martes, 24 de septiembre de 2013

24 de septiembre de 1810: bicentenario del grito libertario de Santa Cruz de la Sierra

"La rebelión que unió a Santa Cruz"
Historiadores responden a diez preguntas para entender la revolución del 24 de septiembre de 1810

Independencia. Un cuadro que recrea el cabildo abierto del 24 de septiembre de 1810. Al lado, una estampa de antaño del área rural cruceña. La Razón-Archivo.



La Razón / La Paz
01:09 / 24 de septiembre de 2013
Hace  203 años, Santa Cruz de la Sierra se rebeló contra el yugo español. Fue el 24 de septiembre de 1810. El pueblo cruceño, la clase media, los esclavos, los intelectuales y los indígenas unieron sus fuerzas para escribir una de las páginas más gloriosas en la historia de la liberación del territorio que hoy se llama Bolivia. Ellos continuaron con el afán revolucionario de las revueltas de las ciudades de Charcas (hoy Sucre) y de La Paz, del 25 de mayo y 16 de julio de 1809, y de Cochabamba, del 14 de septiembre de 1810.
Por un tiempo respiraron el aire de la libertad; después fueron arrasados por el ejército realista. Sin embargo, su lucha fue el preludio de la emancipación conseguida el 6 de agosto de 1825. Los historiadores cruceños Paula Peña (P. P.) e Isaac Sandóval (I. S.) contestan a diez interrogantes clave para entender este levantamiento, como los sucesos que derivaron en éste, sus héroes, la participación de las mujeres y otros sectores, sus efectos políticos y su aporte al proceso independentista en América.
1. ¿Qué sucesos derivaron en la revolución cruceña del 24 de septiembre de 1810?
P. P.: El 24 de septiembre de 1810 es el resultado de dos décadas de tensiones que vivió la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra. Esas tensiones estuvieron marcadas por una serie de reformas que el imperio español impuso en América, conocidas como reformas borbónicas y que en el caso cruceño, afectaron a todos los estamentos de la sociedad. La expulsión de los jesuitas convirtió a las antiguas misiones de Moxos y Chiquitos en gobiernos militares; las reformas administrativas trasladaron la capital de la Gobernación a Cochabamba, lo que resintió a la élite local, ya que se perdieron los beneficios de ser capital, porque la salida del Gobernador, de la Tesorería Real y de las Cajas Reales supuso una pérdida importante. Los  tributos personales impuestos a los indígenas desde 1787 generaron tensiones en los indios tributarios.
I. S.: La ocupación de Napoleón Bonaparte en España, seguida del desembarco del general Francisco de Miranda en Venezuela, en 1806, dieron lugar a las luchas por la independencia en América, en 1810. La praxis social fue formando en la conciencia de los hombres una historia común, una manera de ser y de pensar que nació de la adversidad de los conflictos internos, de la relación con la tierra y las instituciones. El tiempo, con la factualidad de sus designios, concretó la identidad de los actores sociales, de la cruceñidad.
2. ¿Quién o quiénes son los héroes de este levantamiento?
I. S.: De acuerdo con Hermando Sanabria Fernández, el movimiento estalló la tarde del 24 de septiembre de 1810, con el amotinamiento de las milicias, la destitución del gobernador Pedro José Pimentel y el llamado al pueblo para concurrir a cabildo abierto. Se constituyó una Junta Gubernamental compuesta por el sacerdote José Andrés Salvatierra, el doctor Antonio Vicente Seoane y el coronel Antonio Suárez, quien asumió, al mismo tiempo, las funciones de Comandante de la Plaza. Esta junta ejerció el mando político de la Intendencia de Santa Cruz hasta octubre de 1911, fecha que retornó a manos realistas. En marzo