Deformar la historia leyendo a Tamayo
El teatro sirve para mirar las cosas desde otro
punto de vista y, llegado el caso, deformarlas. Todo lo que hay en el
mundo puede ser objeto de este tratamiento, incluso la política. El
grupo Textos que migran y su director, Percy Jiménez, han utilizado este
principio para acercarse de una manera diferente a la historia de
Bolivia en su trilogía Apolíticas consideraciones sobre el Nacionalismo.
El tercer capítulo de esta serie —después de Los B y Shakespeare de
Charcas— se titula Tamayo, está dedicado al pensador, político y
escritor, se estrena el domingo 23 en el Espacio Escénico El Desnivel y
se repetirá en ocho funciones hasta el 28 de junio.
En la obra, Tamayo está contado a través de él mismo y de otras tres
personas: los también pensadores y escritores Mariano Baptista Gumucio,
Fausto Reynaga y Fernando Diez de Medina. Jiménez ha tomado escritos de
estos autores y de otros que también se refirieron a Tamayo porque lo
admiraban y, combinándolos y retorciéndolos, ha construido lo que él
llama un “intertexto”.
El director ha utilizado como
base Tamayo rinde cuenta, una obra corta de 1947 en la que el
intelectual repasa sus últimos años en Bolivia poniendo el foco en la
revolución de Oruro de 1944, cuando él ocupaba la presidencia de la
Asamblea y Gualberto Villarroel, la de la República. Y a esta obra
Jiménez añade los otros pasajes, que retratan sus pensamientos
políticos, poéticos, sobre el arte y sobre la vida. De esta forma Tamayo
quiere “recuperar algo que tenemos olvidado y a la vez, reflexionar
sobre el discurso ‘pluri-multi’ tan en boga hoy día. Aquella generación
puede enseñarnos mucho: vivió todas las guerras y convulsiones. Para los
que siempre hemos vivido en democracia es importante conocer y pensar
esto”.
genio. Así, en el escenario se presenta un
juego temporal. Primero, porque Tamayo era mayor que Gumucio, Reynaga y
Medina. Segundo, porque para Jiménez Tamayo tiene “una esencia
anacrónica, es un paceño que en 1920 escribe sobre personajes griegos,
un clásico en medio del modernismo”, pero que “también es uno de los
primeros que en lugar de mirar a Europa quiere explicar Bolivia desde
acá y que, en términos políticos y pedagógicos, está claramente en el
futuro. Es lo propio de un genio, nunca habitar su tiempo”.
La deformación premeditada del tiempo, de los volúmenes y otros
parámetros de la realidad es una constante en el trabajo de Textos que
migran. Se justifica en que el hecho de migrar genera un movimiento
potente que va mucho más allá de lo espacial y plantea al migrante la
necesidad de cambiar las cosas y a sí mismo. Eso le ocurrió a Jiménez
con esta trilogía, que empezó a crecer en su cabeza cuando leía
Consideraciones de un apolítico, un libro de Thomas Mann que,
evidentemente, le influyó.
Por eso las tres obras
hasta cierto punto nos llevan de la Alemania de principios del siglo XX a
la Bolivia de 90 años después. Ambos momentos históricos, aun tan
alejados, coinciden en que se producen por la caída de las élites
políticas y el hueco que se abre en términos de liderazgo. A Jiménez le
gusta este tipo de viajes porque en ellos “las cosas se deforman, y en
esa deformación se encuentra todo el material dramático que se necesita
para escribir una obra”.
PROVOCACIÓN. El montaje de
la obra refuerza esta idea del anacronismo. Los personajes se mueven en
un espacio extraño, que le niega al espectador la posibilidad de
entender el tiempo en el que transcurre la acción. Así se consigue meter
al público en una especie de engaño y causarle una incomodidad: “algo
así como si vuelves a casa y ves que alguien te ha movido las cosas… es
una provocación mediante Tamayo”.
Jiménez trabajó
cinco años en Buenos Aires. Aquella experiencia le abrió la mente, entre
otras razones, porque trabajaba siempre con gente nueva. Pero “el
teatro te vincula al otro inevitablemente”, dice, y en esta obra
colabora tanto con actores nuevos como con otros con los que lleva años
compartiendo. Miguel Ángel Estellano (que representa a Gumucio) y
Mauricio Toledo (Medina) ya tienen una historia con Textos que migran.
En cambio, con Freddy Chipana (Reinaga) la relación es más nueva, a
pesar de ser un actor muy conocido con una larga trayectoria en el
Teatro de los Andes. Ellos, junto a la música, la iluminación y la
escenografía, nos llevan a repasar la historia de Bolivia a través de
Tamayo.
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