martes, 4 de junio de 2013

Memorias del General Miller, Capítulo XXX (nacimiento de Bolivia)

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Capítulo XXX


Alto Perú.- Asamblea general.- Sus determinaciones.- Repúblicas de Bolivia.- Agresión de los brasileños.- El general Bolívar sale de Lima.- Su viaje.- Llega á Potosí.- Regocijos.- Transacciones sobre las minas.- Sigue el Libertador á Chuquisaca.- El general Miller sale para Inglaterra con licencia temporal.

Las provincias del Alto Perú formaban antes de la revolución parte del virreinato de Buenos Aires. Sin embargo, como los usos, costumbres y aun idioma de la mayoría de sus habitantes eran tan diferentes de la de los naturales de las provincias del Río de la Plata, generosa y prudentemente renunció á sus derechos la república Argentina, y contribuyó á que se las dejase á ellas mismas decidir sobre su futura suerte política, acorde á las conocidas intenciones del Libertador y del general Sucre, debiendo continuar el último ejerciendo el poder supremo hasta que un nuevo gobierno se organizara debidamente.

Cincuenta y cuatro diputados fueron elegidos para expresar los deseos del pueblo en general sobre la cuestión: si el Alto Perú se uniría al Bajo Perú; si se reincorporaría á Buenos Aires, ó se declararía un estado independiente. La Asamblea general se reunió en Chuquisaca, en agosto de 1825, y declaró que el deseo nacional era "que el Alto Perú fuese una nación independiente".

Habiendo desempeñado los diputados el objeto para que habían sido convocados, se creía, más bien que se esperaba, que se habrían separado para dejar lugar á un [263] cuerpo general legislativo. Sin embargo, no queriendo renunciar al título halagüeno de legisladores, los diputados continuaron sus sesiones, y reasumiendo los poderes y funciones de un Congreso, decretaron varias leyes. Resolvieron que el Alto Perú se llamaría Bolivia en lo futuro; publicaron una declaración de independencia, justa en sus intenciones, pero escrita tan pomposamente, que dió casi el aire ridículo á la medida misma; resolvió al mismo tiempo que su presidente, el Dr. Serrano, tendría el tratamiento de EXCELENCIA, y en seguida se decretaron dietas á sí mismos.
6 de agosto de 1825: firma del Acta de Independencia en la Casa de la Libertad, antiguo edificio universitario de los jesuitas en el que se graduaron como doctores de Charcas los principales protagonistas de las revoluciones de 1809, el 25 de mayo en Chuquisaca, el 16 de julio en La Paz, y el 10 de agosto en Quito, así como la del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires, y porque en su recinto se proclamó la independencia del Alto Perú o Charcas el 6 de agosto de 1825. (Wikipedia.org)


Concedieron al general Bolívar un millón de duros como recompensa de sus eminentes servicios anteriores; pero el Libertador, con generoso desprendimiento y magnanimidad, aceptó el donativo, pero á condición de que el dinero se emplearía en comprar la libertad de unos mil esclavos negros existentes en Bolivia. También concedieron un millón de duros á favor de los que habían servido en la campaña de 1824.

No satisfecha la Asamblea con ejercer solamente el Poder legislativo, reasumió en algunas ocasiones el Poder ejecutivo. Hallándose ausente de Chuquisaca el general Sucre, para celebrar la asamblea su propia instalación y su adopción de un nuevo nombre para el país, envió una circular á los prefectos diciéndoles mandasen cantar un Te Deum, hicieran salvas de artillería y hubiese iluminación general. Esta roden no fué obedecida por el prefecto de Potosí, respecto á que no iba por conducto del Poder ejecutivo. La Asamblea hizo poco después una reclamación para dinero, pero su petición tuvo la misma suerte y por el mismo motivo.

Texto del Acta de Independencia de las Provincias altoperuanas al que se refiere Miller con excepticismo pues muchos de los jefes guerrilleros que habían luchado en las republiquetas por la independencia de Bolivia habían muerto (Juana Azurduy de Padilla había sobrevivido, pero fue hecha a un lado por "los doctores" a pesar de haber perdido a sus hijos y esposo durante la guerra) y algunos de los asistentes a la Constituyente se habían opuesto a la causa libertaria y habían militado en la causa del absolutismo en España hasta el último momento. 