de 1813 el coronel Antonio Suárez recuperó el mando político a nombre de la patria para entregarlo al coronel Ignacio Warnes el 24 de septiembre de 1813, quien gobernó, con breves intervalos, hasta su muerte (1816). En noviembre de dicho año, el general Francisco Javier de Aguilera ingresó a la ciudad desde el campo de El Pari, enarbolando el estandarte del Rey. Se trató, por lo tanto, de un hecho real, cuajado de tragedia, de entrega de vidas y haciendas por la causa libertaria. Por ello las confiscaciones de bienes a Lorenzo Rivero; los hermanos José Manuel, Teodora y Dolores Seoane, Fermín Solar, Matías Sotelo Ortubé, Pedro Pablo Baca, José Antonio Aguirre, José Antonio Ortiz, José María Montero, María Sanguino, Pedro Porras y otros más.
3. ¿Se puede afirmar que la revolución de septiembre en Santa Cruz pidió la independencia?
P. P.: El 24 de septiembre no se pidió la independencia, lo que hubo fue un cabildo abierto que forzó al cabildo de la ciudad y al subdelegado Pedro José Toledo Pimentel a renunciar a su cargo. Se instituyó una Junta de Gobierno que reconocía a la Junta de Cochabamba y a la Junta de Buenos Aires. La junta estaba presidida por Antonio Vicente Seoane, Antonio Suárez, José Salvatierra y apoyada por Eustaquio Moldes, quien vino desde Buenos Aires y Juan Manuel Lemoine, quien arribó desde Cochabamba. El subdelegado Toledo Pimentel había reclutado a 300 soldados cruceños para enviarlos a La Plata para apoyar al presidente de la Audiencia de Charcas, Ramón García de León y Pizarro, en su lucha contra los patriotas; a la vez había planteado la posibilidad de pedir apoyo a la Capitanía de Mato Grosso para enfrentar a los patriotas.
I. S.: La proclama de la Junta Gubernamental proclamaba la independencia de España. Había en Santa Cruz y sus alrededores un núcleo de población más o menos homogénea, tanto en su calidad étnica como en la índole de sus actividades: eran agricultores. Unos asumían la calidad de potentados con numerosa peonada y otros, la de simples labradores que vivían del trabajo de sus manos. Entre ambas categorías se hallaba la llamada “clase media”, compuesta por artesanos.
4. ¿Qué relación hay con las revueltas del 25 de mayo de 1809 en La Plata (Sucre), del 16 de julio en La Paz y del 14 de septiembre de 1810, en Cochabamba?
P. P.: El año 1809 estuvo marcado por los levantamientos en las ciudades de La Plata y de La Paz, estas insurrecciones fueron determinantes para la rebelión que se dio en Santa Cruz en agosto del mismo año, cuando los indios tributarios, los negros portugueses libres y los negros esclavos organizaron una revuelta contra el poder imperial. Las noticias desde Charcas y La Paz habían llegado a Santa Cruz y cuando se hablaba de libertad, ésta se entendía por la liberación de la esclavitud y de los tributos personales impuestos a los indios.
I. S.: El movimiento político que sacudió a la América española desde que el general Francisco de Miranda desembarcó en Venezuela), en 1806, proclamando la independencia de la Gran Colombia. Todo ello, con el vacío de poder dejado por el apresamiento de los reyes Borbones y la presencia de Napoleón Bonaparte en la Península Ibérica, provocó que la revolución cunda en el continente. Lo ocurrido en Santa Cruz, en 1810, es el aspecto particular de esta historia continental. Según Hernando Sanabria Fernández: “El movimiento estalló la tarde del 24 de septiembre de 1810, con el amotinamiento de las milicias, la destitución del gobernador. D. Pedro José Pimental (SIC) y el llamado al pueblo para concurrir a cabildo abierto.”
5. ¿Cuál fue el aporte de esclavos e indios a la revolución del 24 de septiembre de 1810?
