los conquistadores, y de acometer la conversión de millones
de indios los misioneros, fueron recolectando materiales historiográficos y compo-
niendo relaciones en una proporción monumental (1).
Muchos de estos documentos retratan el carácter de los españoles del siglo xvi.
El juvenil Diego de Ordaz, ansioso por saber que había bajo la ascendente estela
de un volcán mexicano, arrancó finalmente el consentimiento de su jefe Hernán
Cortés, quien de mal grado autorizó la azarosa empresa de ascender el cráter sólo
para que los indios vieran que nada era imposible a los españoles (2). Otra arrojada
hazaña fué consumada por la querida del gobernador Pedro de Valdivia cuando,
para atemorizar a los indios que habían sitiado a Santiago de Chile, por su propia
mano cercenó Jas cabezas de seis capitanes tomados como rehenes y las lanzó
rodando entre las filas de los atacantes. El fraile dominico Luis Cáncer hizo gala
de un coraje insólito cuando se lanzó, impertérrito, a convertir a los indios de
Florida, a pesar de la predicción, cumplida poco después, de que iba a ser destro-
zado por los naturales. Muchos pasajes semejantes de heroísmo, crueldad y caridad
van entrelazados en los miles de declaraciones que los españoles hicieron sobre sus
hazañas y que todavía esperan en los archivos a los investigadores, pues no obs-
tante, lo ganado en años recientes, la historiografía hispanoamericana es- todavía
un campo poco cultivado (3).
< *) Traducido por Gunnar Mendoza.
(1) El autor se complace en expresar su reconocimiento por la ayuda recibida para la
preparación de este artículo a las siguientes instituciones y personas: Instituto de Investiga-
ción de la Universidad de Texas; Sociedad Americana de Filosofía; Clara Penney, de la
Soc'edad Hispánica de Nueva York; Vicenta Cortés y Victoria Hernández, del Archivo de
Indias; Mlle. Marie Helmer; y, en particular, Gunnar Mendoza, de la Biblioteca y el Archivo
Nacionales de Bolivia.
(2) CASIANO GARCÍA: Vida del Comendador Diego de Ordaz, descubridor del Orinoco (Mé-
xico, 1952), pág. 5.
(3) Las declaraciones formuladas por individuos que procuraban obtener privilegios y re-
compensas de la Corona, rotuladas generalmente como «Probanzas o informaciones de méritos
y servicios», constituyen por sí solas unas enorme fuente de material biográfico. Son ejemplos
de este tipo de documentación histórica sobre personas actuantes en los primeros años de
Polosí, las probanzas de Martín García de Oñaz y Loyola y de Diego Centeno. Véase VÍCTOR M.
42
LUIS CAPOCHE
A medida que la Conquista proseguía y que España estabilizaba su estructura
gubernativa en el Nuevo Mundo, crecía la demanda de una historia adecuada para
los hechos llevados a cabo por los españoles. Primero los sacerdotes sintieron la
necesidad de una constancia de sus contribuciones, y después las disputas sobre la
justicia del dominio español movieron'a los cabildantes de México a comisionar
la formación de historias. Una época decisiva para la historiografía comenzó hacia
1570, cuando Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, decidió que para
el buen gobierno se necesitaba un archivo con información orgánica sobie las leyes
dictadas y los hechos sucedidos, un mecanismo apropiado para la provisión de
información permanente, y un historiador y cosmógrafo oficial. Se preparó un
cuestionario detallado para que cada gobernador de América diese datos sobre la
historia, población, productos, clima y geografía de su respectivo territorio. Iniciado
como una breve encuesta en 1569, dicho cuestionario se acrecentó hasta cincuenta
puntos, y finalmente devino un volumen impreso con 355 preguntas diferentes. El
primer cosmógrafo e historiógrafo real fue nombrado en 1573 para que aprovechase
el material recolectado por aquel medio, y después dispuso también de los docu-
mentos remitidos a España por efecto de la orden de 25 de junio de 1578, que
instruía a las principales autoridades reales de América para hacer buscar en sus
archivos documentos históricos y enviar los originales o copias auténticas de ellos
al Consejo de Indias, de suerte que una verdadera y general historia de eátos
dominios pudiera escribirse (4).
A más de esta documentación oficial, de las crónicas religiosas y de los relatos
de las grandes hazañas cumplidas, otro tipo de historia se producía a medida que
algunas personas se daban a considerar la Conquista y se dedicaban a contar la
historia de aspectos, hechos y territorios particulares. La clásica Verdadera historia
de la conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, la pugnaz Historia
de las Indias, de Bartolomé de las Casas, y Ja descripción del Perú, por el joven
soldado Pedro de Cieza de León, representan bien conocidos ejemplares de tales
trabajos.
A excepción del hecho trascendental del descubrimiento mismo, y de las con-
quistas dramáticas de Cortés y Pizarro, pocos asuntos han despertado tan constan-
temente la admiración y el interés de generaciones sucesivas como la fabulosa his-
toria de Potosí. Durante casi cuatrocientos años, los leales potosinos, y otros
también, compusieron poemas, novelas, dramas e historias sobre el tumultuario v
MAURTUA, Juicio de límites entre el Peiú y BoLivia (12 vols., Barcelona, 1906), VIL 3-70:
VIII, 1-35.
El primer estudio serio, todavía útil, es el de FREDERICK WEBER: Beitrage zur Charakteristik
der alteren Geschichtsschreiber über Spanisch-Amerika, eine biographisch-bibliographische Skizze
(Leipzig, 1911). Una obra más reciente, pero muy lejos de ser satisfactoria, es la de RÓMULO D.
CAHBIA: La crónica oficial de las Indias Occidentales (La Plata, 1934). El interés ha ido
creciendo, como puede apreciarse por las diversas publicaciones historiográficas de la Comisión
de Historia del Instituto Pan Americano de Geografía e Historia; véanse también los Estudios
de historiografía americana, editados por Silvio Zavala (México, 1948), y los Estudios de his-
torijgrafia de la Nueva España, editados por Ramón Iglesias (México, 1945). La contribución
más reciente es del historiador sueco SVERKER ARNOLDSSON: LOS momentos históricos de Amé-
rica (Madrid, 1956).
(4) MARCOS JIMÉNEZ DE LA ESPADA, ed.: Relaciones geográficas de ludias (4 vols., Madrid,
1885), I, xvii-lxxvii, ofrece una historia documentada de los esfuerzos de la Corona para reunir
material historiográfico. Un decreto del 25 de junio de 1578 establece: «Para que pueda pro-
seguir la historia general de las Indias con el fundamento de verdad, y noticia universal de los
casos, y sucesos dignos de memoria, se manda a los Virreyes, Audiencias y Gobernadores que
hagan ver y reconocer los Archivos y papeles que tuvieren por personas inteligentes; y los
que tocaren a historia, así en materias de gobierno como de guerra, descubrimientos y cosas
señaladas, que en sus distritos hubieren sucedido, nos envíen originales o copias auténticas,
dirigidas al Consejo de Indias.» Recopilación de Leyes de. los reynos d° las Indias (4 vols.,
Madrid, 1681), libro III, título XIV, ley 30. Los sacerdotes también fueron instruidos para
enviar papeles útiles para los historiógrafos, JIMÉNEZ DE LA ESPADA: Relaciones geográficas
de Indias, II, 174-175.
RELACIÓN GENERAL
43
romancesco pasado de esta montaña de plata peraltada en los Andes, en uno de
los más desolados y remotos rincones de Sudamérica.
Los primeros años de Potosí, desde su descubrimiento en 1545, se consumieron
en una explotación tan frenética de los generosos y superficiales depósitos, que no
hubo tiempo para un florecimiento historiográfico (5). Sólo a partir del gobierno
del virrey don Francisco de Toledo (1569-1572) la vida del bullente asiento mineio
se asentó lo suficiente como para que sus habitantes pudieran interesarse por el
pasado. Cuando Toledo llegó en visita de gobierno a Potosí, en diciembre de 1572,
un indio presentó una petición para que se le remunerase por ser hijo del descu-
bridor del Cerro, cuyas minas desde entonces fueron el factor más importante en
la economía del virreinato. El metódico virrey instruyó a Rodrigo de la Fuente
para que averiguase el asunto y certificase los hechos. El informe de la Fuente forma
parte de la larga y contradictoria literatura sobre la manera como los indios vi-
nieron a dar con el ingente yacimiento argentífero y lo dieron a conocer luego
a sus conquistadores (6). Toledo estimuló también al florentino Nicolás de Benino
—vastago de la familia de los Médicis, que abandonó su ciudad natal por razones
políticas hacia 1550 e inició una accidentada carrera en Potosí como dueño de
minas—a componer en 1573 una valiosa descripción geológica del Cerro (7).
Otro veterano minero, Diego Rodríguez Enríguez de Figueroa, informaba al
virrey don Martín Enríquez, en 1582, que venía escribiendo, a manera de descanso
en sus otros trabajos, una relación de la cultura de los Incas, así como una historia
de los primeros españoles del Perú, incluyendo a Potosí, y que para ilustrar esta
obra había pintado un cuadro de todas las minas y socavones del Cerro; perse-
guía además un propósito definido, pues anunciaba a Toledo que a menos de resti-
tuírsele los doce indios que se le habían quitado en la mina, se vería arruinado (8).
Muchas de las relaciones que actualmente forman parte apreciable de la historio-
grafía de Potosí iban enderezadas a influir en las decisiones de la corte vicerreal
en Lima o de la corte real en España; pero muy pocos de ellas o de las historias
más formales, asimismo abundantes, se han publicado.
Entre los españoles que delinearon largos informes con el propósito de orientar
los actos de las autoridades, se cuenta Luis Capoche, dueño de un ingenio en
Potosí, quien elaboró una historia del descubrimiento del Cerro y su enorme desa
rrüllo, así como una descripción de la vida económica y social de aquel asiento
hasta 1585. El 10 de agosto de dicho año completó su manuscrito, lo dedicó al virrey
entrante, don Hernando de Torres y Portugal, conde del Villar, y lo remitió a Lima
de suerte que el conde pudiese conocerlo tan pronto como asumiese el mando El
manuscrito original se ha perdido, al parecer, así como el «retrato», o dibujo,
(5) From Panamá to Perú. The Conquest of Perú by the Pitorros, the Rebellion oj Gon-
zalo Pizarra, and the Pacijication by La Gasea (Londres, 1935), págs. 247, 499, 508, 512, 541-542.
(6) Manuel Ballesteros Gaibrois ha recopilado acertadamente muchas de esas historias
en su Descubrimiento y fundación del Potosí (Zaragoza, 1950). La petición presentada ante
Toledo ha sido publicada con el nombre de «Interesante documento histórico de Potosí.
Memorial de Gualpa, hijo de don Diego Gualpa, primer descubridor del cerro de Potosí»,
Boletín de la Sociedad Geográfica de Potosí, año II (1914), núm. 3, págs. 109-110. Por último,
una real orden, fechada el 4 de mayo de 1578, mandó que Juan Guallpa y sus hermanos reci-
biesen algún premio de la Audiencia de Charcas, Archivo de Indias, Charcas 415, lib. I,
fs. 15-15 v.
(7) Relación muy particular del cerro y minas de Potosí y su calidad y labores, por Ni-
colás del Benino, dirigida a don Francisco de Toledo, virrey del Perú.» Fechada en La Plata,
el 9 de octubre de 1573, y publicada por JIMÉNEZ DE LA ESPADA: Relaciones geográficas de
Indias, II, 97.112. José Toribio Medina incluyó algunas noticias sobre la vida de este impor-
tante potosino, en su reproducción facsimilar, antecedida de un estudio preliminar, de un
escrito raro de Benino sobre la historia temprana del Perú: Verdadera relación délo sucedido
en/.)s Reynos e provincias del Perú desde (a y da a ellos del Virey Blasco Nuñes Vela hasta
el desbarato y muerte de Gonqalo Picarro (Sevilla, 1549) (París, 1930).
(8) JIMÉNEZ DE LA ESPADA: Relaciones geográficas de Indias, II, Apéndice núm. III, pá-
ginas xxix-xxxiv.
44
LUIS CAPOCHE
que iba adjunto para dar una idea del aspecto de Potosí; pero en el Archivo de
Indias existe una buena copia coetánea de esta «Relación general del asiento y
Villa Imperial de Potosí y de las cosas más importantes a su gobierno» (9). Esta
obra tuvo alguna circulación, en códices, y se la menciona ocasionalmente, desde-
el tiempo en que fué escrita, pero no se la ha estudiado seriamente ni en sí misma,
ni en relación con otros documentos de los primeros cuarenta años críticos de Po-
tosí Este ensayo pretende reunir todo lo que se sabe del autor y explicar el valor
de *u obra para la comprensión de Potosí y para la historia de Hispanoamérica.
I
El nombre de Capoche aparece muy rara vez en los manuscritos sobre Potosí,
y ninguna en la voluminosa correspondencia impresa de la Audiencia de La Plata
con los virreyes y la Corona (10). Nació, probablemente, en Sevilla: cuenta que
allí, siendo muchacho, contemplaba y se preguntaba qué podía significar una ex-
traña insignia grabada en los muros de la casa de Juan de Marroquí, que había
amasado una fortuna en el Cerro y había adoptado la guaira, u horno incásico de
fundición, como escudo de armas (11). Este fué el primer contacto de Capoche
con la minería potosina, aunque por entonces Sevilla ya debía de mostrar muchas
tra?as de la riqueza traída desde el Nuevo Mundo: uno de sus orgullosos histo-
riadores afirma, hacia el tiempo en que Capoche escribía, que de América habían
llegado a Sevilla tesoros bastantes para empedrar sus calles con oro y plata (12).
Capoche observa también que la madera transportada a Potosí para levantar los
ingenios atravesaba largas distancias cargada sobre los hombros de los indios
«como los alhameles de 'Sevilla» (13). Pareciera pues, que él fué sevillano, perte-
neciente acaso a alguna de las muchas familias de mercaderes italianos, o de sus
descendientes, que tanta influencia tuvieron en los puertos de la España meridional
a partir del siglo xin (14).
Capoche conoció Castilla y quizá sirvió en los tercios españoles fuera de la
(9) Las dos versiones del manuscrito se encuentran en un legajo intitulado «Documento!
respectivos al descubrimeinto del cerro y minas de Potosí: población de su Villa Imperial }
ordenanzas dadas por el Virrey Luis de Velasco, año de 1599», Archivo de Indias, Charcas 134
El Apéndice I de la presente edición provee descripciones detalladas de dichos manuscritos
Todas las referencias de este artículo son relativas a la primera versión que se menciona el
adelante como «Relación».
El cerro suscitó interés desde el comienzo, y muchos funcionarios y viajeros trataron di
reproducir gráficamente sus contornos. El anciano segundo virrey del Perú, don Antonio di
Mendoza, envió a su hijo Francisco a Potosí para que informase sobre sus asuntos. El mapi
y los planos que Francisco dibujó fueron llevados a España en 1552, pero, al parecer, no &
conservan. Pudieron encontrarse entre los documentos dejados por el cosmógrafo real Alonsí
de Santa Cruz y entregados al presidente del Consejo de Indias, Juan de Ovando, cuya list
incluye este ítem: «Otro papel en que está descrito el cerro de Potosí, y dentro un rollo d
papel con letras de indios.» JIMÉNEZ DE LA ESPADA: Relaciones geográficas de Indias, II, xxxft
(10) ROBERTO LEVILLIER, ed.: Audiencia de Charcas. Correspondencia de presidentes ■
oidores (3 vols., Marid, 1918-1922). Los primeros dos volúmenes cubren el período de la «R<
lación» de Capoche. Tampoco pude hallar ninguna referencia, a Capoche entr? las diversa
cédulas reales dirigidas al conde del Villar, Archivo de Indias, Lima 570, tomos 14-15, ni e:
los documentos de ese período, íbid., Lima, 580.
111) «Relación», f. 30.
(12) ALONSO MORGADO: Historia de Sevilla, 1587 (Sevilla, 1887), pág. 169. Véanse asimism
las sugestivas observaciones de FRANJOIS CHEVALIER, «En lisant les 'novelas': la vie á Sevill
au siécle d'or», Annales: Sociétés, Economies, Civilisations, II (1947), 349-353.
(13) «Relación», f. 32 v.
(14) ANTONIO BALLESTEROS BERETTA: Sevilla en ei siglo XIII (Madrid, 1913), pág. 43
y CHARLES VERLINDEN: «Italian Influences in Iberian Colonization», Hispanic American Hi
torical Revietv, XXXIII (1935), 199-211. Un «iCapeche, oriundo de Ñapóles» figura en la lisl
de Julio de Atienza, Nobiliario español (Madrid, 1948), pág. 539.
RELACIÓN GENERAL
45
Periínsula3 pues dice que en Potosí hacía más frío aún que en Flandes (15). Se
refiere a África y a Tierra Firme como si hubiera visitado esas regiones (16). Antes
•de establecerse en Potosí, mozo aún, había estado evidentemente en otras partes
■del Perú. Sus observaciones sobre la firmeza que los encomenderos conferían a
una comunidad edificando buenas casas, trayendo a sus mujeres para fundar
familias y distinguiéndose por el vestido y el porte, muestra que posiblemente
viv ó por algún tiempo en Lima (17). También es posible que pasase por México:
comenta que su gobierno no era tan difícil como el del Perú, «tierra mucho más
complicada» (18). En Potosí se hizo dueño de minas e ingenios quizá poco antes
de la visita de Toledo en 1572, que recuerda, y al tiempo que escribía su relación
en 1585 poseía don ingenios y era hombre de alguna sustancia (.19). Un juicio
seguido contra él en 1593 para el pago de cierta suma que estaba debiendo, pinta
el alza y la baja connatural a la vida económica de los potosinos, pues este antes
próspero dueño de ingenios, no podía ahora pagar sus deudas; el proceso revela
también su notable tenacidad, pues salió al paso a su acreedor a lo largo de todas
las instancias (20). El 25 de enero de 1596 el capitán Alonso Vázquez Dávila Arze
(15) «Relación», f. 1.
(16) Ibid., f. 89.
(17) Ibid., f. 2.
(18) Ibid., f. 70.
19) Ibid., i. 34 v. Es curioso que Capoche no se inscriba a sí mismo como dueño de
minas en 1585. Positivamente las poseía en 1592-1593 o por lo menos tenía dinero invertido
en ellas, según el documento (fs. 5-6) citado infra, nota 20.
(20) «Audiencia de Charcas: Juan Nicolás del Corro, cesionario de Diego Núñez Bazán,
sobre los pesos que Luis Capoche está debiendo por los avíos recibidos para sus ingenios sitos
en la ribera de Potosí y valle de Tarapaya.» Archivo Nacional (Bolivia). Minas, núm. 18. 42 fs.
Gunnar Mendoza L. extracta así este documento:
1. Recurso de Capoche ante la Audiencia de La Plata contra la sentencia pronunciada
por la justicia de Potosí en este pleito; La Plata, 1593. 28.IX. Autógrafo (f. 1).
a) Poder para pleitos otorgados por Luis Capoche, vecino de Potosí, a Gaspar Ruiz, re-
gidor perpetuo de dicha villa, a Alonso Pérez de Valer, y a Gaspar Rodríguez, procurador
de La Plata; Potosí, 1593.22.IX (fs. 2).
2. Testimonio de los autos obrados en Potosí. Contiene:
a) Carta de obligación otorgada por Luis Capoche en favor de Diego Núñez Bazán, ambos
vecinos de Potosí, por 5.996 pesos ensayados, de ellos 3.9.17 pesos prestados en diferentes
partidas y ocasiones, y el resto por libranzas de Capoche para diversas personas y para el
pago de jornales de indios y avío de los ingenios y las minos de Capoche; deuda que en
su toialidad deberá ser cancelada al fin de marzo de 1593, obligando a ello sus bienes y per-
sona, etc.; Potosí, 1592.6.V (fs. 5-6).
6) Poder en causa propia otorgado por Diego Núñez Bazán a Juan Nicolás del Corro,
vecinos de Potosí, para cobrar a Luis Capoche el monto de la obligación antecedente; Potosí,
1592.6.V (fs. 6-7).
el Ejecución solicitada por Corro, como concesionario de Núñez Bazán, por la cuantía de
esta obligación, contra Capoche; Potosí, 1593.20.VIII (fs. 7 v-8).
d) Requerimiento hecho por Juan Gutiérrez Pina, teniente de alguacil mayor de Potosí,
a Capoche, para el pago de la obligación. No teniendo los pesos, Capoche nombra para la
ejecución dos ingenios de agua que tiene, uno en Tarapaya, junto al de Regodon Calderón,
y otro en la ribera de Potosí junto al de Diego de León Garavito, ingenios en los cuales se
hace la ejecución sin perjuicio del privilegio; Potosí, 1593.21.VII (fs. 8v-9v).
e) Oposición de Capoche contra el remate de sus ingenios por ser bienes especialmente
rservados, según la ordenanza del virrey Toledo; Potosí, 1593.27.VIII (fs. 10v-ll).
/) Réplica de Corro para que, sin embargo de la oposición, sean rematados los ingenios,
tanto por lo general de derecho como porque el dinero recibido por Capoche fué precisamente
para reedificar, aderezar y aviar dichos ingenios y pagar jornales de indios, de suerte que
están prácticamente hipotecados; además, Capoche tiene hacienda con que pagar la deuda
y dejar sus ingenios libres para sustentarse; Potosí, 1593.6.IX (fs. llv-13).
g) Sentencia pronunciada por el contador Diego Bravo, teniente de corregidor, ordenando
el remate de los ingenios, sin embargo de la oposición; Potosí, 1593.13.IX (fs. 13v-14).
h) Remate del ingenio que está en la ribera de Potosí en Luis Ramón de Lizárraga, único
postor, en la suma de 5.996 pesos de plata ensayada; Potosí, 1593.14.IX (fs. 15 v-16 v).
i) Traspaso del remate del ingenio y los indios que le están repartidos, por Lizárraga a
Corro; Potosí, 1593.14.IX (fs. 16v-17).
/') Oposición de Capoche a la posesión y uso de Corro en el ingenio rematado. Protesta
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LUIS CAPOCHE
visitó el ingenio de Capoche en Potosí e informó que molía y beneficiaba mucha
cantidad de mineral; su otro ingenio, en Tarapaya, se encontraba en repara-
ción (21).
Capoche tenía treinta y ocho años de edad (22) cuando escribía la Relación
en J585 y, de acuerdo con las evidencias documentales, pudo vivir hasta 1613 (23).
recurrir ante la Audiencia de La Plata. Trascribe las ordenanzas 6 y 7 del virrey Toledo.
Asimismo una provisión de éste, fecha en el valle de Yucay, 1572.22.V, sobre que para el
fomento de las minas de Potosí, Porco, Berenguela y otras de esta provincia, las ejecuciones
por deudas de los dueños de minas no puedan trabarse en ellas, los ingenios, ni esclavos o
útiles afectados al trabajo minero, sino solamente en los frutos, etc.; Potosí, 1593.20.IX
(fs. 17v-24).
k) Réplica de Corro para que se le confirme la posesión, una vez que las disposiciones del
virrey Toledo son para que no cese el trabajo minero y Capoche «ny trae labor de mynas
ny tiene en- sus yngenios molienda ny aprobechamyento alguno antes agora de presente el
que tiene en tarapaya esta parado y no muele tres años a y el que tiene en esta rribera no
a molido en las aguas pasadas seys mili quintales y en las otras ninguna cosa de manera que
las dichas haziendas siempre las a tenido desiertas»; Potosí, 1593.20.IX (fs. 24v-25v).
/) Mandamiento del teniente de corregidor para que se dé posesión a Corro en el ingenio
de Capoche en esta villa, con sus pertrechos, canal, rueda, chiscón, eje, mazos, morteros,
almadanetas, casas de vivienda, buitrones, tinas, cancha, galpones, indios de repartimiento,
etcétera; Potosí, 1593.14.IX (fs. 25 v-28 v). Acto de posesión, 1593.15.IX (fs. 28v-29v).
m) Apelación de Capoche para ante la Audiencia de La Plata; Potosí, 1593.16.IX
(fs. 29v-34).
A. Auto de la Audiencia de La Plata confirmatorio de la sentencia pronunciada en este
pleito en Potosí; 1593.30.IX (fs. 35).
4. Suplicación de Luis Capoche contra el auto antecedente. Reitera que deben aplicarse
las ordenanzas del virrey Toledo «por que los hombres que an gastado sus haziendas en "om-
prar minas y idificar yngenios para el bien común de la rrepublica y para aumento de vuestt»?
rreales quintos y por desgrasio [sic] como es ordinario le acuden un año o dos mai los
metales y por esta causa se empeñan no es justo que luego sean desposeídos» etc. Observa que
el ingenio fué rematado por muy menos de su valor que es de más de 20.000 pesos «por ser
uno de los mejores de la rriuera» quedando así defraudados otros acreedores; La Plata.
1593.6 X (fs. 36-36 v).
5. Petición de Luis Capoche a esta Audiencia para que siendo esta la época de reparación
de ingenios en Potosí, se nombre administrador que saque los indios y haga los reparos debidos
en el ingenio materia de esta causa, a fin de que se encuentre en estado de moler en las
próximas aguas; La Plata, 1593.7.X. Nombróse administrador a Pedro de Astudillo (f. 37).
6. Respuesta de Corro: Las disposiciones restrictivas del virrey Toledo obedecieron a que
en su tiempo «solo auia en la uilla de Potossi ocho o dies yngenios y esos de magos de pie
que todos ellos eran de tan poco efecto que no molian lo que agora muele un yngenio de
agua mas agora que ay tantos yngenios y en tanta abundancia los beneficios de moles metales
como es notorio y a vuestra alteza le consta cessa la razón en que se fundo la dicha ordenanga».
A Capoche le queda el ingenio de Tarapaya para pagar con los frutos a sus otros acreedores
que por lo demás son fingidos; Potosí, 1593.8.X (fs. 38-38 v).
7. Capoche pide que, habiéndosele suscitado otros pleitos de acreedores en Potosí, teme
que se le vendan sus minas y el otro ingenio y pide que se le señale por cárcel la villa de
Potosí, el cerro, Tarapaya y Tabaconuño y no se le vendan sus bienes. La Audiencia provee
nuevo auto, sometienda la causa a prueba con término de - veinte días. Capoche solicita am-
pliación a los cincuenta días de ordenanza para Potosí y se le concede; La Plata, 1593.11.X-
12.X (fs. 37-41).
(21) «Visita que hizo el capitán Alonso Vázquez Dávila Arze...» Bibliothéque Nationale
(París). Ms. Esp. núm. 175, fs. 220-220 v. Otras referencias a los ingenios de Capoche a
fs. 232v-233, 246.
(22) «Traslado de los autos que el corregidor de Potosí hizo con los oficiales sobre el
tanteo de cuentas y llaves que quitó de las cajas a Martín de Mardones, teniente de tesorero,
y la información hecha por el licenciado Lupidana, por comisión de la Audiencia de La Plata,
contra el corregidor de Potosí, don Alonso de Leyba.» Los Reyes, 9 de julio, 1586. Archivo
de Indias, Charcas 35, núm. 70. La declaración de Capoche es del 27 de noviembre de 1585
y consta a fs. 182-197 v, y al final de su declaración indica que su edad es de 38 años.
(23) Los dos últimos documentos conocidos sobre Capoche fueron descubiertos y extratados
por Gunnar Mendoza L.:
1613: Poder otorgado por el arzobispo de La Plata al padre Nicolás Duran, de la Compañía
de Jesús, para la ejecución de la última voluntad de Luis Capoche, en lo que le toca. La
Plata, mayo 6 de 1613. (ANB. Escrituras públicas, Gaspar Núñez, año 1613, f. 216 v).
Don Alonso de Peralta, arzobispo de La Plata, dice que habiendo muerto en la villa de
Potosí Luis Capoche, vecino que fué de ella, en su testamento dejó por heredera a su alma,
para que del remanente de sus bienes se distribuya en obras pías, lo cual, conforme a derecho,
RELACIÓN GENERAL
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Prefirió, al parecer, una vida tranquila, si la ausencia relativa de documentación
fuera una prueba de ello; no desempeñó oficios comunales ni reales, pagó cumpli-
damente las gabelas que le correspondían (24), y participó muy poco en las quere-
llas gubernativas y legalistas del tiempo (25). Una vez, atestiguó contra cierto codi-
corresponde al otorgante. No pudiendo ir personalmente a Potosí a procurar que se cobre
dicha herencia y se distribuya, y porque al tiempo que el secretario Juan Bautista Rocafort,
que fué tenedor de dichos bienes y dio cuenta de ellos ante la Audiencia de esta ciudad,
donde se litigó la causa, se mandó que en lo tocante al legado de referencia, ocurriesen ante
el arzobispo, éste otorga poder al padre Nicolás Duran, de la Compañía de Jesús y rector del
colegio de esta ciudad, para que vaya a Potosí y tanto en ella como en La Plata y cualesquiera
otras partes, haga todos los autos y diligencias que convenga, pida cuentas a los tenedores de
los bienes, hasta que se aclare lo que queda para el ánima del difunto, y lo cobre.
1613: Donación hecha por el arzobispo de La Plata, en favor del Colegio de la Compañía
de Jesús de dicha ciudad, de los bienes que Luis Capoche legó a su alma.—La Plata, junio 4
de 1613. (ANB. Escrituras públicas, Gaspar Núñez, año 1613, f. 245.)
Don Alonso de Peralta, arzobispo de La Plata, dice que por cuanto Luis Capoche, vecino
que fué de la villa de Potosí, dejó por sus bienes un ingenio de agua para moler metales y
unas minas en el cerro rico de dicha villa, y en su testamento instituyó por heredera a su
ánima después de pagadas sus deudas; y habiéndose seguido pleito en la Audiencia de La
Plata sobre los bienes de Capoche y sobre las cuentas que de su aprovechamiento dijo el
secretario Juan Bautista de Rocafort que fué administrador del ingenio y las minas, se
proveyó un auto para que el arzobispo, por el ecónomo del alma de Capoche, pidiese lo
conveniente en dichas cuentas y dichos bienes; y como quiera que el prelado, por sus notorias
ocupaciones en el gobierno del arzobispado, no puede llevar adelante este asunto, ni encomen-
dándolo a personas que no tengan verdadero interés podrá obtenerse nada, ahora, para que
el ánima de Capoche comience a gozar de algunos sufragios, hace donación del derecho que
aquélla puede tener a estos bienes, al colegio de la Compañía de Jesús de esta ciudad, en el
ingenio, minas y demás bienes que quedaron de Capoche, para que todo ello lo tenga dicho
Colegio para ayuda en la obra de la iglesia que ahora comienza a hacerse y edificarse. La
cual donación la hace en la persona del padre Nicolás Duran, que al presente es rector del
Colegio, y en los demás padres y rectores que ahora son y serán, con cargo que los religiosos
de dicho colegio encomienden a Dios el ánima de Capoche y hagan bien por ella. Y con esto
declara haber cumplido con la distribución de esta obra pía, pues hace la donación para un
efecto tan santo como es la obra de la iglesia del Colegio de que ha de resultar tanto provecho
a los moradores de esta ciudad y provincia y la mayor gloria y honra de Dios y descargo
del ánima de Capoche. Y así da poder al Colegio para que puedan tomar y continuar la pose.
sión del ingenio y las minas y demás bienes dejados pop Capoche, para aprovecharse de ellos
o venderlos y aplicar los frutos a la obra de la iglesia.
