Guerra del chaco - Cartas inéditas y testimonios
Un soldado boliviano durante la guerra del Chaco escribe una carta |
Relatos desde las trincheras
Un grupo de soldados bolivianos en las trincheras
Fotos: José Lavayén, Alejandra Rocabado, Museo de Historia Militar, archivo La Razón
El soldado Manuel
Monje Gutiérrez mató a su primer “pila” a los 17 años. Aún tiembla al
recordar ese episodio de hace 83 años, apenas pisó el infierno del Chaco
junto a sus camaradas del Regimiento Murguía 50 de Infantería, en la
contienda bélica que enfrentó a Bolivia y Paraguay de 1932 a 1935.
Era huérfano. El yungueño recuerda que sus ansias de defender a la
Patria le llevaron a emprender una travesía de cuatro días desde Irupana
para enrolarse en un cuartel de la ciudad de La Paz. Sus abarcas
quedaron desgastadas porque lo hizo a pie. Pero un capitán lo despreció
por su edad. “¡Vaya a terminar de mamar!”, fue el veredicto que recibió.
Apesadumbrado, asumió el retorno. Hasta que en el poblado de Lambate
vio una patrulla de reclutamiento y se hizo “capturar”.
ORÍN. Fue trasladado al mismo cuartel. Al verlo, el capitán le volvió a
increpar. “Qué quiere que haga, la recluta me trajo”, le respondió
Manuel. “¿Quieres ir a la guerra, vas a soportar?”, le preguntó ella.
“Ya veré si soporto, pero quiero ir”, dijo el adolescente. Y cumplieron
su anhelo. Sin saber manejar bien las armas, liquidó a un paraguayo
(pila) el primer día que entró en acción. Y en el campo de batalla
recién se dio cuenta de que el ¿vas a soportar? no fue gratuito.
Sus amigos y él tomaron orín para no morir de sed. Tuvieron que
transformarse en sabuesos para hallar sipoies (especie de papayas) y
otros frutos silvestres para lidiar con el hambre y la deshidratación.
Los toborochis gruesos se convirtieron en sus escudos para enfrentar las
bombas... “Difícil recordar esas estrofas, era una cosa de lo peor. Nos
han castigado, éramos tan jovencitos”. Eso sí, ahora con 100 años en
los hombros y el ojo izquierdo maltrecho, no duda de que volvería a
caminar desde los Yungas si el deber lo convocara otra vez.
El 12 de junio se recuerdan 80 años del fin de esta disputa, con la
firma del Protocolo de Paz entre Bolivia y Paraguay, en la ciudad de
Buenos Aires, Argentina.
Aunque el cese el fuego recién llegó dos jornadas más tarde. Informe La
Razón presenta cartas inéditas, escritas desde las trincheras,
proporcionadas por el coronel Diego Martínez Estévez; testimonios de
sobrevivientes; documentos, publicaciones, informes reservados sobre el
conflicto; consultó libros y entrevistó a especialistas sobre este
capítulo que dejó decenas de miles de bolivianos en los camposantos.
Los vientos de guerra soplaban décadas antes de 1932. Así lo señalan
los historiadores Robert Brockmann, el general Tomás Peña y Lillo
Tellería, el coronel Martínez y el exvicecanciller Jorge Gumucio. Los
derechos de propiedad sobre el Chaco Boreal fueron el motivo. Ya en
1928, con el asalto paraguayo al fortín boliviano Vanguardia, la
situación estuvo al límite. Aunque el presidente Hernando Siles
consiguió poner paños fríos al asunto gracias a la bandera de la
diplomacia.
DADDICITO.
Con el mando de la nación en manos de Daniel Salamanca (1931-1934), el
discurso que se propagó apuntaba a “pisar fuerte” en la región de la
discordia. Sin embargo, la gota que derramó el vaso tuvo a una mentira
tras bambalinas. Resulta que los paraguayos hallaron una laguna en medio
del Chaco, en 1931, en un área estratégica. Un año después, los mayores
bolivianos Jorge Jordán y Óscar Moscoso sobrevolaron el lugar y
advirtieron la presencia del depósito hídrico.
Por ello, el 15 de junio, los soldados bolivianos ahuyentaron de allí a
los paraguayos y ocuparon el fortín Carlos Antonio López (Pitiantuta).