Sesion del 6 de Agosto de 1825 por la Asamblea Deliberante del Alto Perú

Lanzándose furioso el León de Iberia desde las columnas de Hércules hasta los imperios de Moctezuma, y de Atahuallpa, es por muchas centurias que ha despedazado el desgraciado cuerpo de América y nutridosé con su sustancia. Todos los Estados del continente pueden mostrar al mundo sus profundas heridas para comprobar el dilaceramiento que sufrieron; pero el Alto- Perú aun las tiene más enormes, y la sangre que vierten hasta el día, es el monumento más auténtico de la ferocidad de aquel monstruo.
Después de diez y seis años que la América ha sido un campo de batalla, y que en toda su estensión los gritos de libertad, repetidos por sus hijos, se han encontrado los de los unos con los de los otros, sin quedar un ángulo en toda la tierra, donde este sagrado nombre no hubiese sido el encanto del americano, y la rabia del español; después que en tan dilatada lucha las naciones del mundo han recibido diferentes informaciones de la justicia y legalidad con que las rejiones todas de América han apelado, para salvarse, á la santa insurrección; cuando los genios de Junín y de Ayacucho han purgado la tierra de la raza de los déspotas; cuando en fin grandes naciones han reconocido ya la independencia de Méjico, Colombia y Buenos Aires, cuyas quejas y agravios no han sido superiores á las del Alto Perú; sería superfluo; presentar un nuevo manifiesto justificativo de la resolución que tomamos. El mundo sabe que el Alto-Perú ha sido, en el continente de América, el ara adonde se vertió la primera sangre de los libres, y la tierra donde ecsiste la tumba del último de los tiranos: que Charcas, Potosí, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, han hecho constantes esfuerzos para sacudir el yugo peninsular; y que la irretractibilidad de sus votos contra el dominio español, su heroica oposición, han detenido mil veces las impetuosas marchas del enemigo sobre rejiones que, sin esto, habrían sido encadenadas, o salvándose sólo con el último, y mas prodigioso de los esfuerzos. El mundo sabe también, que colocados en el corazón del continente, destituidos de armas, y de toda clase de elementos de guerra, sin las proporciones que los otros estados para obtenerlos en las naciones de ultramar, los altoperuanos han abatido el estandarte de los déspotas de Aroma y la Florida, en Chiquitos, Tarabuco, Cinti, Tumusla en los valles de Sicasica y Ay paye, y en otros puntos diferentes: que el incendio bárbaro de mas de cien pueblos, el saqueo de las ciudades, cadalsos por cien os levantados contra los libres, la sangre de miles de mártires de la patria ultimados con suplicios atroces que estremece-rían á los caribes, contribuciones, pechos y ecsacciones arbitrarias é inhumanas, la inseguridad absoluta del honor, de la vida, de las personas y propiedades, y un sistema, en fin inquisitorial, atroz y salvaje, no han podido apagar en el Alto Perú el fuego sagrado de la libertad, el odio santo al poder de Iberia. Cuando, pues, nos llega la vez de declarar nuestra independencia de España, y decretar nuestro futuro destino y un modo decoroso, legal y solemne, creemos llenar nuestro deber de respeto á las naciones estranjeras, y de información consiguiente de las razones poderosas y justos principios impulsores de nuestro conductor; reproduciendo cuando han publicado los manifiestos de los otros estados de América con respecto a la crueldad, injusticia, opresión y ninguna protección con que han sido tratados por el gobierno español; pero si esto, y la seguridad con que protestamos á presencia del gran padre del Universo, que ninguna región del continente de Colón ha sido tan tiranizada como el Alto Perú, no bastase á persuadir nuestra justicia, apelaremos á la publicidad con que las legiones españolas, y sus jefes más principales, han profanado los altares, atacado el dogma, han insultado el culto, al mismo tiempo que el gabinete de Madrid ha fomentado, desde la conquista, la mas hórrida y destructora superstición: Les mostraremos un territorio con mas de trescientas leguas de extensión de norte A sur, y casi otras tantas de este a oeste, con nos navegables, con terrenos feraces, con todos los tesoros del reino vegetal en las inmensas montañas de Yungas, Apolobamba, Yuracaré, Mojos y Chiquitos, poblado de los animales los mas preciosos y útiles para el sustento, recreo e industria del hombre, situado donde existe el gran manantial de los metales que hacen la dicha del orbe, y le llenan de opulencia, con una población, en fin, superior a las que tienen las repúblicas Argentina, y la de Chile; todo esto les mostraríamos y les diríamos; ved que donde ha podido, existir un floreciente imperio, solo aparece, bajo la torpe y desecante, mano de Iberia, el símbolo de la ignorancia, del fanatismo, de la esclavitud e ignominia, venid y ved, en una educación bárbara calculada para romper todos los resortes del alma, en una agricultura agonizante guiada por sola rutina, en el monopolio escandaloso del comercio, en el desplome e inutilización de nuestras más poderosas minas, por la barbarie del poder español, en el cuidado con que en el siglo 19 se ha tratado de perpetuar entre nosotros solo los conocimientos, artes y ciencias del siglo 18; Venid, en fin, y si cuando contempláis a nuestros hermanos los indígenas hijos de del grande Manco Capac, no se cubren vuestros ojos de torrentes de lágrimas, viendo en ellos hombres los más desgraciados, esclavos tan humillados, seres sacrificados a tantas clases de tormentos, ultrajes y penurias, diréis, que respecto de ellos parecerían los Ilotas ciudadanos de Esparta y hombres muy dichosos los Níjeros Ojandalams del Indostan concluyendo con nosotros, que nada es tan justo como romper los inicuos vínculos con que fuimos uncidos a la cruel España. Nosotros habríamos también presentado al mundo una necesaria y grande manifestación de los sólidos principios con que después de las más graves, prolijas y detenidas meditaciones, hemos creído interesar a nuestra dicha, no asociar- nos ni a la república del Bajo Perú ni a la del Río de La Plata, si los respetables congresos de una y otra, presididos de la sabiduría, desinterés y prudencia, no nos hubiesen dejado en plena libertad para disponer de nuestra suerte. Pero cuando la ley del 9 de mayo del uno, y el decreto de 23 de febrero del otro, muestran notoriamente un generoso y laudable desprendimiento, relativamente a nuestro futuro destino, y colocan en nuestras propias manos la libre y espontánea decisión de lo que mejor conduzca a nuestra felicidad y gobierno; protestando a uno y otro estado eterno reconocimiento, junto con nuestra justa consideración, y ardientes votos de amistad, paz y buena correspondencia hemos venido por unanimidad de sufragios en fijar la siguiente:
 