En agosto 12 de este mismo año comparece el padre Nicolás Duran, rector de la Compañía
de esta ciudad, y dice que teniendo noticia de esta donación, la acepta en nombre del Colegio
y se obliga a todo lo que le corresponde, y que todos los religiosos del Colegio harán bien
por e! ánima de Luis Capoche.
(24) BNB. Acuerdos del cabildo de Potosí. Tomo I, f. 171 v. Capoche está empadronado,
en 24 de julio de 1601, como uno de los «vecinos y moradores», con la obligación de pagar
«diez pesos de alcabala».
(25) Vista la escasez de datos biográficos sobre Capoche, será útil registrar la infor-
mación hasta aquí descubierta. Marie Helmer encontró en el Archivo Histórico de Potosí
(Sección IV, Escrituras Públicas) los documentos siguientes:
1588: residente en Potosí, se obliga a moler 4.000 quintales de metal, cernirlos desde el
primer día que comenzare a moler el ingenio, de forma que den 4.000 quintales de harina,
por razón para cada quintal de 20 tomines, legajo 13, escribano Pedro Ochoa, f. 2.400.
1589: vecino se Potosí, se obliga a pagar a Alonso González de la Pana, residente en
Potosí, 1.097 pesos de plata ensayada, por razón de 2.194 libras de hierro Librado en 28
almadanelas, legajo 3, f. 205.
1594: vecino de Potosí, se obliga a moler y cernir a Martín de Bertendona en su ingenio
de agua en la Ribera 20.000 quintales de metal de plata a 4 tomines el quintal. Dará para la
saca del metal 32 indios de cédulas (28 canas y «asychuquicotas», 4 arapas), hasta las aguas
venideras de 1595. legajo 143, f. 1.551.
1603: Carta de pago otorgada por Jorge de Paz, como concesionario de Luis Capoche para
cobrar de Gonzalo del Campo 1.720 pesos ensayados del arrendamiento que hizo de un ingenio
de agua de diez mazos en la Ribera, por escritura otorgada ante Nicolás de Guevara, escribano
público y de cabildo, su fecha 12 de agosto 1592. 13 de marzo 1603. legajo 35, f. 742.
El testamento de Capoche no se encuentra en este Archivo, según se infiere de la prolija
búoqueda hecha por Mlle. Helmer en un profuso material, de 1603 en adelante, sin hallar nada.
Otra breve referencia a Capoche existe en la Sección L del ¿¡Apuntamiento de los indios
que el Licenciado Esteban Marañón y don Pedro Zores de Ulloa y Diego Bravo señalan para
las minas y para los ingenios y beneficios, y los que van reservados a su excelencia van a la
48
LUIS CAPOCHE
ciosp corregidor que oprimía a los indios y era dado dado al juego (26). Muy parva
información sobre la vida de Capoche ha salido a luz, y dependemos casi ente-
ramente de la Relación para saber qué clase de hombre era y por que compiló su
curioso y notable informe sobre Potosí.
¿Cuál la razón de la obra? No por escribir «curiosidades» ni por ninguna
pretensión literaria, exclama enfáticamente (27). En la dedicatoria al virrey ex-
plica que su intención principal fué facilitar la comprensión de los asuntos de!
Cerro y sus dificultades. Considera que los problemas de Potosí eran los más
complejos y laberínticos que el virrey tendría que afrontar y que no se podía
contemplarlos bajo la luz adecuada, a menos que una persona con experiencia
los presentase. La Relación está, pues, compuesta para información del conde
del Villar, que a la sazón estaba naciendo la larga y ardua travesía de España
al Perú. El anciano y achacoso virrey debió luchar durante su gobierno (1585-
1589) contra los corsarios ingleses, ávidos de hacer presa en las ricas flotas es-
pañolas del Pacífico, y contra los infieles chiriguanos, las viruelas, los terremotos
y la corrupción de eclesiásticos y de seglares, pero Potosí fué, sin duda, uno de
sus señalados y constantes desvelos (28).
El virrey había sido advertido sobre las arremolinadas condiciones sociales
y económicas de Potosí antes aún de salir de España y, consiguientemente, había
comisionado a su leal amigo y deudo don Pedro ele Córdova Mesía para que
averiguase los pormenores de la materia, de suerte que al llegar al Perú él pu-
diese disponer de un informe de primera mano. Córdova Mesía fué a Potosí, co-
noció a Capoche, obtuvo, al parecer, el acceso de éste a los documentos oficiales,
y no solamente lo estimuló a escribir la Relación,- sino que le urgió a incluir un
capítulo sobre las tasas de indios (29). Posteriormente, Córdova Mesía fué co-
postre>'. Potosí, Nov. 15, 1591. Archivo de Indias, Lima. 272. Aquí se indica que se le con-
cedieron 30 indios para su ingenio de Tarapaya.
(26) Gunnar Mendoza sintetiza el carácter de Capoche en esta forma: «Se han revisado
los libros del cabildo de Potosí de 1585 a 1610 y los papeles de la audiencia de Charcas (co-
rrespondencia con autoridades de Potosí, Lima y España; libros de acuerdos; expedientes) de
1570 a 1610, y, en vista del pequeñísimo fruto recogido parece lícito concluir en que
CaDOche fué un hombre modesto y pertinazmente retraído; en Potosí no fué miembro del
cabildo, ni candidato a tal, ni funcionario de la administración minera (alcalde mayor de
minas veedor del cerro, etc.), a pesar de sus grandes conocimientos en la materia. Una
ausencia tan cerrada no parece casual: es que el hombre no gustaba de estas cosas: hurtaba
deliberadamente su persona a ellas, cuidaba su independencia. El dato perfila mejor su silueta
en el ambiente coetáneo.»
(27) «Relación», f. 77 v.
(28) ROBERTO LEVILUER, ed.: Gobernantes del Perú (14 vols., Madrid, 1921-1926),
provee mucha información sobre el conde del Villar, 1584-1591, en los volúmenes X-XI.
(29) «Relación)', fs. 91 v, 95. Córdova y Mesía servía por entonces el oficio de Alguacil
Mayor en la Audiencia de Lima. LEVILUER, Goberiumteí del Perú-, X, 141. Gunnar Mendoza
hace un agudo análisis de este punto en carta al autor, de Sucre, 4 de abril de 1957:
Hay algunos hechos significativos: o) La Relación no solamente está dedicada sino dirigida
al virrey, según se ha hecho notar, constituyendo un documento elaborado ex profeso para la
oportunidad de la llegada del nuevo virrey; la dedicatoria y el texto rebosan de indicios
al respecto: «para que ... tenga vuestra excelencia noticia de todo» (f. 77v), etc. b) Por la
misma Relación (y se confirma esto en la correspondencia citada del conde del Villar al rey)
se deja entender que con motivo de dicha llegada, Potosí estaba enviando procuradores a
gestionar varias cosas, c) En diversos apartes, la Relación anuncia su disconformidad con los
planteamienots de esos procuradores, v. gr.: «es de considerar que la primera cosa que han
de decir los procuradores a vuestra excelencia es que está esta villa perdida ) sus vecinos
pobres, y que si no les bajan el azogue y el jornal de los indios no se podrán sustentar.
Y por esta relación verá vuestra excelencia cómo los quintos cada año han ido aumentando
y que la caja se entera en los tributos como las demás del reino y que es grande el consumo
de azogue y coca»; la Relación llega hasta ironizar al respector: «Cosas que [el lujo, la
abundancia, los juegos, las limosnas, etc., en Potosí] que ponen admiración, y por otra parte
ver cuan arruinado está el cerro y los metales sin ley, y todos con gran querella y miseria.
La concordancia de estas cosas remito a los procuradores, que tienen obligación de dar
razón de todo», d) El carácter ex profeso de la Relación se podría concretar, pues, hasta el
punto de decir que no sólo pretendía informar al virrey, sino salir al paso a los procuradores
RELACIÓN GENERAL
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rregidor de Potosí, y por todas las referencias documentales disponibles fué un
gobernante capaz y experimentado que por mucho tiempo gozó de la confianza
de ministros muy principales del rey (29a).
Los vecinos de Potosí, por su parte, preparaban para el nuevo virrey un in-
forme por intermedio de sus procuradores, y Capoche sabía que éstos iban a pin-
tar un sombrío cuadro sobre el ruinoso estado de la minería, como argumento
para obtener precios menores para el azogue y asignaciones mayores de indios.
Lo cual induce a Capoche a comentar irónicamente que dichos procuradores ten
drian que explicar la conexión entre su lamentable pintura de los pobres potosinos
y ios hechos verdaderos, ya que, según dice, las reales rentas «han ido en au-
mento de año en año, el consumo de coca y azogue es grande, se ostenta mucho
lujo, hay gran abundancia de géneros, fiestas numerosas y liberales donaciones
para la caridad y las iglesias» (30).
que Potosí enviaba a Lima con motivo de la llegada del nuevo virrey, para hacerles oposición
en diversos puntos, más bien que para acompañarlos o respaldarles, dentro del juego de inte-
reses que era rutinario en un centro como Potosí, e) Siguiendo por esta línea, sería importante
esclarecer cuáles fueron las relaciones de Capoche con don Pedro de Córdova y Mesía, citado
en la Relación en dos parles con un tono obsecuente de protegido o valido: «El muy iluslrí-
simo señor don Pedro de Córdova Mesía» (í. 91 v, 95). /) Capoche llega a decir, en el capítulo
de las tasas, que acometió el trabajo de escribir sobre Potosí porque se lo pidió o mandó
Có'dova y Mesía, quien—detalle importante—había venido ya a Potosí con el fin deliberado
de recoger impresiones para transmitirlas al nuevo virrey: «Conozco que era menester otro
ingenio que el mío para tratarlo, y si a esto hubiera de tener consideración mil causas había
para dejarlo hacer por mi rudeza. Y excúsame el haberme hacho merced yu? ¡.uv.ua dar razón a vuestra excelencia por vista de ojos del estado de sus cosas», etc. Ahora bien:
Córdoba Mesía era pariente y mantenía estrecha relación «desde que nació» con el conde del
Villar, quien, apenas llegado a Lima, lo designó por visitador de Potosí (Levillicr, PGP, X, 99).
Eu diversos apartes de la Relación se habla de «la visita» como de algo pre-sabido y consa-
bido (f. 91). Todo esto; va pintando un cuadro de parentescos, influencias, amistades, etc.,
muy potosino y muy colonial, que debe ser tenido en cuenta en conexión con el manuscrito
de Capoche y los propósito a que tendía, g) El acceso que Capoche tuvo patentemente a
fuentes de documentación oficial, denuncia que no sólo pudo ser «favorablemente visto» por las
autoridades, sino que hubo interés influyente y decidido por hacer que la obra se escribiese
y que consignase esos documentos sobre asuntos económicos, tan controvertidos, delicados y
actuales como el rescate, sobre el cual los procuradores iban a insistir ante el nuevo virrey.
h) La Relación se despachó con premura al alcance del conde del Villar, por intermedio, sin
duda, de Córdova Mesía. En vista de todo esto, puede hacerse una composición preliminar:
Designado virrey el conde del Villar comenzó a hullir en Lima el conocido juego de intereses
en torno al nuevo virrey, y Córdova Mesía, que representaba algunos de esos intereses, logró
recabar una temprana comisión para ir a Potosí a ver las cosas por sus propios ojos y comu-
nicárselas al virrey próximo a llegar. Dada una previa relación entre Córdova Mesía y Capoche,
y dado también el indudable conocimiento de la minería potosina que Capoche tenía, quedó
acordado que éste escribiese un informe con destino al nuevo virrey—informe en el cual
intervinieron además otras personas—para ilustrar el conocimiento y ganar la voluntad del
Gonde en determinada dirección. Todo ello, por otra parte, sin quitar la genuina calidad de
historiógrafo que, en alto grado, poseía Capoche.
(29 a) Gunnar Mendoza dice lo siguiente a este propósito, en carta de Sucre, 8 de julio de
1957, al autor: «El privado del conde del Villar y el corregidor de Potosí son, indudablemente, la
misma persona, pues aquél, según consta en la correspondencia del conde (LEVILLIEB, Papeles
de los gobernantes del Perú, X), era alguacil mayor de la audiencia de Lima por 1586 y si-
guientes, y éste, según consta en su título de corregidor de Potosí, lo era también en 1600.
Este título, expedido por el virrey don Luis de Velasco en el Callao, 1600.19.V, menciona a
Córdova Mesía como «persona que tiene entendidas con mucha espiriencia las cosas del
cerro e minas de aquel asiento e provincia» (Libros del cabildo de Potosí, IX, f. 113). Dados
los antecedentes de conocimiento y amistad con Capoche, es de creer que éste oficiaría como
consejero privado durante la breve administración de Córdova Mesía, la cual duró desde
1600.18.X hasta 1602.28.XI (Ibid., t. IX, f. 113, y t. X, f. 100). N: aun entonces el nombre de
Capoche aparece asociado a ningún destino ni comisión oficiales».
(30) «Relación», f. 94. Los potosinos no vacilaron un instante en dar a conocer a la
Corona sus necesidades. Su primera victoria importante, alcanzada el 21 de enero de 1561,
les valió el quedar exentos de la jurisdicción de la ciudad de La Plata, Archivo de Indias,
Patronato 188, ramo 27, núm. 1. Aunque la Audiencia de La Plata se agravió amargamente
durante varios años, aunque Potosí dilató mucho el pago de los 79.000 pesos estipulados por
4
- A
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LUIS CAPOCHE
La Relación puede ser clasificada, pues, dentro de la profusa literatura de las
«Pretensiones de Potosí)), enderezada a influir en las determinaciones y a lograr
los favores de una Corona reacia, pero necesitada. No se la debe confundir, em-
pero, con un simple alegato de abogado. Capoche no siente menos que otros es-
pañoles la aguda comenzón de dar una «verdadera relación» de la historia y los
asuntos del Nuevo Mundo, tal como ellos los veían. La conservación y el bienestar
económico de todo el reino del Perú depende del Cerro, exclama con exuberante
elocuencia potosina (31); consecuentemente emprende la descripción de los nego-
cios de Potosí para esclarecer su situación en 1585 y persuadir las medidas a
tomarse, a fin de asegurar un brillante futuro para Potosí y, por consecuencia,
para todo el reino.
Modestamente se confiesa inadecuado para contar la historia del «mayor de-
pósito de riqueza que el mundo ha conocido nunca». Sin embargo, Capoche está
lejos de ser un cualquiera: la Relación sólo pudo ser compuesta por alguien muv
bien avisado y muy conocedor del asunto. Alguna ayuda debió de recibir del
fraile mercedario Nicolás Venegas de los Ríos (32), autor de la copia del manus-
crito utilizado para esta edición, y ciertos pasajes quizá no sean muy claros para
el lector moderno; peno aún así, la Relación es un documento impresionante. En
conjunto, Capoche tiene un estilo directo y expresivo, con ocasionales arranques
de elocuencia. Escribe sucintamente. El tono de la Relación es más bien sobrio
que espectacular, Jo cual comunica ponderación a sus observaciones. No se aban-
dona ni a la chismografía ni a las anécdotas empapadas de crimen, corrupción,
pasión y milagros tan liberalmente esparcidas en la voluminosa crónica de Barto-
lomé Arsans de Orsúa y Vela y en otras muchas historias de la Villa Imperial (33).
Las primeras páginas contienen una breve descripción de la gran montaña «en
forma de pan de azúcar», del clima crudo y de los alrededores yermos de Poto-
esta exención, y aunque ciertos pobladores de Potosí se opusieron a este paso (Archivo Na-
cional, Bolivia. Escrituras Públicas, Lázaro de Águila, 1559, f. 1361 v.), La Plata nunca re-
cobró su jurisdiccón sobre Potosí. Los potosinos, empero, no se hartaron y año tras año
clamaron por más privilegios. Ejemplos del perdurable caudal de peticiones remitidas por
el cabildo son las cartas fechadas el 12 de mayo de 1562 y el 7 de mayo de 1563; el 5 de
septiembre de 1565 fué presentada una petición en 95 fs. En 1567 Alonso de Herrera pre-
sentó otra en 30 capítulos como procurador de la villa, solicitando «privilegios para la Villa
Imperial». La Corona, empero, supo manejar muy diestramente el arte de la tardanza deli-
berada, y despachaba las peticiones muy lentamente. Un largo memorial de 1583 insistía en
que el rey revisase los numerosos asuntos pendientes sobre Potosí, «todos ellos referentes al
cumplimiento de capitulaciones y privilegios de la Villa Imperial». Estos documentos del
cabildo de Potosí están en el Archivo de Indias, Charcas, 32. En 1585, muy pocos meses
antes de que Capoche completase su «Relación», los potosinos solicitaron tantos favores que
se desató una ventolera de cédulas reales en fecha 1 de marzo, por las cuales se instruyó
al virrey de Lima y a la Audiencia de La Plata examinar los asuntos e informar al rey.
Archivo de Indias, Charcas 415, libro I, fs. 133-135 v.
Información general sobre procuradores o agentes del Perú se encontrará en JUAN BRQM-
LEY SEMINARIO, «El procurador de Lima en España (1533-1620), Revista Histórica, XXI
(Lima, 1954), págs. 76-101.
(31) «Relación», f. 3v.
(32) Este fraile no parece haber representado papel importante en su orden. Por lo me-
nos no se le menciona en el estudio de JOSÉ CASTRO SEOANE, «La Merced en el Perú, 1534-
1584», Missionalia Hispánica, año III (Madrid, 1946), págs. 243-320. Hay, en cambio, la re-
ferencia de que participó en un proceso judicial el 23 de enero de 1589 en Arequipa, como
vicario del monasterio de Nuestra Señora de la Merced. VÍCTOR M. BARRICA, LOS mercedarios
en el Perú en el siglo XVI (4 vols., Romaj-Arequipa, 1933-1942), III, págs. 232-233.
(33) La en cierto modo fantástica y no enteramente idónea Historia di la Villa Imperial
de Potosí, riquezas incomparables de ÍU famoso cerro, grandezas de fu población, sus guerras
civiles y casos memorables cubre el .período 1545-1736 y consiste de dos grandes volúmenes
manuscritos e inéditos, a excepción de una pequeña parte que fué publicada en Buenos
Aires en 1945 por la Fundación Universitaria Simón I. Patino, con un prefacio de Gustavo
Adolfo Otero. La mejor información sobre esta obra y su autor corresponde a José DE MESA
y TERESA GISBERT, «Arsans de Orzúa y Vela. El historiador potosino del siglo XVIII». Khana.
Revista Municipal de Arte y Letras^ año III, vol. IV, núms. 13-14 (La Paz, diciembre 1955),
págs. 146-155.
RELACIÓN GENERAL
51
sí 134J. Capoche da cifras exactas, que revelan ideas y hábitos de ingeniero: el
Cerro mide 8.652 varas de circunferencia. Dista 430 leguas de Buenos Aires «por
buen camino». Hubo tiempo en que 6.497 guairas a la vez ardían en la noche
sobre las laderas del Cerro, causando una alegre y regalada vista. Hacia 1574,
cuando el azogue se empleó por vez primera, se habían producido 76.000.000 de
pesos de plata, y desde entonces hasta el día de San Juan de .1585, otros
34.715.215 (35). Recalca que la cifra, en números redondos, correspondiente al
primer período se debe a que todos eran tan ricos entonces que nadie se moles-
taba en llevar cuentas detalladas. Su relato de la desastrada forma en que el Ion
dinense Enrique Sande (Henry Sandys?) perdió la vida, comunica al lector el
sentido heroico de los mineros y sus operarios indígenas, así como el perpetuo
recelo por los accidentes que pendían sobre quienes se internaban en los temibles
abismos (36). La minuciosidad y exactitud descriptiva de Capoche recuerda el
juicio de Ramón Carande, cuando dice que los españoles en las Indias fueron
excelentes observadores, y que sus escritos tienen una suma de información com-
parable a las otras riquezas de allí extraídas (37).
Aunque la Relación contiene una gran masa de datos económicos y estadís-
ticos, Capoche se las compone para conservar un tono familiar en su relato. Nunca
en vanidosa pose de «historiador oficial», elogia los buenos vinos de Castilla que
llegaban a Potosí «muy purificados», después de la prolongada travesía marítima, así
como «la buena fruta» traída desde los vecinos valles de Chuquisaca. Sabe dónde
está una fuente termal «donde se puede nadar gustosamente»—citando a «los filó-
sofos» para explicar este fenómeno—y otras cuyas aguas medicinales alivian a
los enfermos (38). Menciona de paso, al inscribir escrupulosamente todos los so-
cavones del Cerro, que Cristóbal López, dueño de uno de ellos, es el hombre más
viejo de toda la provincia, y que a la edad de ciento veinte años «está todavía tan
bien conservado, que lee sin anteojos y a las veces sube hasta la cumbre del Cerro».
Incidentalmente, ésta es la única referencia a la lectura que se encuentra en la
Relación; presumiblemente los potosinos tenían poco tiempo o poco gusto por
los insípidos placeres de la biblioteca (39).
(34) «Relación», fs. 1-2.
(351 Ibid., f. 94 v. Capoche ofrece el siguiente estado demostrativo (f. 92) del alza de
la producción de plata de Potosí, de acuerdo con los quintos reales: 1570 (177.275 pesos),
1571 (167.864 pesos), 1572 (129.532 pesos), 1573 (105.926 pesos), 1574 (193.786 pesos), 1575
(256.732 pesos), 1576 ( 336.144 pesos), 1577 (475.483 pesos) 1578 (530.021 pesos), 1579 (688.164
pesos), 1580 (749.516 pesos), 1581 (802.923 pesos), 1582 ( 860.729 pesos), 1583 (768.599 pesos),
1584 (764.143 pesos).
Estas cifras son considerablemente más bajas que las registradas en el Mercurio Perua-
no, VII (1793), págs. 50-51, y en otras fuentes, y se aproximan mucho a las dadas por GASPAR
DE ESCALONA, Gazophilacium regium perubicum... (Madrid, 1775), págs. 161-162, en la forma
siguiente: 1570 ( 201.255 pesos), 1571 (164.607 pesos), 1572 (133.885 pesos), 1573 (145.265
pesos) 1574 (194.027 pesos), 1575 (255.683 pesos), 1576 (336.766 pesos), 1577 (442.798 pesos),
1578 ( 510.457 pesos), 1579 ( 674.643 pesos), 1580 (735.426 pesos), 1581 (789.563 pesos), 1582
(842.732 pesos), 1583 (755.279 pesos), 1584 ( 751.649 pesos). Como presumiblemente Capoche
tuvo acceso a los documentos oficiales, sus cifras tienen un valor especial. Una revisión y
puesta al día cuidadosas sobre la compleja y controvertida historia de la producción potosina
corresponde a MANUEL MOREYRA Y PAZ-SOLDÁN, En torno a dos valiosos documentos sobre
Potosí (Lima, 1953), págs. 3-19,
(36) «Relación, fs, 25-25 v.
(37) RAMÓN CARANDE: Carlos V y sus banqueros (2 vols., Madrid, 1943-1949), I, 283.
(38) «Relación», fs. 2, 37.
(39) Ibid., i. 25. El nombre de Sancho de Salazar, «maestro de enseñar mogos en la dicha
villa de Potosí», aparece en un documento notarial fechado en 11 de marzo de 1569, Archivo
Nacional (Bolivia). Escrituras Públicas, Bravo, 1569, f. 124. Cuanto más se estudien las
fuentes, tanto mayor será la suma de datos accesibles sobre el desenvolvimiento cultural de
Potosí. Hubo allí libros y escritores, por cierto, pero hace falta mayor investigación al res-
peto. Los eclesiásticos, como es sabido, traían libros consigo, y una real cédula de marzo 18 de
1581 en favor de Francisco Vázquez existe sobre Potosí, Archivo de Indias, Charcas 415, lib. I,
así como otra de 11 de octubre de 1583 en favor de otro sacerdote, Luis Mejía, ibid.,
Charcas 415, lib. I, f. 108. .
52
LUIS CAPOCHE
Capoche tiene un juicio independiente e impugna la explotación del azogue
en Huancavelica a cargo de los oficiales reales; tiene más fe en la iniciativa
privada. Su mente es equilibrada y no se avanza a hacer afirmaciones aventura-
das; rehusa, por ejemplo, decir si los rumores sobre grandes descubrimientos de
minas cerca la los Lipes son verdaderos: «no afirmo ni doy mayor relación de
esto, porque no lo he visto» (40). Tampoco hace explicaciones inapelables de los
acontecimientos.
El manuscrito está dividido en dos partes} y cada una de ellas, en varios ca-
pítulos. Aunque la atención principal se proyecta sobre Potosí, también hay no-
ticias sobre las minas vecinas de Porco, los Lipes, Berenguela y Challacollo, en
el distrito de Charcas. Capoche debió de tener acceso a relaciones y otros docu-
mentos oficiales de los archivos de Potosí, como lo da a entender la exacta in-
formación que da sobre vetas, ingenios, socavones, túneles y catas, que sólo pudo
obtenerse en tales fuentes. Conoce cual es la mina más peligrosa, qué minas han
dado en agua, cuales son pobres, cuales son vírgenes y cuales dan más plata.
Cuando se trata de pertenencias colectivas, indica lo que corresponde a cada so-
cio, y así provee materia prima para el estudio sobre la institución de la com-
pañía en Hispanoamérica (41).
La Relación no es una historia formal trazada sobre estrictas líneas cronoló-
gicas ni organizada elaboradamente. En sus páginas, sin embargo, se encuentra
mucha información de interés historiográfico. Capoche trató con personas que
estuvieron presentes en el descubrimiento de Potosí, o poco después, y aprovechó
diligentemente documentos, que debieron de ser confidenciales, sobre propiedad
y producción mineras. Su experiencia personal lo habilita para dar valiosas ojea-
das en la vida de este próspero asiento minero (42). Las casas son pequeñas y
mezquinas, hechas de cualquier manera, con materiales pobres y caros y edifi-
cadas sin consideración alguna al bien general ni al crecimiento futuro de la villa
No hay un reloj público, aunque los potosinos son suficientemente pródigos para
gastar grandes sumas en galas femeninas. Hay una nota de inconsciente orgullo
en un comentario de Capoche sobre aquella sociedad costosamente ataviada: «Tal
es el lujo de los vestidos femeninos, que pueden competir con los de España mis-
ma» (43). En medio a esta riqueza, Potosí no podía, empero, jactarse de tener
un hotel o siquiera una posada donde los extranjeros, atraídos por su fama, pu-
diesen parar. La tradicional hospitalidad española debió entrar en juego enton
ees, abriendo las casas particulares a amigos y compatriotas, como permanentes
alojamientos donde los huéspedes eran tratados con «gran liberalidad» (44).
Los mercados de Potosí fueron los más animados de todo e¡ Perú, y la Rela-
ción tiene mucho que decir a este propósito. Capoche da con gran detalle can-
tidades, calidades y precios de mercaderías, víveres y bebidas que los potosinos
despachaban febrilmente (45). Las ganancias eran tan suculentas que hasta los
caballeros se dignaban oficiar de mercaderes; 1.200.000 pesos ensayados se gas-
taban en un año sólo en ropa de Castilla (46). Otro millón de pesos costaba la
(40) «Relación», f. 48.
(41) Un primer paso representa el trabajo de ANDRÉ SAYOUS, «Partnership in the Trade
between Spain and America and also in the Spanish Colonies in the Sixteenth Century»,
Journal of Economic and Business History, I (1929), 282-301. Otro estudioso francés, MARCEL
BATAILLON, ha demostrado recientemente que aún las compañías más famosas de la Conquista
peruana deben ser re-estudiadas, Le. lien religieux des conquérants du Pérou (Londres, 1956).
(42) «Relación», fs. 2, 13 v., 74 v.
(43) Ibid., fs. 2, 94.
(44) Ibid., f. 31 v.
(45) Ibid., fs. 2, 31.
(46) Ibid., fs. 91-94 v. Una profusa documentación sobre la historia comercial de Potosí
hay en los archivos; por ejemplo, listas minuciosas de mercaderías con los precios en que
se vendían. Enumeramos algunas muestras de este tipo de material: «Carta de obligación:
Juan de la Torre, mercader morador en Potosí, en favor de Diego Muñoz Pérez, mercader,
RELACIÓN GENERAL
53
coca qué los indios consumían mientras trabajaban; «vicio supersticioso» llama
a esto Capoche, y urge que sea remediado. Relata los primeros esfuerzos del virrey
Toledo para acabar con este inhumano comercio, cuando sus averiguaciones mos-
traron que muchos indios que cosechaban la coca en los cálidos valles de los
Andes orientales contraían «una enfermedad incurable». Además, el expendio de
la coca en Potosí hacía malgastar a los indios el dinero que debían emplear en
comida. Los mercaderes del Cuzco, fuertemente interesados en este tráfico, se
agraviaron y alegaron ante el virrey que cuatrocientos españoles sólo en el Cuzco
vivían del comercio de la coca; que su transporte a Potosí era otro negocio con-
siderable de suyo, que aún las rentas eclesiásticas se beneficiaban de la coca, y
que «no habría más Potosí de cuanto durase la coca»- Los esfuerzos de Toledo
para refrenar el tráfico mediante sus famosas ordenanzas, se malograron, y los
indios siguieron consumiendo la enervante hierba mientras se afanaban en los
hondos huecos de las minas (47). Todavía en el siglo xx lo hacen.
La Relación no proyecta mucha luz sobre los tipos humanos, espléndidamente
abigarrados, de Potosí. Debemos recurrir a otras fuentes para apreciarlos: con-
quistadores—incluso uno que gozaba de la doble fama de ser pariente de Ignacio
de Loyola y de ser el consorte de una princesa incaica—nobles, músicos, botica-
rios, pasteleros, frailes, un pregonero negro montado en un caballo de pura raza,
mercaderes, sastres, carpinteros, herreros, beneficiadores, vagabundos, marineros,
extranjeros de tierras diversas, sin que falte un turco disfrazado de español (48).
Algunos indios eran tan sugestivos e independientes como los españoles. Don
Juan Colqueguarache, capitán principal de los indios quillacas, quiso legitimar
a sus cinco hijos naturales, y con característico espíritu potosino, quiso también
que tres de ellos se educasen en España, de suerte, según informaba el oidor Juan
de Matienzo al rey, que conociesen la Corte y fuesen presentados a Su Majestad-
Matienzo recomendó el despacho favorable de esta petición, pues sin el ejemplo y
el estímulo de don Juan, «los indios no trabajarían en las minas» (49).
Los mineros mantenían costosas queridas, y los tahúres pululaban; los poto-
sinos se entregaban a vistosos torneos, procesiones y otros entretenimientos de
por 11.855 pesos corrientes por una cargazón de mercaderías.» Potosí, junio 16, 1559 (Archivo
Nacional, Bolivia, Escrituras Públicas, Lázaro del Águila, 1559, f. 537); «Carta de venta:
Diego Rodríguez, mercader morador en Potosí, a Pedro Barroso, mercador y morador asimis-
mo, ciertas mercaderías.» Potosí, junio 17, 1559 (ibid., f. 529 v.); «Obligación de mercade-
rías» da un largo detalle de géneros sin precios, como parte de una obligación firmada por
el mercader Francisco Pérez y su acreedor el capitán Juan Ortiz de Zarate el 14 de sep-
tiembre de 1559 (ibid., f. 931 v.).
