domingo, 19 de enero de 2014

Lugares y países para soñar - La Razón

La Razón (Edición Impresa) / Flora Gragera de León - periodista
00:00 / 19 de enero de 2014
Todos sabemos que la casa de Emma Bovary no existe en la realidad ni que, por mucho que nos empeñemos, daremos con la madriguera de Fagin a la que regresan los niños ladrones en el Oliver Twist al que Charles Dickens dio vida. Hay lugares que la literatura crea y de los que reconocemos sus límites, a los que dejamos sin problemas confinados al mundo desde el que parten y al que pertenecen: el de la imaginación de sus autores.
Pero no son esos espacios de los que Umberto Eco desea ocuparse en Historia de las tierras y los lugares legendarios. Aunque no falten lectores que el escritor describe como 'fanáticos' que tratan de dar con ellos o con otros que sí se inspiran en espacios reales, y de los que se han creado itinerarios y ritos, como es el caso del Dublín que James Joyce recreó en Ulises y que sus seguidores recorren cada 16 de junio tras las huellas de Leopold Bloom.
Hay lugares que desbordan las fronteras de las páginas de los libros y crean “quimeras, utopías e ilusiones”, y se convierten en objeto de una búsqueda y crean leyendas. De estos lugares se ocupa Umberto Eco en  Historia de las tierras y los lugares legendarios.
Eco no excluye que estos lugares hayan existido en otros tiempos muy remotos, y que han mantenido en vilo a generaciones. Nacen porque, como apunta Carlos García Gual, son “una compensación a una realidad insatisfactoria, más gris o más siniestra” que a veces se sitúan en un pasado idealizado y acaso perdido”.
Pero pasemos a ejemplos concretos, los que da esta Historia de las tierras y los lugares legendarios.
El libro de Eco, acompañado de espléndidas ilustraciones, nos lleva de la mano por el recorrido cartográfico, visual y textual de estos territorios. La tierra plana y la imaginación de unos seres habitantes de las Antípodas son el primer ejemplo, que se analiza sujeto a las teorías que atacaban o apoyaban la esfericidad del globo en la Antigüedad y la Edad Media. Las tierras de la Biblia con el centro de las 12 tribus de Israel dispersas, la procedencia de la reina de Saba que fue a conocer al famoso Salomón, “¿de dónde venían (y adónde) fueron a parar los Reyes Magos?”, o la localización de su sepultura, de la que habló Marco Polo.
La transformación de la fantasía griega del mundo en un lugar legendario, las tierras de Homero, aquellos lugares que Ulises recorrió en su largo peregrinaje y las siete maravillas, de las que la única sobreviviente, la pirámide de Keops, es la que ha suscitado mayor número de leyendas. La nostalgia del paraíso terrenal, ese jardín del Edén como aquel en el que gobernaba la inocencia y, como lo describe Eco, su versión laica con El Dorado ya en el Nuevo Mundo...
El que más ha desangrado los tinteros ha sido la Atlántida, ese continente perdido, del que dice la leyenda de que no se logra dar con su paradero porque se hundió en el mar. Otros son el país de Jauja, la tierra Austral y las islas Salomón.


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