Declaración
La representación Soberana de las Provincias del alto Perú, profundamte penetrada del grandor e inmenso peso de su responsabilidad pa con el Cielo, y la tierra, en el acto de pronunciar la suerte futura de sus Comitentes, despojándose en las aras de la Justicia todo espíritu de parcialidad, interés y miras privadas; habiendo implorado, llena de sumisión y respetuoso ardor, la paternal asistencia del Hacedor Santo del orbe, y tranquila en lo íntimo de su conciencia por la buena fe, detención, moderación, justicia y profundas meditaciones que presiden a la presente resolución, declara solemnemente a nombre y absoluto poder de sus dignos representados: Que ha llegado el venturoso día en que los inalterables y ardientes votos del Alto Perú, por emanciparse del poder injusto, opresor y miserable del Rey Fernando VII, mil veces corroborados con la sangre de sus Hijos, consten con la solemnidad y autenticidad que al presente, y que cese para con esta privilegiada región la condición degradante de colonia de la España, junto con toda dependencia, tanto de ella, como de su actual y posteriores monarcas: que en consecuencia, y siendo al mismo tiempo interesante a su dicha, no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas, se erige en un Estado Soberano e Independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo mundo y los departamentos del Alto-Perú, firmes y unánimes en esta tan justa y magnánima resolución, protestan a la faz de la tierra entera, que su voluntad, irrevocable es gobernarse por sí mismas, y ser regidos por la constitución, leyes y autoridades que ellos propios se diesen, y creyesen más conducentes a su futura felicidad en clase de nación.
Y el sostén inalterable de su santa religión Católica, y de los sacrosantos derechos de honor, vida, libertad, igualdad, propiedad y seguridad. Y para la invariabilidad y firmeza de esta resolución, se ligan, vinculan y comprometen, por medio de esta representación soberana, a sostenerla tan firme, constante y heroicamente, que en caso necesaria sean consagrados con placer a su cumplimiento, defensa e inalterabilidad, la vida misma con los haberes, y cuanta hay caro para los hombres.
Imprimase comuníquese a quien corresponda para su publicación y circulación. Dada en la Sala de sesiones en 6 de agosto de 1625, firmada de nuestra mano, y refrendada por nuestros diputados secretarios.  
REPRESENTANTES DE LAS PROVINCIAS
DIPUTACIÓN POR CHARCAS
1. José Mariano Serrano, Presidente
2. Ambrosio Mariano Hidalgo,
3. Ángel Mariano Moscoso
4. Casimiro Olañeta,
5. Francisco Palazuelos,
6. José Maria Dalence,
7. Manuel María Urcullo,
DIPUTACIÓN POR SANTA CRUZ
8. Antonio Vicente Seone,
9. Vicente Caballero.
DIPUTACIÓN POR LA PAZ
10. Eusebio Gutiérrez.
11. Fermín Eyzaguírre,
12. Francisco Maria Pinedo,
13. José Ballivián,
14. José Ignacio Calderón y Sanjinés,
15. José María de Asín,
16. José Maria Mendizábal, Vice-Presidente,
17. José Miguel Lanza,
18. Juan Manuel Velarde,
19. Martín Cardón,
20. Miguel Casimiro Aparicio,
21. Rafael Monje,
DIPUTACIÓN POR POTOSÍ
22. Isidoro Trujillo,
23. José Antonio Pallares,
24. José Eustaquio Gareca,
25. José Ignacio Sanjinés, Secretario
26. José Mariano Enríquez,
27. Juan Manuel Montoya,
28. Manuel Anselmo Tapia,
29. Manuel Antonio Arellano,
30. Manuel Argote,
31. Manuel José Calderón,
32. Manuel Maria García,
33. Manuel Martín Cruz,
34. Martiniano Vargas,
35. Melchor Daza,
DIPUTACIÓN POR COCHABAMBA
36. Dionisio de la Borda,
37. Francisco Vidal,
38. José Manuel Pérez,
39. José Manuel Tames,
40. Manuel Caballo,
41. Manuel Mariano Centeno,
42. Marcos Escudero,
43. Mariano Mendes,
44. Melchor Paz,
45. Miguel José Cabrera,
46. Miguel Vargas,
47. Nicolás de Cabrera,
48. Pedro Terrazas.
Fuente: Biblioteca J.R. Gutiérrez



Pocos días después de la batalla de Ayacucho y ante que la noticia de ella hubiese atravesado la frontera occidental del Brasil, una partida de 200 soldados brasileños tomó posesión, en nombre del emperador D. Pedro, de la provincia de Chiquitos, perteneciente al Alto Perú. El oficial que los mandaba escribió una carta de desafío en [264] el estilo más finchado y ridículo al general Sucre; pero tan pronto como una compañía de infantería patriota se presentó á la vista, los fantásticos brasileños se fueron antes que los echasen, y, cual piratas, se llevaron una porción de ganado y otros efectos del paisanaje indefenso. El general Sucre quería enviar 1.500 hombres á las órdenes del general Miller, los cuales se creía que habrían encontrado un fuerte partido republicano en las provincias del interior, y que por este medio habría adelantado hasta Río de Janeiro para evitar la repetición de cualquier agresión imperial.

El proyecto de adelantar hasta Río de Janeiro puede aparecer quijotesco á los que solamente consideren la inmensa distancia del territorio que los separaba. Pero las tropas peruanas no habrían penetrado en el Brasil como enemigos, sino como auxiliares de un partido poderoso de descontentos que se sabía existe en él. Las noticias que se tuvieron después, confirmaron no sólo la probabilidad, sino la facilidad de realizar el plan que se había formado; pero el general Bolívar no lo aprobó, y de consiguiente quedó sin efecto.

El ministro del emperador hizo saber al gobernador de Mattogroso que S.M. había ignorado y desaprobaba la incursión vandálica que habían hecho, y que S.M. quería también que se restituyese el ganado y demás efectos robados. La desaprobación y la orden fueron comunicadas por el gobernador de Mattogroso al coronel Videla, prefecto de Santa Cruz de la Sierra, al cual pertenecía la provincia de Chiquitos; pero nunca volvieron los efectos robados ni dieron ninguna clase de indemnización. Los habitantes del Alto Perú de todos los partidos ansían por vengar el insulto, y tal es el estado de las cosas actualmente en aquel país, que á no hacerse la paz entre el Brasil y Buenos Aires, es probable que D. Pedro se acuerde de la vandálica excursión á Chiquitos.


