Ni llevaban botas, ni usaban casco. Por el contrario, solían portar un equipo ligero para poder «saquear» al enemigo y se costeaban sus propios proyectiles
El arcabucero y su función
Si por algo son recordados los míticos Tercios españoles (herederos para muchos de las disciplinadas legiones romanas) es por haber luchado hasta la extenuación pica y espada ropera en
mano. Sin embargo, y a pesar de que tradicionalmente la valentía se
suele medir atendiendo a los mandobles que se reparten, también contaban
en sus filas con una parte considerable de soldados que se dedicaban a
hacer que cayera sobre el enemigo un torrente de plomo. Estos
combatientes podían ser arcabuceros o mosqueteros (dependiendo del arma que portasen) y, a pesar de que en la época no llevaban ningún uniforme, contaban con una serie de equipo común que les convertía en inconfundibles mientras repartían plomo entre los enemigos de la Cruz de Borgoña.
Para entender la importancia de los resueltos arcabuceros y
mosqueteros que formaban una parte esencial de los Tercios, es
necesario retroceder en el tiempo hasta el S.XVI. Fue en esta época
cuando Carlos I
(V para los alemanes, más prolíficos según parece en reyes con este
nombre) creó tres unidades militares para proteger las comarcas de Nápoles, Sicilia y Milán de
sus enemigos. No era para menos, pues los franceses andaban por
entonces enfrascados hasta el corvejón en la santa y puñetera misión de
quitarnos esas regiones o, al menos, darnos algún que otro susto espada
en mano.
«En mi opinión, Carlos V creó los tercios para resolver el problema administrativo
de gestionar su instrumento militar: El número siempre creciente de
compañías sueltas que necesitaba para defender a sus vasallos, primero
de los franceses y luego contra los turcos. El cuándo es la pregunta del
millón. Al parecer existe una especie de instrucción del Tesoro de 1537 que explica cómo se ha de pagar a cada hombre de los Tercios. También se dice que una disposición imperial de 1534 redistribuyó
las fuerzas españolas destacadas desde antiguo en Italia en tres
tercios»», explica en declaraciones a ABC el general de Infantería e
historiador José María Sánchez de Toca y Catalá, coautor de «Tercios de España. La infantería legendaria.
El combate y la función del arcabucero
Los famosos Tercios luchaban en grupos considerables. En su mayoría, las unidades estaban formadas por piqueros -combatientes
ataviados con una extensa lanza de entre cuatro y seis metros- apoyados
por tropas de disparo. Su forma de darse de mamporros contra el enemigo
era sencilla. En primer lugar, los mosqueteros arrojaban a una distancia de entre 50 y 60 metros su munición contra el enemigo.
Posteriormente, y según se acercaban los contrarios, los arcabuceros (equipados
con un arma considerablemente menos potente) salían de entre las filas y
les disparaban varias andanadas a unos 20 metros. Una vez realizadas
todas las bajas posibles a distancia, era el momento de que compañeros
demostraran su destreza en el cara a cara, acero mediante, eso sí.
La importancia de los arcabuceros dentro de los Tercios españoles era vital, pues se correspondían con uno de los elementos más ofensivos
y que más bajas podían causar (a nivel de infante) dentro de la
gigantesca maquinaria de combate. Tal era su efectividad que, aunque en
principio su número era la tercera parte del total de las unidades, este terminó aumentado hasta el 80% en su última época.
Su importancia era vital, tanto para desmoralizar al
enemigo mediante continuas descargas de pólvora, como para acabar con
él. «Arcabuceros y mosqueteros señorearon los campos de batalla hasta
que fueron sustituidos en el S.XVIII por los fusileros,
que tenían un arma de menor calibre y más fácil de disparar», explican
Fernando Martínez Laínez y Sánchez de Toca en su obra conjunta «Tercios
de España. La infantería legendaria».
Por otro lado, su trabajo no acababa cuando empezaba el
cruce de aceros. Y es que, una vez que las picas caían sobre el enemigo,
los arcabuceros se aunaban en pequeños grupos (llamados «mangas») que defendían los flancos del cuadro de piqueros. Estos grupos se destacaban por su gran movilidad.
«Aunque el ejército español podía parecer muy monolítico,
pues combatían en grupos de infantería, tenían una capacidad táctica
considerable, pues las mangas podían disgregarse y actuar de forma
independiente, más móvil», explica, en declaraciones a ABC José Miguel Alberte, presidente de la Asociación Española de Recreación Histórica «Imperial Service»
(una de las más grandes de nuestro país y colaboradora activa en la
exposición itinerante del Ejército de Tierra «El Camino Español. Una
cremallera en la piel de Europa»).
Bondades y sufrimientos del arcabucero
A pesar de que estos soldados eran de los combatientes
mejor considerados por su utilidad y versatilidad, su vida estaba llena
de oscuros y claros. Bondades y sufrimientos con los que tenían que
convivir en los páramos de Flandes. Entre las desventajas de ser un
arcabucero se encontraba, en primer lugar, adquirir un arma, pues en el ejército de entonces cada soldado debía costearse sus propios pertrechos.
«Las armas eran propiedad del soldado y
las compraba él, Eso era un problema para los arcabuceros, que tenían
que gastarse un buen dinero. Con todo, hay que tener en cuenta que los
rangos y los sueldos en los Tercios se conseguían dependiendo del equipo
y de lo que se aportaba al ejército. Un pica seca (el rango más bajo) no cobraba lo mismo que un coselete (equipado
con armadura). Éste, por su parte, era superado por el arcabucero y, en
última instancia, estaba el mosquetero», añade Alberte.
Al pagar la pólvora, los arcabuceros evitaban disparar
Por otro lado, el Ejército español no se rascaba
precisamente el bolsillo a la hora de equipar a los arcabuceros, lo que
daba lugar a situaciones absurdas (y muy españolas) en el campo de
batalla. «Los mandos de los Tercios no pagaban ni alojamiento, ni comida, ni mecha, ni balas.
¿Qué sucedía? Pues lo que sucede en la actualidad, que si en tu trabajo
pagas la impresión de los informes, no utilizas la impresora. Muchas
veces preferían no disparar. La falta de fuego costó muchos disgustos al Ejército Español, por lo que los oficiales usaron un sistema muy nuestro: premiar a aquellos arcabuceros que
disparasen más con otros dos ducados. Sin embargo, como seguían sin
hacer fuego, se estableció que se daría uno más a aquellos que los
responsables considerasen que disparaban más que el resto. Esto ponía
sus sueldos en 11 ducados», añade el recreador.
Por otro lado, los arcabuceros carecían de un equipo defensivo pesado como
el de los piqueros más veteranos, los que hacía que tuviesen muchas más
posibilidades de marcharse al otro barrio si entraban en combate cuerpo
a cuerpo. No obstante, contaban con poco equipaje y una mayor libertad
para desplazarse en las «mangas» a través del campo de batalla, lo que
hacía que tuviesen también más capacidad de rebuscar entre los cadáveres enemigos y marcharse con un buen botín (ya fuera en dinero, o en botas y ropajes
–todo muy codiciado en aquellos tiempos en los que las pagas llegaban
con meses de retraso). Por el contrario, los piqueros no podían
disgregarse, pues su fuerza radicaba en que el enemigo no superase la
barrera de filos que le ponían frente a sus narices.
http://www.abc.es/cultura/20150602/abci-tercios-espanoles-arcabucero-equipo-201506011938_1.html
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