P. P.: Los indígenas fueron de gran apoyo durante la guerra de independencia, durante los 15 años de ésta. Participaron como flecheros en  los ejércitos; los negros se unieron al ejército formando los batallones de “pardos y negros libres”.
I. S.: Como toda ruptura con el pasado, el movimiento revolucionario del 24 de septiembre de 1810 no contó con la anuencia de los 7.000 u 8.000 habitantes de la ciudad. Humberto Vázquez Machicado se pregunta: ¿A quienes correspondió ser soldados de las nuevas ideas? Y se responde señalando que había en Santa Cruz y sus alrededores un núcleo de población más o menos homogénea tanto en su calidad étnica como en la índole de sus actividades; eran agricultores. Unos investían la calidad de potentados con numerosa peonada y otros, la de simples labradores que vivían del trabajo de sus manos. Entre ambas categorías se hallaba la “clase media”, compuesta por artesanos. Los indios no formaban parte del quehacer político.
6. ¿Cuál fue el papel de las mujeres en esta insurrección?
P. P.: Las mujeres jugaron un rol muy importante durante la guerra de la independencia. Estaban encargadas de la alimentación de las tropas y de la elaboración de los uniformes. Muchas fueron espías, recogiendo información del bando contrario. Hay mujeres muy destacadas como Ana Barba, que robó la cabeza de Ignacio Warnes después de su derrota en El Pari, en 1816; o Manuela Velasco, quien pagó a los realistas para que no tomen la ciudad.
P. P.: La crueldad de la guerra de 15 años no tenía límites y las mujeres apoyaban a los combatientes, los escondían y sufrían las consecuencias de las expropiaciones. Pero la historia consigna pocos nombres. La más nombrada es Ana Barba. Cuando Ignacio Warnes fue decapitado por las tropas realistas el 21 de noviembre en la Batalla de El Pari, Barba fue a la plaza, junto con algunos patriotas, para retirar la cabeza y darle una sepultura provisional. Fue una muestra de la valentía de las mujeres cruceñas.
7. ¿Podría citar los efectos políticos de la revolución del 24 de septiembre?
P. P.: El principal efecto político,  e inmediato, fue la separación de Santa Cruz y Cochabamba, en mayo de 1811. Ambas ciudades resultaron separadas, primero por las instrucciones de Juan José Castelli y, luego, por las de José Manuel de Goyeneche.
I. S.: Se planteó el enfrentamiento de clase, tanto material como ideológico entre la clase media liderada por los intelectuales con estudios superiores en Charcas o Río de la Plata y los grandes terratenientes. De acuerdo con Humberto Vásquez Machicado, los primeros defendían ideas que nunca podrían serles “dañinas”, como la libertad, la igualdad, el acceso al poder político; los segundos, los prejuicios coloniales y el orden social establecido, supuestamente inmutable. El hecho se explica porque el territorio tenía para los terratenientes el valor de una propiedad telúrica y de un punto de apoyo para su poder político. Su conciencia nacional llegaba hasta donde alcanzaba su espacio patrimonial, su prestigio. Poco o nada. Por lo tanto no podía interesarles un movimiento insurgente preñado de ideas libertarias, de incertidumbre. Por lo que es patente en la significación del 24 de septiembre de 1810 en la historia de Santa Cruz, una  ruptura histórica que marcó un antes y un después en el desarrollo histórico de la región.
8. ¿Quiénes son los héroes olvidados de la revolución del 24 de septiembre de 1810 y del proceso independentista en Santa Cruz?