Iglesia de Concepción, antigua misión jesuita de Chiquitos. Imagen: Casa Kolping


El 10 de febrero de 1825 reunió el general Bolívar en Lima á los diputados del Bajo Perú é hizo renuncia de [265] su dictadura; pero le rogaron que continuase aún á la cabeza de los negocios. Bolívar se negó á ello, pero al fin accedió á los ruegos del pueblo, aunque con las muestras de la mayor repugnancia.

Habiendo decretado la instalación de un nuevo Congreso para el 10 de Febrero del siguiente año 1826, salió de Lima el general Bolívar el 10 de Abril de 1825. Viajando á lo largo de la costa de Arequipa el 15 de Mayo, y emprendió nuevamente su marcha el 10 de Junio. Llegó al Cuzco el 26 del mismo mes, y el 26 de Julio salió para La Paz, adonde entró el 18 de Agosto, habiendo permanecido unos cuantos días en Puno. Salió de La Paz el 20 de Septiembre, é hizo su entrada en Potosí el 5 de Octubre.

Todo su viaje había sido un triunfo continuado; á su proximidad á las capitales de los departamentos los prefectos, á la cabeza de las autoridades públicas, acompañados por una gran parte de la población, salían á su encuentro y era recibido con un grado de pompa y de alegría muy agradable á sus sentimientos y correspondientes á su dignidad. Levantaron arcos triunfales, le hicieron ricos presentes, le dieron grandes comidas, bailes y hubo corridas de toros en su obsequio. Los mismos honores, aunque en escala menor, le rindieron en todas las villas y lugares por donde pasó. Cuzco y Potosí acuñaron medallas de cobre, plata y oro para perpetuar la memoria de la entrada del Libertador en ellas.

Después de haber hecho los arreglos correspondientes para la recepción del Libertador, salió el prefecto de Potosí, acompañado por diputados, en representación del Ayuntamiento, del clero, de los gremios y empleados públicos, á recibir á S.E. en la frontera del departamento, donde se había erigido un pequeño obelisco, con una inscripción en conmemoración de su entrada, y cuya fecha se fijó en el acto de avistársele.

La distancia desde la aldea de Leñas, situada en la frontera del departamento, hasta Potosí, es de diez y siete [266] leguas. El camino era antes el peor del Perú, y en muchos sitios era peligroso el pasarlo aun en mulas (1); pero trescientos indios habían estado trabajando en él las seis semanas anteriores. En muchos puntos cambiaron absolutamente su dirección; en fin, este camino hasta Potosí, anteriormente tan malo y trabajoso, fué mejorado considerablemente y hecho tan cómodo como las localidades permitían. Siempre que el terreno favorecía para ello, plantaron ramas de árboles en la tierra y luego las doblaban sobre el camino como en forma de una arcada. El doctor D. Leandro Usín, gobernador de Porco, hombre activo é inteligente, dirigió aquellos trabajos con un celo y habilidad que le dieron gran crédito. Poseedor de una grande propiedad en minas, permaneció de parte de los realistas hasta el último momento, y por esta razón era impopular; pero sus útiles talentos y experiencia hizo que los patriotas le conservasen el empleo de gobernador de Porco, al cual fué nombrado por los realistas.

El Libertador hizo alto en Leñas, donde habían construído algunas habitaciones para el momento, y donde dos mil indios, dirigidos por sus respectivos caciques y curas, se habían reunido para recibirle. Una porción de estos indios adornados caprichosamente con plumas y vestimentas de mil colores diversos, se formaron en pequeñas partidas y bailaban delante de él á proporción que iba pasando. El Libertador participó de un pequeño almuerzo que le estaba preparado; y en seguida, acompañado de toda la comitiva, siguió su viaje y llegó al pueblo de Jocalla, distante siete leguas de Potosí, donde hizo alto para comer y dormir aquella noche. Al amanecer del día siguiente emprendió nuevamente su marcha y almorzó en... en casa del párroco. este benemérito pero sencillo anciano había deseado por largo tiempo y con
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(1) En una ocasión habían hecho la tentativa de conducir por él un forte-piano para la mujer de uno de los gobernadores de Potosí, pero no pudieron lograrlo. Tan pésimo era el camino, que no pudieron llevarlo ni aun á hombro de indios, y tuvieron que volverlo á la costa.

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la mayor vehemencia el título de doctor. Así, pues, recibió con el mayor placer la orden del prefecto para hacer los preparativos correspondientes para recibir al Libertador. Se dedicó a adornar su casa con la mayor alegría, y no hizo escrúpulo en emplear hasta los ornamentos de la Iglesia para aquel objeto; y pensando siempre en el título que deseaba, creyó que no estaba distante el momento de alcanzarlo. Su reverencia poseía una de las cualidades comunes á la mayoría de los individos que se titulan doctores, esto es, una lengua suave y elocuente, y el vino enviado por el prefecto no tardó en ponerla en movimiento. Aunque la mesa preparada era únicamente un almuerzo, el cura pidió permiso para hacer tres brindis, los cuales manifestó, con suma sencillez, que habían sido casi el único objeto de sus meditaciones en el último mes. Los discursos con que los anunció divirtieron infinito á los concurrentes, pues lo que él llamaba brindis eran oraciones, que empleó cerca de media hora en recitar cada una. La primera la anunció dirigiéndose á Bolívar con el título de GRAN PRÍNCIPE, al mismo tiempo que le hacía una reverencia hasta tocar con la cabeza en la mesa; en seguido se dirigió á Sucre como DUQUE VALEROSO; y luego al prefecto, con otro título no menos divertido.

