domingo, 15 de marzo de 2015

La era del Mito, la era de la Historia

En su lucha por la vida independiente las jóvenes repúblicas de Sudamérica no contaban con una ideología propia como la habían tenido la Guerra de Independencia en los Estados Unidos o la Revolución Francesa. Las oligarquías locales acudieron a la creación de una mitología propia que con el tiempo llegarían a convertirse en creencias nacionales no necesariamente probados por la ciencia de la Historia. 
Como en toda sociedad semi letrada, entre nuestras naciones tuvo éxito aquel país que logró insertar la narrativa de sus creencias y costumbres lugareñas con el gran discurso del Positivismo (el darwinismo social) y junto con ellas sus mercancías ingresaron de manera temprana dentro del Progreso Indefinido, el Mercado. Aislado del comercio mundial por el desierto más inhóspito del planeta, Atacama, Bolivia permaneció encerrada entre montañas, pero conservó la memoria de dos pasados gloriosos: el del Potosí colonial y el del Tahuantinsuyo. Los historidres de Chile se dieron cuenta que su país carecía del brillo español y del prestigio civilizatorio incaico y pasó a generar un nacionalismo feroz como la ambición de su pequeña burguesía comerciante, hasta que uno de esos comerciantes con profundo resentimientos hacia la aristocracia limeña, Diego Portales, vió que un proyecto de nación se encontraba en la negación de sus opulentos vecinos Bolivia y Perú. En otras palabras, se trataba de reproducir y prolongar la querella con el gran enemigo de la España mercantil y medieval (la Inglaterra imperial del siglo XIX) y sus estrategias de guerra y comercio que provenían de la piratería del siglo XVI. ¿Existió el Diego Portales "padre espiritual de la Patria" como fuera venerado por la derecha pinochetista? Hasta hoy se sigue afirmando que el ministro Diego Portales existió, innegablemente, pero que su papel y función dentro de la historia de Chile no es sino retroactivo, que su "redescubrimiento" como ideólogo y pensador del Chile moderno es otro mito elaborado en 1929 por J. Edwards desde Alemania mientras estudiaba archivos y documentos alemanes que legitimaran una alianza con el pensamiento geopolítico de la época (la obra del científico germano Tadeo Aënke, que tristemente editó de manera parcial y muy tijereteada para omitir las referencias del litoral marítimo y territorio boliviano).
Cuando se trata de la Guerra del Pacífico, por ejemplo, ya no son textos secretos ni obras mutiladas las que entran en juego. Es casi inevitable que los historiadores contemporáneos de Chile -salvo honrosas excepciones- escamoteen la verdad histórica del despojo marítimo que sufrió Bolivia tras una minuciosa reconstrucción militar de los acontecimientos. Las batallas vendidas como la verdad histórica.
Soy de los que piensan que en Chile todavía se vive en la era del mito, que su desarrollo tecnológico ni el mejor nivel de su sistema educativo son garantías de estar viviendo tiempos históricos (en la acepción moderna del término). La Alemania nazi, con todo su poderío militar tecnológico es el ejemplo más a mano que tengo para afirmar que se puede ser bárbaro y gozar de poderío militar tecnológico superior sobre comunidades civilizadas.

A continución, un listado de esos entredichos que todavía cultivan polemistas de uno y otro país para glorificar la guerra (en unos casos) o para librarse de culpas (en otros). Está bien, es parte de un debate que algún día deberá dejar de ser un diálogo de sordos para convertirse en escenario de encuentros y entendimientos. Siempre y cuando no pierdan de vista el bosque por mirar al árbol. (Franklin Farell Ortiz)

 