P. P.: El héroe principal de la guerra de la independencia fue el pueblo mismo, que convencido por la lucha no dudó en dejar casa y hacienda para defender la patria. Los fusilados por sus ideas patriotas: criollos, mestizos, indígenas y negros. Los que perdieron sus propiedades, los que tuvieron que huir y regresar cuando la patria se proclamó en 1825.
I. S.: Los protagonistas fueron Antonio Vicente Seoane, el coronel Antonio Suárez y el cura José Andrés Salvatierra, quienes constituyeron la primera Junta Gobernativa, en 1810.  La Republiqueta de Santa Cruz, que duró poco más de un año, hasta octubre de 1811, cuando los realistas tomaron la plaza. En 1813 el coronel Antonio Suárez recuperó el mando político de los patriotas y se lo entregó al coronel Ignacio Warnes, el 24 de septiembre de 1813, quien gobernó hasta su muerte, en 1816. En noviembre de ese año, el general realista Francisco Javier de Aguilera derrotó a los patriotas en la batalla de El Pari. Fue un hecho real cuajado de tragedia, de entrega de vidas y haciendas por la causa libertaria. Por ello, las confiscaciones de bienes a Lorenzo Rivero; los hermanos José Manuel, Teodora y Dolores Seoane, Fermín Solar, Matías Sotelo, Lázaro Pantoja, Pedro Quirós, Cosme Damián Ortubé, Pedro Pablo Vaca, entre otros.
9. ¿Qué otras sublevaciones o batallas revolucionarias protagonizó la región cruceña en el proceso independentista?
P. P.: El 24 de septiembre fue el inicio de un proceso largo, complejo, en el cual Santa Cruz fue el escenario de batallas de las tropas patriotas que venían del sur, desde Buenos Aires y las realistas, que llegaban desde el Perú. Las contiendas más conocidas fueron tres; sin embargo, no fueron las únicas, hay un sinnúmero de éstas que permitieron el avance o el retroceso de los patriotas. Primero, la Batalla de Florida del 25 de mayo de 1814, que se llevó a cabo en la misión de Florida, en la cual los patriotas Ignacio Warnes y Juan Arenales derrotaron al ejército realista dirigido por José Joaquín Blanco, y con ello garantizaron la liberación de las Provincias Unidas del Río de la Plata; por ello el nombre de la conocida calle comercial en Buenos Aires.
Segundo, la Batalla de Santa Bárbara del 7 de octubre de 1815, que garantizó la zona de Chiquitos para la patria, porque de lo contrario pudo haber pasado a Mato Grosso. Y la última, la Batalla de El Pari, del 21 de noviembre de 1816, que fue desastrosa por el número de muertos, más de 1.000. Esta derrota significó el final de la Republiqueta de Warnes y el inicio de una guerra de guerrillas que desde la región de Cordillera acosaba a Francisco Javier Aguilera. Esta guerra fue al estilo chiriguano, con aporte de los kerembas, de los flecheros, que acosaron al mariscal realista Aguilera.
10. ¿En qué aportó la revolución del 24 de septiembre de 1810 al proceso independentista del continente?
P. P.: La guerra de independencia fue un proceso global, pero la lucha y el enfrentamiento fueron locales. Asimismo, fueron las motivaciones que llevaron a que las élites apoyen a una u otra causa. La composición social de cada una de las sociedades, por pequeñas que fueran, determinó el apoyo inicial o no a la causa de los patriotas. El proceso de esta emancipación continental no fue homogéneo. Las especificidades regionales fueron determinantes para el desarrollo de la guerra. Los enfrentamientos entre patriotas y realistas, la presencia de compañías militares o la experiencia en conflictos bélicos variaban de región en región. Cada región aportó a la sumatoria global.
I. S.: Fue el grito libertario y después las republiquetas sostuvieron la bandera libertaria desde 1810 hasta la Batalla de Ayacucho ganada por el mariscal Antonio José de Sucre, en 1824. Fueron 15 años de lucha por la libertad de lo que hoy en día es Bolivia.