(47) Las «Ordenanzas hechas para el beneficio de la coca que se cría y coge en las
provincias del Perú, y buen tratamiento de los indios que entienden en ella», están fechadas
en Madrid, el 11 de junio de 1573. DIECO DE ENCINAS, Cedulario indiano, Alfonso García
Gallo, ed. (4 vols., Madrid, 1945), IV, págs. 320-321. Un compendioso e informativo resumen
del desarrollo del tráfico de la coca y los intentos de suprimirlo desde los tiempos del imperio
incaico hasta las encuestas recientes de las Naciones Unidas se hallará en HAROLD OSBORNE,
Indians oj the Andes: Aymarás and Quechuas (London, 1952), págs. 237-251. No han ter-
minado aún los debates vehementes sobre el efecto de la coca, como se ve por el estudio
de C. A. RICKETTS, «La masticación de las hojas de coca en el Perú», América indígena, XIV
(México, 1954), págs. 113-126. Ricketts apoya el informe de las Naciones Unidas contra la
coca (1953) e impugna la opinión de Carlos Monge en el sentido de que no se ha investigado
aún lo suficiente como para sancionar sus efectos nocivos. Una bibliografía escogida, con
17 ítems recientes, se acompaña en apéndice.
(48) Los archivos de Bolivia y España contienen un gran material sobre la composición
social y racial de Potosí. El manuscrito de Orsúa y Vela c'escrito, supra. nota 33, es una
fuente profusa de información. El supuesto episodio del turco disfrazado se encuentra en los
primeros capítulos, impresos con el título de Historia de la Villa Imperial de Potosí (Buenos
Aires, 1945), págs. 360-368. Allí se refiere cómo el capitán Georgi Zapata llegó a Potosí en
1561, se enriqueció enormemente en una compañía con cierto alemán llamado Gaspar Boti,
y, por último, se fué a Europa. Posteriormente, en una especie de aventura miliunanochesca,
vuelve a Constantinopla, donde había nacido, y recobra su verdadero nombre, Emir Sígala.
(49) Matienzo al rey, 23 de diciembre de 1578. LEVILLIEH, Audiencia de Charcas, I, 480.
5-1
LUIS CAPOCHE
sabor medieval; las corridas de toros eran populares; escándalos y muertes su-
cedían a diario (50). Poco del color local de la vida de Potosí se encuentra en
la Relación, ni el relato de las sangrientas batallas que desde los primeros años
enardecieron a las diferentes naciones o provincias españolas y que tanto man-
charon la historia de Potosí (51), ni tampoco la descripción del gobierno de la
villa, en el cual, el Cabildo, compuesto de poderosos y a veces arrogantes mineros.
desempeñó papel tan prominente (52).
La Relación será particularmente provechosa para el estudioso actual de al-
gunos aspectos fundamentales de Potosí en su período formativo, 1545-1585:
desarrollo técnico, vida y trabajo indígena, crecimiento del espíritu adquisitivo
en aquella importante época de la expansión capitalista en Europa, el siglo xvi.
La contribución de Capoche al conocimiento de cada uno de estos puntos debe
ser delineada.
II
La historia de la ciencia y de los cambios tecnológicos cuenta con útiles datos
en la Relación. Capoche no tiene en mucho las técnicas indígenas, pero provee
una detallada descripción de la forma antigua de trabajar las minas y de bene-
ficiar los minerales en las guairas, hornillos de fundición que, erigidos en las
laderas y las cubres de las montañas, ardían brillantemente a merced de los cor-
tantes vientos andinos (53l.
(50) Ibid., pág. 478. El oidor Matienzo había hecho notar en BU carta de 4 de enero
de 1579: «como cada día acude mucha gente a Potosí por la gram contratación de minas e
yngenios e mercaderías de España... nunca faltan novedades, desvergüenzas y atrevimien-
tos»... ibid., págs. 486-488.
(51) Oviedo, citado por Américo Castro, refiere cómo los andaluces, gallegos y otros
españoles comenzaron a pelear entre sí tan pronto como llegaron a América, The Structure of
Spanish History (Princeton, 1954), págs. 50-51. GUNNAR MENDOZA ha recopilado mucha in-
formación sobre material atañedero y accesible en su Guerra civil entre vascongados y Otras
naciones de Potosí. Documentos del Archivo Nacional de Bolivia (1622-1641) (Potosí, 1954).
ALBERTO CRESPO R. tiene un bien escrito relato basado sobre documentos del Archivo de In.
dias en La guerra entre vicuñas y vascongados. Potosli 1622-1625 (Lima, 1956).
(52) Los libros originales del cabildo de Potosí, correspondientes precisamente a los
años comprendidos en la «Relación», se han perdido, al parecer, pero últimamente el señor
Antonio Monzón, librero de Buenos Aires, adquirió un extracto manuscrito de los libros del
cabildo desde el 21 de junio de 1563 hasta el 31 de agosto de 1573. Este extracto pudiera
haber sido hecho hacia 1790 por Pedro Vicente Cañete, funcionario real e historiador de
Potosí. El señor Monzón permitió amablemente al autor tomar una micropelícula de esta
valiosa pieza relativa a los primeros años de Potosí, que complementa a la «Relación». El
manuscrito cuenta 285 folios y está intitulado «Extracto de los libros del illustrísimo cabildo
de esta imperial fidelíssima Villa de Potosí, según el ordenamiento de las materias en que
tratan, con noticias de los alcaldes mayores que tuvo en los primitivos tiempos de su descu-
brimiento y los que después se intitularon corregidores y gobernadores hasta la erección de
intendencias, poniéndose razón de los pactos o convención hecha con el Excmo. Conde de
Nieva y comisarios para exceptuarla en la jurisdicción del cabildo de la ciudad de La Plata,
con el fin de dar al público cabal inteligencia en estos principios».
(53) «Relación», fs. 28-31. Las contribuciones indígenas eran más importantes de lo que
Capoche creía. Véase PAUL RIVET y H. ARSANDOUX, La métallurgie en Amérique precolom-
bienne (París, 1946); SAMUEL K. LOTHROP, «Gold and silver from southern Perú and Boli-
via», Journal of the Royal Anthropological Institute of Greaí Britain and lraland, LVII
(1937), págs. 305-325, y C. W. MEAD, «Prehistoric Mining in Western South America», Natu-
ral History, XXI (Nueva York, 1921), págs. 453-456. Según Mead, los indios practicaban la
minería, si bien no llegaron a hacer excavaciones muy profundas. En conjunto, los instru-
mentos indígenas eran inferiores y fueron desechados de inmediato, producido el contacto
con los españoles. La guaira, u horno de fundición de piedra, demostró ser decididamente
meior que el sistema de fuelles, como que los españoles adoptaron el sistema indio. BARTOLOMÉ
DE LAS CASAS describe y alaba las invenciones indianas de minería, Apologética historia de
las Indias (Madrid, 1909), págs. 169-170.
RELACIÓN GENERAL
55
Las vetas se mostraron tan ricas en los primeros años; que los españoles cre-
yeron que eran inagotables; según una leyenda india revelada más tarde, un
mítico genio hermafrodita, llamado Coquena, reunió toda la plata de los Andes
en Potosí (54). La guaira fué todo lo que necesitaron los primeros mineros para
sacar prodigiosas cantidades de plata del rico mineral; los españoles se mostra-
ron liberales con los indios en sus estipulaciones de trabajo, y todos sacaron
provecho. Luego las minas se fueron ahondando, el mineral se empobreció y los
antiguos métodos de beneficio ya no bastaron. La producción de plata decayó
grandemente, y esto afectó a toda la economía del Perú; los indios volvieron a
su antigua sistema del trueque, y todos los que tenían que ver con Potosí so
desalentaron.
Don Francisco de Toledo reformó esta lamentable situación, y Capoche de-
clara que el renacimiento de Potosí fué determinado en mucho por las disposi-
ciones del enérgico virrey (55). Antes aún de llegar a la villa, en el curso de su
metódica visita general del reino, Toledo dispuso en el Cuzco que se hiciesen
-ensayos para el beneficio de la plata por el mercurio con minerales traídos ex-
presamente desde el Cerro para ese efecto. Ya en Potosí, en diciembre de 1572,
ataró vigorosamente los diversos problemas de las minas. Instruyó que el azogue
de Huancavelica no se llevase a México, sino que se resarvase para Potosí; re-
partió más indios de mita para el trabajo—contra la tenaz oposición de los en-
comenderos, que los querían para el trabajo de sus tierras—y estimuló la edifi-
cación de un sistema de lagunas donde juntar el agua necesaria para mover los
muchos ingenios edificados para el beneficio de la plata. Los carpinteros, herre-
ros y alarifes fijaban sus propios salarios; el precio del hierro y otros materiales
de construcción subió velozmente. La madera era traída a alto costo hasta el
yermo Potosí desde lejanas tierras, y algunos ejes de ingenio eran tan largos
que se necesitaban sesenta indios para moverlos. Desde cien leguas a la redonda
casi toda la producción de las regiones vecinas iba hacia Potosí, que actuaba como
un imán inmenso, y una larga lista de artículos de lujo venía desde México,
Europa y aún Asia. Retornó el auge. La plata manó en tanta abundancia, que la
fama del puerto de Potosí, fundado sobre las estériles dunas de Arica, en la costa
dei Pacífico, hizo que Francis Drake y otros intrusos extranjeros trataran de lo-
calizarlo con «certidumbre y precisión» (56).
Toledo levantó un censo que, según se dice, arrojó la increíble suma de
120.000 españoles e indios, pero el documento correspondiente no ha sido encon-
trado en ningún archivo (57). Entró en las minas a apreciar el trabajo por sus
(54) Eme BOWMAN: Antiquités de la región andine de la république argeatine el du
désert d'Atacama (2 vols., París, 1908), II, pág. 502.
(55) Muchas referencias a la obra de Toledo en Potosí se encuentran en la «Relación»,
y, en general, en todos los documentos coetáneos. Roberto Levillier ha recopilado mucha de
esta documentación en el volumen II de su Audiencia de Charcas y en su Don Francisco
de Toledo, supremo organizador del Perú. Su vida, su obra (1615-1582) (4 vols., Madrid,
1935). Arthur F. Zimmerman ofrece algunos datos sobre Toledo en Potosí en Francisco de
Toledo, Fifth Viceroy of Perú (Caldwell, Idaho, 1938). Existe mucho material complementario
disperso, tanto manuscrito como publicado, accesible. La Biblioteca Nacional del Perú ad-
quirió hace pocos años un «Códice Toledo» ms. que contiene una espléndida colección de
las ordenanzas de Toledo, muchas de ellas relativas a Potosí.
(56) VICENTE DACNINO Y OLIVERA: El corregimiento de Arica, 1534-1784 (Arica, 1909),
págs. 14, 18-19, 115-150.
(57) ORSÚA Y VELA: Historia, lib. V, cap. IV, da la cifra de 120.000 habitantes; pero
las estadísticas demográficas de Potosí son tan contradictorias como los estados de producción.
Pedro Ramírez de Quiñones, presidente de la Audiencia de La Plata, informaba al rey en
carta de 14 de diciembre de 1561, que en Potosí se contaban «150 casas de españoles», LE-
VILLIER, Audiencia de Charcas, I, pág. 43. Un cálculo hecho hacia 1571, atribuye a Potosí
800 españoles, JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Relaciones geográficas, I, 6. En 1581, la Audiencia
de Charcas informaba que 40.000 indios residían en Potosí, LEVILLIER, Audiencia de Char-
cas, II, pág. 5. Un informe manuscrito de Luis de Morales Figueroa, fechado en Lima el
17 de mayo de 1589 y dirigido al conde del Villar, da 3.000 españoles para Potosí y otros
56
LUIS CAPOCHE
propios ojos, hizo erigir en la cumbre misma del Cerro una cruz de la que, con
verdadera elocuencia potosina, dice que descansa sobre «el pedestal más rico del
mundo»; inició un programa de edificaciones de viviendas; para que sus refor-
mas tuviesen permanencia, dictó numerosas ordenanzas enderezadas a la protec-
ción de los indios, la explotación eficaz del mineral y, en suma, para todas las
actividades de Potosí. Tanta prosperidad hubo por efecto de estas mejoras, en
particular por la introducción del azogue, que por muchos años se oyó a los mi-
nemos y la Corona misma hablar de «los buenos tiempos» del virrey Toledo. Su
influencia sobre Potosí, aún no del todo estudiada, perduró vitalmente durante
varias generaciones. Al morir en 1582 recordó a los indios de Potosí en su testa-
mento con un legado de 500 ducados para el mantenimiento de su hospital (58).
A pesar de estos adelantos, importantes problemas técnicos permanecían en
pie mientras las minas y socavones se adentraban en el Cerro. Algunas minas
daban en agua y había que desaguarlas para proseguir el trabajo. En el período
1583-1585 no hubo agua bastante para mover los ingenios. Las vetas más ricas
se agotaban rápidamente y había que hacer constantes exploraciones, así como
aumentar el rendimiento de plata mejorando los métodos de beneficio. Muchos
inventores corrieron a Potosí llevando ideas nuevas. Pocos, empero, fueron es-
timulados o recibieron permiso para probar sus máquinas y procedimientos, aun-
que algunas innovaciones se llevaron a la práctica, no sin resistencia. La desidia
de los mineros y su renuncia a hacer o a permitir experiencias provoca el enojo
de Capoche, que revela un espíritu avizor, alerta siempre a procedimientos nue-
vos que facilitasen e incrementasen la producción (59). Otro obstáculo para el
progreso técnico fué la decisión posterior del conde del Villar para mantener el
alto consumo de azogue, en vez de alentar el sistema de Carlos Corzo de Leca,
que requería mucho menos azogue (59 a).
Capoche encarece el mantenimiento y la extensión de los socavones, que se
dirigían horizontalmente en el cuerpo del Cerro a cortar las vetas, las cuales,
como se sabe, tenían una declinación casi vertical. En el estado actual de los
trabajos del Cerro, los socavones representaban la solución más eficaz para fa-
cilitar la saca del metal a la superficie, así como para desaguar las minas inun-
dadas, de suerte que la falta de ayuda a sus dueños perjudicaría en general a Po-
tosí. Parece claro que uno de los particulares propósitos de la Relación fué la
defensa de los socavones. Capoche da una lista completa, con información minu-
ciosa sobre su condición presente, la distancia alcanzada en el interior del Cerro,
el número de indios necesario para proseguirlos y limpiarlos, el número actual
de los asignados, etc. Capoche muestra tanto conocimiento de las características
peculiares de cada uno de los socavones y las minas en la colmena del Cerro, como
Bernal Díaz del Castillo sobre los caballos que Cortés trajo a México (60).
Otros capítulos de la Relación detallan el proceso de la amalgama y las ope-
raciones de los ingenios en el beneficio del mineral (61). No corresponde discutir
estas materias aquí, pero no dejaremos de anotar que la Relación será muy útil
a quienquiera se proponga compilar un vocabulario de tecnicismos mineros po-
tómanos. Los mineralogistas de Potosí, que eran los mismos trabajadores o, cuan-
tantos para Lima. «Relación de las ciudades, villas y lugares...», British Museum, Additional
Mss. núm. 13.977, Papeles Varios de Indias, núm. 6, f. 75. Como es obvio, los indios forma-
ban la masa de la población potosina. Lamentablemente, ni el informe especial hecho por
el virrey Toledo sobre Potosí, ni las respuestas oficiales al interrogatorio real, han sido lo.
calizados.
(58) ROBERTO LEVILLIER: «Don Felipe II y el virrey Toledo. Un duelo de doce años».
Revista de la Universidad de Buenos Aires, V época, año I, núm. 2 (1957), págs. 3-17.
(59) «Relación», f. 41 v.
(59a) GASPAR DE ESCALONA AGÜERO: Gazophilacium regium perubicam, págs. 149-150
(60) «Relación», fs. 23v.-27v.
(61) Ibid., fs. 31-41.
RELACIÓN GENERAL
57
do más, los artesanos empleados en la explotación, no se interesaban por escribir
sobre estas materias más que los metalúrgicos de Europa por ese tiempo (62).
Sólo después de varias generaciones el trabajo experimental produjo tratados
formales en ambos lados del Atlántico. Capoche escribe mucho antes de la apa-
rición del manual de Alvaro Alonso Barba, Arte de los metales (1640). El mate-
rial disponible para ilustrar este importante e inédito capítulo de la historia cien-
tífica de América es voluminoso y quizá su estudio minucioso permita rectificar
un día nuestro concepto sobre la contribución de España a la minería (63).
III
Las cualidades de los indios, su conversión, su trabajo en las minas e inge-
nios, el tratamiento que se les daba, ocupan mucho Jugar en la Relación. Nadie
que esté familiarizado con la pugnante y difundida lucha por la justicia que se
desenvuelve en el siglo xvi en España y América, se sorprenderá viendo a Capoche
abogar tenazmente por la cristianización de los indios e impugnar vigorosamente
su esclavización por sus compatriotas. Desde el comienzo la Relación revela ca-
ridad para con ellos y frecuentemente un hondo anhelo por su bienestar. Capoche
conoce algo de su religión y deplora su idolatría y barbarie; describe su siste-
ma de registrar el tiempo, las estadísticas y Jos acontecimientos históricos por
medio de Jos quipus; distingue claramente la historia y las caracerísticas de las
diversas parcialidades de indios, y en general muestra un conocimiento íntimo
de sus costumbres. Loa el gobierno del Inca. Su minucioso informe sobre la dis-
(62) GEORGE SARTON: Six Wings. Men of Science in the Rmaissance. (Bloominston, 1957),
pág. 120.
(63) Material publicado se encuentra en JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Relaciones geográficas
de Indias, 1, 119-123; II, cxx-cxliv; LEVILLIER, Audiencia de Charcas^ I, 468, 471; II, 254,
357. Una lista de documentos referentes, en JULIÁN PAZ, Catálogo de manuscritos de Amér.ea
existentes en la Biblioteca Naciomal (Madrid, 1933). Complementariamente, el Archivo Na-
cional de Sucre, Bolivia, y el Archivo de Indias contienen muchos informes sobre inventos.
Bien estudiados, estos documentos proyectarán buena luz sobre los tenaces y vigorosos es-
fuerzos hechos para mejorar la técnica del beneficio y constituirán un indispensable comple-
mento a la «Relación». Capoche no da, por ejemplo, el nombre del introductor del beneficio
del azogue, pero el punto está ilustrado por la «Probanza de los méritos y servicios de
Damián de la Vandera, uno de los primeros pobladores del Perú y muy versado en la historia
y antigüedades de aquella tierra», fechada en Potosí el 6 de mayo de 1586, donde se dice
que Vandera fué el primero que usó el azogue (Archivo de Indias, Charcas 42). Hasta hoy,
Pedro Fernández de Velasco era tenido como autor de este importante adelanto en los trabajos
de Potosí. Teniendo en cuenta que el azogue se encontró en Huancavelica en 1567, es posible
que luese usado poco después en Potosí. Un excelente trabajo sobre el poeta portugués autor
del trascendental descubrimiento del azogue en el Perú, que tuvo el efecto de transformar
el descaecido asiento minero que a la sazón era Potosí en uno de los centros argentíferos
más grandes del mundo, es el de GUILLERMO LOHMANN VILLENA, «Enrique Garcé.-,, descubridor
del mercurio en el Perú, poeta y arbitrista», Anuario de Estudios Americanos, V (Sevilla,
1948), págs. 439-482. Tiene un interés correlativo para los inventos del siglo XVI el trabajo.
de MANUEL LUENGO MUÑOZ, «Inventos para acrecentar la obtención de perlas en América
durante el siglo XVI», ibid., IX (1952), págs. 51-72. Capoche no menciona a Enrique Garcés,
ni a Francisco Mejía, quien en 1577 llevó de México al Perú un nuevo y mejorado método
de beneficio por azogue que rendía el doble de plata que los anteriores. En cuanto a estudios
modernos, son útiles los de T. A. RICKARD, «Historical Notes on the Patio Process», publica-
do en 1936 en las actas de noviembre de 1955 de la reunión del Canadian Institute of Mining
and Metallurgy, y los de MODESTO BARGALLÓ, La minería y la metalurgia en la América Es-
pañola durante la época colonial (México, 1955) págs. 112-114, y «El beneficio de amalgama-
ción de las menas de plata de Bartolomé de Medina: Primeras modalidades en Nueva España
y en el reino del Perú», Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, XVII (1956),
núms. 1-4, págs. 99-109.
58
LUIS CAPOCHE
tribución de los indios aymarás y queohuas del distrito y sobre sus costumbres
constituye un importante aporte en nuestro escaso conocimiento de la materia (64).
Si bien juzga que los indios son, en conjunto, de escaso talento y faltos de
imaginación, hace distinciones entre ellos, y admite que existen personalidades
notables, como don Hernando Ayaviri, «indio de mucha habilidad, que lee y es-
cribe de corrido» (65). La acción recíproca entre las culturas española e india
produce extraños frutos, como don Juan Collqui el Mozo, que «ha oído gramática
en el colegio de la Compañía de Jesús y anda vestido a nuestro modo, con mucha
seda» (66). Los otros indios no quieren a don Juan «por el traje, que para sus-
tentarlo es menester robarles».
Capoche conoce bien el mecanismo gubernativo ajustado por los españoles
pai a gobernar a los indios, y lo impugna con la franqueza típica de muchos es
pañoles de la época. Los alcaldes indios de las parroquias de Potosí no se abs-
tienen de beber por respeto a sus funciones, como podría esperarse que lo hicie-
ran, sino que son los primeros en emborracharse (67). Indios e indias se entregan
a frecuentes y prolongadas orgías, en el curso de las cuales recuerdan sus anti-
guas ceremonias y danzas. Toledo procuró remediar este problema abriendo ta-
bernas donde los indios pudiesen beber parcamente y sólo en determinadas oca-
siones, pero el mal persistió y entorpeció gravemente su instrucción religiosa.
Capoche cierra este capítulo, consagrado a asuntos religiosos tan importantes, con
la recomendación más terrenal y práctica: tjue, siendo los capitanes de mita muy
goidos por lo común, se les debe dar piulas o caballos en los cuales puedan visitar
diariamente a sus indios para evitar que se emborrachen y para hacer más expe-
dita la tarea de juntar los lunes en la mañana a los mitayos de turno para el
trabajo semanal en las minas e ingenios (68).
Un capítulo extenso está dedicado a la historia de la tasa impuesta en todos
los indios varones de dieciocho a cincuenta años de edad (69), Capoche alza la
voz contra los inauditos excesos cometidos en la cobranza de las tasas por los
propios caciques indios, así como por los párrocos y otros españoles; insiste en
la adopción de una tasa fija; contradice la abolición del oficio de protector de
indios y elogia los esfuerzos del protector de Potosí, Francisco de Vera. Era ne-
cesario defender a los indios, copio las autoridades y los eclesiásticos españoles
no cejaban de representar a la Corona (70). Con su vivaz estilo informaba fray
Rodrigo de Loaysa: «Estos pobres indios son como las sardinas en el mar. Así
como los otros peces persiguen a las sardinas para hacer presa en ellas y devo-
rarlas, así todos en estas tierras persiguen a los miserables indios y, a menos que
(64) «Relación», fs. 84, 50-58. En 1575 se designó a un cosmógrafo para que preparase
una descripción «por pintura y escriva las costumbres y leyes por donde governava el ynga
y todos sus ritos y ceremonias antiguas». LEVILLIER, Audiencia de Charcas, I, 329.
(65) «Relación», f. 29 v; f. 52.
(66) Ibid., f. 52 v.
(67) lbid., fs. 56-56 v. Ya tempranamente la Audiencia había intentado limitar el con-
sumo de bebidas por los indios los domingos, y aún entonces prohibiéndoles el usar en sus
fiestas, los tambores, «cosa bien indecente y mal sonante». LEVILLIER, Audiencia de Char-
cas, I, 67-68.
(68) «Relación», fs. 56-56 v.
(69) lbid., fs. 95-103.
(70) FRAY RODRIGO DE LOAYSA: «Memorial de las cosas del Pirú tocantes a los indios»,
remitido al Consejo de Indias el 5 de mayo de 1585, Colección de documentos inéditos para
la historia de España, Martín Fernández de Navarrete, ed. (112 vols., Madrid, 1842-1895),
XCIV. pág. 603. Otro documento fundamental para este período es el de ANTONIO DE AYANZ,
«Breve relación de los agravios que reciven los indios que ay desde cerca del Cuzco hasta
Potosí... 1596», publicado por Rubén Vargas Ugarte, Pareceres jurídicos en asuiuos ae l,ír' i
(Lima, 1951), págs. 35-88. La «Información de Diego Núñez Bazán, protector general de los
naturales de Potosí», fechada en 11 de noviembre de 1579, relata las penalidades que los
indios sufrían en el trabajo del Cerro. Archivo de Indias, Charcas, 78, núm. 27, 35 fs.
RELACIÓN GENERAL
59
alcancen algún apoyo y protección, serán acabados también, como las sardi-
nas» (71).
Capoche mira con igual celo las disposiciones relativas a la salud espiritual
de los indios (72). Los sacerdotes enviados a las doctrinas no pueden a menudo
comunicarse con los indios en su propio idioma; hay mucha corrupción, pues
los curas doctrineros suelen emplear a las hijas más bellas de los caciques para
fin«^s inmorales; hay necesidad de grandes reformas. Un ejemplo edificante es el
del jesuíta Alonso de Barzana, que ha mostrado su capacidad como predicador y
corno maestro de las lenguas indígenas í73).
La Relación contiene un gran material sobre el problema de que está plagada
la historia potosina desde el descubrimiento del Cerro en 1545 hasta hoy día: el
trabajo indígena (74). Al principio el mineral era tan rico que los indios se con-
trataban voluntariamente con los dueños de minas españoles, los cuales, por su
pa¡te, eran generosos en la participación de sus caudalosos rendimientos. Cuando
el mineral se empobreció y el acceso a las vetas se hizo más difícil, todo cambió
lamentablemente. Los mineros tuvieron que emplear indios compelidos por las
autoridades, o mingarlos por su cuenta; pero aún así no había indios suficientes
y la producción decayó, hasta que Toledo reformó las cosas revolucionariamente
y estableció el sistema de la mita, mediante el cual los indios trabajaban por
obligación y con arreglo a normas bien delineadas (75). Capoche describe escru-
pulosamente el sistema del trabajo forzoso, de acuerdo con el cual aproximada-
mente un séptimo de los indios sujetos a tasa en una gran extensión a la redonda
de Potosí acudían anualmente al trabajo del Cerro, a cambio de un salario. Ya
no volvería a suceder que los españoles contasen los indios de cada pueblo mon-
tados en sus caballos y con la lanza en la mano (76). Ahora todo estaba organizado
como una base industrial, tanto que la mita hubo de impresionar aún al meticu-
loso Felipe II.
De acuerdo a las ordenanzas de Toledo, 13.340 indios debían salir anualmente
de sus hogares y caminar la abrumadora y a veces azarosa jornada hasta Potosí.
Sus mujeres e hijos debían ir con ellos también, de suerte que más de 40.000 in-
dios acudían al Cerro cada año, «y estaban los caminos cubiertos que parecía
que se mudaba el reino» (77). Llegados a Potosí, los mitayos eran divididos en
tres partes iguales, cada una de las cuales trabajaba una semana en las minas v
los ingenios, y dos semanas en otras labores más descansadas. Capoche sabe los
(71) Citado por CONSTANTINO BAYLE: El protector de indios (Sevilla, 1945), pág. 1.
(72) «Relación», fs. 83-84 v. Para mostrar que algunos eclesiásticos participaron de esta
opinión, aquí están las palabras de fray Rodrigo de Loaysa en su (Memorial de las cosas
del Pirú tocantes a los indios», enviada al Consejo de Indias el 5 de mayo de 1585: «Final-
mente, ellos, con estos tan terribles trabajos, se consumen y acaban, y con estas injusticias
se junta el oro y la plata que acá viene, y la doctrina que les damos es tan poca que ni no
es decilles las oraciones los domingos, las cuales ellos dicen como papagayos sin entenderlas,
y meterlos a que ovan misa, como quien mete un poco Je ganado en un corral, no hay más
doctrina ni más aprovechamiento, y tan rudos y bestiales están en las cosas de la fe como
cuando entramos, y aún están peores en las costumbres, por el mal ejemplo que de nuestra
codicia y disoluciones han recibido. Todo cuanto allá suena es tasa y tributos, y cuando el
indio se muere las últimas palabras con que acaba es ya no pagaré más tasa ni tributo: este
es el Jesús con que acaban.» Documentos inéditos para la historia de España, XIVC, pág. 602.
(73) Sobre esta figura véase Francisco Mateos, etd., «Una carta inédita de Alonso de
Barzana», Missionalia Hispánica, VI (1949), págs. 143-155.
(74) «Relación», fs. 28 v., 29 v., 50-61.
(75) Ibid., fs. 50-57. No se ha hecho aún un estudio integral sobre la mita, pero Marie
Helmer tiene avanzado el trabajo de una monografía sobre el tema. JOHN H. ROWE propor-
ciona una descripción valiosa y una bibliografía abundante como parte de su sustancioso
artículo «The Incas under the Spaniards», Hispanic American Historical Reviene, XXXVH
(1957), págs. 170-179.
(76) «Relación», f. 95 v.
(77) Ibid., fs. 87-88 v.
60
LUIS CAPOCHE
nombres de todos los indios capitanes de mita de su tiempo, que tenían a su cargo
hacer funcionar la complicada maquinaria de la mita, así como el número de
mitayos sujetos a ellos. También da cifras exactas sobre los indios asignados a
trabajos de utilidad pública durante el llamado tiempo de descanso, cuantos se
necesitaban para trabajar en las salinas, cuantos en las laguns, cuantos eran.
asignados al doctor Franco, el cirujano llevado a Potosí por el virrey Toledo.
El doctor Franco, de paso, apenas podía persuadir a los indios heridos a entrar
en el hospital, que ellos temían más que la muerte misma, según dice Capoche.
Otros muchos indios iban a Potosí por su propia voluntad y se alquilaban
para trabajar como mingados. Capoche dice que no se podía confiar en ellos
como en los mitayos, y a cada paso fustiga su veleidad e inconstancia. Había que
pagarles salarios más altos que a Jos mitayos, y a veces proveerles de coca a modo
de estímulo. En un breve pero pugnante capítulo, «De los indios mingados y de
la desorden que hay con ellos», Capoche habla como un dueño de ingenio cuyos
trabajos eran frustrados por operarios irresponsables, en contraste con el tono
benévolo que emplea casi siempre que habla de los Indios.
Otro largo capítulo se ocupa en la lucha de las autoridades reales que tra-
taban de permitir a los indios rescatar minerales por su propia cuenta, con los
mineros, que oponían una resistencia pertinaz, alegando que dichos minerales
eran ilícitamente adquiridos (78). Mas la Corona insistió, con mayor energía
aún, en que el metal era la única moneda con que los indios podían contar en
el Cerro. Los indios pagaban en metal la «comida, frutas y otros refrescos» que
consumían cuando salían de las minas. Las indias llevaban a sus hijas a las al-
turas del Cerro para que los mineros se sirviesen de ellas, y esto también se paga-
ba en metal (79).