Mitos chilenos, peruanos y bolivianos de la guerra

El relato de un hecho único, la Guerra del Pacífico, ha producido una serie de versiones que varían según quién narre. Así, Bolivia, Perú y Chile han creado varios mitos sobre el conflicto bélico de 1879, que han sobrevivido hasta la actualidad.
La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar Agramont / La Paz
00:06 / 15 de marzo de 2015
La complejidad de la Guerra del Pacífico (1879-1883) y los sentimientos íntimos que ha despertado en la manera de escribir la historia en los tres países involucrados —Bolivia, Perú y Chile— han generado una serie de mitos de los cuales, felizmente, cada vez es más fácil hablar sin herir sentimientos patrios, aunque también es verdad que persisten algunos fanatismos que dan por ciertos los episodios mitológicos de los que se hablará a continuación.
La revisión será solo de los mayores mitos que la historia ha perpetuado en los imaginarios de Bolivia, Perú y Chile. En todos los casos ya se inició un proceso de desmitificación a cargo de la nueva historiografía de estos tres países, si bien dichas versiones siguen profundamente arraigadas.
En el caso peruano se puede citar el mito de la retirada de Camarones como un supuesto abandono del presidente boliviano Hilarión Daza al Perú, mito vinculado a que Perú haya ido en auxilio de Bolivia; en el chileno, que la guerra haya sido provocada por el gravamen de 10 centavos al quintal de salitre extraído por la Empresa de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta de capitales ingleses y chilenos; y, por último, en el caso de Bolivia hay que volver a insistir en la falsedad del ocultamiento de la noticia de la invasión por parte de Daza. Estos mitos son los escogidos como los más destacados por el historiador Pablo Michel.
PERÚ. “El mito peruano, que lamentablemente va contra nosotros, es la retirada de Camarones”, afirma el historiador. Un cuerpo importante de combatientes, encabezado por Daza, debía ir de Tacna hacia el sur, a dar encuentro al Ejército peruano y reforzar la defensa. Una vez llegados a Camarones —tras una travesía por el desierto e indisciplina de los soldados que cargaron vino en lugar de agua— se hizo una pausa antes de seguir adelante. Tras un consejo de guerra se decidió volver sobre sus pasos al norte. Luego, en la batalla de San Francisco la tropa peruana sería aniquilada, de lo cual culpa el Perú a Daza.  Si bien hay equivocaciones militares que bien se pueden atribuir a Daza, lo que la historiografía oficial peruana llama la “traición de Camarones” no es una de ellas.
Lo cierto es que ningún miembro del Estado Mayor de Daza quería seguir adelante. Según el historiador Enrique Vidaurre uno de los jefes del mismo, del que prefiere no dar el nombre, incluso habría dicho: “Señor General: cómo se va quedar Bolivia sin Ejército, mejor es que de aquí nomás nos vayamos a La Paz”. Michel cuenta que la imagen de Daza como traidor es tan difundida que cuando alguien llega tarde en Perú se dice que “está como Daza”.
“En realidad es un mito basado en una media verdad. Evidentemente Daza manda un telegrama a Ignacio Prado, que era el Jefe Supremo de la Campaña (con el mensaje): ‘Ejército se niega pasar adelante’. Lo que no registra la historia es la respuesta de Prado: ‘viendo no solo que es inútil sino peligrosa su marcha al sur...’”, cita el historiador Michel. Con esta comunicación se quita el estigma a Daza. Además, Prado era el Jefe Supremo de la guerra que consiente la contramarcha. “Daza fue el más leal con el Perú, incluso en desmedro de Bolivia”, concluye Michel.
CHILE. El mito chileno de mayor importancia es el  gravamen de los 10 centavos al quintal de salitre como causa de la guerra. “Si se hace una encuesta en Chile, la respuesta a la razón de la guerra será que Bolivia violó el tratado con ese cobro. En realidad Chile había pensado esa guerra por lo menos desde 20 años atrás”, asevera Michel. En efecto, el armamentismo chileno comenzó mucho antes. “El objetivo de Chile era Perú, desde que nacionalizó su guano y salitre. Esta medida causó malestar en Santiago”.
Otro elemento que demuestra que el impuesto “era un pretexto” es que la Empresa de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta era una compañía privada, “¿qué tenía que hacer el Estado chileno protegiendo a una empresa privada?”, se pregunta el historiador. Finalmente, el mito más grande es que Perú haya ido en ayuda de Bolivia. “Eso es falso porque Chile quería la guerra con el Perú”.
Es conocido que hubo muchos ofrecimientos chilenos a presidentes bolivianos para hacer la guerra al Perú, como por ejemplo a Mariano Melgarejo, a Aniceto Arce y al mismo Daza. Todos rechazan esto.Michel habla de un documento de Valparaíso en el que encontró que el general Baquedano ordenó el “repaso” (volver a disparar a los cadáveres) solo sobre los soldados peruanos y no sobre los bolivianos. “Esto muestra que Chile todavía quería llegar a un entendimiento con Bolivia porque su objetivo era el Perú. La ironía es que hoy Chile y Perú se han acercado y Bolivia se ha quedado enclaustrada”.
BOLIVIA. Ya se ha reiterado, desde la investigación de Gastón Velasco, que la versión iniciada por el historiador chileno Vicuña Mackenna sobre el ocultamiento de la noticia de la invasión con el propósito de continuar el Carnaval es falsa. No obstante, aún hay personas que consideran que Daza se guardó la información y continuó la fiesta. Velasco demostró más que convincentemente que al no haber telégrafo en el litoral boliviano la noticia viajó primero en el barco Amazonas de Antofagasta el 16 de febrero, Tocopilla el 17, Iquique el 18, para llegar a Arica el 19. El 20 (Jueves de Comadres) partió a caballo, de Tacna, un estafeta que llegaría a La Paz seis días después: el 25 (Martes de Carnaval) a las 23.00. Dio la noticia y Daza la hizo pública.
El interés de algunos bolivianos  de esa época en confirmar el mito se asentaba en que otras autoridades —para matizar sus responsabilidades— querían desprestigiar a Daza para justificarse en el poder. “Es notorio que el pueblo de La Paz ignorara el aviso funesto del 14 de febrero (fecha en que la tropa chilena invade Antofagasta), mientras que Daza, aturdido por el bullicio del Carnaval, ocultaba el parte”, escribió Eliodoro Camacho, que fraguaba un golpe.
Por lo demás, el buque blindado Blanco Encalada estaba ya en las costas de Antofagasta desde enero y los diplomáticos chilenos amenazaron ese mes con el rompimiento del tratado de límites vigente, lo cual es, en rigor, una amenaza de guerra. “En ese mito nos hemos quedado. Se ha enraizado en el imaginario nacional”, cierra Michel.

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