Acabado el almuerzo se puso la comitiva en marcha, y al llegar á dos leguas de Potosí, pasó por debajo del primero de una serie de arcos triunfales, que se iban cada vez multiplicando más, á proporción que se acercaban á la villa. En cada tercer ó cuarto arco, estaba una partida de cuarenta indios vestidos muy ostentosamente, con penachos de plumas en la cabeza, que, dirigidos por sus caciques, ejecutaban una especie de bailecillo al pasar el Libertador. Los bailadores llevaban alrededor del cuello sartas de medallas de cobre, y los caciques, de plata, con el busto de Bolívar estampado en ellas. Los miembros del Ayuntamiento, á caballo, con sus vestidos de oficio, precedidos por los alcaldes, llevando cada uno de ellos una [268] enorme vara dorada, salieron al encuentro del Libertador. El ayuntamiento iba seguido por el clero y demás corporaciones, que al reunirse al Libertador le cumplimentaron con una arenga adecuada á las circunstancias, y que al recibir la política contestación debida, dejaron pasar la comitiva y siguieron detrás de ella. El Libertador pronto se dejó atrás á todos aquellos caballeros, cuyas tremendas espuelas y mazas macizas de plata sobredorada no fueron suficientes para hacer que sus rocinantes siguiesen al paso del caballo de Bolívar. Para aumentar sus dificultades, un cordón de agentes de las minas, montados en potros fogosos, se iban insensiblemente colocando delante de ellos á proporción que el Libertador pasaba, sin guardar la menor consideración al lustre de las varas de oficio. Multitud de indios, á pie, deseosos de ver al Libertador, se habían colocado á derecha é izquierda del camino, y doblando sobre él, se unían á la comitiva así que pasaban los primeros personajes.

Habiéndose adelantado el coronel O'Leary con algunos dragones de la escolta unos cuantos pasos para dejar libre el camino, se asustó su caballo, dió una huída y se subió por una roca escabrosa tan pendiente y resbaladiza que puede decrise quedaron en el aire caballo y jinete por algún tiempo, y todos creyeron que ambos se precipitaban en el abismo que tenían á sus pies; pero, afortunadamente, habían herrado el caballo aquella mañana y las cabezas gruesas de los clavos que usan los españoles se agarraron á las desigualdades de la roca. Siendo O´Leary un excelente y atrevido jinete, se mantuvo firme en la silla y dejó libre la brida á a su caballo, el cual giró sagazmente sobre las piernas, se encorvó un poco, dió un gran salto y volvió al camino sin la menor lesión, con asombro y júbilo de cuantos lo presenciaron.

Los caballeros que iban de oficio, confundidos entre la muchedumbre, pretendían separarla, daban tajos, se enojaban y amenazaban, pero todo en vano. Los indios, que hasta entonces no sólo no habían osado nunca disputar- [269] les el paso, sino que se habrían arrodillado para dejar pasar las varas doradas, aquel día alegres, pero resueltos, conservaron la posesión del camino, y los caballeros tuvieron que contentarse con seguir embebidos el movimiento del torrente que los empujaba y oprimía. Esta moderada muestra de espíritu público, en momento tan interesante, no dejaba de ser satisfactoria al que observaba los progresos y adelantos que promovían el nuevo orden de cosas.

"El poder económico de Potosí y la influencia política de los doctores de la culta Charcas influyeron para que el libertador Simón Bolívar dé su venia definitiva para el nacimiento de la República." (El país viable que convenció a Bolívar, La Razón 6 de agosto, 2012)  Texto de Jorge Quispe:
Tras 16 años de guerra, a principios de 1825, los campos ya no se cultivaban, las minas estaban abandonadas, la población se hallaba mermada y la anarquía rondaba por las provincias del Alto Perú. Con ese panorama en contra, nacía la República de Bolívar, el 6 de agosto en la ciudad de La Plata, después de que los hombres más letrados de la sede de la Real Audiencia de Charcas convencieran al libertador Simón Bolívar de que “el país era viable”.
El historiador Mariano Baptista Gumucio reflexiona sobre cómo consiguieron esos doctores de la urbe, que actualmente lleva el nombre de Sucre, persuadir al militar venezolano de que Bolivia “era viable”, y al buscar respuestas, apunta a dos: el poder económico que representaba entonces el Cerro Rico de Potosí y la influencia política de la Real Audiencia.
Consumada la revolución de julio de 1809 en Nuestra Señora de La Paz, los españoles con asiento en el virreinato de Lima enviaron a José Manuel de Goyeneche para acabar con las ínfulas de los insurgentes. Un año después, Argentina lograba su independencia “y pensando que éstas eran las provincias altas de Buenos Aires —mientras para Lima éramos altoperuanos—, llegaron los tres ejércitos auxiliadores y todos se concentraron en la toma de Potosí, que era el gran eje económico de la época”, rememora Baptista.
Uno de los hechos que resaltó en esa coyuntura fue que, en algún momento, los argentinos se convirtieron en parte de los ejércitos de ocupación. “Claro, porque se llevaron la plata del Cerro Rico de Potosí y uno de los oficiales argentinos tuvo incluso la ocurrencia de querer volar la Casa de la Moneda” de la Villa Imperial. Al final, los argentinos quedaron con muy mala imagen en estos parajes que se llamarían Bolivia.
OPOSICIÓN.
Años después, tras la batalla en los campos de Ayacucho de diciembre de 1824, que significó el golpe definitivo al dominio español, Antonio José de Sucre se encontraba en Perú. Y en enero del siguiente año, había madurado el deseo de autogobernarse por parte de los altoperuanos, anhelo que llegó a oídos del brazo derecho de Bolívar.
"Para entonces, el Mariscal de Ayacucho —también de origen venezolano— conoció al doctor Casimiro Olañeta, el principal activista de la independencia boliviana, uno de los hombres más influyentes de La Plata. En esas circunstancias, Sucre envió varias cartas a Bolívar, quien en principio no las contestó porque su gran sueño era la conformación de la Gran Colombia junto a Ecuador, Colombia y Venezuela.
"De acuerdo con el libro El Libertador en Bolivia, escrito por Lucio Diez de Medina, parte del oficio que Sucre le remitió a Bolívar el 8 de enero respecto a las ilusiones altoperuanas para firmar su libertad, manifiesta: “Ordene Ud. hacer las cosas como Libertador de Colombia, pues tenemos que trabajar en un país que no es del Perú, ni parece que quiere ser sino de sí mismo”.
"El 9 de febrero de 1825, Sucre le envió a Bolívar el Decreto que convocaba a una Asamblea. En ese instante, el Libertador reaccionó con molestia. “Usted no puede atentar contra el uti possidetis iure (como tu poseías, continuarás poseyendo). Usted no puede atentar, porque van a protestar en Lima, sobre todo”, le habría respondido a su hombre de confianza, según Baptista.
"En esa época, las nuevas repúblicas de la región se formaron en base al uti possidetis iure. Chile en base a su capitanía y Perú en base al Virreinato, por ejemplo.    
"Una vez ya en Arequipa, el Libertador resolvió el dilema y remitió a Sucre el Decreto del 16 de mayo de 1825, que según el libro El Libertador en Bolivia, significa la creación definitiva de Bolivia. “Los sentimientos de usted (Sucre), no concuerdan con los míos de un modo tan maravilloso, que no puedo menos que confesar a usted, que yo hubiera deseado que Ud. diese el paso que dio para dejar en amplia libertad a esas provincias cuyas cadenas acaban de romper”. 
Nacimiento. Tres meses después, Bolívar llegó a la ciudad de La Paz; fue recibido apoteósicamente al igual que en Potosí y en La Plata, donde fue seducido por los doctores de la culta Charcas. “Ahí nombró a Bolivia como su Hija Predilecta y se dieron los pasos definitivos para la creación de la República”, añade Baptista, quien concluye que “el poder económico que significaba Potosí para la época y el poder político e intelectual de Charcas (La Plata) convencieron al Libertador que nuestro país era viable”. 
Hasta que el 6 de agosto de 1825 se conformó la Asamblea Deliberante en La Plata. “La opción de unirse a la Argentina no recibió ni un voto, la de unirse a Perú,  dos votos de La Paz —por afinidad geográfica—, pero los demás plantearon la autonomía de Bolivia de los virreinatos de Lima y Buenos Aires, y la independencia de España”, precisa el historiador. Una superficie aproximada de dos millones de kilómetros cuadrados, más de un millón de habitantes, además de poseer todos los climas, jugaron a favor de la flamante república nacida como Bolívar, nombre que fue cambiado a Bolivia en octubre del mismo año.
A la par, tras la histórica decisión, los doctores de La Plata le pidieron a Sucre y al Libertador que se quedaran gobernando. Bolívar estuvo hasta diciembre de ese 1825 y, entre sus mandatos, determinó que el puerto Cobija se llame La Mar —en homenaje al general José La Mar, que combatió en Ayacucho— y sea el principal puerto del país con conexión al océano Pacífico.
No obstante, la mayor parte del comercio de minerales siempre salía por el puerto de Arica. “Bolivia tenía una costa sobre el Pacífico que siempre la reconoció Chile, pero no tenía un buen puerto, porque su puerto natural y por donde siempre salió la plata era Arica”, señala Baptista; mientras los minerales de contrabando extraídos de Potosí salían por Buenos Aires.
Al final, Arica quedó en manos de Perú, pese a las gestiones de Bolívar y Sucre para que sea de Bolivia. En ese entonces, el mariscal Andrés de Santa Cruz —que fue presidente de Perú entre 1826 y 1827— tampoco pudo hacer mucho. “Santa Cruz siempre pensó en la Confederación de los dos países y que de esa manera Bolivia iba a obtener un puerto de común acuerdo con Perú, cosa que no sucedió. Ése fue el momento fatal, porque Santa Cruz no se animó a dar el paso”, precisa Baptista.
Las poblaciones de Tacna y Arica —que estaban más cerca de La Paz—, habían expresado incluso su intención de pertenecer al territorio boliviano, pero ese interés quedó en nada. Medio siglo después, en 1879, Chile despojó a Perú de Arica y Bolivia perdió su salida al mar. Solamente queda pensar cuál hubiera sido el presente de Bolivia si las gestiones de Bolívar y Sucre llegaban a buen puerto o si Santa Cruz se animaba a dar ese paso del que habla Baptista.
Existían dos bandos entre los indígenas
Mientras un grupo de indígenas se había plegado a la guerra de la independencia con las tropas rebeldes en Alto Perú, otros estaban a favor de la corona española y recibieron el nombre de “los amedallados”. El historiador Mariano Baptista Gumucio da cuenta que estos últimos eran fieles a los ejércitos realistas y se les llamaba así porque lucían una medalla grande en el pecho, que les era entregada por los militares.
“No era su guerra y ellos (indígenas) estaban de espectadores, pero colaboraron a las republiquetas, sin duda alguna”, resume el estudioso. Uno de los indígenas más sobresalientes durante el periodo entre 1809 y 1825, fue Juan Huallparrimachi, un indio quechua que llegó a ser lugarteniente de Juana Azurduy de Padilla. Sin embargo, al crearse la República de Bolívar, luego llamada Bolivia, los indígenas no participaron porque uno de los requisitos para ingresar a la Asamblea era saber leer y escribir.