La Corons procuraba, naturalmente, mantener un sistema que estimulase a
los indios a obtener mineral y a refinarlo en sus guairas, para acrecentar la pro-
ducción de plata y poder cubrir las perdurables urgencias de las arcas reales.
Cuando el virrey Toledo expidió una orden aprobando el rescate, el jesuíta Diego
de Baena predicó públicamente contra ella, diciendo que todos cuantos permitie-
sen rescatar a los indios incurrían en pecado mortal. Sobrevino un gran escán-
dalo. Capoche cuenta el episodio menudamente y muestra hasta qué punto con-
sideraba a los indios vasallos libres, a los cuales debía otorgarse todo el provecho
que pudiesen obtener lícitamente. Ensalza con énfasis la libre empresa y dice que
«lo* indios no son esclavos». Después de todo, esta tierra era de ellos, y su trabajo
en las minas es tan agotador como peligroso, de suerte que no se les otorga sino
un derecho, concluye Capoche en un exaltado discurso, al hacer que cuenten con
las mismas oportunidades de mejoramiento que otros vasallos. En otro capítulo
condena el extendido abuso de esclavizar a los indios en Potosí (80).
Capoche ostenta cierta familiaridad con las sutiles especulaciones implicadas
en el caso; cita verbatim los formales pareceres de algunos juristas y teólogos
que inevitablemente fueron arrastrados al debate, e impugna en parte la opinión
del famoso jesuíta José de Acosta, asimismo inclusa en la Relación, Trae tam-
bién a cuento leyes canónicas relacionadas con este caso de conciencia (81), y, en
(78) Ibid.y fs. 74-84 v. En los archivos se encuentran muchas otras opiniones, indicio de
que el debate se difundió grandemente. El franciscano Pedro de Ore y el carmelita Juan de
Valenzuela, por ejemplo, se opusieron a él. Archivo de Indias, Charcas 35, núm. 5.
(79) «Relación», f. 68 v.
(80) lbid., fs. 81-83.
(81) lbid., f. 77 v. Los criterios eclesiásticos sobre el trabajo de los indios en las minas
fueron a la vez dispares y vehementes durante el período cubierto por la «Relación». Por lo
demás, no siempre fueron muy consecuentes. El primer arzobispo de Lima, fray Gerónimo
de Loaysa, aprobó la mita cuando el virrey Toledo solicitó el parecer de los eclesiásticos al
respecto, pero en su lecho de muerte se retractó de esta opinión. JUAN DE SOLÓBZANO y PE-
REIBA, Política Indiana (2 vols., Madrid, 1736-1739), tomo 2, lib. I, cap. 15, núm. 84.
RELACIÓN GENERAL
61
suma, muestra tal versación en este punto particular, que uno se pregunta si otra
mano no intervendría en él. O bien Ja versación de Capoche en estas materias
valdría como otra prueba más de que todos los españoles del siglo xvi tenían algo
de teólogos. Resulta cjaro que la introducción de este asunto, como una parte
integral de la Relación, sea que Capoche lo haya escrito o no, confirma algo ya
bien sabido: durante la conquista de América, la discusión de teorías políticas
y teológicas era inseparable de la acción política.
Dondequiera que la Relación se ocupe en los indios, el interés de Capoche por
su bienestar se expresa elocuentemente, y el relato de sus penurias en las minas
tiene todo el sello de la verdad. Entre los pasajes más vividos está la descripción
de su angustia al ser arrancados de sus campos, de sus familias y de sus amigos
para trabajar en el lejano Potosí; su repugnancia por el extraño trabajo de
escarbar las entrañas de la tierra; su indiferencia ante la perspectiva de acumu-
lar riquezas personas, estímulo ajeno del todo a su sentido de la vida. Es inol-
vidable la pintura que Capoche hace de los indios trepando o descolgándose sudo-
rosos por las inseguras paredes de las minas, y arriesgando sus vidas en el acarreo
de Jas pesadas cargas de mineral. Su salud padecía por el violento cambio de
temperatura entre el tremendo calor en lo hondo de las minas y los glaciales
vientos de afuera, y el premio que solían recibir por esto eran los malos trata-
mientos de sus amos, que les llamaban «perros». Capoche cuenta el caso de un
indio que, temeroso del castigo de su amo, corrió a refugiarse en la misma mina.
y, en su terror y confusión, cayó «y se hizo cien mil pedazos» (82). Luego acuña
una frase que los historiadores han repetido: «el trabajo que padecen [los indios]
y lo que les cuesta el metal, podríamos decir que es más sangre que metal» (83).
Son éstas las palabras de un dueño de minas e ingenios, bien enterado de los
constantes apremios reales para producir más y más cada vez, pero no menos
celoso de la obligación que tienen los españoles de cristianizar y proteger a los
indios. La Relación ilustra el dramático dilema de los españoles en el Nuevo
Mundo: sacar provecho de sus dominios indianos sin oprimir a los naturales
ni entorpecer su conversión. Capoche no trata de ignorar ni ocultar el problema
Nos muestra a los indios sudando y muriendo en los laberintos del Cerro, mani-
fiesta las dificultades para su conversión eficaz, y cita a autoridades eclesiásticas
en su vehemente defensa del derecho de los indios a vivir como vasallos libres
en vez de ser explotados como esclavos.
IV
La historia de los primeros tiempos de Potosí tiene importancia especial para
quienes quieran escudriñar en el espíritu de la época, particularmente en el des-
arrollo del sentido adquisitivo en la sociedad moderna (84). La poderosa atracción
puesta en juego por las nuevas del descubrimiento de las primeras minas perua-
nas condujo a una dramática despoblación de las islas del Caribe. «¡Dios mío,
al Perú!», exclamaban los españoles corriendo a porfía hacia los Andes (85). El
(82) «Relación», f. 29. See also ibid., fs. 72.74.
(83) Ibid., f. 72.
(84) CARL BECKER: «Some Aspects of the Influence of Social Problems and Ideas TJpon
the Study and Writing of History», American Journal of Sociology, XVIII (1912-1913), pá-
ginas 661-675.
(85) Joaquín F. Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis Torres de Mendoza, eds.,
Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las
posesiones españolas en América y Oceanía... (42 vols., Madrid, 1864-1884), XLII, 72-79;
HERRERA^ Historia de los hechos de los castellanos, lib. V, cap. 10; GONZALO FERNÁNDEZ DE
OVIEDO Y VALDÉS, Historia general y natural de las Indias, islas y Tierra-Firme del mar
Océano, Amador de los Ríos, etd. (4 vols., Madrid, 1851-1855), lib. V. cap. 10.
62
LUIS CAPOCHE
descubrimiento de Potosí acrecentó la afluencia, hasta el punto de que la Villa
Imperial vino a ser llamada «Babilonia del Perú», donde todo se reputaba más
grande, más vistoso y más espléndido que en parte alguna (86). Nada importaba
que los españoles y extranjeros, que se atropellaban tratando de cobrar siquiera
un poco del caudal manante de la cornucopia del Cerro, tuviesen que quebrantar
muchas leyes, o padecer privaciones y enfermedades una vez llegados, pues mu-
chos forasteros habían ganado a la vez nombre y fortuna como mercaderes, due-
ños de minas y dueños de ingenios.
Fuentes para documentar esta peculiar dinámica social existen en los archi-
vos, aunque no del todo accesibles todavía. Quizá la historia de Nicolás de Gue-
vara sea característica. Llegado a Potosí en 1581, se enriqueció tan pronto que
no le fué difícil satisfacer su vanidad comprando una plaza capitular por 42.000
pesos: «el oficio más costoso de esta clase en todos los reinos de España», decía
en carta escrita a su casa, mientras enviaba dinero generosamente a cuatro sobri-
nos que allí tenía; y cuando le dio en la flor casarse con una criolla que era su
prima hermana, no le fué difícil obtener una licencia pontificia (87). También los
eclesiásticos traían las vidas perturbadas por la idea del enriquecimiento repen-
tino. El fraile dominico Tomás del Castillo descubrió una mina de oro más allá
de Potosí, y se vio dueño de una mina de 140 varas, de la cual dispuso en esta
forma: una parte al convento de San Esteban, en Salamanca, y otra al Colegio
de San Gregorio, de Valladolid, para el mantenimiento de cuatro estudiantes del
Perú, con la condición de que, no admitiéndolos, no valiese la donación; al Co-
legio de Santo Tomás, de Sevilla, señalaba una parte menor para el sustento de
dos estudiantes, bajo la misma condición; el monasterio de Santo Tomás, de
Avila, recibía también algo, en el entendido de que los réditos se empleasen en
vestir a los frailes; fuera de otras donaciones al Colegio de Santo Tomás, de
Alcalá de Henares, y al monasterio de Santa Catalina, en Plasencia, este leal do-
minico obsequiaba otra parte de su mina, enclavada en lo más recóndito de Sud
América, a la ornamentación de la capilla del Sepulcro de Santo Domingo, de
Bolonia. Para apreciar plenamente el impacto de los tesoros americanos sobre
Europa, sería necesario contar las infinitas donaciones de los potosinos a sus
amigos, parientes e iglesias favoritas del Viejo Mundo, así como los donativos y
empréstitos de los ricos mineros a la Corona como correspondencia anticipada a
futuros favores, y no solamevte la producción oficial del Cerro contabilizada de
acuerdo con el pago de los quintos reales (88).
Todos los aspectos de la vida, la religión inclusa, fueron influidos por el río
de plata que manaba desde el Cerro. Los mineros gastaban rumbosamente en es-
pectaculares donaciones para las iglesias y los monasterios en los días de su vida,
y para suntuosos oficios fúnebres en la hora de su muerte (89). Los juegos eran
(86) Tal es la descripción del padre José DE ACOSTA en su «Annua de la Provincia del
Pirú del año 1578», Obras del P. José de Acosta, de la Componía de Jesús (Madrid, 1954),
pág. 298. Editada por Francisco Mateos, S. J. (Biblioteca de Autores Españoles, 73). Se puede
encontrar otras informaciones jesuíticas sobre Potosí en Monumento Peruana (2 vols., Roma,
1954-1958), editada por Antonio de Egaña, S. J.
(87) MAME HELMER: «Un tipo social: El minero de Potosí», Revista de Indias, año XVI,
núm. 63 (1956), págs. 85-92. La carta está fechada en Potosí, 4 de abril de 1595, y fué en-
viada al rico comerciante de Medina del Campo Simón Ruiz, a quien Guevara pedía hacerse
cargo de entregar el dinero en un gesto de «tío rico».
(88) Véase en la «Relación», fs. 46-47 v., el detalle completo sobre la distribución que
el dominico hizo de su mina. Información sobre las confiscaciones de Felipe II en las riquezas
de América, en JOSÉ MARTÍNEZ CARDOS, «Las Indias, las cortes de Castilla durante los si-
glos XVI y XVII», Revista de Indias, año XVI (1956), núm. 64, págs. 257-258. Otros ejemplos
de confiscaciones tempranas se encuentran en Cortes de. los antiguas reíaos de León y de
Castilla (5 vols., Madrid, 1861-1903), V, 690, 717, 821.
(89) «Relación», f. 94. El testamento del rico mercader Alvaro Bejarano, fechado el 16 de
octubre de 1559, manda que «todos los curas y sacerdotes de Potosí» acompañarán su cuerpo
en el entierro, por lo cual se había de pagar lo acostumbrado. También figuran legados para
RELACIÓN GENERAL
63
po'jularísimos y deparaban grandes ganancias a los organizadores de partidos
de pelota. El virrey Toledo no era amigo de este deporte; pensaba que era propio
de gente ociosa y que hacía malgastar un tiempo que estaría mejor empleado en
las minas. Como los potosinos se hacían ricos brevemente, y a veces espectacu-
larmente, en el comercio o en la minería, los españoles se afirmaron más que
nunca en la idea de que el hombre alcanza la fortuna por casualidad o con el
sudor de la frente del prójimo y no por el esfuerzo propio. El trabajo manual,
nunca muy apreciado en la España del siglo xvi, fué así aún más desdeñado en
el Nuevo Mundo, mientras que los viejos tabúes opuestos contra el ejercicio del
comercio por la nobleza se olvidaban (90). La tradición de una sociedad cuyo
tipo ideal era el caballero que de ninguna manera mancharía sus manos con tra-
bajos ruines, fué aún más alentada en una mina tan trabajosa como Potosí.
Este sentido lujoso de la vida fué transmitido también a los mestizos y a los
negros en ciertas partes del Perú. En 1579, un fraile, todo indignado, informaba
desde Quito a Felipe II que casi todas las señoras españolas de allí, teniendo por
muy vil el dar el pecho a sus propios hijos, se valían de niñeras indias, y que lo
miamo hacían las mestizas. Los sirvientes mestizos de los españoles tenían, por
su parte, sirvientes indios, y si un negro iba al mercado por cuenta de su amo.
llevaba consigo un indio para que cargase los víveres (91). Los españoles que
nunca se habían aventurado allende el Atlántico, viendo las maneras señoriales-
y los hábitos ostentosos de sus parientes llegados de América, pensaban que se
habían echado a perder y lamentaban sus excesos en la bebida, el vestido y el
poite. Capoche muestra una penetración realista en el carácter de sus coterráneos
de España y América al explicar por qué el Cerro de Potosí había permanecido
incógnito por muchos siglos: Dios, dice, mantuvo escondida semejante riqueza
porque sabía que los españoles desean con tanto ahinco las minas que solamente
dándoles un tesoro como Potosí podría el cristianismo llegar hasta una tierra
remota e inacomodada como el Perú (92).
Capoche insiste en particular sobre el prominente papel que los indios des-
empeñaron en el descubrimiento y la explotación de yacimientos argentíferos en
Potosí y sus alrededores. En los primeros tiempos, las autoridades peruanas solían
pasar por alto las disposiciones reales, y, por dar ventaja a los españoles, no per-
mitían ni estimulaban a los indios a participar y aprovecharse de la frenética
búsqueda de las minas. La baja de la producción y las urgencias crecientes de
la Corona cambiaron el cuadro, y el virrey Toledo lanzó, también a los indios,
a la gran batida. Los indios ahora descubren minas cada día, proclama Capoche;
aun las indias poseían ricas minas, y el manuscrito registra asimismo como dueño
de una mina a un «Don Diego Illa, indio, presbítero» (93), aunque esta última
sus hijos naturales. «Testamento de Alvaro Bejarano», Archivo Nacional (Bolivia). Escrituras
Públicas, Lázaro del Águila, 1559, f. 1039. Hay, finalmente, un codicilo fechado el 18 de
octubre de 1558. Ibid., f. 1056.
(90) The travets of Pedro Cieza de León, editados por Clements R. Markham (London,
1864), Hakluyt Society, Serie 1, vol. 33, págs. 390-391. No es sorprendente que la gente noble
apiovechase prontamente las oportunidades comerciales que brindaba América, pues RICHARD
KONETZKE ha demostrado que ya en los tiempos medievales se había dedicado a estas acti-
vidades, «Entrepreneurial Activities of Spanish and Portuguese Noblemen in Medieval Ti-
mes», Explorations in Entrepreneurial History, VI (1953), 115-120. Véanse también los suges.
tivos capítulos de JOSÉ DURAND: «Los hidalgos y el comercio», en La transformación social
del conquistador (2 vols., México. 1953), II, págs. 64-72, y «El lujo indiano», Historia Me.
xicana, VI (1956-1957), págs. 59-74. Un raro libro del MARQUÉS DEL SALTILLO, Linajes de
Potosí (Madrid, 1949). trae informaciones valiosas.
(91) FRANCISCO MARÍA COMPTE: Varones ilustres de la Orden Seráfica en el Ecuador,
desde la fundación de Quito hasta nueuros díash 2.» ed. (2 vols., Quito, 1885), I, 53.
(92) Petición ccxiv de las Cortes de 1548, Cortes de los antiguas reíaos de León y de
Castilla, V, págs. 472-473. El comentario de Capoche sobre el carácter de los españoles se
encuentra en el folio 3 de la «Relación».
(93) «Relación», f. 19. ¿Se refiere Capoche aquí a un sacerdote de la religión nativa?
M
LUIS CAPOCHE
palabra está testada por ser un error de copia: la existencia de un cura indio
en Potosí en época tan temprana sería un hecho sensacional, ni es probable que
en ninguna parte de la América hispana algún indio alcanzase la calidad ecle-
siástica hacia 1585. Indios ricos eran conocidos en Potosí ya en .1562 (94), y
resulta claro, según la Relación, qu<* no pocos indios se asociaban a los españoles
en el trabajo de las minas. Sin embargo, Capoche no incluye el nombre de ningún
inJio entre los dueños de ingenios, y parece ser que con el tiempo los indios fue-
ron perdiendo, de una manera u otra, las minas que habían descubierto.
¿Quedó el dinamismo social de los indios restringido a ciertos límites? Así
se infiere de la Relación. Al menos, es evidente que en Potosí no se desarrolló
un proletariado de técnicos y obreros como el que coetáneamente se desarrollaba
en Europa, el cual, en última instancia, promovió una transformación en la vida
del Viejo Mundo (95). La gran masa indígena siguió trabajando para la minoría
española tal como lo hiciera para la minoría incaica, si bien la explotación mi-
nera en su forma actual constituía una calamidad no conocida antes. Sea como
fuere, los cambios sociales y económicos de Potosí en el período 1545-1585 mo-
dificaron algo las ideas y sentimientos de conquistadores y conquistados por
igual. Ante todo, Potosí representó la mejor oportunidad para un florecimiento
espectacular del sentido del provecho personal, y Capoche documenta este drama
en forma a la vez sobria y verídica.
Y
¿Influyó la Relación de algún modo en la política y la obra del nuevo virrey,
como al parecer lo perseguía? Sabemos que el documento fué concluido en Potosí
el 10 de agosto de 1585, y parece probable que don Pedro de Córdova Mesía,
agente del conde del Villar, lo llevase brevemente a Lima para facilitar el oportuno
conocimiento del mismo; el conde llegó a la ciudad el 25 de noviembre de 1585
y fué recibido con el aparato tradicional y fastuoso de siempre (96). Tanta fatiga
le nabía causado, empero, la prolongada travesía desde España, que pasó algún
tiempo antes de que empezase a despachar los urgentes negocios del virreinato.
A los seis meses de su llegada remitía, por fin, su primer informe detallado al
rey: así sabemos que designó a su leal y competente privado Córdova Mesía para
poner orden en Potosí como visitador (97); como premisa de su acción, juntó
a algunos de los más sabios teólogos del Perú, a fin de que compulsasen los
muchos y enfadosos problemas relativos al tratamiento de los indios, y reunió
también a las personas más experimentadas para que discutiesen en su presencia
todos los documentos y las proposiciones sobre Potosí, de suerte que el nuevo
visitador contase con toda la suma de consejos posible. Muchas de las recomen-
daciones peculiármente hechas por este último grupo—que incluyó al jesuíta
José de Acosta—se encuentran en la Relación: el mantenimiento de los socavones
recibió apoyo vigoroso, como lo pedía Capoche, así como la confirmación del
derecho del rescate de plata a los indios, la conservación del oficio de protector
de naturales, la reducción del precio del azogue y el estímulo al beneficio de
(94) LEVILLIER: Audiencia de Charcas, I, págs. 66-67.
(95) MYRON P. GILMORE: The World of Humanism (Nueva York, 1952), pág. 56.
(96) JUAN BROMLEY: «Recibimientos de virreyes en Lima», Revista Histórica, XX (Lima,
1953), págs. 51-52.
(97) LEVILLIER: Gobernantes del Perú, X, págs. 97-115. Un problema muy grave para
«1 virrey era la' plaga de viruelas sufrida en aquellos años por los indios del Perú. Véase
CHARLES UPSON CLARK, «The Treatment of Smallpox in Perú in 1589», Journal of the History
of Medicine and Allied Sciences, X (1955), 327-331.
RELACIÓN GENERAL
65
metales en las guairas por los indios, sistema que no requería el empleo del azo-
gue. Córdova Mesía debía ejecutar éstas y otras reformas. En el curso de este
largo informe, el conde menciona más de una vez las relaciones que había recibido
de personas expertas, ti bien no da los nombres de los autores. Finalmente, Cór-
dova Mesía se excusó de ir a Potosí (98), pero queda en pie la razonable presun-
ción de que el manuscrito de Capoche influyó en las resoluciones del virrey a
propósito de la villa.
Los efectos de la Relación no concluyeron con la vuelta del conde del Villar
a España en 1589. Juan López de Cepeda, veterano presidente de la Audiencia
de La Plata, tenía una copia completa del documento. Pudiera ser que Capoche,
que apreciaba altamente a López de Cepeda (99), le enviase una copia al saber
que Córdova Mesía no iba más a Potosí, para tener un amigo en la Audiencia.
El padre José de Acosta, que residió en Potosí por uno o dos años y formó parte
de la junta convocada por el conde del Villar, describe a Potosí en su Historia
natural y moral de las Indias con palabras tan idénticas a las de la Relación,
que es forzoso concluir en que la tenía a la vista, aunque no la menciona nomi-
nátim como otros materiales que había consultado (100).
El cronista oficial Antonio de Herrera tuvo acceso a todos los documentos del
archivo del Consejo de Indias y a otros que se habían juntado expresamente, de
suerte que no es raro encontrar sentencias características de Capoche en la mo-
numental Historia general de los hechos de los castellanas en las islas y tierra
firme del mar Océano (1601-1615). El hábil y proHfico funcionario del Consejo
en el siglo XVII, Antonio de León Pinelo, recolectó documentos sobre Potosí, la
Relación inclusa, para preparar su nunca acabada historia de la Villa, y cita a
Capoche como una de sus autoridades en su peregrina obra Paraíso en el Nuevo
Mundo, donde sitúa definidamente el Edén bíblico en la América andina. Se le
nota muy contagiado de la que llamaremos liebre pqtosina—tendencia a glori-
ficar y magnificar todo lo relacionado con el Cerro—, pues al hacer el cálculo
de la plata sacada hasta su tiempo, con gran exactitud, dice que ella podía bastar
para hacer un puente o camino de 2.071 leguas de largo, cuatro dedos de espesor
y 14 varas de ancho (101).
Otros autores también mencionan la Relación; pero, no obstante todo esto,
no puede decirse que fuese muy accesible (102), pues Juan Bautista Muñoz, que
escudriñó los archivos españoles de 1780 a 1790 tan minuciosamente, no parece
haberla conocido. Orsúa y Vela no la menciona tampoco entre las muchas histo-
rias que utilizó para su voluminoso y aún inédito trabajo que lleva el típicamente
pomposo título de Historia de la Villa Imperial de Potosí: Riquezas incomparables
de su famoso cerro, grandezas de su magnánima población, sus guerras civiles y
casos memorables (103).
La verdadera importancia de la Relación no reside, empero, en su influencia
inmediata sobre las determinaciones vicerreales, ni en la consulta hecha de ella
(98) Ibid., XI, 72.
(99) «Relación», f. 58 v.
(100) Sevilla, 1590. Los capítulos 6-9 del libro IV se refieren a Potosí. Otra descripción
de Potosí qus recuerda a Capoche se encontrará en A I'hiLosophical and Pratical Estay on
the Gold and Silver Mines of México and Perú... Translated jrom a Letter wrote [ste] in
Spanish, by Father James Hernández of the Society of Jesús; employed by His Catholic Ma-
jesty to imite the Natural History of the West Indies (London, 1755), págs. 15-20. Una copia
de es¡a obra se encuentra on la Biblioteca Pública de Nueva York.
(101)! JlaúS Parras Barrenechea, etd., El Paraíso en el Nuevo Mundo (2 vols., Lima,
19-13), II, 371-372. La descripción general de Potosí =e encuentra en el Ib. IV cap 23
kl02) JOSEPH EUSEBIO DE LLANO Y ZAPATA menciona a Capoche en su rara obra, escrita
hacia 1760, Memorias histórico-físicas-apologéticas de la América Meridional (Lima 1904)
pág. 39.
(103) Véase supra, nota 33.
5
66
LUIS CAPOCHE
durante el período de casi cuatro siglos en que circuló, desde que Capoche la
dedicara al conde del Villar y la remitiera, con el .«retrato» de Potosí, a Lima,
para que cayese con toda oportunidad en manos del virrey, que llegaba a cargar
el pesado fardo del gobierno del Perú. La Relación vale porque proyecta una
impresionante luz sobre la estructura económica y social de uno de los más gran-
de-, centros coloniales del Nuevo Mundo (104), y porque, asimismo, ilustra la
problemática de la historiografía hispanoamericana.
El primer extremo de nuestra valoración resulta evidente de la glosa misma
que acabamos de hacer del libro. Parece claro que el aprovechamiento pleno del
material económico; político y sociológico de la Relación dará más vitalidad a
las, por lo común, áridas monografías sobre las instituciones coloniales del Nuevo
Mundo (105).
La significación de Capoche con respecto a los problemas de la historiografía
hispanoamericana requiere algún tratamiento. Relacionada con otros materiales
sobre Potosí, la obra de Capoche sugiere una cuestión básica sobre el punto
de enfoque de la historiografía del Nuevo Mundo: ¿Desde España o desde Amé-
rica? La Relación, sin duda, nos ayuda en gran manera a comprender un período
tan decisivo como el de Felipe II en Europa. Aquellos fueron los años en que
los lobos de mar de Isabel acosaban al Imperio español. Los tesoros de Potosí
habilitaron a Felipe a prepararse para la gran prueba de fuerza con Inglaterra,
y la derrota española de 1588 se sintió en América, y especialmente en Potosí.
donde la producción hubo de acelerarse para abastecer a las crecientes necesida-
des de la Corona. No es, pues, sorprendente que el rey y el Consejo de Indias
dieren inmediata y atenta consideración a la correspondencia sobre los asuntos
del Cerro y a las estadísticas sobre producción de plata entre la plétora inmensa
de documentos oficiales que llegaban con cada flota desde América (106). López
de Cepeda, que guardaba una copia de la Relación y que, como presidente de la
Audiencia de Charcas estaba en contacto íntimo con los negocios potosinos, re-
mitió el 9 de diciembre de 1586 un largo informe al rey encareciendo el alza
de la producción de plata, así como los empréstitos de los potosinos a la Corona
por 323.000 ducados (107). Pero todo esto no era suficiente, y Felipe II escribió
con carácter urgente al conde del Villar instruyéndole recolectar todo el dinero
posible para sus «grandes y precisos» gastos. El virrey juntó hasta el último
adarme y anunció ufanamente el 13 de julio de 1589, en una de sus últimas cartas
de Lima, que había sido capaz de enviar más oro y plata que en cualquier flota
anterior del Perú a España (108). Potosí parecía ser, y con frecuencia lo era
realmente, por lo menos para los ministros de la corte, ante todo una fuente de
recursos para la Corona en apuros, y así la historia de Potosí puede, según ese
punto de vista, apreciarse mejor desde la madre patria. El oidor López de Cepeda
expresó acertadamente la opinión corriente de la importancia de la Villa Impe-
(104) El malogrado historiador boliviano HUMBERTO VÁZQUEZ-MACHICADO hace esta apre-
ciación en un artículo inédito que generosamente me permitió consultar, «Luis Capoche y la
estructura social de Potosí en el siglo XVI», pág. 16.
(105) La historia de los cabildos suele basarse en los libros de acuerdos, que infunden
un ambiente legalista y hasta cierto punto premeditado n los estudios. J. H. Parry y otros
comienzan a destacar la necesidad de componer cuadros más vividos y reales sobre las ciu-
dades, usando fuentes más variadas. Penetrantes observaciones sobre la falta de análisis eco-
nómicos y sociológicos en los escritos anteriores sobre el tema, se encuentran en RICARDO
ORTA NADAL, La historia de nuestras ciudades (Santa Fe, Argentina, 1952), págs. 19-23.
(106) Juan Manzano, ed., «Un documento inédito relativo a cómo funcionaba el Consejo
de Indias», Hispanic American Historical Review, XV (1935), 316.
(107) «Carta del licenciado Cepeda a S. M. tocante al beneficio de los metales y minas
de la villa de Potosí y consiguiente acrecentamiento de 'a real hacienda». LEVILLIER, AuMerk-
cia de Charcas, II, 254-272.
(108) LEVILLIER: Gobernantes del Perú, XI, 72.
RELACIÓN GENERAL
67
riai cuando recomendó el nombramiento de un corregidor de gran experiencia y
calidad, «porque no ay mas Piru que Potosí» (.109).
Pero Potosí también ilustra algunos problemas básicos confrontados por los
españoles en las tierras que acababan de conquistar, y esto obliga a trasladar el
centro de interés desde Madrid a Lima y a Potosí. Tanto Capoche como el virrey
Toledo, que ajustó el sistema de la mita o trabajo minero obligatorio cientos de
leguas en torno a Potosí, despliegan un sentido interés por el bienestar de los
indios. Capoche no quiere a los indios mingas, o sea los que iban a Potosí libre-
mente a alquilar su trabajo, con los dueños de ingenios por lo común. Quizá, como
dueño de ingenios que él mismo era, estuvo en trato diario con los mingados y
recibió de ellos algún perjuicio por su notoria pereza e inconstancia. Sea como
fuere, Capoche denuncia la crueldad y la opresión de los españoles para con los
mitayos, forzados a trabajar en las minas llenas de peligros. Y Toledo se yergue
indignado cuando el atrevido jesuíta Luis López, en 1580, proclama que los indios
eran comprados y vendidos con los ingenios y eran diezmados por su afición al
alcohol. El virrey traía a cuento sus ordenanzas para demostrar que había hecho
todo lo posible por el bien de los indios, y repetía que ellos gozaban de iguales
oportunidades que los españoles para descubrir minas en su provecho propio (110)
Pero, a pesar del deseo de Capoche, Toledo, el conde del Villar (111) y otros espí-
ritus caritativos el resultado era la opresión y la muerte de numerosos indios;
Capoche lo dice: «El trabajo que [los indios] padecen y lo que les cuesta el metal,
podríamos decir que es más sangre que metal.» España deseaba cristianizar y ci-
vilizar a los indios, pero la Corona necesitaba dinero desesperadamente, y los espa-
ñoles en América no podían proveerlo ni sustentarse en la forma a que estaban
acostumbrados, a menos que los indios pasasen las fatigas del trabajo preciso para
elle. La Relación muestra cuan imposible era alcanzar ambos objetivos a la vez.
Además de pintar con colores dramáticos el dilema fundamental de España en
su gobierno del Nuevo Mundo, la Relación establece también con claridad la ca-
lidad esencialmente «americana» de la historia de Potosí. El estudioso boliviano
Roberto Prudencio dice bien que Lima y Buenos Aires eran en mucho ciudades
europeas transplantadas a América. «Les faltaba el humus necesario para crear
ese ambiente cultural nuevo, decididamente colonial. Potosí fué otra cosa. Potosí
fué el fruto único y extraordinario de una planta nativa, nacida de la mágica
inyección del espíritu hispánico. Potosí realizó en forma suprema lo que nosotros,
nuevos americanos, buscamos ahora mismo y lo que perdió la república: el genio
creador resultante de la fusión mágica de los dos espíritus, de los dos mundos,
el hispánico y el indio. De esta manera, Potosí fué capaz de trazar su propia norma
de vida, su propio estilo, es decir, su propia cultura, gracias a la amalgamación que
supo llevar a cabo tan maravillosamente» (112).
