El debate sobre el mar
A medida que se acerca la confrontación oral que
en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) librarán los agentes de
Bolivia y de Chile, en cuatro turnos a partir del 4 de mayo venidero,
arrecia también la polémica entre los actores principales de esa magna
batalla jurídica. En ese escenario me correspondió protagonizar en pocos
días discusiones sobre las variadas conjeturas que se tejen alrededor
de la suerte que correrá la demanda boliviana ante la CIJ. En el
almuerzo de confraternidad ofrecido por el Círculo de la Unión, mi
ponencia sobre El estado del mundo, después de recorrer la veintena de
conglomerados geopolíticos que existen en el planeta (desde el Daesh o
Estado Islámico, hasta el grupo de Shanghái), el periodo de preguntas
terminó indefectiblemente en la cuestión marítima.
Con mayor pertinacia comparecí ante el consejo del Instituto Prisma,
para opinar sobre la demanda nacional depositada en La Haya, alternando
en aquel ameno conversatorio con una treintena de auditores altamente
calificados que repasaron con erudita prudencia los probables traspiés
del pleito que nos preocupa. En otra jornada, la Cámara Nacional de
Comercio me invitó a disertar acerca del Tribunal Internacional de La
Haya, bajo el rubro de “Análisis de sus fallos y la demanda marítima de
Bolivia”, ocasión para alternar con una nutrida audiencia de abogados
junto a la masiva asistencia de entusiastas estudiantes universitarios.
Esa misma noche, el acucioso presentador John Arandia me recibió en su
popular programa televisivo A todo pulmón para conversar sobre el mismo
tema.
En todas esas ocasiones recordamos que el
primer juicio se trataba únicamente acerca de la competencia de la CIJ
para considerar el caso, y que podría culminar en una de las siguientes
tres opciones: la afirmativa, que complacería a Bolivia; la negativa,
que satisfacería a Chile; o una tercera vía: que la Corte de La Haya se
pronuncie sobre su competencia al cabo de examinar el fondo de la
cuestión. Remarcamos la alta calidad del alegato boliviano que
sustentará la presentación del docto agente Eduardo Rodríguez Veltzé,
secundado por su equipo de juristas internacionales. Asimismo, valoramos
los desplazamientos del vocero de la causa, el expresidente Carlos
Mesa, para desmitificar los embustes chilenos. Sin embargo, se insistió
en que esos esfuerzos no serán suficientes sin una sagaz gestión
diplomática que monitoree cautamente la ruta de los 15 jueces que, al
final de cuentas, son los únicos que decidirán el destino de impetración
nacional. Para comprender mejor los pasos que siguen, a puerta cerrada,
los 15 magistrados provenientes de otras tantas nacionalidades,
culturas y lenguas disimiles, cuya información jurídica obedece a
escuelas de pensamiento distintas, les ofrecí mi trabajo llamado Cómo se
‘cocina’ un fallo en la CIJ, en el cual se describe la secuencia formal
e informal del conjunto de esos insignes togados para lograr elaborar
el texto único que constituirá su sentencia definitiva e inapelable: el
procedimiento escrito, la fase oral de los litigantes, el cuestionario
con las dudas que producen los expedientes de las partes, las opiniones
curiosamente anónimas primero y manifiestas después, el afloramiento de
las tendencias mayoritarias y minoritarias, la tarea del comité de
redacción, la primera versión del fallo, el debate interno de los
jueces, la segunda versión corregida, el texto de compromiso y
finalmente el voto oral y nominal sobre el veredicto, donde no se
admiten abstenciones pero sí reservas. Todo ese periplo toma meses y a
veces años, para permitir un estudio sereno de los legajos presentados
por los querellantes, que contienen miles de páginas y copiosos anexos.
El intercambio de opiniones con letrados y profanos sobre un tema que
se ha convertido en la razón de ser de la nación ha avivado en mí la
llama de la bolivianidad que me acompañará para observar, in situ (en La
Haya), las históricas jornadas que se avecinan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario