Lo saludé una mañana en Oaxaca, incrédulo yo de tanta suerte. Caminaba
por una de esas calles coloniales de piedras verdes, cuando me lo topé
de frente. Era él, claro. No podía ser otro, a pesar de su baja estatura
(me lo imaginaba grande como un gringo). Le dije "Maestro, soy un
admirador suyo". Creo que no se esperaba tanta efusividad. En realidad,
quería pasar desapercibido en una ciudad donde es frecuente toparse con
estrellas de Hollywood vacacionando. Estaba con su esposa.
Siguieron caminando por la acera, detrás de ellos había una pareja de
venezolanos que hablaban de Chávez en aquel entonces, 2004 tal vez.
Después, desaparecimos para siempre. Sólo me lo encontraba en la prensa
pronunciándose a favor de Bolivia y su mar o deshuesando con un análisis la opulencia bárbara y cínica. Lo dije una vez, fue el
historiador latinoamericano que mejor comprendió la historia de Bolivia,
su tragedia y sueños de libertad.
Me sentí muy agradecido con él
cuando sacó la cara por Bolivia el año 2003 durante la Guerra del Gas.
Para quienes apenas habían escuchado hablar de Bolivia en su vida
sintetizó en una frase el drama quienes luchabn en las calles pedregosas de El
Alto, el porqué se oponían a que el escandaloso negociado del gas rematara con una salida por territorio que alguna vez había sido boliviano:
"sobre la herida, la sal".
Cuando Goni Sánchez dió gritos de alarma y se echó cenizas sobre la cabeza compadeciéndose por el trágico camino que había escogido Bolivia al rebelarse, Galeano replicó: "el capitalismo se ve al espejo y grita de espanto".
Que en paz descanse y que de Dios goce, maestro. Gracias. (FFO)
“Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital
de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de
salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como
buscando a alguien.
Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.
Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por
muchas palabras que le pongamos, así es la cosa. A eso, así de simple,
se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre
el viaje”. -Eduardo Galeano, “El viaje”, Bocas del tiempo (Siglo XXI)
Tomado de palabrasaflordepiel: http://palabrasaflordepiel.com/2014/06/10/el-viaje-entre-dos-aleteos/
La muerte nunca mata del todo
Eduardo Galeano, una de las plumas más destacadas de la literatura
latinoamericana murió hoy en su Montevideo natal. Amir Valle, escritor
cubano, recuerda al gran Galeano.
La muerte del escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de uno de los libros clásicos de las letras latinoamericanas: Las venas abiertas de América Latina,
más que una muerte, parece una mala jugada tendida por alguno de esos
muchos personajes siniestros que él caricaturizó en cualquiera de los
tres tomos de ese otro clásico suyo: Memoria del fuego, sus agudas y poéticas viñetas sobre la realidad latinoamericana y universal.A quienes lo conocieron les queda la sensación de que volverá a nacer en cualquier momento, como le sucediera al guerrillero salvadoreño Miguel Mármol en una de las historias más conocidas que este obrero de fábrica, dibujante, pintor, mensajero, mecanógrafo y cajero de banco devenido en escritor incluyera en el tercer tomo de Memoria del fuego: “El siglo del viento”, y seguro ahora mismo, allá en La Habana, en el D.F. mexicano, en alguna cantina de Montevideo, o en algún bar de Barcelona, Madrid o París, otros escritores lo rememoran contando su historia favorita: esos nacimientos que experimentó el salvadoreño Mármol tras sus muertes supuestas o inconclusas, pues quien estuvo aunque fuera una vez cerca de Galeano siempre se impactó por su vitalidad, su alegría, su irreverencia e, incluso a veces, su mal genio. ¿Cómo no esperar entonces que reaparezca, burlón, diciendo: “¡vaya tontos que se han creído ese chiste sobre mi muerte!”.
Su amada Montevideo lo vio nacer el 3 de septiembre de 1940, y esa misma ciudad sería el escenario de sus primeros pasos en el mundo del periodismo y la literatura cuando a los 14 años comenzó a vender caricaturas políticas al semanario del Partido Socialista uruguayo El Sol, firmando como "Gius", su primer apellido.
Los cubanos lo recuerdan en la Casa de las Américas contando cómo, tiempo después, decidiría usar el apellido de su madre: Galeano, con el que se impuso en el mundo periodístico como Jefe de redacción del prestigioso semanario izquierdista uruguayo Marcha, o como director del diario Época, medios donde consolidó el ideario que lo llevaría a escribir con la mente puesta en develar las verdades que los colonialistas e imperialistas utilizaban para aplastar los sueños libertarios del continente. Lo recuerdan reviviendo cómo a partir de 1971 esa institución cubana le insufló el aire que necesitaba para escapar de la asfixia que provocara en él la censura contra su libro Las venas abiertas de América Latina.
Y cómo tras el golpe de Estado de 1973 que instauró la dictadura cívico militar de Juan María Bordaberry se radicó en Buenos Aires, donde continuaría su labor crítica en la revista Crisis, que tuvo que interrumpir por el golpe de Estado liderado por el general argentino Videla en 1976…, su llegada a España donde vivió exiliado hasta 1985, su regreso a su Uruguay natal, ya en democracia, donde fundaría el semanario Brecha y dio a la imprenta el que junto a El libro de los abrazos y Las venas… ha sido otro de sus fenómenos literarios más traducidos y de impacto en otras culturas: Memoria del fuego.
Y es que, aunque su prolífica obra periodística y literaria, lo convirtió en una presencia habitual en eventos, foros académicos y ferias internacionales de todo el mundo, su pasión por Cuba le hacía viajar, o estar en permanente comunicación con la isla, casi siempre a través de otro gran escritor cubano, el narrador Eduardo Heras León, a quien consideraba un hermano. En ese entorno, las tres últimas generaciones de escritores cubanos, muchos de ellos graduados del Centro Nacional de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”, fundado y dirigido por Heras León, pudieron compartir en numerosas ocasiones con Galeano sus historias, recibir sus enseñanzas, disfrutar de su contagiosa palabra.
En una entrevista concedida a la revista Ñ, cuando le preguntaron “¿Qué es la muerte para usted?”, contestó: “A veces me angustia. A veces le tengo miedo. A veces me resulta indiferente, y otras veces, las más frecuentes, creo que la muerte y el nacimiento son hermanos. Que la muerte ocurre para que el nacimiento sea posible. Y que hay nacimientos para confirmar que la muerte nunca mata del todo”.
Eduardo Galeano ha muerto, dicen las noticias, pero quienes lo conocieron repiten esas, sus palabras: “la muerte nunca mata del todo”.
http://www.dw.de/la-muerte-nunca-mata-del-todo/a-18378968
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