Si esto fuera cierto, la historia de Potosí debiera ser contemplada desde el punto
de vista de esta nueva creación hispano-india en América, y no desde el de la
burocracia española deseosa de aumentar los ingresos de la real hacienda.
El historiador actual, que trata de comprender la verdad de un asunto compji-
(109) LEVILLIER: Audienria de Charcas, III, 266. Aquí López de Cepeda recomienda
cordialmente al rey, bajo fecha del 28 de marzo de 1595, que se nombre a Córdova Mesía en
vista de que «a dado muestras de su bondad, discreción y buen govierno en el corregimiento
del Cuzco... y es forgoso darle tan cursado y vigilante republicano por governador como lo
es este hidalgo».
(110) Las acusaciones de López, en «Capítulos hechos por el maestro Luis López, de la
Compañía del Nombre de Jesús, en deservicio de S. M. y del gobierno del virey y audien-
cias», fechada el 8 de abril de 1580. Documentos inéditos para la historia de España, XCIV,
págs. 472-486. La respuesta de Toledo, en ibid., págs. 505, 517^518.
(111) Respecto a su vigorosa defensa de los protectores de naturales, véase BAYLE, El
protector de indios, pág. 94.
(112) «Reflexiones sobre la colonia», Kollasuyg, año I (La Paz, 1935), núm. 5, pág. 10.
68
LUIS CAPOCHE
cado y a veces obscurecido por la retórica y por diversos tipos de propaganda
nacionalista, llega a la conclusión de que la obra de Capoche señala patentemente
la necesidad de un enfoque integral de Ja historia de Potosí y de una investigación
documental mayor, tanto en archivos europeos como americanos. Un relato más
completo y una perspectiva más exacta serán logrados si la historia del Cerro es
contemplada desde España y desde América.
La filosofía de la historia tiene también en la Relación de Capoche un ejemplo
excelente de lo que Oswald Spengler llama el «drama faústico»—propio de la his-
toria de Occidente—de los incontrolables anhelos de libertad, soledad e indepen-
dencia inmensa (1.13). Los sociólogos no pasarán un buen rato si se proponen
clasificar a Potosí, que no coincide con todos los rasgos característicos de una
ciudad p re-industrial (.114); pero los rápidos y radicales cambios sociales llevados
a cabo en Potosí sugieren un ethos muy claro, digno de Ja curiosidad del sociólogo.
Los antropólogos, que han señalado ya Ja importancia de las ciudades como cen-
tros de interpenetración cultural (115), lograrán muchos datos en la Relación, que
muestra el proceso de osmosis cultural producido entre las ideas y hábitos recí-
procos de indios y españoles en Potosí. Y aunque en conjunto puede considerarse
como un ejemplo típico de los numerosos documentos históricos compuestos por
los españoles para describir y explicar su obra en América, en cierto respecto la
Relación es única (.116). Ella ofrece un circunstanciado cuadro de la vida, el tra-
bajo y el desarrollo técnico de Potosí, según la perspectiva de un dueño de ingenios,
que era tanto un buen observador como un protagonista de la escena pintada.
Muchos aventureros acudieron al Perú después del descubrimiento del Cerro, en
1515, pero Luis Capoche, de Sevilla, es el único que—hasta donde se sabe—nos
legó un conjunto esencial de observaciones sobre la vida, el trabajo y el desarrollo
técnico de uno de los mayores, pero también de los menos estudiados, centros co-
loniales de América, la Villa Imperial de Potosí.
(113) OSWALD SPENGLER: The Decline of the West (2 vols., Nueva York, 1926-1928), I, 336.
(114) GIDEON SJOBERC: «The Preindustrial City», American Journal of Sociology, IX,
núm. 5 (1955), págs. 438-445. Potosí, a diferencia de la ciudad preindustrial típica, no creció
lentamente ni estuvo subordinada del todo a las «fuentes vivas de energía», pues allí se em-
pleó el viento y el agua. Por otra parte, en Potosí hubo gremios, así como otros rasgos ca-
racterísticos de las ciudades medievales.
(115) RALPH L. BEALS: «Urbanism, Urbanization and Acculturaiion», Anvncan Anlhro-
pologisl, LILI (1951), págs. 1-10.
(116) Se hicieron otros informes, que pueden consultarse por vía comparativa. Uno muy
valioso fué compilado par el oidor Juan de Matienzo en 1577, y Luis de Morales Figueroa
preparó una «Relación» en 1589, así como Baltasar Ramírez otra en 1597. Una anónima Des-
cripción de la villa Y minas de Potosí de 1603 contiene una asombrosa información por su
calidad y cantidad. Gracias a ella conocemos los precios de los productos vendidos en los
mercados y de los remates de oficios reales, y el hecho de que 1.000 indios eran necesarios
para explotar solamente las minas de la sal usada en el beneficio, y 200 para hacer velas.
Sabemos, inclusive, cuánto se pagaba por hacer planchar una camisa, y que 120 prostitutas
españolas y muchas indias se dedicaban activamente al «ejercicio amoroso».
Matienzo dio a su informe la forma de una carta al rey, LEVILLIER, Audiencia de Char-
cas, I 455-463; la «Relación de las ciudades, villas y lugares destos reynos y provincias del
Perú...», de Morales, se encuentra en el Museo Británico, Additional Mss. 13.977, «Papeles
Varios de Indias», núm. 6, f. 75 ff.; RAMÍREZ, «Descripción del reyno del Perú...»; MAÜTÜA,
Límites, I, 281-363; la descripción anónima está en JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Relaciones geo.
gráficas de Indias, II, 113-116.
I1- •] Relación general del asiento y Villa Imperial de Potosí
y de las cosas más importantes a su gobierno, dirigida
al Excmo. Sr. Don Hernando de Torres y Portugal,,
conde del Villar y virrey del Perú
[f-»] De las materias que se contienen en esta relación
PRIMERA PARTE
Descripción del cerro y villa de Potosí.
Del descubrimento del cerro.
De las vetas que hay en este cerro.
De los socavones que hay en el cerro y de
su efecto y uso.
De los socavones que se están labrando y
no han alcanzado las vetas.
De los pozos del cerro.
De las catas del cerro.
Del modo antiguo de labrar las minas y
beneficiar los metales por guaira.
SEGUNDA PARTE
De la introducción de los azogues y la
edificación de los ingenios.
Del modo de beneficiar por azogue.
Los ingenios que hay en el arroyo de esta
villa.
Los ingenios de Tauaconuño.
Los ingenios de Tarapaya.
[f. ii v.] Del asiento y minas de los Lipes.
Del asiento y minas de Berenguela y Cha-
llacollo.
Descubrimientos que se han hecho en esta
provincia de los Charcas de minas de
oro y plata de que se tiene noticia.
Del descubrimiento que se ha hecho ahora
últimamente en los cerros de Guariguari.
De las capitanías que hay en esta villa
para el gobierno de los indios y el nú-
mero que está ocupado en el beneficio
de las minas e ingenios y otras servi-
dumbres.
Del estanco del azogue.
Del trato y contrato que tienen los natu-
rales con los metales y las diferencias
que se han levantado sobre su materia,
con las resoluciones que sobre ello hay, |.
Del peligro con que saóan los indios el
metal de lais minas y cómo vienen con-
tra su voluntad a ello.
De la manera que tienen los indios en
vender el metal y de otros particulares
tocantes a la materia del rescate, con
su resolución.
[f. iii] De las ventas de indios que se
hacen en Potosí
De las parroquias y doctrinas de la villa.
De la provincia de Chucuito y del admi-
nistrador que asiste en esta villa para co-
branza de los tributos.
De los indios mingados y de la desorden
que hay con ellos.
Del abuso de la coca y de los daños que
de ella se siguen a los indios.
De la hacienda real y comercio general de
esta villa y reino.
De las tasas del reino, y encomenderos,
sacerdotes, corregidores, protectores y
caciques.
[f. iv] Es del ilustrísimo señor licen-
ciado Juan López de Cepeda, del Consejo-
de su majestad y su presidente de la real
audiencia de los Charcas, reinos del Perú.
72
LUIS CAPOCHE
[f-Al Excmo. Sr. Don Hernando de Torres y Portugal,
conde del Villar y virrey del Perú, mi señor
Excelentísimo señor:
Después de las obligaciones generales
que tenemos a rey tan ínclito y bienaven-
turado, ha puesto a estos reinos en mucha
su majestad por la merced que les ha he-
cho en proveer a Vuestra Excelencia por
virrey de ellos, con cuya venida y haber-
nos cabido tan felicísima suerte estas dos
repúblicas de españoles y naturales han
recibido particular contento; y se conoce
bien enellas las muestras de su alegría y
una viva esperanza de su restauración,
pues han de ser gobernadas de un prín-
cipe tan cristianísimo y de tan claro in-
genio, gravedad, virtud y prudencia cuan-
to fué necesaria para meritísimamente te-
ner el gobierno de estos reinos.
Y por ser el de esta villa el más impor-
tante y arduo que tiene vuestra excelencia
y pender de él la conservación y aumento
de todo lo restante, me pareció dar prin-
cipio en servir a Vuestra Excelencia ha-
ciendo esta relación de lo que este asiento
y cerro, del estado en que están sus minas
con todas las de la provincia, y ley de los
metales, y otros particulares tocantes a su
gobierno, refiriendo algunas cosas que han
sucedido para que mejor se entienda la
dificultad que tienen los negocios de esta
nueva tierra, que ha sido mi principal
intento; que aunque vuestra excelencia es
adquirida, y sería posible representarlos
de tantas maneras y tan adulterados y
fuera de su centro y lugar que por algún
tiempo [f. vi v.] hubiese riesgo en conocer
y elegir el verdadero (que es lo que común-
consumadísimo en ellos, son tan diferen-
tes los de acá por la singularidad y sujeto
de su materia que no se dejan comprender
si no es por la experiencia en su ejercicio
mente suele suceder en los nuevos go-
biernos).
Mas Vuestra Excelencia, como pruden-
tísimo, vencerá las dificultades y enredos
de este laberinto, que son muchos, alcan-
zando victoria, que dé Dios con perpetua
celebridad del nombre de Vuestra Exce-
lencia quien suplico reciba este pequeño
servicio no considerando lo poco que es
sino a la voluntad con que lo ofrezco, la
cual tengo dedicada al servicio de Vuestra
Excelencia, cuya excelentísima persona
Nuestro Señor guarde y ponga en la gran-
deza que merece con acrecentamiento de
mayor estado.
De Potosí, a .10 de agosto de 1585 años.
Excelentísimo señor.
De Vuestra Excelencia criado que sus
excelentísimas manos besa
Luis CAPOCHE.
PRIMERA PARTE DE LA RELACIÓN DE POTOSÍ
ÍL'] Descripción del cerro y Villa de Potosí
El cerro y Villa Imperial de Potosí está
«ituado en tierra iría, de muchas nieves,
estéril y de ningún fruto, y casi inhabi-
table por su desabrido y mal temple. An-
tes del descubrimineto del cerro no tuvo
población por su mal temperamento. Su
calidad es seco y frío y ventoso sobre-
manera, especial por mayo, junio, julio y
agosto, que se levantan unos recios vien-
tos que llaman tomahavis (por venir por
un pueblo que tiene este nombre); son
impetuosos y vienen frígidísimos y con
tanto polvo y arena que oscurecen el aire
y causan mucho desabrimiento, aunque no
son enfermos. Llueve poco en este pueblo
y entran las aguas por fin de noviembre, y
su fuerza es por enero y febrero. Salen por
principio de marzo. No se cría en él y 6us
términos ningún género de mantenimien-
tos, excepto algunas papas (que se dan
como turmas de tierra) y alcacer sin gra-
nar, por ser perpetuo el frío, y en esto
excede al de Castilla la Vieja y Flandes
por no haber tiempo que los elementos
tengan entre sí paz y templanza para que
con ella dé la tierra su fruto al hombre
que la posee. La cual es doblada y pe-
lada sin ninguna arboleda ni verdura. Dis-
ta de la equinoccial a la parte del sur
veinte y un grados y dos tercios, y para
estar dentro de los trópicos es fría, ha-
biendo de ser templada y caliente como
son las tierras que están en esta altura de
polo, lo cual impide el empinamiento y
elevación de esta tierra y de los destem-
plados vientos de que es bañada.
Al oriente tiene este cerro, respecto de
nosotros, la provincia de Santa Cruz de la
Sierra, ciento y setenta leguas, que son los
últimos pueblos por esta parte sujetos al
Perú. Y prosiguiendo adelante está la Mar
del Norte y costa del Brasil con el gran
Río de la Plata que le demora al sureste,
y, hasta las primeras aguas saladas que
entran por el río donde está la población
y puerto de Buenos Aires, hay cuatro-
cientas y treinta leguas por jornadas de
buen camino. Y la navegación a Castilla
es breve y algunos intentan irse por allí,
y muchos lo harían si tuviesen certinidad
de hallar [f. 1 v.] navio, que todas veces
no Jo hay. Al occidente está la Mar Aus-
tral o del Sur y el puerto de Arica, noventa
leguas, escala de Chile y donde se des-
cargan las mercaderías que se traen a esta
villa del puerto de Callao (de Los Reyes),
y de aquí llevan la plata (que ha de ir
[a España] por la mar) en recuas de mu-
las y ganado de la tierra. Al meridiano
está la provincia de Tucumán, ciento y
cincuenta leguas (que son también los pos-
treros pueblos por esta parte), y las provin-
cias de Chile y Estrecho de Magallanes,
seiscientas leguas. A la parte septentrional
cae la nobleza de este reino, sus provin-
cias y ciudades principales. Y esta des-
cripción y colocación de provincias se ha
de entender, según los cuatro puntos car-
dinales o plagas del mundo, por pertene-
cerles estas partes según su todo y no por
línea recta.
Volviendo, pues, al cerro, en él no se
cría hierba. Su color tira a rojo oscuro,
limpio de peñas y risco, abierto [cubier-
to 1 por la superficie con tierra y pedre-
gal y desmontes con ley de plata. Lo
76
I.UIS CAPOCHE
restante es de peña. Está derecho y empi-
nado, con subida agria, aunque se anda
todo a caballo. Remátase en punta en for-
ma redonda; tiene de boj y contorno una
legua por su falda. Está exento, suelto y
dividido de la demás tierra, aunque por
la parte del mediodía se le pegan unos
collados y por la del poniente le nacen
otros, de la hechura y facción que aquí
va retratado (*) (que está al natural, redu-
ciendo su grandeza a esta pequeña de-
mostración en su población e iglesias en
los sitios que les pertenecen). Hay desde
la cumbre de este cerro hasta su pie y
planta, midiendo por la parte del oriente,
mil y seiscientas y veinte y cuatro varas
de las comunes, que, reducidas a medida
y cuenta de leguas españolas, hacen un
cuarto de legua; y por la parte del po-
niente, mil y cuatrocientas y cuatro varas,
que vienen a ser poco menos; y por la
parte del norte, dos mi] y cuatrocientas
y diez y nueve, que es media legua; y por
la del sur, que es lo más bajo, quinientas
y cuarenta y seis, que es una décima par-
te de legua.
En este cerro, al pie de su falda, está
incorporado un cerro pequeño ff. 2] que
nace de él, que antiguamente tuvo algunas
minas de metales sueltos que se hallan en
bolsas y eran muy ricas, aunque pocas, y
no iban fijos en vetas. Llámanlo Guayna
Potosí, que quiere decir Potosí el Mozo,
desde cuya falda, a la parte del norte, co-
mienza la población de esta villa., la cual
tiene de contorno ocho mil y seiscientas
y cincuenta y dos varas, que son una le-
gua y seis cuartas.
El sitio del lugar es áspero y con cues-
tas y quebradas. Sus edificios son los peo-
res que hay en estas partes (por ser sen-
cillos y bajos y mal ordenados), y chica?
[las] casas a causa de ser la tierra fría
y costosa y haber malos materiales, y los
que la han habitado y habitan ser tra-
tantes que van y vienen sin ningún asien-
to, a quien toca poco el' bien público y
aumento de los pueblos. Y la mayor
causa de su poco lustre es no tener ve-
cinos encomenderos, que tanto ser y va-
lor han dado con sus personas, mujeres
y familia en las demás partes donde los
hay, ennobleciendo el reino y perpetuán-
dolo con las ciudades que han fundado,
de magníficos edificios y suntuosas casas*
ornamentos y atavíos de sus personas.
Aunque en este tiempo ha llegado el ne-
gocio de galas de esta villa a tal punto,
que donde no se gastaba más que paño
pardo y botas de baqueta (por estar pro-
hibido antiguamente que no se trajesen
sedas), andan vestidos de terciopelo y ra-
ja y medías de punto, y apenas se verán
calzas que no traigan brocados y telas de
oro, y esto tan general, que oficiales y
mulatos se las ponen. Después de [la in-
troducción de] los azogues se ha enno-
blecido esta villa por la mucha gente que
ha ocurrido a ella y los casamientos que
se han hecho. Y es tanta la curiosidad de
los atavíos de las mujeres, que pueden
competir con todas las del reino.
Hay plazas, la del Juzgado y Casas Rea-
les, donde está la de la Contratación y
casa de moneda y fundición; hay la de
la coca y tres plazas donde se vende maíz
y harina, y la del ganado, y la de la leña
y carbón, y la [f. 2 v.] del metal, que en
su contratación es muy de ver, por ven-
derse en ella los metales que sacan los.
indios del cerro, o plata por plata, por
mejor decir. Sin las cuajes hay otros mu-
chos lugares públicos donde se juntan
gran congregación y consurso de natura-
les a hacer sus ferias y mercados, que
apenas se puede andar entre ellos de jun-
tos que están.
Pasan por esta villa y sus quebradas
tres arroyos que en el invierno corren
con alguna velocidad, y el uno de ellos,
cebado de las lagunas, conserva su co-
rriente cinco o seis meses. Y junto a la
ribera de éste, algo lejos del pueblo, nace
una fuente de agua perpetua que llaman
de Castilla, por ser tan singular, y con
quien Jos aficionados a este elemento po-
drían satisfacer a su apetito sin cuidado
de buscar invenciones para beber frío,
no porque todas veces lo esté en la fuente,
aunque fuera de ella luego se enfría. Los
naturales beben de pozos y padecen mu-
cha necesidad por faltarles comúnmente-
el agua por septiembre y octubre hasta
que llueve; de los arroyos [no beben]
aunque corran, por venir el agua inficio-
nada del beneficio de metales y azogue;
y así sería necesario se hiciesen pozos en
(*) No consta el oretrato» a que alude el
texto.
RELACIÓN GENERAL
77
lat parroquias por las comunidades para
su sustento, que sería obra pía y no pe-
nosa para los indios, en cuyo beneficio
se hace.
Están las plazas, con ser todo de aca-
rreto, muy proveída de todo lo necesario
al buen sustento de una muy fértil y abun-
dante república, de muchos regalos y con-
servas, y extremados y suaves vinos de
Castilla que llegan aquí muy purificados,
y de buena fruta que traen de los valles de
Chuquisaca, que en esta puna y tierra tan
fría y seca es muy agradable y sabrosa.
Del descubrimiento del cerro.
[f. 3] Más había de doce años que los
españoles poseían este reino y no tenían
noticia de la riqueza de este cerro, en cu-
yo tiempo por algunos de los nuestros se
labraron las minas del asiento de Porco,
que era la grosedad del reino, y en su
descubrimiento [del Potosí] no se halló
rastro que los antiguos incas o reyes se
hubiesen aprovechado de sus minas, ni se
halló señal de labor (como en Porco, don-
de la habían tenido), ora por alguna vana
observancia y ceremonia a que eran in-
clinados estos indios (adorando los mon-
tes señalados y piedras singulares, la cie-
ga y más engañada gente, dedicándolos a
sus huacas o adoraciones—que era el lu-
gar donde el demonio los hablaba y ha-
cían sus sacrificios—, y hallóse fama que
queriendo los indios de Chaqui, que es
un pueblo cinco leguas de esta villa, la-
brarlo, había sucedido en aquella sazón
una mortandad muy grande, que atribu-
yendo a esto lo dejaron; y que sabido por
el Inca, temeroso de estos abusos [avi-
sos?], mandó que no se labrase; y que
los indios oyeron voces en el aire que de-
cían que para otra gente mejor estaba
guardado y que habían de sacrificarle más
que ellos) o por serles ignoto y no sabido
su valor y riqueza, teniéndola Dios guar-
dada y oculta tantos siglos para remedio
y socorro de nuestra nación. Y así hizo
Dios ricos de bienes temporales a estos
reinos, conociendo nuestra inclinación
que tan rendida está a estos metales, por-
que si faltaran, dificultosamente se pre-
dicara por ser la tierra tan remota e in-
acomodada.
El primero que dio noticia de él, con
' manifestación y registro público, fué un
¡ indio guanea natural de Jauja, yanacona
' de Villarroel, que era un español que re-
sidía en las minas de Porco. Y antes de
éste, el que lo descubrió y sacó plata de
sus minas fué un indio llamado Gualpa,
de nación chumbivillca que es[tá] en tie-
rra del Cuzco, que yendo por la parte del
poniente siguiendo unos venados [f. 3 v.]
se le fueron subiendo el cerro arriba, y
como está empinado y entonces estaba
mucha parte cubierto de unos árboles que
llaman quiñua y de muchas matas, por
subir un paso algo áspero le fué forzoso
asirse de una rama que estaba nacida en
la veta que [después] tomó nombre [de]
la Rica. Y en la raíz y vacío que dejó
conoció el metal, que era muy rico por
la experiencia que tenía de lo de Porco;
y halló en el suelo, junto a la veta, unos
pedazos de metal que se habían soltado
de ella y no se dejaban bien conocer, por
tener gastada la color del sol y agua, y
llevólo a Porco a ensayar por guaira.
Y como viese su extremada riqueza, se-
cretamente labrada la veta sin comunicar-
lo con nadie hasta tanto que el indio
guanea, que era su vecino en Porco, vio
que sacaba de las fundiciones que hacía
mayores tejos que los que ordinariamente
se fundían de los metales de aquel asien-
to, y que estaba mejorado en los atavíos
de su persona, porque hasta allí había
vivido pobremente. Y deseoso de saber lo
que en esto había, procuró de ver el me-
tal, y extrañándolo le preguntó de qué
mina era; y el Gualpa le decía que de
Porco, que él no sabía de otras minas, y
el guanea se lo negaba. Y tanto le impor-
tunó, que le hubo de decir lo que pasaba
y le trajo a este cerro, habiendo más de
ocho meses que él solo se aprovechaba de
la mayor riqueza que se había visto en el
mundo. Y dijo al guanea que tomase por
suya una veta que también tenía descu-
bierta, que estaba cerca de la otra, que
después tomó nombre de Diego Centeno,
que no era menos rica, aunque más dura
de labrar. Y con esta conformidad par-
tieron el cerro entre sí. Y el guanea, como
sacaba el metal con alguna dificultad de
más trabajo, pedía al Gualpa le dejase
labrar en su veta, pues era suficiente para
los dos; y como se le denegase, se des-
avinieron con muchas diferencias. E in-
78
LUIS CAPOCHE
dignado de esto el guanea, avisó a su amo
Villarroel, el cual fué con él a ver [f. 4]
lo que le decía, y visto lo que pasaba, hizo
registrar al guanea, estacándose con é) en
la mina que labraba en [la veta después
llamada de] Centeno, cuyo registro se
hizo en Porco en veinte y un días del mes
de abril de mil y quinientos y cuarenta y
cinco años.
Y después de algunos días se descubrió
la veta del estaño, que ha sido riquísima,
aunque trabajosísima de labrar, por ser
su metal tan duro como pedernal. Y en
treinta y uno de agosto de este año se
registró la veta de Mendieta, y éstas son
las cuatro vetas principales de este cerro.
De la veta Rica se dice que estaba el me-
tal una lanza en alto, a manera de unos
riscos, levantado desde la superficie de
la tierra como una cresta que tenía tres-
cientos pies de largo y trece de ancho.
que quedó descubierta y descarnada del
diluvio, resistiendo como parte más dura
el ímpetu y fuerza de las aguas. Y era tan
rico el metal que tenía la mitad de plata, y
tan plomizoy que cuando lo barreteaban
los indios se les asían las barretas en él; y
se sacaban hebras tan gruesas como una
pierna, y donde lo hay, es señal de ser la
mina rica, porque la plata se congela y
cría con él por ser húmedo. Y fué perse-
verando su riqueza hasta los cincuenta v
sesenta estados, [en] que vino a faltar.
Y como se supiese en el reino este des-
curArirriienta, ^acudieron muchos españo-
les y casi la mayor parte de los vecinos
de la ciudad de La Plata, que entonces
llamaban la Villa Rica, a tomar minas, y
de esta provincia y de los distritos de
las ciudades, gran cantidad de indios de
los repartimientos y yanaconas a su la-
bor, de quien se pobló en su principio,
pasándose aquí los guairadores de Porco.
Y en breve tiempo fué la mayor pobla-
ción del reino.
De las vetas que hay en este cerro
Veta es una lista de metal que hay en
este reino que está en las partes altas y
cumbres del cerro hacia el oriente- Co-
rren norte-sur. Llámanse de este nombre
por la se[f. 4 v.]mejanza que tienen con
las de los árboles y su madera, que ha-
ciendo unas líneas o vetas por donde pro-
cede y corre el humor del árbol, dividen
el cuerpo de la madera y se muestran de
otra materia gomosa, que difiere de lo
demás. Así en este cerro están las vetas
de metal entre la tierra y peña de él, cu-
yos linderos llaman cajas, y lo que va en
medio es el metal. Tienen las vetas por lo
más ancho seis pies, cinco y cuatro y dos,
y más y menos, ensanchándose a las veces
y otras ensangostándose como un palmo.
El metal rico que sacan de las minas
se guaira, como se ha hecho siempre, y
algunos españoles e indios lo benefician
por azogue. Y los metales pobres que no
eran para guaira, que juntos con él esta-
ban y de que era casi la mayor parte de
Ja veta, con otros tan pobres que no ser-
vían de nada hasta la introducción de los
azogues, los echaban a mal, como cosa
inútil y que no se esperaba provecho de
ellos por fundición y materia de fuego.
Y a los que eran ricos guairaban, sin po-
derlos beneficiar y corregir por fundición
de fuelles, como en Porco y otras partes,
aunque lo habían intentado personas ex-
pertas y de gran curso en calidades de
metales, a causa de ser los de aquí secos.
Y así los aprovechaban por guaira, cuya
fundición es más suave y templada, como
se dirá en su lugar.
Fué tanta la prosperidad pasada, que
los desmontes, que son metales pobres
que echaban por el cerro, eran tan ricos
que tenían a diez y a doce pesos por quin-
tal de ley, y algunos llegaron a diez y seis
beneficiados por azogue. Y había tantos
en el cerro, que, beneficiados desde el año
de setenta y tres hasta hoy, no se han
acabado; y con ellos se han hecho mu-
chos ricos, aunque por no costarles más
que juntarlos. Los que al presente se pa-
llan, que así se llama este modo de escoger
y coger metal, y de que es la mayor par-
te que tienen que moler este año los in-
genios de esta ribera [f. 5]—y si no fue-
ra por ellos apenas tuvieran que moler,
y no por esto dejan de estar parados mu-
chos—, y los que muelen de flete v ma-
quila es con tan poco provecho, que los
unos y los otros irán a la cárcel o a Tu-
cumán, que es el Portugal de esta tierra.
Van acudiendo los desmontes al año a
dos pesos y a dos y a dos [sic] tomines,
y llegan algunos a dos pesos y medio,
que es buen beneficio; pero son éstos los
RELACIÓN GENERAL
79
menos, y los más no llegarán a dos pesos.
El año pasado hubo poca labor en el
cerro porque los señores de minas e in-
genios no tuvieron fuerzas para labrar-
las, por haber dos años que no molieron
los ingenios de esta villa por haber sido
estériles de agua; y éste en que Vuestra
Excelencia ha hecho merced a este reino
de entrar en él, ha sido de abundancia y
fértilísimo, y todos han tenido por buen
pronóstico del feliz y afortunado gobier-
no de Vuestra Excelencia este favor que
les ha hecho el cielo en este principio.
Están las vetas tan hondas, [en] espe-
cial las principales, que es menester en
algunas [bajar] más de doscientos estados
para hallar sus metales.
Hay en este cerro las vetas que pongo
aquí, con una nómina de todas las per-
sonas que tienen minas, y la cantidad
que cada uno posee, con distinción y la
manera y hondura en que están, y los in-
dios que por la visita general que hizo el
señor doctor don Diego López de Zúñiga,
alcalde de corte de la Real Audiencia de
Los Reyes, por orden del excelentísimo
señor [virrey] don Martín Enríquez, que
sea en gloria, les señalaron al tiempo de
la visita por los veedores y diputados que
se nombraron para este efecto (los cuales
daban por parecer tenía necesidad la mi-
na que visitaban para su labor y bene-
ficio de 'os indios que les señalaron, aun-
que en esto hubo mucho desorden) y los
indios que el señor virrey por el último
repartimiento que hizo les dio. En la pri-
mera columna se ponen los indios que
les señalaron; en la segunda, los que les
dieron; en la tercera, las varas de minas
que cada uno tiene; en la cuarta, los es-
tados [f. 5 v.] de hondura en que están,
y donde se hallare una cruz significa es-
tar virgen la mina que la tuviera, lo cual
se lia de atribuir a su pobreza y poco
concepto que se tiene de su aprovecha-
miento :
Veta de Diego Centeno
30
12
El licenciado Sancho de Contreras, ausente en los rei-
30
40
15
5
15
40
15
Mateo Flores, su hermano. Están indivisas y por partir.
15
40
30
7
30
30
30
7
Los herederos de Juan de Anguciana ...............
30
30
10
4
Juan de Espinosa, vecino de la ciudad de La Paz ...
8
20
5
4
4
70
5
4
4
70
16
4
12
70
30
2
Juan de Pendones, y es la mina descubridora de todo
24
80
13
4
8 7.
80
25
4
Los herederos de Marcos Muñoz de la Regata ......
25
80
25
6
25
60
10
1'
10
60
30
10
60
70
12
5
Pedro de Alcocer.................................
15
70
60
8
Las monjas de la Encarnación, de Ja ciudad de Los
60
50
15
5
Los herederos de Juan de Pancorvo, vecino del Cuzco.
15
50
20
4
40
25
10
2
20
25
20
Los herederos dej capitán Martín de Almendras, ve-
60
f
10
Los herederos de Pedro Bemal de Acosta [f. 6] ...
20
10
20
10
Andrés González. Todas indivisas y por partir......