lunes, 23 de septiembre de 2013

'Íntimas', primera novela feminista

‘Íntimas’ La primera novela feminista

Olvidada durante casi un siglo, la obra de Adela Zamudio es considerada hoy fundamental en la literatura boliviana

La Razón / Rubén Vargas - Periodista
00:00 / 22 de septiembre de 2013

Hace un siglo —en 1913—, cuando Adela Zamudio publicó su novela Íntimas, un crítico, en la prensa de Cochabamba, le sugirió a “la señorita Zamudio” que siga escribiendo poemas, que eso sabía hacer bien, pero que deje en paz a la novela, que es una cosa de hombres.
El hecho es que Zamudio (1854-1928) no escribió más novelas, intentó recoger los pocos ejemplares de Íntimas que habían circulado —además, la edición, impresa en La Paz, era muy defectuosa— y la novela fue inmediatamente olvidada.
Y en esa condición permaneció hasta fines del siglo XX, cuando Leonardo García Pabón —boliviano, profesor de literatura latinoamericano de la Universidad de Oregon, Estados Unidos— la redescubrió.
“Estaba preparando mi libro La patria íntima —cuenta el académico que en agosto participó en el Sexto Foro de Escritores Bolivianos realizado en Cochabamba— y buscando textos significativos de la literatura boliviana me di cuenta de que habían grandes lagunas, que habían pocas escritoras mujeres. La más conocida era Adela Zamudio y cuando se hablaba de ella se nombraba su novela Íntimas, pero generalmente de forma muy despectiva.
Así que decidí valorarla directamente. Por suerte, en Estados Unidos, tenía acceso a una red de bibliotecas y pude hacer que me mandaran un ejemplar de la única edición de la novela, la de 1913. Me gustó y así escribí el ensayo que está La patria íntima (1998)”. Más adelante, en 2007, García Pabón preparó la edición crítica de la novela de Zamudio, y con ella se inauguró la colección Letras Fundacionales de Plural Editores, dirigida por el propio García Pabón, y orientada a la publicación de ediciones anotadas y estudiadas de los principales autores nacionales.Redescubierta y reeditada, la breve obra narrativa de Zamudio hizo su camino muy rápidamente. Después de casi un siglo de olvido, hoy es considerada una de las quince novelas fundamentales de la literatura boliviana. Un consenso crítico decidió su incorporación en la colección que precisamente con ese nombre —Las quince novelas fundamentales de Bolivia— el ministerio de Culturas  editó en 2012. En este sentido, es uno de los pocos casos en nuestras letras de un trabajo académico que logra un impacto significativo en el mundo real de la literatura.  feminismo. Willy Óscar Muñoz en su recientemente publicado Diccionario crítico de novelistas bolivianas, en la entrada correspondiente a Adela Zamudio, escribe: “Íntimas (1913) es su única novela, texto prácticamente desconocido inclusive por los expertos de la literatura boliviana hasta que Leonardo García Pabón la reedita a fines del siglo XX. Este desconocimiento se debe a que este texto fue criticado inclusive por aquellos que admiraban la poesía de Zamudio. García Pabón concluye que esta novela fue rechazada porque no seguía las estrategias del realismo, la modalidad que dominaba la literatura boliviana en ese tiempo. Ese realismo se caracterizaba por la representación tipificada de grupos sociales (indios, hacendados, burgueses, mineros), codificación realizada por un narrador racional, masculino, cuya meta era ficcionalizar la problemática del imaginario de la nación. En cambio, Zamudio opta por escribir una novela epistolar que confiere mayor importancia a la psicología de sus personajes, pero sin dejar de lado el aspecto social.”   Pero hay más, Según García Pabón, la crítica negativa que recibió en su momento la novela de Zamudio fue una crítica a ella como mujer escritora. “Desde el punto de vista de su recepción —dice el académico— Íntimas viene marcada desde su primera edición por la crítica de género. Los críticos hombres, ya se ha repetido, le dicen a doña Adela que vuelva a escribir poemas, que no se meta a escribir novelas. No la critican porque la historia que cuenta pueda ser o no aburrida o porque utiliza de tal manera el narrador, la crítica es directamente de género. Lo que está mal es que una mujer escriba novelas”.    “En la primera lectura moderna de Íntimas, que es la que yo hice en La patria íntima —continúa el crítico—, se rescata su postura feminista. Adela Zamudio ya era una feminista en la vida práctica —hay que recordar su lucha por la educación de las niñas—, pero también es importante remarcar que tenía una postura feminista en el texto. En Íntimas hay una narradora que escribe, por medio de cartas, desde el punto de vista de la mujer”.    Muñoz también destaca esta faceta de la novela de Zamudio. “Adela Zamudio —escribe en su Diccionario— ficcionaliza los aspectos liminares de la nación boliviana, a pesar de que, como mujer, ella estaba excluida del espacio público, el que no formaba parte de la experiencia de la mujer boliviana. Para lograr ese propósito, ella codifica un texto que refleja más auténticamente el alma de la mujer, su querer ser; deja de concebirla como un ser abnegado que vive para otros, cuya existencia es satisfacer las exigencias del varón, postura que contradice la imagen deformada presentada por el logos masculino. Con el mismo propósito subversivo, recurre a otra modalidad discursiva, a la novela epistolar, considerada un género menor, escritura más asociada a la mujer”.El creciente reconocimiento que está logrando Íntimas tiene otros efectos sobre la literatura boliviana. El descubrimiento de la primera novela feminista permite trazar líneas de continuidad. En estos días se recuerda, por ejemplo, a Yolanda Bedregal y con ella a su novela Bajo el oscuro sol (1971) que es también una escritura feminista. Y como tal, pese a los años que las separan, puede dialogar con la novela de Zamudio.  

