sábado, 25 de abril de 2015

El debate sobre el mar

El debate sobre el mar

Esos esfuerzos no serán suficientes sin una gestión que monitoree la ruta de los 15 jueces de La Haya
La Razón (Edición Impresa) / Carlos Antonio Carrasco
02:12 / 25 de abril de 2015
 
A medida que se acerca la confrontación oral que en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) librarán los agentes de Bolivia y de Chile, en cuatro turnos a partir del 4 de mayo venidero, arrecia también la polémica entre los actores principales de esa magna batalla jurídica. En ese escenario me correspondió protagonizar en pocos días discusiones sobre las variadas conjeturas que se tejen alrededor de la suerte que correrá la demanda boliviana ante la CIJ. En el almuerzo de confraternidad ofrecido por el Círculo de la Unión, mi ponencia sobre El estado del mundo, después de recorrer la veintena de conglomerados geopolíticos que existen en el planeta (desde el Daesh o Estado Islámico, hasta el grupo de Shanghái), el periodo de preguntas terminó indefectiblemente en la cuestión marítima.
Con mayor pertinacia comparecí ante el consejo del Instituto Prisma, para opinar sobre la demanda nacional depositada en La Haya, alternando en aquel ameno conversatorio con una treintena de auditores altamente calificados que repasaron con erudita prudencia los probables traspiés del pleito que nos preocupa. En otra jornada, la Cámara Nacional de Comercio me invitó a disertar acerca del Tribunal Internacional de La Haya, bajo el rubro de “Análisis de sus fallos y la demanda marítima de Bolivia”, ocasión para alternar con una nutrida audiencia de abogados junto a la masiva asistencia de entusiastas estudiantes universitarios. Esa misma noche, el acucioso presentador John Arandia me recibió en su popular programa televisivo A todo pulmón para conversar sobre el mismo tema.
En todas esas ocasiones recordamos que el primer juicio se trataba únicamente acerca de la competencia de la CIJ para considerar el caso, y que podría culminar en una de las siguientes tres opciones: la afirmativa, que complacería a Bolivia; la negativa, que satisfacería a Chile; o una tercera vía: que la Corte de La Haya se pronuncie sobre su competencia al cabo de examinar el fondo de la cuestión. Remarcamos la alta calidad del alegato boliviano que sustentará la presentación del docto agente Eduardo Rodríguez Veltzé, secundado por su equipo de juristas internacionales. Asimismo, valoramos los desplazamientos del vocero de la causa, el expresidente Carlos Mesa, para desmitificar los embustes chilenos. Sin embargo, se insistió en que esos esfuerzos no serán suficientes sin una sagaz gestión diplomática que monitoree cautamente la ruta de los 15 jueces que, al final de cuentas, son los únicos que decidirán el destino de impetración nacional. Para comprender mejor los pasos que siguen, a puerta cerrada, los 15 magistrados provenientes de otras tantas nacionalidades, culturas y lenguas disimiles, cuya información jurídica obedece a escuelas de pensamiento distintas, les ofrecí mi trabajo llamado Cómo se ‘cocina’ un fallo en la CIJ, en el cual se describe la secuencia formal e informal del conjunto de esos insignes togados para lograr elaborar el texto único que constituirá su sentencia definitiva e inapelable: el procedimiento escrito, la fase oral de los litigantes, el cuestionario con las dudas que producen los expedientes de las partes, las opiniones curiosamente anónimas primero y manifiestas después, el afloramiento de las tendencias mayoritarias y minoritarias, la tarea del comité de redacción, la primera versión del fallo, el debate interno de los jueces, la segunda versión corregida, el texto de compromiso y finalmente el voto oral y nominal sobre el veredicto, donde no se admiten abstenciones pero sí reservas. Todo ese periplo toma meses y a veces años, para permitir un estudio sereno de los legajos presentados por los querellantes, que contienen miles de páginas y copiosos anexos.
El intercambio de opiniones con letrados y profanos sobre un tema que se ha convertido en la razón de ser de la nación ha avivado en mí la llama de la bolivianidad que me acompañará para observar, in situ (en La Haya), las históricas jornadas que se avecinan.

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