20
80 LUIS CAPOCHE
Veta Rica
20 8 Cristóbal de Medina y Pedro de la Cal, indivisas y
por partir.................................... 30 170
13 4 María Vejez, vecina de La Plata..................... 13 V» 160
15 4 Luis de San Román y los herederos de Marcos Mu-
ñoz, y es la descubridora de esta veta............ 15 170
10 Sebastián de Canseco............ .................. 10 160
10 4 Pedro Sande....................................... 10 160
6 6 Bernabé de Salazar .............................. 5 170
6 2 Pedro Sande.................................... 5 170
13 10 Carlos Corzo. Esta mina ha tres años que no se labra
porque ha dado en agua, y tiene cantidad y tiene
fruto labrando los altos........................ 13 V3 170
9 4 Toribio de Alcaraz. AJ mismo tiempo que no se labra
por haber dado en agua, como la de arriba, a cu-
yas estacas está. Puédense aprovechar de los me-
tales de lo alto................................. 9 Va 170
8 3 Juan Pérez de Arriaga.............................. 6 170
4 3 El padre Cáceres, clérigo........................... 3 180
5 2 Juan de Alcoba.................................... 3 V, 180
12 4 Gonzalo de Soria y los herederos de Francisco de
Nava. Indivisas y por partir..................... 10 170
3 1 Bautista Monte.................................... 2 V» 180
17 8 Juan Pérez Donoso y Bernardino Muñoz. Indivisas y
por partir. Ha dado esta mina en agua, y con ésta
son tres las que se dejan de labrar en el cerro por
este inconveniente, y entiéndose que [f. 6 v.] aca-
bado que sea el socavón de Nicolás del Venino ten-
drán mucho provecho, no porque se !ha de des-
aguar la mina por él, pero podráse con facilidad
ir agotando y labrando algunas partes que las tres
minas Itienen vírgenes ........................ 17 Va 180
8 4 Toribio de Alcaraz........................ ......... 7)V> 180
5 4 Lucas de Medina, en lo que llaman Cotamito ...... 5
f> 4 Juan Méndez, y Jerónomi de Vargas y Andrés Gómez. 7 V- 180
5 3 Francisco Bozo, vecino de Arequipa, y Bautista
Monte.......................................... 5 170
12 8 Jerónimo de Vargas y Juan Méndez y compañía ... 20 190
5 2 Francisco Bozo y Bautista Monte.................. 5 200
15 4 Gonzalo Santos y Gonzalo Alonso ......... ......... 15 180
20 Su Majestad. Esta mina está arrendada por los ofi-
ciales reales a Juan Picón por cinco mil pesos en-
sayados por [blanco] años..................... 15 18
10 4 Gonzalo López .................................... 10 50
10 4 Diego de Olaesta como sucesor de [blanco] ......... 10 60
20 4 El licenciado Torres de Vera, oidor que fué de la Real
Audiencia de La Plata, como padre de don Juan
de Zarate, hijo de doña Juana de Zarate, su mujer,
difunta....................................... 16 60
:28 8 Garci Michel y los herederos de Ñuño Afvarez, su
compañero.................................... 20 130
7 4 Luis Hernández Ramírez y Melchor Pardo ......... 7 V» 130
RELACIÓN GENERAL 81
5 4 Ñuño de Balboa................................. 5 130
6 2 Jerónimo de Esquivel.............................. 5 .110
10 4 Los herederos del licenciado Juan de Sanabria ...... 5 180
10 5 Alonso de Torrejón .............................. 7 /> 160
11 4 Cristóbal Losa y Luis Alvarez ..................... 7 180
4 3 Alonso de Torrejón................................. 3 A 160
L6 4 Rodrigo de Ybarra y los menores que tie[f. 7]ne a su
cargo Hernán Cabrera por mitad. Es mina la más
peligrosa que tiene este cerro, y está suspendida su
labor hasta tanto que se hagan ciertos reparos ... 16 90
L5 3 Don Diego Vaca ................................. 15 7» 190
10 1 Jerónimo de Vargas.............................. 7 7" 180
5 6 Los acreedores de Roque de Larrumbida, ausente por
muerte ....................................... 15 180
7 3 Alvaro de Lira .................................... 5 190
7 4 Don Hernando de Zarate, vecino de la ciudad de La
Plata.......................................... 7 7= 180
15 4 Cristóbal de Espinosa.............................. 15 80
8 4 Andrés Hernández................................. 7 50
8 4 Antonio de Velasco................................. 7 30
10 7 Juan Gómez Hernández ........................... 7 190
10 6 Juan Fernández de Castro........................... 7 180
20 8 Los roenores. de Pedro Hernández Escudero ......... 20 180
14 4 Pedro de Herrera Cerspo........................... 10 180
34 5 Domingo Gallego ................................. 28 200
25 4 Gaspar de Ángulo y Juan de Cisneros............... 20 200
7 4 Alvaro López de Padilla ........................... 6 30
25 8 El capitán Jerónimo Osorio ........................ 31 7> 100
10 4 García de Toledo.................................... 10 100
12 3 Domingo Gallego................................. 12 7= 80
5 1 Gonzalo Santos.................................... 12 160
14 4 Miguel Marín, difunto.............................. 14 160
12 6 Juan de Hermosa................................. 12 160
9 1 Gonzalo Santos.................................... 6 110
8 2 Juan Gómez Hernández ......... .................. 7 7> 140
8 4 Alonso López Barriales........................... 7 7» 150
12 1 Gonzalo Santos y Juan Román. Indivisas............ 9 190
10 4 Alonso López Barriales........................... 7 7" 120
10 4 Pedro Núñez Téllez................................. 7 7» 120
10 3 Alonso Marañón ................................. 6 7» 120
10 6 Juan Román....................................... 7 7* 120
5 2 Juan Bautista Savando [f. 7 v.] ..................... 3 7" 180
8 4 Francisco de Oruño................................. 9 130
8 4 Los herederos de Suero Méndez de Sotomayor, difunto. 9 130
14 4 Francisco de Polanco.............................. 9 190
9 3 Juan Pérez de Arriaga ........................... 5 120
8 1 Francisco de Oruño ............................. 5 180
28 8 Luis Hernández Ramírez y Francisco de Segovia. In-
divisas y por partir las veinte del dicho y las cinco
de Segovia.................................... 25 180
13 4 Gómez Hernández................................. 12l/, 175
15 4 Luis Hernández y Jerónimo Pérez .................. 15 170
30 7 Juan Martín de Echarriaga........................ 38 170
6
82
LUIS CAPOCHE
18 6 Gaspar de Miranda y Bernabé de Salazar. Indivisas
y por partir.................................... 15 150
6 4 Sebastián Sánchez de Merlo........................ 31/. 150
20 8 Don Luis Dávalos de Ayala........................ 16'/, 150
80 8 Garci MicheJ y Diego Paniagua. Indivisas y por partir. 100 150
Veta de los Flamencos
Oue es la misma Rica que va atravesando el cerro y sale a la parte del poniente
y pierde su nombre, porque en su descubrimiento se tuvo por distinta, y es toda una.
30 8 Juan de Pendones y Juan Pérez Montañés ......... 60 50
50 8 Juan de Pendones y los herederos de Sebastián de
Otaola. Indivisas y por partir .................. 60 50
20 5 Don Diego Vaca.................................... 25 50
30 3 Juan de Pendones................................. 35 80
5 4 Pedro Márquez.................................... 5 40
6 3 Diego López de Haro .............................. 5 40
6 3 Sebastián Sabando................................. 5 40
17 Pedro Márquez.................................... 16 40
30 9 Martín Ruiz de Santo Domingo, y Francisco de Boldo
y Tomás de Cheo. Indivisas..................... 30 30
50 10 Juan Guerra y Francisco de Salazar, y Luis de Sayas
y la viuda de Guillermo Diste, Juana de Alcoba, y
la menor hija de Moreno [f. 8] .................. 60 50
22 6 Juan Juárez....................................... 22 30
8 4 Sebastián González................................. 71/, 30
10 4 Juana de Alcoba.................................... 10 30
10 3 Francisco de Oruño................................. 10 30
10 4 Cristóbal de Espinosa.............................. 10 30
30 6 Su Majestad....................................... 60 t
10 6 Sebastián de Canseco.............................. 60 t
Veta del Estaño
Tomó este nombre porque sobre la haz de la tierra tocaba el metal en cobre,
y después se topó tan rico que ninguna veta ha habido en el cerro que más haya
perseverado en dar metales ricos. Es toda la veta de pedernal, que es trabajosísimo
de barretear y moler.
16 4 Juan Picón ....................................... 12 70
12 4 Hernán Cabrera de Córdoba........................ 10 70
10 4 Alonso Marañón ................................. 8 70
10 4 Juan de Torres Palomino ........................... 8 70
10 4 Juan de España. Estas minas están indivisas y por
partir.......................................... 8 70
15 4 Gonzalo López.................................... 15 90
15 4 Gaspar de Ángulo y Juan de Cisneros. Indivisas y
por partir .................................... 15 90
30 6 Gonzalo Santos.................................... 30 60
20 2 Juan de Pendones................................. 20 85
10 2 Domingo Gallego ................................. 10 90
10 4 Juan Ramírez.................................... 10 90
10 4 Baltasar Rodríguez. Estas minas están indivisas y por
partir.......................................... 10 90
RELACIÓN GENERAL 83
10 2 Cristóbal de Medina [f. 8 v.] ..................... .10 70
10 4 Los herederos de Gonzalo Hernández de la Torre ... 12 70
10 3 Antón Yáñez..................... .................. 5 70
10 4 Bartolomé García. Indivisas y por partir............ 10 70
9 2 Andrés Gómez.................................... 7 A 60
17 6 Gómez Felipe. Indivisas y por partir éstas ......... 15 60
9 4 Tres minas con la de Juan Méndez ............... 7/» 60
28 4 Luis de'San Román, y Luis Méndez, y Gonzalo de So-
ria. Indivisas y por partir........................ 45 100
20 4 Luis Méndez....................................11 'A 120
18 4 Gonzalo de Soria ................................. 11 'A 140
25 4 Luis* Alvarez, y Juan Núñez Maldonado, y Alonso Tu-
fino. Indivisas y por partir..................... 18 130
10 3 Cristóbal Losa y Luis Alvarez. Indivisas ............ 7 120
18 4 Alonso Tufiñño, y Juan Núñez Maldonado, y Luis Al-
varez. Indivisas.............................. 12 120
10 3 Antonio Vázquez................................. 5 A 120
5 2 Diego de Morales................................. 2 3 A 120
14. 3 Rodrigo de Ybaira.............................. 10'A 120
20 6 Bernardino Muñoz y Luis de Arguello............... 14 120
10 2 Rodrigo de Ybarra..............................7 120
12 3 Antonio Vázquez................................. 7 70
30 5 Rodrigo de Ybarra'................................. 16 70
25 6 Hernando Pacheco................................. 16 70
18 3 Martín de Elizalde........................... 12 70
25 8 El licenciado Corvalán de Robles..................... 22 30
20 22 Gonzalo Santos...... .............................. 15 20
18 4 Los herederos de García de Aguilar.................. 15 20
16 4 Jerónimo de Esquivel.............................. 13 25
18 Pablo de Carvajal, vecino del Cuzco ............... 18 25
18 25 Martín de Elizalde y Diego Fernández de Castro ... 18 25
15 4 Martín de Elizalde .............................. 15 30
15 5 Martín de Chazarreta.............................. 15 30
16 3 Juan Martín de Echarriaga........................ 12 25
32 8 Cristóbal de Losa y Luis Alvarez. Indivisas [f. 9]. 30 70
30 6 Francisco de Saavedra.............................. 30 70
30 4 Juan de Pendones................................. 30 25
10 3 Juan de Gamboa................................. 15 25
10 6 Gómez de Chaves. Están estas dos minas indivisas ... 15 25
10 Juan de Gamboa................................. 60 t
20 6 Andrés Velázquez................................. 21 t
6 2 Cristóbal de Medina.............................. 5 t
40 Juan Martínez y los herederos de Gonzalo Hernández
de la Torre. Indivisas........................... 60 t
60 6 Los herederos de Miguel de Torralba tienen cuatro mi-
nas de a sesenta varas. Están vírgenes y son las
postreras de esta veta hacia Porco ............ 240 t
Veta de Mendieta
30 4 Antonio Quijada.................................... 60 t
40 4 Martín de Carrillo y García de Toledo ............ 60 60
10 5 Don Gabriel Pañi agua de Loaysa.................. 10 60
10 1 Gonzalo Santos.................................... 10 60
84
LUIS CAPOCHE
10 4 Los menores de García de Aguilar. Estas tres minas
están indivisas y por partir .................. 10
28 6 Juan González Sotelo, vecino de h ciudad de La Plata. 27 '/«
15 4 Gaspar Ortiz, difunto .............................. 9
15 6 Diego de Mendieta................................. 25
15 Diego de Zarate. Están indivisas..................... 25
80 8 El licenciado Torres de Vera .................. ... 60
25 8 Los herederos de Manuel de Espina.................. 30
15 4 Juan Ortiz Picón.................................... 14
15 6 Pedro de Arroyo. Están indivisas y por partir......... 14
10 3 Don Gabriel Paniagua de Loaysa................... 7 '/a
10 Los herederos de Diego de Zarate ............... 7 '/>
67 14 Alonso Hernández Hurtado las quince [f. 9v.J, An-
drés Gómez veinte y una, Luis Martín doce, Alvaro
Hernández de la Torre cinco. Indivisas y por partir. 53
40 6 El convento de Nuestra Señora de Ja Merced ...... 45
20 4 Garci Michel. Están indivisas y por partir ......... 15
20 14 Luis de San Román................................. 20
20 4 Diego Paniagua.................................... 20
20 4 El convento de Nuestra Señora de la Merced. Indivisas. 20
20 4 Luis de San Román................................. 20
20 4 Diego Paniagua.................................... 20
20 5 Diego Hernández de Castro, indivisas............... 20
50 8 Los herederos de Marcos Muñoz de Larregata ...... 60
15 5 Juan de Gamboa.................................... 30
10 8 Los menores de Sojo .............................. 30
30 5 Luis Valero y Cristóbal Avarez..................... 60
Veta que descubrió Juan Domínguez Deslida
40 Andrés Vela, y Bernabé de Bruceña, y Diego de Vega,
y Diego de Herrera, y José Luis de Escobar. Está
dado en esta mina un pozo..................... 60
20 Andrés de Mayorga y Pedro de Castro. Indivisas ... 30
40 Juan de Ayllón, y Juan Suárez, y Elena de Solís, y
Juan de Avila.................................... 60
Veta de Oñate
20 4 Miguel de Rosas.................................... 40
15 4 Lope Sellinos.................................... 20
20 Don Diego Dávalos................................. 60
20 Pedro de Cardos ... .............................. 40
20 4 Cristóbal López.................................... 40
Veta de Oñate, por ta parte de abajo
25 6 Los herederos de Juan de los Cameros. En ésta tiene
Juan Pérez de Arriaga quince varas. Está dado un
pozo de veinte estados........................... 60
25 Hernando de la Cueva y Juan Martínez. Tienen dados
dos pozos de treinta estados [f. 10] ......... 60
20 Martín de Elizalde. Tiene dado un pozo de dos estados. 60
RELACIÓN GENERAL 85
30 Elena de Soíís y Rodrigo de Quiroga ............ 60 t
12 Juan López....................................... 60 t
12 Francisco Vázquez................................. 7 t
Veta de Oñate, por el socavón de Medina
30 8 Lope Sellinos. Y en esta mina tiene Luis Hernández
diez varas, y Miguel de Rosas diez y ocho, y María
Ortiz diez, y el dicho Sellino? veinte y dos. Indivi-
sas y por partir................................. 60
Veta de Los Ciegos
12 4 Sebastián Sánchez................................. 17
15 4 Andrés Sánchez Serrano........................... 20
4 3 Francisco de Mora............................. 5
7 4 Juan de Solís.................................... 8
14 5 Los menores de Duran .............................. 15
15 Alonso de Torrejón y Francisco de Godoy............ 20
35 4 Pedro Flores y Martín de la Coba.................. 20
12 4 Bautista Monte1................................. 15
6 Juan Barba....................................... 10
40 6 Antonio Hernández................................. 60 60
120 80 El licenciado Torres de Vera, y los herederos de Benito
de Torres, y Martín de Elizalde, y Luis Méndez.
Indivisas....................................... 120 60
40 6 Luis de la Serna y los herederos de Diego Palacios.
Indivisas....................................... 60 20
30 Los herederos del licenciado León, difunto, vecino que
fué de Lima................................. 60 t
9 4 Juan de Torres Machuca........................... 20 t
6 6 Francisco de Salazar..................1............ 20 t
6 5 Sebastián Gutiérrez. Tiene un pozo dado de cuatro es-
tados .................................1......... 20 t
60 8 Cristóbal López [f. 10 v.] ........................ 60 60
40 6 Don Juan de Alvarado y de Velasco, del hábito de San-
tiago, hijo del mariscal don Alonso de Alvarado,
que reside en Ja ciudad de La Plata............... 60 25
20 Juan de Alvarado'................................. 60 t
25 La mujer de Garci Michel, y Juan Gutiérrez y Fran-
cisco Vázquez................................. 120 f
Veta que descubrió Antonio Quijada
Que está a un lado de la veta Rica hacia el pueblo
40 Garci Michel, y Antonio Quijada, y José Luis de
Escobar, y Felipe' Díaz. Indiviso ............... 60 20
60 Diego Hernández las sesenta, y Hernán González, y
Garci Michel, y Francisco Vázquez, y Diego Pani-
agua, y Diego de Alvarado las ciento y veinte. Indi-
visas .......................................... 180 t
20 Cristóbal de Losa................................. 60 f
86
LUIS CAPOCHE
VETAS QUE NACEN Y SON RAMOS DE LAS PRINCIPALES
Veia efe Alonso López Cerno
20 Los herederos de Francisco de Guzmán. Está junto a
[la veta de] Centeno ........................ 70 8
25 Juan de Carvajal y Antonio de Quintanilla. Está
esta mina en la veta que registró don Diego Acó
[indio] ....................................... 60 t
Francisco de Segovia y Rodrigo Arias de Baeza, junto
al [la veta del] Estaño ........................
Veta de Los Viejos y de don Francisco Lobato
Está junto a la veta de Mendieta
25 Gonzalo Santos, y Bernabé de Bruceña, y Luis Hernán-
dez, y Melchor Márquez........................ 60 t
20 6 Juan de Berrio las cincuenta y Pedro de San Juan
las diez ... ....................................... 60 t
20 Los herederos de Gonzalo Hernández [f. 11] ......... 60 t
45 4 Alonso Hernández Hurtado........................ 60 60
40 6 Pedro Bernal de Acosta y compañía de Juan Picón. 60 60
20 4 Juan González Sotelo.............................. 27 60
12 4 Gaspar Ortiz....................................... 9 60
30 6 Diego de Pavía, difunto, y Juan Picón [y] compañía. 36 60
12 4 Don Luis Dávalos................................. 10 60
Vetilla de Jerónimo de Esquivel
40 En la cual el dicho, y Andrés Vela, y Bernabé de Bru-
ceña, cincuenta varas........................... 50 t
15 Francisco Vázquez................................. 25
15 Juan García y Ñuño Alvarez........................ 25
15 Lucas de Medina................................. 20 t
15 Andrés de Mayorga.............................. 25 t
15 Diego de Luna....................................... 5 t
Pedro de Guzmán................................. 10 t
3 Francisco de Aguilar.............................. 10
6 Luis Palmero .................................... 5 t
Veta del Espirita Santo
33 Andrés Vela y Diego de Vega, y el dicho Vela tiene
las cincuenta y cinco........................... 60 30
15 Bernabé de Bruceña................................. 15 t
8 Alvaro de Ribas Taboada ........................ 8 t
10 Diego de Luna..................................... 10 t
6 La Compañía del Nombre de Jesús ............... 5 t
15 Gonzalo López.................................... 15 t
6 Juan Dávila....................................... 5 t
Veía de San Andrés
16 Isabel de la Paz.................................... 30 20
15 Andrés Vela....................................... 60 t
RELACIÓN GENERAL 87
Veta \de Corpus Chrísti,
que se descubrió por el socavón de So jo
30 Los herederos del dicho, por el socavón por la haz
de la tierra [f. 1.1 v.] ........................... 60 70
40 Martín de Vergares............ ..................... 60 t
20 El dicho Martín de Vergares y Miguel Marín ...... 30 t
60 Juanes de Gamboa, y Francisco Alvarez, y Luis Her-
nández, y Diego de Solís, y Pedro Martínez Ta-
jarrista. Indiviso. Está en hondura, por el soca-
vón, de sesenta estados por el haz de la tierra ... 20 60
Veta Negra,
que se tiene por ramo de la veta del Estaño
40 Juan Gómez Hernández, y los herederos de Francisco
de Guzmán, y Juan Fernández de Castro, y Fran-
cisco de Orúe. Indiviso. Está en ochenta estados
desde el crucero................................. 60 80
25 Juan Fernández de Castro, y Simón Pérez, y Juan
Briceño. Indiviso.............................. 30 t
20 Gonzalo de Solís................................. 60 t
20 Miguel García de Lujan, las cincuenta, y diez Juan
Fernández de Castro. Alonso López Barriales tie-
ne en ellas seis varas...... ..................... 60 t
40 4 Diego Guitián. Está en hondura, por él crucero, de
setenta estados al peso del socavón ............ 60 70
6 Gabriel Guerra. En la primera, seis Julio Corzo. En
esta mina tiene seis varas Diego de Solís. Está de
hondo por el crucero sesenta estados ............ 10 t
40 Juan de Gamboa y Simón Pérez. Está de hondo al
peso del socavón y crucero ochenta estados ...... 60 60 [sic
10 [sic] ............ ... .................................... 30 [sic] 80
Veta de Cristóbal López
30 Gonzalo Duran y Alonso Proaño, su menor, las
treinta, y diez Lope Sellinos y Pedro 'Clavijo ... 60 t
10 Diego de Luna.................................... 15 t
[f. 12] Veta de Terrosas
25 Ñuño Méndez, las cuarenta, y Diego de Vega, ocho,
y Martín de Veramendi, doce. Está en hondura de
sesenta estados por el socavón .................. 60 70
25 Alonso Marañón ................................. 60 t
25 Gaspar Ortiz y Baltasar Ortiz ..................... 60 t
Velja de Medina
30 Andrés Velázquez y Gonzalo López............... 120 t
15 5 Pedro Clavijo.................................... 40 f
20 Cristóbal Losa y Luis Alvarez ..................... 60 t
15 Jerónimo de Esquivel.............................. 35 f
88
LUIS CAPOCHE
Veta de Luis de frías,
que está junto a la de Los Ciegos
20 La Cofradía de Nuestra Señora, en compañía del
dicho Frías.................................... 60
20 Antonio de Quintanilla y Juan de Torres Palomino.
Indivisas....................................... 60 t
20 Antonio Ponce y Bartolomé Remón. Indiviso ...... 60 t
20 Los herederos de Juan Barba, difunto ............ 60 t
Su Majestad....................................... 60 t
20 Hernando Márquez y Juan de Torres Palomino, en
compañía dé la iglesia de Nuestra Señora de la
Concepción.................................... 60
20 Gaspar Pamo y los herederos de Juan Carrasco.
Indiviso.................................... 60
Veía Nueva,
que registró Juan Ordóñez de Villaquirán, que
se tiene por la de Los Ciegos, por estar a las
espaldas del cerro hacia Porco, en el rumbo
de la veta dicha
20 Jerónimo de Esquivel.............................. 60 t
20 Baltasar de Villanueva........................... 60 t
20 Pedro de la Torre................................. 60 t
20 Juan de Castro. Estas cuatro minas están indivisas
y por partir, y están dados en ellas algunos pozos
[f. 12 v.] ....................................... 60 t
Veía de Olmeda
25 Hernando Pacheco .............................. 60 25
25 Los herederos de Pedro de Leicegui, y en estas varas
tiene quince Diego Hernández.................. 60
20 Juan Picón....................................... 60 10
20 Su Majestad....................................... 60 t
30 Juan Arias de Castilla, y don Diego Dávalos, y don
Pedro Marañón............ .................. 60 t
20 Manuel Rodríguez las cuarenta y Pedro Núñez veinte. 60 t
25 Hernando de la Cueva, y Alonso Muñoz, y los here-
deros de Bartolomé Copado. Está dado un pozo de
ocho estados.................................... 60
Veta que registró Luis Hernández,
que está entre la de Olmeda y Flamencos
20 El dicho Luis Hernández, y tiene dado un pozo de
cuatro estados................................. 60 t
Veta que registró \Guillermo Diste y Tomás de Ayala
30 Juana de Alcoba las cuarenta, y Domingo Quenta,
indio, las veinte................................. 60 t
10 Cristóbal Osorio ................................. 10
RELACIÓN GENERAL
Veta de Las Animáis del Purgatorio, que ¡registró
Diego López de Haro
El dicho Diego López..............................
Su Majestad.......................................
Los herederos de Sebastián de Otaola y Bernabé de
Salazar, dos minas [en] compañía ............
Francisco de Oruño y Cristóbal Osorio ............
[f. 13] Vetilla que registró Diego López de Haro
El dicho Diego López, y tiene dado un pozo.........
Luis Osorio y don Diego Dávalos..................
Veta que descubrió Benito 'fie Torres
Juan de Caballos. Tiene dado un pozo de veinte es-
tados ..........................................
Veta de S¡an Antonio
Francisco de Segovia, y Miguel García, y Pedro Sande
tienen dado un pozo de seis estados y está indiviso.
Veta que registró Torres, el Mollero
Luis Hernández, y Jerónimo de Esquivel, y Juan de
Aguirre, y Pedro Posada. Tienen dado un pozo de
diez estados..................... ...............
El capitán Hinojosa..............................
Veta de Nuestra Señora de la Candelaria
Dos minas con ciento y veinte varas, en las cuales
tiene cuarenta y una vara y media Pedro de Va-
lencia, descubridor, y José de Escobar, cincuenta
y tres y media, y Cristóbal Losa, veinte y cinco.
Tiene dado un pozo de dos estados...............
El licenciado Pedro González de las Cuentas, y Diego
de Vega, y Jerónimo de Montenegro, y Diego de
Luna..........................................
El capitán Luis García de Meló, en las cuales tiene
diez varas Diego de Meneses y otras diez Manuel
Rodríguez....................................
Benito de Peñalosa y Pedro de Alcaraz............
Su Majestad.......................................
Pedro Clavijo .................................
Veta de San Antonio,
que descubrió Pedro de Valencia
El dicho Pedro de Valencia y tiene dada una cata.
90
LUIS CAPOCHE
[f. 13 v.] Veta de Gómez de Alarcón
20 Domingo Beltrán tiene las doce y Diego de Guitián
las veinte, y veinte y ocho Ñuño de Balboa. Está
dada una cata................................. 60 t
Veta de Pedro de Valencia
20 El dicho, como descubridor ........................ 60 t
20 José de Escobar, y Juan Ordóñez, y Baltasar de Vi-
llanueva e Isabel Clavijo........................ 60 t
20 Isabel Clavijo, mujer del dicho Villanueva ......... 60 t
20 Su Majestad....................................... 60 t
Veta de Nuestra Señora del Pilar
20 Pedro Martínez de [Ta]jarrista, y tiene en ellas [sic]
veinte varas. Tiene dado un pozo ............... 60 t
20 Mayor de Herrada y Jerónimo Pérez. Son del dicho
las cincuenta................................. 60 t
15 Gonzalo Franco............ ........................ 60 t
Vetilla de Guillermo Diste
El dicho, y su mujer, Juana de Alcoba...............
20 Juana y los herederos del dicho su marido ......... 60 t
20 Miguel de Morales................................. 60 t
Veta ,que descubrió Francisco Martínez
a un lado de la veta Rica
25 Los herederos de Marcos de Baeza, y Alonso Pérez,
y Francisco Martínez. Tiene dado un pozo de
quince estados................................. 60 t
Vela de La Magdalena,
que descubrió Francisco Martínez y está al lado de
la de Mendieta y don Francisco Lobato
30 6 El dicho Francisco Martínez tiene las veinte, y Alonso
Pérez, quince, y Diego de Acevedo, diez, y Juan
Rodríguez de Ribera, quince. Tiene dado un pozo
de quince estados.............................. 60 t
20 Su Majestad....................................... 60 t
20 Cristóbal de Quirós................................. 60 t
20 Juan de Mojica [f. 14] ........................... 60 t
Veta Nueva,
que registró Pedro Dávila, que está junto a la
veta del Estaño
15
El dicho Pedro Dávila, y Juan Bautista de Solís, y
Gaspar del Peso ..............................
60
t
RELACIÓN GENERAL
91
Veta de don Francisco Lobato
15 4 Alvaro López de Padilla. Está, por el crucero, en
hondura de veinte y cinco estados............... 20 25
15 5 Los menores de Juan de Artigas. Está, por el soca-
vón, en hondura de veinte y cinco estados desde
él haz de la tierra.............................. 20 25
9 4 Juan de Cisneros y Gaspar de Ángulo. Está, por el
crucero, en veinte y cinco estados............... 9 25
8 5 Bernardino Muñoz y Juan Pérez Donoso. Está en
veinte y cinco estados por el socavón ............ 10 25
5 2 Los menores de Juanes de Artiaga. Está, por el soca-
vón, en veinte y cinco estados.................. 5 25
30 8 Los herederos de don Francisco Lobato, en las cuajes
tiene doce varas Alvaro de Ribas Taboada, y nue-
ve Ñuño de Balboa. Indivisas y por partir. Está
en veinte y cinco estados por ej socavón......... 30 25
20 8 Hernán Sánchez Velasco y los herederos de García
de Aguilar. Indiviso........................... 32 20
Martín de Elizalde, las catorce y dos tercias, y Barto-
lomé de Victoria, otras tantas, y Alvaro de Ca-
rrión, doce, y los herederos de Marcos Muñoz de
Larregata, diez y ocho ........................
Veta que registró Alonso López Barriales
15 Alonso Hernández Hurtado, y las veinte varas tiene
Francisco de San Martín........................ 60 t
20 Los menores de don Francisco Lobato, en compañía
de Ñuño de Balboa y de Alvaro de Rivas Taboada. 40
[f. 14 v.] Veta que registró Juan Chupacho, indio
35 El dicho indio, y María Ortiz Picón, y Juan Picón.
Tienen dado un pozo de ochenta estados......... 60 t
20 Su Majestad....................................... 60 t
15 Juan de Cárdenas................................. 60 t
Veta de Miguel de Rosas,
a las espaldas del cerro, hacia Porco
15 El dicho Miguel de Rosas ........................ 60 t
15 Alonso de la Feria................................. 60 t
15 Juan de Matute.................................... 60 t
15 Su Majestad....................................... 60 t
Veta de Mendieta la Vieja
10 4 Gaspar de Miranda .............................. 40
5 Luis de Escobar.................................... 10
5 Bernabé de Bruceña tiene dado un pozo de treinta es-
tados por donde se labran. Indivisas y por partir. 10
LUIS CAPOCHE
Elena de Solís, las veinte, y Gaspar de Miranda otras
veinte, y don Luis Dávalos otras veinte.........
Alonso Hernández Hurtado........................
Juan Arcos Cortés.................................
Veta de Santa Bárbara
que descubrió Pedro Jiménez del Castillo.
Tiénese por la del Estaño.
El dicho Pedro Jiménez...........................
Su Majestad.......................................
Don Diego Acó, capitán [de indios], y Lope de Allen-
de, su compañero ..............................
Juanes de Gamboa y Sebastián Canseco ............
Veta de San Marcos
Que registró Hernando Llunqui, indio, y Juan Ro-
dríguez, y Juan Mojica, y Hernando Zama, y Je-
rónimo Pérez, y Francisco Dente ...............