Cuando el Libertador llegó á avistar clara y distintamente el tan celebrado Cerro de Potosí, las banderas del Perú, Buenos Aires, Chile y de Colombia tremolaron repentinamente en la cúspide. Al entrar en la villa botaron fuego en lo alto del Cerro á veintiuna camaretas (1), cuyo estruendo de cada una era igual al que hicieran seis cañones de á veinticuatro disparados [sic] á la vez. Este saludo estrepitoso produjo un efecto singular y muy imponente; los profundos valles de las inmediaciones, repitiendo una y más veces el sonido espantoso del estallido, parecían, al alejarlo, que había en ellos una furiosa tempestad y que los truenos se sucedían unos á otros. Todas las campanas de las iglesias y conventos tocaban á vuelo á la vez y sin intermisión.

Dos batallones de infantería y un regimiento de caballería estaban tendidos en la carrera para conservar despejadas las calles, en todas las cuales habían construído arcos triunfales. Los frentes de las casas estaban adornados con tapices ó colgaduras de seda, las ventanas y balcones estaban ocupados de una multitud de señoras, las calles se llenaron, la gente se agolpaba, la sofocación era insufrible; pero ardientes vivas resonaban á la vez de más de cuarenta mil personas reunidas en el pueblo.

Al llegar á la Casa de Gobierno, bajo un arco triunfal adornado con banderas, fué recibido el Libertador según el gusto español. Dos niños vestidos de ángeles bajaron
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(1) Pudieran más bien llamarse petardos. Los monjes las usan en grandes festividades y en ocasiones particulares. 

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del arco al aproximarse, y cada uno le hizo un pequeño discurso, y al llegar al gran salón, seis hermosas mujeres, en representación del bello sexo de Potosí, salieron á recibirle, le pusieron una corona de laurel, y esparcieron flores alrededor de él, las cuales habían traído de grandes distancias y con aquel motivo.

La interesante y respetable esposa del general D. Hilarión de la Quintana le felicitó por su llegada en términos generales, y otra de las preciosas señoritas presentes se adelantó entonces acompasadamente y pronunció un discurso en estilo teatral. Todos los talentos de los ilustrados doctores Carpio y Tapia habían estado en prensa para escribir esta arenga; los cuales, después de consagrar muchos días y muchas vigilias á su composición, cada uno presentó un discurso digno de la inmortalidad; pero una comisión de buen gusto nombrada al efecto dió la preferencia al compuesto por el Dr. Tapia, con no poco sentimiento de su instruído compañero(1). En seguida trataron de elegir una señora que pronunciara graciosamente aquella quinta esencia de la oratoria, y después de una madura discusión recayó el honor deseado en la amable señorita de la Puente. Esta señorita principió inmediatamente la obra de aprenderlo de memoria, y frecuentemente lo repasaba delante de su familia y amigos más íntimos, y cuando llegó el momento crítico desempeñó su encargo en una forma que sobrepasó las esperanzas de todos.

Antes de tomar  ningún alimento, fué el Libertador á la iglesia principal á oir misa solemne que se celebraba en ella. Las tropas estaban tendidas en la carrera; un saludo de veintiún cañonazos anunció la salida del Libertador de la Casa de Gobierno, el cual llevaba á su derecha al general Sucre, y á su izquierda al prefecto; los tres iban precedidos por los alcaldes, ministros,
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(1) El Dr. Carpio es un joven de mucho talento y que ofrece grandes esperanzas, y cuyos conocimientos jurídicos y locales fueron muchas veces de utilidad á Miller.

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Ayuntamiento, miembros de las diferentes corporaciones, y empleados, y seguidos por sus respectivos Estados Mayores y un inmenso gentío. El clero salió a la puerta de la iglesia á recibir al Libertador, le rociaron con agua bendita, y le condujeron bajo palio á un sillón ricamente forrado de terciopelo; otros veintiún cañonazos indicaron la salida de la iglesia y regresó á su alojamiento el Libertador. En los días sucesivos se cantó el Te Deum en las otras iglesias, y á todas asistió en público S.E.

Los primeros días de la llegada del libertador a Potosí se pasaron enteramente en recibir felicitaciones y discursos, los cuales habían sido extendidos con gran cuidado, estudio profundo, y con una buena cantidad de flores retóricas. El general Bolívar se distingue particularmente en improvisar contestaciones elegantes y adecuadas. En un día dió sucesivamente diez y siete respuestas, que cada una de ellas podría haberse impreso en la forma misma que las dijo, y habrían admirado por su oportunidad. En proponer un brindis, en contestar dando gracias, ó en hablar sobre cualquiera materia dada, quizás nadie puede sobrepasar a Bolívar. Sólo esta suma felicidad debe haberle adquirido muchos admiradores y partidarios en el curso de su carrera.

Corridas de toros, grandes comidas, bailes, fuegos artificiales, iluminaciones y otros mil signos de regocijo público continuaron durante las siete semanas que el libertador permaneció en Potosí. Los empleados civiles habían hecho entre sí una suscripción para atender á los gastos de la compra de plata y de acuñar algunos miles de pequeñas medallas, con una inscripción en obsequio de los libertadores del Perú. Las señoras, colocadas expresamente en los balcones de las casas, tiraban diariamente á la calle unos cuantos centenares, y éste era un motivo más para atraer á los indígenas que iban en gran número á Potosí, durante la residencia del Libertador en él.

El 26 subió al Cerro, acompañado por el general Sucre, el prefecto y todas las personas de distinción existentes [272] en Potosí. Una especie de almuerzo fué servido en lo alto del Cerro; hubo varios brindis patrióticos, y el general Bolívar, contemplando allí sus victorias desde el Orinoco, dijo: "La gloria de haber conducido á estas frías regiones nuestros estandartes de libertad, dejan en la nada los tesoros inmensos de los Andes que están á nuestros pies."