domingo, 15 de septiembre de 2013

Carlos Montenegro (1903-1953)

‘Pensar como nación no como facción’

A 60 años de la muerte de Carlos Montenegro (1903-1953), ‘Nacionalismo y coloniaje’ es un libro que sigue interpelando

La Razón / Rubén Vargas - periodista
00:00 / 15 de septiembre de 2013

En las pocas fotografías que dejó para la posteridad, Carlos Montenegro aparece en el limbo de una juventud ya para siempre invulnerable. Tiene la imagen de un jovenzuelo formal con los anteojos de estudiante aplicado y temeroso. La imagen, sin embargo, no condice con la fama que ya gozaba siendo aún adolescente de agudo, irónico y pendenciero polemista y escritor que, a sus 17 años, le valió la excomunión de la Iglesia Católica en su natal Cochabamba.  

Ése es el Carlos Montenegro que, como toda su generación, partió en su día a la Guerra del Chaco. Y como toda su generación, regresó de la contienda con la conciencia de que la derrota bélica era la derrota de la política y los políticos liberales. Esa conciencia lo llevó, en la posguerra, a la defensa de los recursos naturales y, bajo el gobierno del socialismo militar, a elaborar el fundamento intelectual de la nacionalización de la petrolera Standar Oil. Lo llevó también, junto a su compañero de lides políticas y periodísticas Augusto Céspedes y a Armando Arce a fundar el legendario periódico La Calle. En 1941 concurrió, en La Paz, a la fundación del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Y en 1943 —hace 70 años— escribió y publicó uno de los libros más influyentes del siglo XX boliviano: Nacionalismo y coloniaje.     

Ese libro contribuyó de manera decisiva a darle forma a la ideología del nacionalismo revolucionario y preparó, desde las ideas, el camino para la Revolución Nacional del 9 de abril de 1952. Pero su autor, apenas llegaría a ver los resultados del triunfo revolucionario, en sus propias palabras, de la nación contra la antinación. En 1953 murió de cáncer. Tenía 50 años.

“Para comprender los alcances de Nacionalismo y coloniaje —dice el sociólogo y cientista político Fernando Mayorga, autor de El discurso del nacionalismo revolucionario (1984)— primero hay que situar a Carlos Montenegro en una generación de pensadores y de políticos muy importante.   Una nueva generación posterior a la Guerra del Chaco en la que surgen nuevos discursos  y nuevas organizaciones políticas. En esa época nacieron el Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR), el Partido Obrero Revolucionario (POR), el MNR y la Falange Socialista Boliviana (FSB). En esa generación hay pensadores de peso decisivo. Ahí está, por ejemplo, Tristán Marof, quien lanzó la consigna ‘Minas al Estado, tierra a los indios’; está Guillermo Lora que va a elaborar la Tesis de Pulacayo y, por lo tanto, la propuesta de la alianza obrero-campesina. También está el grupo de cochabambinos —José Antonio Arze, Arturo Urquidi, Ricardo Anaya— que se nutrieron del movimiento universitario que dio origen a la autonomía y crearon una fuerte corriente marxista, el PIR, con un pensamiento basado en una mirada clasista similar a la de Lora pero distinta en términos de cuál es el rol de la clase obrera. En ese contexto surge la obra de Carlos Montenegro, discutiendo sobre todo con la perspectiva clasista y economicista de las corrientes marxistas”.

Nacionalismo y coloniaje ganó el primer premio del concurso de ensayo convocado por la Asociación de Periodistas de La Paz con el tema “La influencia del periodismo en la historia de Bolivia”. El texto de Montenegro se presentó formalmente como una historia del periodismo nacional —comienza con el relato del fascinante mundo de los pasquines y libelos en los primeros años del la guerra de Independencia, es decir con el uso revolucionario de la palabra en el espacio público— pero es en el fondo una relectura de la historia de Bolivia.

Una historia que se desarrolla a través de las tensiones dialécticas de una contradicción central: la lucha de la nación contra la antinación. A estos dos conceptos responden las dos palabras del título del libro: la nación es el nacionalismo y la antinación es el coloniaje. Y esa contradicción no se acaba con la independencia de España, sino que atraviesa toda la historia republicana hasta el presente en el que Montenegro escribe su ensayo. Historia. “Lo que distingue a Montenegro de los otros pensadores de su época —dice Mayorga— es que hace una interpretación de la historia a partir de una mirada crítica a la historia oficial que se había ido gestando en el liberalismo, pero que venía de mucho antes. Esa visión de la historia oficial está sintetizada por René Zavaleta Mercado —en su libro más montenegrista: Desarrollo de la conciencia nacional— en dos imágenes: Bolivia es atrasada porque es un absurdo geográfico, y la mayoría indígena hace que los males radiquen en la sociedad. Es decir, la teoría del país culpable y del país inviable”.

Esa visión de Bolivia ya había sido discutida en las primeras décadas del siglo XX. A la idea del absurdo geográfico, por ejemplo, el médico y novelista Jaime Mendoza contrapuso, en su libro El macizo andino, la tesis de la articulación geográfica del país en torno a la Cordillera de los Andes: los Andes le dan unidad y sentido geográfico al país. La teoría del país culpable, por su parte, alcanzó su versión más acabada en Pueblo enfermo de Alcides Arguedas. Esa visión fue combatida por la reivindicación del carácter vital del indígena de Franz Tamayo que se sintetiza en su libro Creación de la pedagogía nacional.       

Pero Nacionalismo y coloniaje va mucho más allá. “Montenegro —dice Mayorga— inserta esa mirada crítica a la visión dominante de la historia en una propuesta ideológica. Una propuesta ideológica que es, a mi juicio, sistemática. Es decir, está basada en una interpretación de la historia, en una caracterización de la sociedad boliviana a esas alturas del siglo XX y en una propuesta de futuro. En ese sentido, no es una filosofía de la historia pero tiene un rasgo de teleología, al estilo hegeliano, que integra todos esos componentes. Montenegro le da un valor positivo al pueblo frente a la oligarquía y le da un valor positivo a la nación frente a la antinación. Y con ello, en pocas palabras, le da una dimensión política tanto a la interpretación histórica como a la interpretación sociológica”.

“Hablando del MNR de esos primero años de los 40 —complementa el sociólogo— siempre se dice que Víctor Paz Estenssoro era la voz parlamentaria; Walter Guevara Arze, el estratega; y Hernán Siles Zuazo, el político. Pero el ideólogo era sin duda Carlos Montenegro”.

A 70 años de la primera edición de Nacionalismo y coloniaje, la Asociación de Periodistas de La Paz presentó hace dos meses una nueva edición de la obra que nació —como ya se apuntó— precisamente como respuesta a un concurso convocado por esa entidad. Y a 60 años de la muerte de Carlos Montenegro —en Washington, el 10 de marzo de 1953—, Luis Antezana Ergueta presentó una biografía del pensador boliviano. Ambos hechos hablan de su vigencia e importancia.

Ideología.  Nacionalismo y coloniaje es una relectura de la historia de Bolivia, pero una relectura con dimensiones políticas. Es decir, es una propuesta ideológica. Esta característica le permitió incidir notablemente en los procesos políticos que llevaron a la Revolución Nacional de 1952.

¿Cuál es el elemento central de esta propuesta ideológica? “Yo la resumo en una oración —dice Mayorga—: el pueblo se subleva como nación y se realiza en el Estado soberano. Pueblo, nación y Estado, esos son los tres elementos del pensamiento de Carlos Montenegro”.