Cristóbal de Quirós..............................
Veta de San Agustín,
que descubrió don Juan Yupanqui, indio
Diego Bravo [f. 15] .............................
Su Majestad.......................................
Hernando Pacheco, y don Antonio de Paz, y Pedro
Chirinos .......................................
Los herederos del licenciado Polo Ondegardo ......
Diego Bravo ....................................
El licenciado Luz, vecino de Arequipa, y Diego Dá-
valos, difunto, y Juan Ortiz Picón, y Juan Picón.
Son tres minas enteras........................
Veta de San Julián,
que registró Martín Ruiz de Santo Domingo
El dicho Martín Ruiz y Julián Chura, indio de Acha-
cache: y en éstas tiene Blas de Colmenares diez,
y está dado un pozo de cinco estados............
Su Majestad.......................................
Juan Rodríguez de Ocampo, y Lucas Lobo, y Juan
de Vega, difuntos los dichos últimos ............
Veta que registró Pedro Panas
El dicho y Juan JuUaca, indio, en las cuales tiene Pe-
dro de Grado las treinta varas. Tiene dado un
pozo de tres estados Francisco Romo............
RELACIÓN GENERAL
93
Veta de Antonio Rodríguez
20 Diego Bravo. Tiene dado un pozo de quince estados. 60
15 Antonio Rodríguez, y Bartolomé de Victoria, y To-
más de Garay................................. 60
15 Diego Hernández de Castro, y Jerónimo de Esqui-
vel, y Cristóbal de Medina, y Pedro de Alcocer, y
Gonzalo de Solís. Dos minas..................... 120 t
15 Gonzalo López, y Sebastián de Otaola, difunto, y Juan
de España. Tienen dado un pozo de cinco estados. 60 t
16 Alonso Hernández Hurtado, y Pedro Hernández de
Ontiveros, y Luis Hernández, y Juan de Castro
y [f. 15 v.] Domingo de Ybarra ............... 60 t
16 Juanes de Gamboa .............................. 60 t
10 Los herederos de Miguel de Torralba y el padre Pi-
ñega.......................................... 60 t
10 Juan Moran....................................... 40 t
10 Ñuño de Balboa................................. 80 t
3 Francisco de Orúe................................. 5 t
4 Francisco de Aguilar .............................. 10 t
10 Francisco Muñoz y Pedro de Arenas............... 60 t
10 Francisco de Oruño.............................. 30 t
Veta de San Juan
5 Juan de Castro. Tiene dado un pozo de cinco estados. 60 t
5 Juan de León y Pedro de Torres, en las cuales tiene
Bartolomé de Victoria las quince............... 60 t
10 Cristóbal de Losa y compañía, dos minas enteras ... 120 t
Vela de San Jerónimo
10 Gaspar de Miranda y Pedro de Zúñiga. Tienen dado
un pozo de dos estados........................ 60 t
12 Don Francisco de Valenzuela ..................... 60 t
Veta de San Telmo,
que descubrió Diego Rodríguez de Figueroa
15 Francisco de Oruño, y Jerónimo Pérez Valdés, y doña
Mariana, hija del dicho Diego Rodríguez, y las de-
más sus hijas; dos minas..................... 120 t
Veta de Santiago,
que descubrió Hernando Ortiz, difunto
20 Gaspar de Miranda, y en ellas tiene Luis de Escobar
ocho varas, y Diego de Palma diez, y Magdalena
de Salas diez, y Juan Franco (hijo del doctor Fran-
co) diez, y Pascuala (hija de Antonia, morena)
diez .......................................... 60 t
94
LUIS CAPOCHE
Juan Vázquez Dávila ........................... 10 t
Francisco de Aguilar.............................. 5 t
Francisco de Orúe [f. 16] ........................ 20 t
6 Diego Rodríguez de Figueroa, y Juan Aviles, y Fran-
cisco Colmenares............ .................. 30 t
Veta de Barreño
15 Gaspar de Miranda, y Elena de Solís, y Diego Ro-
dríguez, y Diego de Palma, e Inés de Olivera. Tie-
nen dado un pozo de dos estados ............... 60 t
15 María Castellanos................................. 60 t
Gaspar de Miranda, y Elena de Solís, y Gonzalo de
Solís, y Bernabé de Bruceña. Tienen dado un pozo
de diez y seis estados...........................
Veta de Martín Totora, indio del Cuzco
12 6 Juan Díaz Jiménez, dos minas. Tiene dados dos po-
zos, el uno de veinte estados y el otro de tres ... 120
Veta que descubrió Alcoba
10 Juan de Alcoba y Alonso de Torrejón tienen las sesen-
ta varas, y está dado un pozo de ocho estados ... 60 t
Alonso de Torrejón .............................. 35
Veía de Los Viejos
20 Marcos Caro las catorce y media, y Juan Vázquez diez,
y Garci Michel diez........................... 34 l/a
Veta de Andrés Vela
16 Sancho López de Bilbao. Tiene un pozo de treinta
estados....................................... 60
10 Juan de Castro, melero ........................... 60 t
Veta de San Juan,
que descubrió Diego Rodríguez al cabo y remate
de la veta de Centeno hacia Potosí
12 En la cual vetilla tiene el dicho Diego Rodríguez cien-
to y veinte varas en dos minas, y Diego Hernán-
dez diez, y Bartolomé de Victoria otras diez. Tiene
dado un pozo de dos estados.................. 140 t
8 Juan de Arévalo................................. 60 t
6 Pedro Hernández [f. 16 v.]........................ 60 t
6 Su Majestad .................................... 60 f
3 Cristóbal de Medina.............................. 5
RELACIÓN GENERAL
Veta que registró el capitán Diego Moreno
entre la veta Rica y la de Centeno
El dicho capitán y el licenciado Contreras, dos minas.
Tiene un socavón de quince estados ............ 120
El pozo y vetilla de Vivanco
Pedro Hernández las treinta varas, y Juan Ochoa vein-
te, y Francisco Losa diez. Tiene dado un pozo de
diez estados. Está indiviso y por partir ......... 60
Veja de San Juan de la Pedrera,
que descubrió Diego Quili, indio
Juan Niño de Figueroa tiene las veinte y dos, y Ro-
drigo de Miranda las veinte y ocho, y Rodrigo de
Arias de Buico diez........................... 60
Su Majestad .................................... 60
Veta de San Jorge,
que registró Antonio Gutiérrez y Gonzalo de Solís
El dicho Gonzalo de Solís, y en éstas tiene Ana, Gu-
tiérrez quince, y Pedro de Jerez quince, y treinta
Juan Gutiérrez de Ulloa. Han dado un pozo que
está de seis estados........................... 90
Diego de Figueroa las veinte, y Diego Hernández
diez, y Juan Guerra veinte, y Baltasar Ramírez
diez. Indiviso................................. 60
Veta que llaman de Berrío.
que descubrió Agustín Ohara, indio de Llanquisupa del Cuzco
El dicho Agustín en compañía de Diego Chuna y Alon-
so, indios; y en esta mina tiene Pedro de Grado
diez varas, y el padre Yllarregui tres varas, y San-
tiago Samalvide tres varas, y Martín de Vergares
cinco varas. Lábrase [f. 17] por un pozo que tiene
de treinta estados.............................. 60
Juan de Berrío en compañía de don Juan Molloco-
pata, cacique principal de Llanquisupa ......... 60
Francisco Ortiz de Olestia y Mencía de la Chica. Tie-
nen dada una catilla........................... 60
Su Majestad .................................... 60
Rodrigo de Benavente, y en ésta tiene el secretario
Juan de Losa doce varas y media, y los herederos
de Pedro de Honor doce varas, y Martín de Ver-
gares tres varas.............................. 60
Francisco Gutiérrez Caballería, que reside en Lima,
y Diego Núñez Bazán tiene doce varas, y Juan de
Pendones doce, y Juan de Alba doce ............ 60
96
LUIS CAPOCHE
-20 Juan Fernández de Castro, y Gonzalo de Solís, y Blas
de Colmenares diez varas, y Jerónimo de Monte-
negro diez varas.............................. 60 t
Luis de San Román .............................. 60 t
Mencía de la Chica.............................. 50 t
Luis García, escribano público y del cabildo de esta
villa de Potosí................................. 60 t
45 El licenciado Torres de Vera ..................... 60 t
Hernando Mateos................................. 50 t
Juan Fernández de Castro y Gonzalo de Solís. A estas
minas señalaron los cuarenta y cinco indios...... 20 t
3 María Castellanos................................. 60 t
3 Juan de Castro, melero ........................... 60 t
Veta de San Pedro que registró Gaspar Ortiz
'30 El dicho Gaspar Ortiz, el cual dio las cincuenta varas
a Catalina Ortiz, su hija, y diez a la iglesia del
Señor San Pedro, y diez a Nuestra Señora, y diez
a Luis Hernández. Tiene dado un pozo de diez
estados ....................................... 80 t
20 Francisco Díaz, en compañía de doña Margarita ... 60 t
30 Mateo Ruiz y Francisco Hernández, zapateros [fo-
lio 17 v.] ....................................... 60 t
20 Gonzalo de Tarragona en compañía de Francisca Eu-
frasia, hija de Gaspar Ortiz..................... 60 t
20 Blas de Colmenares y Diego Hernández. Indiviso ... 60 t
Veta de M\aría Castellanos
20 4 En la cual tiene mina de sesenta varas ............ 6U
Veta de Francisco Logroño
30 4 El dicho. Tiene dado un pozo de veinte estados ... 60
15 Pedro Panus, flamenco ........................... 60 t
20 Jerónimo de Esquivel, y Juan de Aguirre, y Pedro
Posada....................................... 60 t
6 Juan López....................................... 10 t
6 Francisco Vázquez................................. 5 t
15 Martín de Ghazarreta. Tiene dado un pozo de doce
estados....................................... 60
20 Sancho de Curaraire, y Juanes de Olazaga, y los he-
rederos de Pedro Juárez de Valer, y los herederos
de Pedro Copado. Tienen dos minas indivisas ... 120 t
15 Francisco Hernández de la Torre.................. 60 t
15 Pedro Clavijo y Lope de Villarreal.................. 60 +
15 El rey don Felipe, nuestro señor .................. 60
Veta que llaman de Chumpi
20 Ñuño de Balboa, en las cuales tiene cuarenta varas
Juan Moran. Está dado un pozo de cuatro estados. 90
RELACIÓN GENERAL 97
Veta de Juan Fernández
JO El dicho, sesenta varas........................... 60 t
>2 Baltasar de Villanueva y Jerónimo Rodríguez ...... 35 t
Veta que registró Villabáñez
20 El dicho, y Alonso Sánchez Herrero, y los herederos
de Cristóbal de Pereña. Indiviso ............... 60 t
[f. 18] Veta de San Sebastián de la Pedrera
35 8 Pedro de Avila tiene en estas dos minas las treinta
varas, y Martín de Tineo otras tantas, y los here-
deros de Espinosa las sesenta restantes. Está dado
un pozo de veinte y cinco estados............... 120
15 8 La Católica Majestad.............................. 60 6
15 4 El monasterio de Nuestra Señora de la Merced ...... 60 t
15 Juan de Camarena, y tiene dado un pozo de diez es-
tados ....................................... 60
10 Alonso Hernández Hurtado........................ 60 t
15 Juan de la Puebla................................. 60 t
Veta de Cristóbal López,
que está a la parte del poniente
25 El dicho y Luis Alvarez. Está dada una cata de siete
estados....................................... 60 t
15 Su Majestad....................................... 60 t
10 Francisco de Losa. Está dada una catilla............ 60
10 Juan de Gamboa................................. 60 t
10 Antonio de Salas................................. 60 t
20 Luis Losa y Cristóbal Alvarez..................... 60 2
20 Francisco Alvarez y Juan Alvarez, su hijo ......... 60 t
30 Luis Alvarez, en las cuales tiene Juan de la Puebla
quince varas, y diez Francisco de Orellana, y otras
diez Ñuño Méndez, difunto, y diez Jerónimo de
Montenegro y Alonso Velasco .................. 60 t
10 Juan de Hermosa................................. 60 t
El dicho Ñuño Méndez........................... 60 t
Veta de San Antón de la Pedrera
Melchor Gómez.................................... 60 t
Pedro Dávila.................................... 60 t
Pedro de la Cal, y en esta mina tiene Luis Hernández
quince varas, y Juan Rodríguez del Campo [SÍC].
A estas tres minas se tiene dada una cata ......... 60 t
Veta de San Juan de la Pedrera, que llaman Chapa
20 Los herederos de Cristóbal de Pereña quince varas,
y las demás del racionero Villarreal [f. 18 v.] y
don Juan Inca tiene dado un pozo de diez estados. 60
7
98
LUIS CAPOCHE
20 Alvaro González y García Hernández, las treinta, y
las otras treinta Mariana de Flores. Está en hon-
dura de diez estados........................... 60
Veta de Juan Niño en San Juan de la Pedrera
10 4 El dicho Juan Niño .............................. 60 15
10 Juan Ramírez.................................... 60 t
15 Diego Bravo....................................... 60 t
16 Baltasar Ruiz de Sosa.............................. 60 t
Veta que descubrió [H]uaman, indio,
a las espaldas del cerro Porco
20 Juan García Cuadrado y su hijo, Diego García. Tie-
nen dado un pozo de dos estados............... 120 t
30 Diego Rodríguez de Figueroa, y en ésta tiene diez va-
ras Simón Pérez y Luis Hernández veinte ...... 60 t
20 Simón Rodríguez Garavallo, y Juan Gutiérrez de Soto
tiene las treinta .............................. 60 t
15 Juan de Arriaga y Elena de Santiago, dos minas...... 120 t
Veta de Santa Bárbara
que registró Diego Rodríguez de Figueroa
10 El dicho Diego Rodrigo de Figueroa............... 60 14
10 Su Majestad .................................... 60 t
15 Juan de Arriaga cuarenta varas, y Simón Rodríguez
veinte y cinco, y Juan de Castro cincuenta y cinco.
Háse dado pozo................................. 120
Veta de San Juan de la Pedrera, que registró
Antonio de Elizalde
20 El dicho y Martín de Elizalde tienen dos minas en-
teras y dánle una cata ........................ 120 t
20 Juan Picón y Rojas.............................. 60 3
Veta que descubrió Amador de Ayerdi en
San Juan de la Pedrera
15 Diego Hernández de Castro, en las cuales tiene vein-
te varas Juan Velázquez, y sesenta \ varas Juan Se-
villano, clérigo, y otras sesenta Diego Ylla, indio
presbítero [sic] [f. 19] ........................ 180 4
16 Baltasar Ruiz de Sosa........................... 60 t
Veta que registró Francisco Logroño en
San Juan de la Pedrera
10
En la cual tiene el dicho Logroño una mina de sesenta
varas y en ella una catilla de dos estados......... 60
RELACIÓN GENERAL
99
Veta que registró Diego Puma, indio,
10 en San Juan de la Pedrera, en la cual tiene Martín
Cusí, indio, una mina........................... 60 t
Veta de San M\atías, que descubrió Juanes de Aguirre
25 Jerónimo de Esquivel, las diez y ocho varas, y Alonso
Velasco, diez, y el dicho Aguirre, nueve, y Pedro
Posada, diez y ocho, y Sanabria, cinco. Indiviso
y por partir.................................... 60 10
15 Su Majestad....................................... 60 t
12 Miguel de Montoya y Juanes de Laozaga y compañía. 60 t
15 Cristóbal de Medina y Martín de Elizalde tienen dos
minas, y en las sesenta varas de Elizalde tiene las
diez Alonso Velasco........................... 120 t
10 Benito de Torres................................. 60 t
15 José Luis de Escobar, y Juan Martínez, y Sebastián
Márquez. Indivisas........................... 120 4
Veta de Santiago de la Frontera, que registró
Francisco de Paredes.
24 El dicho Francisco de Paredes, las diez y siete varas,
y Gaspar del Peso otras tantas, y Pedro Dávila
otras diez y siete, y las nueve restantes, Juan Pi-
cón. Tienen dado un pozo de ocho estados ...... 60
10 Su Majestad....................................... 60 t
10 Su Majestad [f. 19 v.] ........................... 60 t
10 Don Pedro Marañen.............................. 60 t
12 Diego Hernández ................................. 60 t
15 Diego Dalvis, y en esta mina tiene diez varas Juan
Picón.......................................... 60 t
10 Gonzalo de Amaya.............................. 60 t
10 Baltasar Ruiz de Sosa.............................. 60 t
10 Hernando Ramos................................. 60 t
Juan de la Puebla................................. 60 t
Veta que registró Alonso López Barriales por el socavón de Lobato
8 5 Andrés Lobato .................................... 30
8 Juan de Ballesteros Narváez..................... 30
16 Antonio de Heredia, y doña Elvira de Godoy, y Andrés
Vela, y en esta mina tiene diez varas Antón de Po-
blete y veinte Gaspar de Meneses.................. 60 t
Veta de Santo Domingo que registró
Domingo de Yarda
20 6 El dicho tiene en esta mina cuarenta varas, y diez Juan
de Castro, y otras diez Jerónimo de Esquivel. Está
dado un pozo de ocho estados..................... 60
10 Cristóbal de (Mazábala ........................... 60 t
LUIS CAPOCHE
Sancho de Apioca ............................ 60 t
Su Majestad....................................... 60 t
Juan de Porras las veinte y dos, y doña Ana de Val-
derrama seis, y otras seis Luisa Requelme, y diez
varas Santiago de Samalvide, y Martín Yáñez ocho 60 t
Veta de San Ildefonso que registró
Alonso López Barriales
El dicho, y en éstas tiene quince varas Juan de la Puebla. 60 t
[f. 20] Veta de Pedro Cebicas
6 El dicho tiene una mina de sesenta varas y en ellas están
dados tres pozos, por donde se labra, de doce y
quince y veinte estados de hondura ............ 60
8 Diego Núñez Bazán, y tiene dado un pozo de veinte
varas...................................... 20
3 Don Juan Sacaoa, indio, y labra por pozo ......... 40
Los herederos de Juan Moreno. Están dadas dos catas 60
6 Martín de Elizalde y Pablo Díaz Colodro. Está dado
un pozo de veinte estados.................... 60
1 El dioho don Juan Sacaca, y tiene dada una cata de
tres estados ................................. 15
Los herederos de Marcos Muñoz de Larregata ... 60 t
Diego Núñez Bazán, y tiene dadas dos catas......... 60
Los herederos de Juan de Aguirre ............... 60 t
4 Francisco Serrano, difunto, y tienen en ellas veinte
varas los herederos de Cristóbal de Pereña, y
otras veinte Miguel Jerónimo. Está indiviso y dado
un pozo de veinte estados ..................... 60
Francisco Guerra, y tiene dada una cata ......... 60
Martín de Elizalde y Alonso Torrejón, y está dada una
carilla de tres estados........................ 120
Gaspar Pamo .................................... 60 t
Cristóbal Losa, y Alonso Sánchez Herrero, y los here-
deros de Alonso Muñoz. Está dada una carilla de
dos estados.................................
Juanes de Castro .............................. 60 t
Felipe de Medina, y en ellas tiene Alonso de Mercado
las veinte, y quince los herederos de Cristóbal de
Artiaga, y diez un indio. Está dado un pozo de
veinte estados .............................. 60
Veta de Alonso Cavaría, indio
El dicho descubridor, y Martín Puyana, indio, y Diego
Delgado. Están dados unos pozos de dos estados 60
Juan del Castillo el Mozo, y Andrés Vela, y Bernabé
de Bruceña, veedor deJ cerro, y Juan de Solórzano.
Indiviso. Tienen dados unos piozos de seis es-
tados [1.20^.] ............................. 60
Juan de la Puebla .............................. 60 t
RELACIÓN GENERAL
101
15 Diego Bravo, alcalde mayor de minas, y tiene dadas
algunas catas de dos estados.................. 60
25 Don Juan Pati, indio, y en ellas tiene Juan Pérez
veinte, y diez Juan de Arévalo y Juan Picón. Están
dadas unas catas de a tres y a cuatro estados ... 60
10 El dicho don Juan Pati, y don Diego, su hijo, y don
Carlos, indios, en la veta que dicen de Hinojosa.
Tienen dado un socavón de cincuenta brazas ... 15
10 Elena de Solís y Elena de Santiago tiene las quince
varas. Está esta mina junto a la de Cevicos, en
una vetilla nueva .............................. 25
20 Juan Chico Herrero en la veta de Nuestra Señora
de la Candelaria, en las cuales tiene Luis García
de Meló diez varas ........................ 60
t
Veta de San José
Domingo Quinta, indio de Yunguyo, descubridor, y
Pedro de Valencia. Tienen tres minas enteras y
dada una catilla .............................. 180
25 El dicho Valencia .............................. 60 t
Veta que descubrió Jerónimo de Zúñiga
20 4 Jerónimo de Esquivel, y Juan Pérez de Godoy, y
Diego Rodríguez de Figueroa. Están dados dos
pozos...................................... 60
20 Alonso Paniagua, en las cuales tiene Francisco García,
escribano real, veinte varas, y Jerónimo de Es-
quivel diez, y diez Juan de Saucedilla .........
20 Miguel Jerónimo tiene en esta mina las treinta varas,
y Pedro Pérez, tonelero, las veinte, y Juan de
Saucedilla las diez ........................... 60 t
10 Su Majestad....................................... 60 t
Baltasar Rodríguez de Sosa, en las cuales tiene diez
Bernabé de Bruceña [f. 21] .................. 60 t
15 Pedro de León, en las cuales tiene veinte doña Qui-
teña de Berrío, y diez varas del dicho Bruceña ... 60 t
15 5 Alvaro de Carrión y don Juan Guaneo, indio de Oruro.
Está dada una cata de cuatro estados; son en la
mina de San Juan y Santa Isabel; tienen [sic]
Alonso Hernández Perales sesenta veras de mina,
y está dada una cata de catorce estados y otra
de cuatro .................................... 120
10 Diego García Zembrano ........................... 60 t
10 Miguel de Morales................................. 60 t
25 Hernando de la Cueva y Domingo Betanzos, en las
cuales tiene Juan García de Valneda veinte varas,
y Diego de Robles Cornejo otras veinte ......... 120
15 Antonio, indio natural de Quispicanoha, tres leguas del
Cuzco, tiene una mina de sesenta varas que está
junto a la entrada del socavón de Luis Hernández,
y tiene dada una cata de cinco estados ......... 60
20 Juan Picón y compañía........................... 60 t
102 LUIS CAPOCHE
15 Pedro de Niza, ausente, las treinta, y María Ortiz
veinte, y Manuel Rodríguez diez ............... 60 t
10 Su Majestad .................................... 60 t
20 Juan Ortiz Picón, y Baltasar Ortiz, Francisco de Cer-
vantes, y Diego Núñez de Prado tienen dos minas
en una vetilla, cabe el pozo de Vivanco, a un lado
de la veta Rica. Tiene dada una cata de dos o tres
estados .................................... 120
24 Juan de España, en las cuales tiene diez varas Diego
de Meneses, y diez varas Hernando de Valencia.
Está dado un pozo de tres estados............... 60
10 Francisco Ballesteros, y Francisco Gómez, Hernando
de la Cueva, en las cuales tiene Pedro Contador
veinte, y otras veinte Diego de Meneses, escribano
de minas.................................. 60 t
10 Su Majestad [f. 21 v.] ........................... 60 t
Veta de Santa Catalina
que descubrió Juan de [blanco]
10 El dicho descubridor, y tiene dado un pozo de dos
estados....................................... 60
16 Baltasar de Sosa................................. 60
25 Pascual Juárez. Tiene una mina de quince varas en la
cueva del socavón de Luis Hernández............ 15
16 Baltasar Pérez, y Elena de Solís, y Juan Barragán, di-
funto, y Juan Arias de Castilla, y tiene dado un
pozo de ocho estados ........................ 120
60 Martín de Chazarreta tiene una mina de sesenta varas
junto a la de Cevicos, y tiene dado un pozo de cinco
estados ....................................... 60
Veta de don Bernardino
8 Jerónimo de Vargas tiene en esta veta dos pedazos de
mina con sesenta y cinco varas y está dado un pozo
de quince estados.............................. 65
10 En el cerro de Guaina Potosí tiene Juanes de Gamboa
una mina de sesenta varas, y en el cerro hay al-
gunos socavones antiguos y lo uno ni lo otro no
se labra por ser inútil ........................ 60
De las vetas y minas que se han des-
cubierto y registrado en el cerro rico
de esta villa, después de la visita ge-
neral, que se acabó en nueve de marzo
de mil y quinientos y ochenta y dos
años
Antonio de Contreras descubrió una veta
de metal de plata por encima del socavón
de Medina, en la cual se le concedieron las
sesenta varas de mina que pertenecen al
descubridor, y Su Majestad tomó mina
y muchas personas se estacaron.
Francisco de Polanco, el Mozo, descu-
brió y registró una veta de metal de plata
entre la veta de Los Ciegos [f. 22] y la
de Los Flamencos, en la cual le señala-
ron las sesenta varas que le pertenecían.
Y Su Majestad tomó mina y muchas per-
sonas [se estacaron], y lo mismo se en-
tenderá en todos los registros que se si-
guen, que por evitar prolijidad no pongo
RELACIÓN
GENERAL 103
los nombres de los que tomaron mina
y se estacaron, y por estar casi la mayor
parte de todas estos minas y vetas vír-
genes.
Juan Niño de Figueroa descubrió y re-
gistró una veta de metal de plata a un
lado de la veta de San Juan de la Pe-
drera, al poniente, y es ramo de la veta
principal y púsole nombre San Felipe.
Gonzalo de Lagos registró una veta de
metal de plata en el dicho cerro.
Andrés Velázquez, y Juan de Padilla,
y Francisco Chuquisana, indio natural del
pueblo de Sicuana, del distrito del Cuzco,
registraron una veta de metal de este cerro.
Jorge Polo registró una veta de metal
a la parte del sur.
Pedro de Godoy registró una veta de
metal de plata entre la veta de Los Ciegos
y Los Flamencos.
El dicho Juan Niño de Figueroa registró
una veta de metal de plata.
Bartolomé Guamani, indio cana, y Lo-
renzo Luqui, natural de Puno, descubrie-
ron una veta de metal de plata y pusié-
ronle por nombre Santiago, y está junto
a la de Cevicos.
Miguel Tomo, indio, y Hernando de la
Cueva Corredor registraron una veta de
metal a las espaldas del cerro hacia los
indios chichas, por debajo del socavón de
Marcos Muñoz de Larregata, difunto.
El dicho Lorenzo Luqui registró, como
descubridor, cuatro vetas de plata en el
dicho cerro.
Baltasar Ruiz de Sosa registró una veta
de metal de plata.
Jorge Hernández registró una veta de
metal de plata.
Alonso Vairuañu [Uairuaño?] y Juan
Gutiérrez Bernal descubrieron una veta
de metal.
Alonso Rodríguez registró una veta de
metal de plata junto a la veta Rica.
[f. 22 v.] Diego Illatincu, indio, descu-
brió una veta de metal de plata a un lado
del cerro, hacia el poniente.
Miguel Rubio registró una veta de metal.
Cristóbal de Baranda registró una veta
de metal de plata.
Juan Dols registró una veta de metal.
Alonso Tufiño registró una veta de me-
tal de plata.
Martín de Peralta registró una veta de
metal.
Mateo López de Gamboa registró una
veta de plato.
Francisco de Jodar, alférez, registro una
veta de metal de plata.
Don Juan Consa, indio canchi, registró
una veta de metal de plata junto a la
iglesia del cerro, cerca de la mina de la
Muñiza.
Jorge Polo registró una veta de metal
de plata que manifestó en la cañada que
se hace en lo de San Juan de la Pedrera.
Juan Guerra registró una veta que des-
cubrió, estando labrando una mina que
tiene en la veta de Los Flamencos, por un
socavón, atravesando las cajas hacia el
oriente y corre norte sur, y hallóla en cua-
renta estados de hondura.
Pedro López de Almanza registró una
veta de metal de plata.
Jorge Polo registró veta de metal de
plata.
Francisco Díaz registró veta de metal de
plata.
Baltasar González registró veta de metal
de plata.
Juan García Casjazola registró veta de
metal de plata.
Don Diego Guaca, indio natural de Po-
mata, en la provincia de Chucuito, regis-
tró una veta de metal. Está hacia el po-
niente, por debajo de la veta de Los Fla-
mencos.
Don Lorenzo Luqui y don Diego, indios,
descubrieron una veta de metal de plata.
Luis Martín registró una veta de metal
de plata.
Antón Lusco, indio canchi, descubrió
una veta de metal de plata.
Diego Bravo, alcalde mayor de minas,
registró una veta de metal de plata, que
está al poniente, junto a una fuente cabe
las mina° de Cevicos.
Francisco Alvarez registró una veta de
plata al poniente, que va atravesando la
veta de Los Ciegos.
Francisco Guitérrez, el Mozo registró
una veta de plata.
[f. 23] Francisco Martínez, y Lucas
Martín, y Lorenzo Calisaya, indio, regis-
traron una veta de plata junto a la de
Los Viejos.
Gonzalo López de las Higueras registró
una veta de metal entre la del Estaño y la
de Oñate.
Diego Rodríguez de Figueroa registró
104
LUIS CAPOCHE
una veta de metal de plata, en la cual se
hallaron algunas catas antiguas que esta-
ban ciegas y la veta perdida, por tener
mucha tierra y piedra encima. Y lo mis-
mo se ha de entender de muchas que se
registran por nuevo descubrimiento, por-
que los que las hallan, por no ser de im-
portancia, las dejan y el tiempo va gas-
tando la memoria de esto. Y otras per-
sonas topan la veta, y ordinariamente son
indios que comúnmente andan escarbando
el cerro y dan noticia a sus amos o ami-
gos, los cuales hacen nueva manifestación,
intentándolo por despoblada, si acaso se
ha hecho de ella registro o por nuevo des-
cubrimiento, que lo uno y lo otro es con-
forme a la ordenanza real, aunque entien-
do que en la primera visita que se hiciere
se visitarán más de cuarenta vetas con
muchas personas que han tomado mi-
nas en ellas, y este último registro parece
haberse hecho por octubre de mil y qui-
nientos y ochenta y cuatro años.
De los socavones que hay en el cerro
y de su efecto y uso
Una de las buenas invenciones que se han
hecho en el cerro para la labor de las mi-
nias y aprovecharse de sus metales ha sido
la de los socavones, cuya labor es de mu-
cho fruto e importancia. Y así debe Vues-
tra Excelencia mandar se tenga gran cui-
dado en continuarla, y que los indios que
les dieron para este efecto se ocupen en su
labor, para lo cual se ha de advertir que
las vetas de este cerro, como está dicho,
están y se descubrieron en las cumbres
y partes más altas de él hacia el oriente.
Corren norte sur subiendo las vetas hacia
la punta y corona del cerro, descendiendo
la caja y metal hacia abajo, que es de
a do procede y tiene su raíz, y a lo que
se entiende, hasta su planta y podría ser
más, que a buena cuenta debe de tener
más de mil y doscientos estados de des-
cendida, [f. 23 v.] Y han sido tan fijas
las cajas y vetas en este cerro, que se
entiende tener su principio y firmamento
en lo bajo, aunque hay riesgo en lo muy
hondo de hallar agua, que por haber fal-
tado y ser el cerro tan enjuto se ha po-
dido ahondar tanto en la labor de las mi-
nias, porque quitadas las que señalé en la
veta Rica, en lo que llaman de Pancorvo,
que fué un vecino del Cuzco, no hay otras
que hayan dado en agua.