Pocos días después de la entrada del Libertador, llegaron de Buenos Aires el general Alvear y el Dr. Díaz Vélez, para cumplimentarle en nombre del gobierno de las provincias del Río de la Plata. Con estos caballeros llegó el capitán Andrews, el gran comisionado de que se ha hablado antes; pero de tal modo estaba ocupada la imaginación del público con las funciones, que su llegada excitó muy poco interés. Además de esto, había causado un gran desaliento en los especuladores de minas el decreto publicado por el Libertador, previniendo que todas las minas que no teniendo propietario que las trabajase, se considerarían como propiedad del Estado (1), y que en lo sucesivo se venderían, en vez de darlas gratuitamente como prevenían las antiguas leyes de minería.

Acorde á esta nueva regulación, el gobierno publicó la venta de todas las minas sin dueño del Alto Perú. Los representantes de una compañía en Buenos Aires, ofrecieron por ellas un millón de duros; ya estaba el contrato extendido, firmado y en el punto de ser ratificado al tercer día, cuando los agentes de otra compañía ofrecieron por ellas millón doscientos mil duros; pero el capitán Andrews sobrepasó á ambos, ofreciendo millón y medio de duros. Sin embargo, considerando el general Bolívar que podría obtener en Londres un precio mayor, nombró agentes para marchar á él con objeto de hacer la negociación; pero antes que hubiesen llegado á Buenos Aires, supieron que las falsas ilusiones se habían disipado en Inglaterra, y no pasaron de las orillas del Río de la Plata.
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(1) Lo impolítico de este decreto se conoció inmediatamente, y se ha revocado después.

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Durante la residencia del general Miller en Potosí, una grave indisposición le obligó á ir á tomar los baños sulfúricos y ferruginosos de Don Diego, cinco leguas distantes de la villa, en el camino de Chuquisaca. Las aguas en el caño están á 100° de Fahrenheit, pero le produjeron muy corto alivio; siendo su enfermedad originada del hígado, que suponían dañado por haberle tocado una bala de fusil al pasarle por el arca del cuerpo. Su salud en general estaba muy decaída, y el Dr. Nichol, un excelente cirujano inglés que le había asistido en Puno, le aconsejó marcharse á Londres para procurarse mejores facultativos. Acabada la lucha para obtener la independencia, y considerándose Miller en libertad de satisfacer el ardiente deseo que tenía de volver á visitar su país nativo, había solicitado dos años de licencia en el mes de Agosto, antes de la llegada de Bolívar á Potosí. Tanto el Libertador como el general Sucre le hicieron las más satisfactorias y vehementes instancias para que continuase á la cabeza de su gobierno departamental; pero, exigiendo absolutamente el estado de su salud su regreso á Europa, reiteró su petición de licencia temporal, la cual obtuvo, y entregó el mando al general Urdininea el 24 de Octubre de 1825.

El general Miller recibió letras contra los agentes peruanos en Londres por valor de veinte mil duros, como la parte que le correspondía del millón de duros concedido por el Alto Perú al ejército libertador. El general Bolívar tuvo la atención de enviarle al mismo tiempo la siguiente certificación, sin que Miller la hubiese solicitado:

"A los que la presente vieren, salud.
"Certifico que el general de división D. Guillermo Miller ha estado á mis órdenes en toda la campaña del año veinticuatro, en la cual ha cumplido con su deber de un modo digno de admiración. En el combate de Junín quedó mandando nuestra caballería con el valor que siempre le ha distinguido. En Ayacucho tuvo el mismo man- [274] do, y lo desempeñó con aquella intrepidez y acierto que tanto contribuyeron á la victoria.
"El general Miller fué de los primeros que emprendieron la libertad del Perú, y es de los últimos que la ha visto triunfar. Su actividad, su moderación y su conducta moral lo han hecho recomendable á los ojos de sus jefes, y los pueblos que ha mandado lo han respetado como á un buen magistrado.
"El general Miller no ha participado jamás de ninguna de las facciones que han tenido en el Perú; por el contrario, los gobiernos sucesivos y los diferentes generales que han mandado el ejército han puesto entera confianza en su fidelidad. Por consecuencia de estos servicios, el gobierno del Perú ha recompensado dignamente al general D. Guillermo Miller.
"Dado en el cuartel general de Potosí, á 29 de Octubre de 1825.

Firma de Bolívar. Imagen: Wikipedia


BOLÍVAR
(firmado)
Por O. de S.E.
FELIPE SANTIAGO ESTENÓS,
Secretario general."

El 1° de Noviembre salió el Libertador de Potosí y marchó á Chuquisaca. El general Miller le siguió dos días después, y permaneció en aquel punto hastas el 11, que se despidió del general Bolívar y regresó á Potosí. Chuquisaca contiene una Universidad, y puede llamarse el Oxford del Perú. Su clima es el más delicioso que puede imaginarse.

El general Miller salió de Potosí en la mañana del 26 de Noviembre; las calles del frente de su casa estaban llenas de gente; el general Urdininea, los oficiales de la guarnición, los jefes de los ramos, los miembros del Ayuntamiento, de los gremios y mucha parte del clero le acompañaron á caballo hasta una distancia considerable.

De todos recibió las demostraciones más satisfactorias de aprecio y buen deseo. Unánimemente le manifestaron el profundo sentimiento que les causaba la determinación [275] que había tomado; lamentaban la necesidad que le había movido á ella, y le rogaban con las súplicas más ardientes que regresara pronto.

Sin embargo del gran deseo que tenía Miller de volver á Inglaterra, no pudo despedirse de aquellas gentes tan honradas y entusiastas sin experimentar un verdadero pesar; y hasta pasados algunos días no pudo desechar la tristeza que le causó su interesante separación.
Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca en la actualidad. Creada el 27 de marzo de 1624 por orden del rey Felipe IV, posterior a la Universidad de San Marcos en Lima (1551) y anterior a la de Harvard (1636). Imagen: Epistemowikia 

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