Estos tres elementos se entrelazan en una compleja relación de interdependencia. “Ese pensamiento de Montenegro —continúa Mayorga—está sustentado en una interpretación de la historia basada en una contradicción principal: nación versus antinación. Esta contradicción tiene claramente un carácter, vamos a llamarlo, metafísico. La nación y la antinación son lugares, espacios, que son ocupados indistintamente, dependiendo de la época histórica, por determinados actores sociales. Si un actor social o político realiza prácticas en beneficio de la nación es parte de lo nacional. Caso contrario, es parte de la antinación. ¿Y cómo se decide eso? La nación se realiza en la medida que el Estado es soberano. Por lo tanto, el Estado es el referente del grado de soberanía de la nación. La nación se cristaliza en el Estado”.

Con este esquema de pensamiento, en las páginas de Nacionalismo y coloniaje, Montenegro recorre la historia de Bolivia, identificando a los personajes que luchan por la nación —Manuel Isidoro Belzu, por ejemplo, es claramente un antecedente del nacionalismo— y a aquéllos que son representantes de la antinación, como la oligarquía minera.

Pueblo. Y en esta dialéctica, el pueblo —lo popular— que actúa en nombre de la nación es el actor principal. Esto permite entender que las ideas de Nacionalismo y coloniaje se construyeron en un diálogo polémico con las ideas marxistas de su época. Para el marxismo, tanto del PIR como del POR, cada uno con sus matices —con quienes el MNR se disputa el campo político y el campo ideológico—, el sujeto principal de la historia, el sujeto revolucionario es el proletariado, es decir una clase, no el pueblo que es, finalmente para el nacionalismo revolucionario, una alianza de clases. “No hay que pensar como facción, hay que pensar como nación”, afirma Montenegro.

“La revisión de la historia que hace Montenegro —dice Mayorga sobre este punto— es una revisión que va a contrapelo de la interpretación arguediana (el pueblo enfermo). Por lo tanto, es una recuperación de lo popular. En ese sentido, se adelanta a lo que después, en la década de los 80 y adelante, será una muy rica reflexión del pensamiento latinoamericano que le da atención a lo que Zavaleta Mercado, en su libro póstumo, va a definir como lo nacional-popular”.pensador. Para Mayorga —que en su precursor estudio El discurso del nacionalismo revolucionario se ocupa en detalle de la obra del autor de Nacionalismo y coloniaje—, Carlos Montenegro es un gran pensador.  “Un gran pensador —dice— sostiene tres diálogos al mismo tiempo. Uno, dialoga con los clásicos; cualquier pensador importante parte, se alimenta y luego se distancia de los clásicos. Montenegro no sólo dialogaba con los clásicos del pensamiento social sino también escribía sobre Schopenhauer y Nietzche. Dos, discute con sus contemporáneos es decir, argumenta a favor de sus ideas en contraste con las de otros, defiende su interpretación contra las otras interpretaciones del momento, dialoga con lo que se ha producido sobre el país.

Y tres, hace su propia interpretación del presente. En muchos autores encontramos una de las tres facetas. En los buenos, dos. Pero en los grandes pensadores, en los de la talla de Montenegro, están los tres elementos y en ello radica su fuerza”.

Nacionalismo y coloniaje es un ensayo en todos los sentidos de la palabra. Ensaya una interpretación de la historia de Bolivia que no sólo es una crítica de las anteriores sino que acaba imponiéndose a ellas. Ensaya —es decir pone a prueba— un conjunto articulado de ideas y la prueba de su consistencia es que esas ideas fueron capaces de interpelar y movilizar. No sin razón se reconoce que Nacionalismo y coloniaje es la más completa articulación del nacionalismo revolucionario, cuyos ecos no dejan de sonar e influir en el presente.  Ensaya también una forma de escritura. Montenegro es un escritor, uno de los grandes escritores bolivianos del siglo XX. Y ésta es quizá la razón de su vigencia. “Hay pasajes de Nacionalismo y coloniaje —opina Mayorga—que son de una calidad literaria extraordinaria y de una profundidad analítica que se puede encontrar en pocos autores”.