Pues para labrar las minas y sacar los
metales han de descender forzoso por las
escalas la hondura que tuvieren, y des-
pués de barreteado el metal subirlo con
dificultad, costa, y trabajo, y peligro no-
table de los indios. Y para excusar esto,
inventaron hacer en los lados del cerro
unas cuevas por donde van minando el
cerro, siguiendo el rumbo que va al orien-
te, en busca de las vetas que están norte
sur, tomándolas atravesadas.
Lábranse los socavones con trabajo, a
punta de barreta, (por eT)cerro de peña y
no poder trabajar juntos más que dos
barreteros en el testero del socavón, re-
mudándose entre noche y día. Y con el
aliento de los indios y poca aspiración
del aire se les apagan las velas, que no
es poco trabajo.
Tienen los socavones por el ancho ocho
pies y por lo alto algo más de un estado.
Entrase por ellos a paso llano, aunque
con algunas gradas y escalones mal la-
brados; ciérranse con sus puertas; sá-
canse por ellas los metales con facilidad
y sin riesgo de los indios. Cuando por
los socavones algunos señores de minas
quieren labrar las que se pueden gobernar
por ellos, deben al dueño del socavón el
quinto del metal, que por ellos sacan,
aunque no se cobran con rigor. Estos so-
cavones no son generales para poderse co-
municar por ellos todas las minas, sino
particulares para la veta a que se diri-
gieron.
Tiénese gran esperanza que si los que
se están dando se acabaren, como se en-
tiende, será con brevedad si se tiene cui-
dado en ello, se restaurará esta tierra y
será grande la grosedad de metales y pla-
ta que habrá. Y así como fuere tratando
en particular de ellos, referiré [f. 24] a
Vuestra Excelencia el estado en que están.
Y aunque el socavón al metal de chile,
que es la última hondura de la mina, no
puede hacerlo de mejor condición y ley
que lo es ahora, síguense por ellos más
frutos que el ahorrar la descendida y su-
bida, aunque esto es [ya] importante, por
la seguridad y menos trabajo del indio.
Pero síguense otros útiles, por haber mu-
chas minas que han dado en barriales y
RELACIÓN
GENERAL 105
quemazones y metales pobres, que su ley
no iguala con la costa, y sus dueños no
tienen fuerza para desencajar la mina y
sacar aquella tierra y metales inútiles sin
provecho y de mucha costa. Y por el so-
cavón topan y alcanzan la mina en parejo,
que ahorran el vaciarla de los barríales
y quemazones por tomarla el socavón por
parte más baja, como si hiciésemos cuenta
que el barrial fuese de quince o treinta
estados, hasta tornar a tomar lo fijo y
buen metal. El socavón, cuando alcanza
la veta y mina, deja el barrial y tierras
salvándolo, lo cual sirve de puente y for-
taleza de las cajas.
Pongo los [socavones] que han alcan-
zado vetas que por ellos se gobiernan y
labran, con los que se están acabando.
Cuando el socavón alcanza la veta llaman
aquel lugar crucero, por hacerse allí una
encrucijada el socavón y la veta. Y pro-
siguiendo adelante con el socavón, que
hay algunos que alcanzan a diversas vetas
yendo haciendo sus cruceros, apartándose
las labores unas a una mano y otras a
otra, como en el lugar que cada uno tiene
su mina y pertenencia. Y desde el paraje
del socavón se tornan a labrar las minas
prosiguiendo la veta abajo, de manera que
no es menester descender por escalas. Y
algunos socavones se han dejado de la-
brar porque tomaban la veta en hueco y
fuera necesario descender por muchas es-
calas, por haberse labrado la veta con más
presteza que el socavón. Y algunos de los
que hoy se están labrando tienen este ries-
go, aunque no es notable el inconveniente,
porque caso que tope la veta en hueco será
en veinte o treinta esta-[f. 24 v.]dos hasta
llegar a lo macizo y excusará lo que hay
desde la superficie de la tierra, que va a
decir más de ciento y sesenta estados.
Y así hay plática entre mineros que era
necesario se diese ahora de nuevo un so-
cavón de mejor traza y labor que los
que hasta aquí se han dado, y [en] el
paraje que alcanzase las minas por lo
macizo comisidtrando el tiempo que se
puede gastar en la labor de minas y so-
cavón, y que se hiciese con declinación de
corrientes hacia su boca para que por él
se pudiesen desaguar las minas si se to-
pase agua. Porque [en] los que se han
dado hasta ahora no se tuvo este respecto;
antes van declinando desde su puerta y
principio hacia la mina, en decrecimiento
de siete u ocho estados del peso y altura
que comenzó su labor.
Hay en este cerro los socavones que se
siguen, con los indios que les señalaron
al tiempo de la visita y los que les dieron
por el repartimiento general, así para la
limpieza de los que están acabados, como
para acabar los que se están labrando.
El socavón de Sojo, por el cual se labra
parte de la veta de Corpus Christi, y men-
dieta, y Rica, y Negra, y del Espíritu San-
to. Dijeron los veedores que había me-
nester ocho indios para tenerlo limpio y
Su Excelencia le mandó dar tres.
El socavón de Marcos Muñoz, que ahora
poseen sus herederos, por el cual se la-
bra la veta de Mendieta. Le señalaron seis
indios y le dieron tres.
El socavón de Luis Hernández Ramírez,
por el cual se labra parte de la veta de
Mendieta y la Rica. Señaláronle seis in-
dios y repartiéronle tres.
El socavón de Juan Ortiz Picón; se la-
bra por él, parte de la veta de Mendieta.
Señaláronle seis indios y diéronle tres.
El socavón de Juan Ortiz de Zarate, que
es ahora del licenciado Juan Torres de
Vera como yerno suyo; lábrase por él
parte de la veta de Mendieta y parte de la
veta Rica y otras vetillas, y va dirigido a
la veta del Estaño. Tiene [f. 25] arren-
dados los quintos que le pertenencieren
en cada un año, y aseguro que los quin-
tos llegarían a doce mil quintales de me-
tal. Señaláronle por su labor y limpieza
quince indios y diéronle doce.
El socavón de Medina; lábrase por él
parte de la veta del Estaño, y de la Rica,
y Negra, y otras vetillas. Señaláronle ocho
indios y diéronle tres.
El socavón de Juanes de Gamboa y com-
pañía, por el cual se labra parte de la
veta de Mendieta y de la de Corpus Christi,
y va en seguimiento de la veta de Los Fla-
mencos. Señaláronle doce indios y diéron-
le ocho.
El socavón de Cristóbal López, que es
de los antiguos de esta villa y el más
viejo que hay en ella y creo en toda la
provincia, por ser de ciento y veinte años
y de tan buen aspecto que lee sin ante-
ojos y a las veces sube a pie al cerro.
Lábrase por este socavón la veta de Los
Ciegos y otras, y va dirigido a la de Los
106
LUIS CAPOCHE
Flamencos. Señaláronle doce indios y dié-
ronle ocho.
A la parte oriental del cerro, en lugar
bajo, ,e dio un socavón que llaman del
Benino, de buena obra, dirigido a la veta
Rica y a las minas de Pancorvo y Cota-
mito, cuya labor se comenzó día de Nues-
tra Señora de la Candelaria, a dos de fe-
brero del año del Señor de mil y quinien-
tos y cincuenta y seis; y tomó este nom-
bre porque uno de doce compañeros que
trataron de hacerlo es un florentino que
se dice Nicolás del Benino, persona anti-
gua y de los viejos del pueblo. Ha sido
trabajoso de labrar, por ser durísima la
peña por donde ha ido y haberse tarda-
do mucho su obra. Y pareciéndole a un
Enrique Sandi, natural de Londres, que
era uno de los compañeros, que fuera de
efecto dar fuego en el testero del socavón
para que quemando la peña quedara más
blanda y fácil de labrar, a los catorce años
de su labor lo hizo así, echando' una pa-
redcilla de piedra suelta dos [f. 25 v.]
palmos apartada del testero, en el cual
hueco puso carbón, estando con él cuatro
o cinco indios que la ayudaban; y su-
cedió que el inglés se echó a dormir y los
indios estaban cebando la lumbre, y con
el humo del carbón, por no tener por don-
de respirar, los encalabrinó de manera
que perdieron el sentido y no atinaron a
salir, y el Enrique y ellos quedaron muer-
tos. Y con esto se dejó por entonces la
labor hasta que los demás compañeros la
tornaron a continuar, bien desconfiados
de ver su fin por parecerles se había dado
bajo. Y así son muertos casi todos, que ti
no son sus herederos apenas hav vivos
más que el florentín y Toribio de Alcaraz.
Hase tenido el acabarse este socavón per
importantísimo, por gobernarse por é! las
minas más principales que tiene !.i veta
Rica, las cuales están las más hondas del
cerro y que de ellas no se tenía por eíte
respecto ningún aprovechamiento. Y como
el continuo trabajo todo lo vence, esta
importuna [importante?] y deseada labor
se acabó el día de San León, Papa y Con-
fesor, en once de abril de este año de
mil y quinientos y ochenta y cinco, ha-
biendo veinte y nueve años v dos meses
que se había comenzado.
Luego que se vio abierta la caja del
sol, que es la primera que está al orien-
te, y descubierta la veta se partió a Chu-
quisaca por la posta Bernardino Muñoz,
que es uno de los compañeros y había
días que lo estaba labrando, a dar aviso
al señor presidente. Y su señoría le hizo
merced de aplicarle los diez y seis indios
que tenía este socavón, por el aviso que
había dado en aquella Real Audiencia,
con que se holgó mucho por el socorro
del pueblo. Alcanzó la veta en treinta y
cinco estados de hueco hasta su fondo y
salió el socavón en las trece varas y media
de mina de Carlos Corzo (que dije en la
veta Rica), que estaban en agua con las
demás sus vecinas. Y ahora parece que
están enjutas y que hubo de ser algún
veneral que se ha secado, si con la labor
no torna a manar. Estánse haciendo por
las personas que tienen minas muchos bo-
híos cerca de la [f. 26] boca del socavón
para recoger los metales que sacaren, y
en las minas los reparos necesarios para
poder cada uno labrar su pertenencia.
Está el pueblo contentísimo con tan
buen suceso, porque dicen muchos que
será de nuevo tornar Potosí por muchos
años con gran prosperidad y riqueza que
estaba guardada hasta la venida de Vues-
tra Excelencia, porque, demás que se sa-
caron los metales de lo macizo y hondo
con facilidad por escala de treinta y cinco
estados, ahorrando ciento y treinta y cinco
que hay por esta mina desde el paraje
del socavón hasta la superficie y haz de
la tierra donde estaba la entrada vieja,
se seguirán otros frutos y útiles como la-
brar los metales de puentes antiguas que
dejaron por fortificación, que gran parte
de ello será rico, y mucha cantidad de
metales sueltos y tierras que no se sacaban
por ser reparos de las minas y caminos.
Tlambién se labrarán las barrigas y mu-
cho metal que ha quedado en las cajas,
de manera que todas las puentes, aunque
hay pocas por haber sido estas minas ri-
cas y blandas de labrar, y los demás
reparos desde el paraje del socavón hasta
lo alto (que por partes hay ciento y se-
senta y cinco estados, como son las que
están en doscientos de hondo), las qui-
tarán como cosa que no es necesaria para
la fortificación y seguridad de lo que se
ha de labrar y seguir, porque [ya] no ha
de ser camino.
Estas puentes de metal se llaman de este
RELACIÓN
GENERAL 107
nombre por estar pegadas de una caja a
otra y sirven de tránsito y paso, fortaleza
y reparo para que no se junte una caja
con otra y los indios tengan en que hacer
paradas. La orden que se tiene en hacer
estos socavones es que se juntan las per-
sonas que tienen minas en el paraje a que
va dirigido, tomando unos parte [con] el
teroio y otros el cuarto, y a veces con
igualdad, y por [f. 26 v.] este orden con-
tribuyen en los gastos y heredan en los
quintos sueldo a rata. Desde el año de
ochenta se han labrado cincuenta varas,
que han costado cuatro mil pesos ensa-
yados, y la mitad se ha gastado con indios
y lo demás con un mozo que ha andado
con ellos. Tiene todo el socavón desde la
boca hasta la veta y crucero doscientas
y cincuenta varas.
De los socavones que se están labrando
y no han alcanzado las vetas
El socavón de Juan Ortiz de Zarate,
que ahora posee el licenciado Juan de
Torres de Vera, que llaman el de Agán-
garo, porque va dirigido a una mina del
dicho licenciado que tiene este nombre,
acabado que sea, se labrarán por él muy
ricas minas. Y hase de advertir que no
son suficientes los socavones para labrar-
se por ellos la veta donde están dados,
por la distancia que hay de un socavón
a otro, por la longitud de la veta. Y así
vemos por experiencia que la veta Rica
se labra por el socavón de Sojo, y [por]
el primero de Juan Ortiz de Zarate y
[por] el de Medina, y se labrará de aquí
adelante por el [socavón] nuevamente da-
do del Benino y por éste que va en busca
de la veta Rica, que importará mucho por
la grosedad de la tierra el acabarse, y si
se pone diligencia será con brevedad. Tie-
ne más de ciento y treinta varas de largo.
Señaláronle veinte y cinco indios y diéron-
le doce.
El socavón de Pedro de Monto y a y
compañía es nuevo y está labrado hasta
ochenta o noventa varas. Va a dar a la
veta del Estaño y alcanza otras vetillas de
provecho antes de llegar a la principal.
Señaláronle veinte indio? v diéronle ocho.
Los dos socavones de Martín Elizalde
y compañía, que van a dar a las vetas de
San Juan de la Pedrera, tienen por largo
más de sesenta o setenta varas. Señalá-
[f. 27] ronles treinta indios y diéronles
ocho.
El socavón de Francisco de Zúñiga co-
rre norte sur, contrario de los demás, por
ir barrenando el cerro, la veta de Centeno
arriba siguiéndola por su caja. Tiene de
largo más de doscientas varas; va diri-
gido a las minas de Juan de Pendones y
los herederos de Marcos Muñoz de Larre-
gata, que es lo que llaman de Cerón, en
la mina descubridora de la veta de Cen-
teno. Tiene este socavón por colaterales
a la veta del Estaño y Rica. Pretenden ha-
cer cruceros en estas dos vetas, rompiendo
y atravesando la distancia que hay de la
veta de Centeno a la Rica y del Estaño,
de manera que se gobiernen y labren por
este socavón las tres vetas más principales
que tiene este cerro. Es labor que impor-
ta mucho seguirla, por ser muy ricas las
minas adonde va, [en] especial las de
Centeno, que son las más ricas que hay
en el cerro, las que nombré en la descu-
bridora y sus vecinos. Señaláronle veinte
y cinco indios y diéronle ocho.
El socavón de Martín Carrillo, que va
a dar a unas vetas de soroche, tiene de
largo más de cincuenta varas y llegado
que sea será de provecho, aunque se ha
tenido por de poca importancia y por esta
causa no le dieron indios, habiéndole se-
ñalado veinte y cinco.
A la parte del poniente de este cerro
se dio un socavón en tiempo del exce-
lentísimo señor don Andrés Hurtado de
Mendoza, de buena memoria, marqués de
Cañete y virrey que fué de estos reinos,
cuya obra se dejó por parecer haberlo dado
muy bajo, como parece por el retrato (*)
del cerro. Hacíase por cuenta de Su Ma-
jestad, por hacer bien y merced a esta
villa, y que sería mucho el interés que se
seguiría a Su Majestad por pozar de los
quintos del metal que por allí saliese, y
de los quintos reales. Gastóse de la caja
veinte y cinco mil pesos corrientes.
[f. 27 ] Pusiéronle en noventa varas de
largo y como las vetas están al oriente,
tenían necesidad de atravesar todo el cerro
para alcanzarlas, por tener su principio al
poniente. Otros quieren decir que era muy
* No consta este retrato en el manuscrito.
108
LUIS CAPOCHE
acertada obra por coger todas las vetas y
la raíz del metal, y es opinión de antiguos
que algunas veces algunas vetas se suelen
reducir a su principio y raíz, de a donde
nacen como ramos del tronco principal.
Y así hay ordenanzas que declaran la
orden que se ha de tener cuando se jun-
tan dos vetas por lo hondo que por lo
alto van desapartadas, y así presumen al-
gunos que se reducen este vetas [a una]
en la planta del cerro. Otros dicen, y de
este parecer son los más, que si se hubiera
dado a la parte del sol hubiera sido la
cosa más acertada y necesaria, y de donde
se hubiera seguido una increíble riqueza y
aprovechamiento general. Es muy ancho
y bien labrado, con una puerta de arco
de ladrillo; no se puede entrar en él por
mucha agua que tiene, que destila y sale
de sus paredes.
De los pozos del cerro.
Los pozos son cierto género de mina
que se da en el cerro, así por la super-
ficie de la veta como en lo hondo de la
mina, porque hay muchos que están vír-
genes, como está escrito en su lugar. Y
son de metales pobres y van encajadas las
vetas, que es ir escondidas y estar sobre
ellas padrastros [pedrastras?], que son
riscos que no se pueden labrar por la
costa que tendrían si se hubiese de hacer
a tajo abierto, como las minas ricas, para
cuyo remedio hacen un pozo, que tiene
este nombre por ser de la hechura de los
comunes de agua. Y vánlos labrando has-
ta dar en el metal y luego' corren por su
pertenencia barrenando la mina por deba-
jo de tierra, salvando lo inútil. También
dan estos pozos dentro de las minas hon-
das que han sido labradas a tajo abierto,
como están las princi- [f. 281 pales por ir
siguiendo la riqueza que estaba sobre la
haz de la tierra, aunque ha sido mala
labor por el riesgo de la entrada. Tam-
bién usan de estos pozos por topar en lo
hondo de las minas los barriales que dije
en lo de los socavones y metales pobres,
que no se podrían seguir. Hacen por ellos
los pozos, buscando el metal fijo que está
debajo del barrial o quemazón, y labran
por ellos las minas.
De las catas del cerro.
La cata se deja bien entender por su.
nombre, la cual dan el la haz de la tierra
por descubrir y hallar la veta, y ver su
compostura y rumbo que lleva, y la ca-
lidad y fijeza del metal. Y siendo para
seguir[la], prosiguen la cata, o, con es-
peranza de hallarlo por las señales que
ven [cuando] se va labrando; y ahondan-
do se viene a hacer pozo, como hemos
dicho.
Del modo antiguo de labrar las minas
y beneficiar los metales por guaira.
Pues he dicho las vetas y socavones, po-
zos, y catas, y minas que hay en el cerro,
que son todas las suertes de minas y labo-
res -que tiene, es necesario decir a Vues-
tra Excelencia el modo y manera que se
tenía antiguamente en el labrarlas y apro-
vecharse de sus metales y el que usan
ahora.
El primero era, que muchos indios ven-
tureros de su voluntad se concertaban con
los señores de las minas para que los
dejasen labrar y trabajar en tantas varas
de mina, de donde tomaron este nombre
de llamarse indios varas. Y el minero da-
ba las barretas y los indios las calzaban
y aguzaban a su costa y ponían las velas.
Y el tiempo que estaban dentro labraban
sircando el metal, que es descubrirlo por
la parte de la caja umbría, dejando lo rico
pegado en la caja del sol, que es donde
comúnmente se halla y cría la tierra, y
piedras, siques y quemazones, que son
horruras de las minas que tienen alguna
plata. Lo sacaban y ponían a la puerta
y boca de la mina limpiándola. Y el pre-
mio e [f. 28 v.] interés que por esto lleva-
ban era que el señor de la mina les vendía
el metal rico que habían sacado a ojo,
que [tal era] la experiencia que en esto
tenían. La veta y mina de donde era [el
metal] hacía el peso y precio de lo que va-
lía, sin que quedasen agraviadas las par-
tes. Y si acaso en el tiempo que los in-
dios estaban dentro no hallaban metales
ricos de guaira, que llamaban casillas, se
les satisfacía dándoles de gracia algunos
metales de poco precio.
Y de este beneficio gozaron todas las
RELACIÓN
GENERAL 109
minas en el tiempo que se hallaron los
metales ricos y los indios poseyeron toda
la riqueza del reino, porque de esta con-
tratación estaba [él] pendiente, ni en él
había otro socorro más que la plata que
beneficiaban los indios por guaira. Y este
aprovechamiento no lo tenían todos los
mineros, porque esto hacían los indios
[sólo] en las minas ricas que tenían ga-
nancia conocida. Y los que no las tenían
tales, yendo ya en declinación su riqueza
las labraban a su costa y ventura con
indios que les repartía la justicia ordina-
ria y otros que alquilaban, [y el metal]
lo vendían por todo lo que valía como
personas que lo habían labrado a su costa.
Pero en su principio todas las minas tu-
vieren metales de guaira, porque las que
se labraban eran las cuatro vetas princi-
pales.
Al presente no se tiene este modo de
labor, por ser los metales pobres y los
que se hallan ricos son pocos. Pero no
faltan indios que se conciertan con los
señores de minas que los dejen labrarlas,
con cargo que pueda el indio salir cargado
de metal poniendo barretas y vela?. Y lo
demás que barretea queda por el señor
de la mina y con indios suyos a su costa
se saca, aunque entiendo que de esta ma-
nera de concierto más usan los que tienen
minas arrendadas que los propietarios.
El modo general como al presente se
labra es por jornal, dando a cada indio
de cédula tres reales y medio, y a los
mingados, que quieren decir alquilados,
a cuatro reales; y los unos y los otros
labran ¡las minas, unos barreteando el me-
tal y otros sacándolo y subiéndolo por
unas escalas de tres ramales, hechas de
cueros de vacas retorcidos como gruesas
maromas y de un ramal a otro puestos
palos como escalera, [f. 29] de manera
que pueda subir un indio y bajar otro.
Tienen esta escalas de largo diez estados,
y al fin de ellas está otra que comienza
de un relej o poyo, o barbacoa o puente,
y hechos sobre madera andamios en que
pueden descansar, que son las barbacoas.
Sacan los indios el metal, que ha de
llegar a dos arrobas, en una manta suya,
que no sé que obligación tengan para
ponerla, atada por los pechos y el metal
a las espaldas, y suben de tres en tres,
y el delantero en una mano lleva una vela
para que vean por donde suben y descien-
den, por estar las minas oscuras sin ningu-
na claridad, y la vela (áej poca luz y las
más veces se le apaga con el viento, y con
entrambas manos lo mejor que pueden
se vienen asiendo y ayudando, y subiendo
con harto trabajo ciento y cincuenta es-
tados y otros tantos de descendida; y
en minas que son [de] cuatrocientos [es-
tados]—que por tierra llana era distan-
cia para cansarse un hombre yendo car-
gado, cuanto más descendiendo y subiendo
con tanto trabajo y riesgo—allegan los
indios sudando y sin aliento, y robada la
calor, y el refrigerio que suelen hallar
para consuelo de su fatiga es decirle que
es un perro, y darle una vuelta sobre que
trae poco metal o que se tarda mucho, o
que es tierra lo que saca o que lo ha
hurtado. Y menos ha de cuatro meses que
sucedió que un minero queriendo dar a
un indio sobre esto, temeroso del palo
con que le quería herir, se fué a guare-
cer a la propia mina y con la turbación
cayó y se hizo< cien mil pedazos.
Los indios mingas tienen algunas ven-
tajas y son mejor tratados, porque como
se conciertan con libertad la tienen para
llevar alguna corpa de metal, que es como
decir un pedazo grande, de su jornal, por-
que si en esto se les pusiese limitación no
volverían a las minas. Y las que tienen
gran frecuencia de indios mingas son las
ricas, donde hallan provecho y sacan me-
tales de azogue y [metal] rico si les viene
a la mano, que como lo haya no se les
puede esconder. Las que son de metales
pobres padecen sus dueños, porque los
indios que tienen la cédula [f. 29 v.] son
tan pocos que casi no son de efecto y no
pueden labrar las minas con ellos, [en]
especial que no los tienen todos.
Como los naturales de este reino y to-
das las naciones occidentales del Nuevo
Mundo de las Indias sean de su natural
de poco ingenio y faltos de imaginativa
para inventar los instrumento i necesarios
y convenientes a las obras que hacían, y
así vivían con una grande ignorancia de
lo que había en el mundo como si no na-
cieran en él. Y por no tener uso de fuelles
para hacer sus fundiciones, usaban estos
indios del Perú de unos cañores de cobre
110
LUIS CAPOCHE
de tres palmos de largo que soplaban con
la boca con trabajo. Y a las fundiciones
que era menester más fuerza, aprovechá-
banse del mismo viento, haciendo en el
campo, en las partes altas, unos hornillos
de piedras sueltas, puestas unas sobre otras
sin barro, huecas a manera de unas torre-
cillas, tan altas como dos palmos. Y po-
nían el metal con estiércol de sus ganados
y alguna leña, por no tener carbón; e hi-
riendo el viento por las aberturas de las
piedras se fundía el metal.
Y el tiempo que es maestro e inventor
de las artes, enseñó a hacer de barro, por
industria de Juan de Marroquí, natural de
[blanco], unas formas de barro de la he-
chura de esta demostración (*), que lla-
maron guayrachina o guaira, que hasta
hoy conservan y usan, donde funden los
metales con facilidad y sin el trabajo de
las fundiciones de fuelles, que es muy
costosa y no tan provechosa para los me-
tales de aquí como lo es la guaira en el
tiempo que corre recio viento, porque no
siendo así no es de provecho. Y por tener
necesidad de viento en este pueblo para
este efecto tomaron por abogado y patrón
de este socorro al glorioso' [San] Agus-
tino, pero hase mudado la necesidad del
viento en agua porque faltando ésta falta
todo. Como se vio rico el Marroquí se fué
a Castilla y se casó en Sevilla, y puso por
armas en un escudo que hizo pintar en
el [f. 30] zaguán de su casa la guaira con
muchos fuegos, como inventor de ella; y
siendo yo muchacho' la miraba con otros,
que no podíamos atinar qué blasón fuese.
La manera que tienen beneficiar el me-
tal por guaira es ésta: Primeramente lo
muelen y lavan, sacándole la parte que
tiene de tierra muerta, dejando' la metá-
lica—y a la que es muy rico no es me-
nester lavar—•, y a dos partes de metal
echan una de soroche (que es metal de
plomo que sacan de minas cerca de este
asiento y tiene a dos y tres pesos de ley
de plata por quintal, y por sí no se puede
beneficiar—así por fundición grande de
fuelles como por la pequeña de guaira—,
porque sería más la costa que el provecho),
mezclando con ello ciertas crazas y cen-
diadas, que son resultas de fundiciones
pasadas. (Y a las tacanas, que es el me-
Ital riquísimo de cincuenta marcos por
quintal, no lo ponen en la guaira sino
en lo que va destilando de ella, que es
la 'plata y plomo que sale derretido; yén-
dolo fundiendo mézclase el metal con el
soroche para que como cosa más blanda
y fácil de derretir npr su humedad y
blandura regale y haga correr la plata,
por ser más seca, fría, y dura, sirviendo
de liga [e] incorporándola consigo, por-
que sin él fuérase en exhalación y humo.)
Después que está hecha esta mixtión,
con agua, porque no se lleve el viento
el metal en polvo cuando lo ponen en la
forma de barro (que es tan alta como
una vara común con cuatro ángulos o
esquinas, prolongada, casi cuadrada, hue-
ca, abierta por arriba; tiene hechos por
sus cuatro lienzos o haces, aberturas o
ventanillas por que por ellas haga más
efecto el viento; tiene suelo donde se re-
mata, viniendo disminuyendo de lo alto
a lo bajo, con alambique por donde des-
tila el metal que se funde; está firme,
levantada del suelo sobre un asiento a
manera de pedestal, vara y media y dos
en alto para que la señoree más el viento,
de donde parece llamarse guaira, [que]
en esta lengua significa viento), [f. 30 v.]
llena que está de carbón ponen el metal en
la manera dicha, y el aire lo hace arder
con tanta prisa y movimiento como si
fuera de fuelles, y mejor, por arder con
aquella presteza igualmente por toda la
guaira, a causa de sus ventanillas y del
recio viento que comúnmente corre aquí.
De manera que los cuatro elementos están
ocupados en el beneficio de la plata; la
tierra nos da el metal, el fuego lo refina,
el agua lo lava y ayuda, el viento lo so-
pla y hace los fuelles, que parece que están
sirviendo y haciendo favor al hombre,
socorriéndole con la plata que de allí
procede para la necesidad de la vida.
Fundidos los dos metales, tan contrarios
en la calidad cuan diferentes en los pre-
cios, hacen una pasta plomosa, que es casi
i todo plomo, porque el tercio de soroche
I que echan se torna a salir con poca merma
| y de los dos tercios de metal resulta poca
¡ plata; lo cual tornan a fundir y refinar
! en sus casas, en unos hornillos chicos a
' fuego manso. Y mientras dura el gastar
* No consta en el manuscrití este dibujo o
demostración.
RELACIÓN
GENERAL 111
el plomo hace cierto humo y movimiento,
y en quedando la plata pura y acendrada,
libre de liga y mezcla, cesa el humo y
movimiento, que llaman dar la vuelta, y
queda la plata en gran fineza y de dos
mil y doscientos y treinta [maravedís] de
ley.
Pero los indios no esperaban (antes de
los azogues cuando corría la plata co-
rriente que eran pedazos y tejos) que
hiciese todo su curso y punto, y así la
quitaban del fuego con mucho plomo y
cobre que le echaban, por no acudirles
los metales como solía. Y así andaba en
esta villa y reino la plata tan baja que la
de esta provincia era de ochocientos y no-
vecientos maravedís de ley, y se perdían
los mercaderes que la recogían a trueque
de sus mercaderías, cuando la fundían pa-
ra hacer barras, por ser la contratación
en [peso] ensayado. Y los indios pa-
decían también este perjuicio y daño en
las fundiciones que hacían las [f. 31] co-
munidades para pagar sus tributos. Y pa-
ra remedio de esto el excelentísimo señor
virrey don Francisco de Toledo mandó
cerrar y que no se labrasen las minas de
cobre que hay cerca de esta villa, e hizo
casas de moneda, porque la que se había
fundado en Lima por el señor presiden-
te y gobernador Lope García de Castro,
no era de ningún socorro ni remedio, por-
que nadie subía de los llanos reales a la
sierra.
Están puestas las guairas por las cum-
bres y faldas de los cerros y collados que
están a vista y circuito de esta villa, que
da contento ver con la oscuridad de la
noche tantos fuegos por el campo, unos
puestos por orden por las puntas y pi-
náculos de los cerros a manera de lumi-
narias, y oltrcis confusamente asentadas
por las laderas y quebradas, y todas jun-
tas causan una regocijada y agradable
vista. Llegó los años pasados el número
de los asientos de guairas a 6eis mil y
cuatrocientos y noventa y siete. En este
'fliempo permanecen casí todos, aunque
están arruinados gran parte de ellos, por
no usarse la guaira como solía.

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