Salamanca fue anoticiado. Y dejando de lado su ideología, trató de
evitar el conflicto al enterarse de las condiciones militares,
logísticas y económicas del país. Les pidió a los militares que se
alejen de la laguna y éstos le respondieron que no podían hacerlo por su
importancia. Entonces, el Presidente les ordenó que se vayan a la
orilla opuesta y que abandonen el fuerte.
Los líderes simularon obedecer la instrucción. No se movieron del área y
rebautizaron al fortín con el nombre Mariscal Santa Cruz. Hasta que los
paraguayos se reforzaron y reconquistaron el enclave, el 16 de julio.
Pero Salamanca recibió el informe de que éstos habían atacado un fuerte
boliviano. Y se decantó la lid. El Mandatario actuó de buena fe, los que
no lo hicieron, señala Brockmann, fueron Moscoso, el coronel Enrique
Peñaranda (quien luego fue Presidente) y el general Filiberto Osorio,
jefe del Estado Mayor.
El 10 de mayo de 1933, Paraguay declaró la guerra a Bolivia, y ésta
respondió al día siguiente (leer el documento de la anterior página).
Salamanca estaba convencido de la victoria, había la confianza de la
superioridad militar boliviana, aunque ello fue puesto en entredicho en
el transcurso de esta disputa en la que se escribieron centenares de
historias valerosas. Una de ellas se plasma en la carta que el
subteniente Carlos Zabalaga le envió a su padre en 1933, que es
transcrita a continuación:
Cercanías de Arce, 4 de septiembre de 1933
Señor Carlos Zabalaga (Cochabamba)
Mi querido Daddicito:
Mi crónica postal es breve esta vez, pues poco tiempo tengo para ello.
Solamente quiero referirte una acción bastante huraña para nosotros, que
por la aspereza aparente que tiene y la dulcedumbre de su realidad, te
hago la oferta de una piña. Así, áspera en su cáscara, agradabilísima en
su carne.
Los días 30 y 31 de agosto, fueron para nosotros de bregar ardiente.
Los pilas nos hicieron un ataque violento y envolvente en este sector y
cuando los pilas gritan rodeo, hay para nosotros un estremecimiento
eléctrico. Son gallos y muy gallos para el bosque y hacer un anillo
atravesando bejucales, mote de maraña, es como jugar a la rueda en pampa
abierta. Pero ya estamos entrados en los secretos del monte, ya sabemos
cómo hay que andar por estos bosques. Los oficiales trabajamos fuerte
aquellos días. Cuando los paraguayos nos cercaron, nosotros habíamos
cerrado nuestra defensa en círculo. A mí me correspondió por orden del
comandante de regimiento, mayor Arauz, comandar el ala y la retaguardia
derecha, en un sector de cuatro kilómetros con pocos centenares de
hombres.
Como te digo antes, la nerviosidad de todos nosotros al vernos ya
cercados, fue la característica de los primeros momentos; yo no tanto
porque he estado en iguales aventuras en el sitio de Boquerón, en
Ramírez y otras, pudiendo conceptuarme como veterano del Chaco. Con
decirte que este cerco en que nos metieron los pilas fue como el de
Boquerón, ya puedes imaginarte las peripecias que pasamos. Pero todo se
compensa: la resignación de morir o caer prisioneros, fue a la par que
el valor indomable en todos. El número de paraguayos nos rebalsaba,
ellos eran tres regimientos y nosotros apenas los del 27 de Infantería.
El ataque pila fue violento. No tienes idea daddicito de la emoción que
embarga cuando se ve caer tanto pila. Si no los odiamos, porque a
odiarlos no nos hubiéramos de verlos como caían segados por nuestras
balas, como la hoz siega al alfalfar. Mi sector fue el más atacado, los
que se nos venían encima parecían ebrios, como que es esta la forma en
que el comando paraguayo lanza a sus huestes indisciplinadas, les dan
mucho alcohol siguen las prácticas antiguas de la guerra: Alcohol y
pólvora. Como la munición se nos acababa teníamos que apuntar bien, con
tiempo y buen ojo, de ahí que cada balazo nuestro o era un grito o un
cuerpo que veíamos caer desplomado.
El día 31 continuábamos sitiados y tuvimos que planear la ruptura del
cerco; también me correspondió la suerte de llevar a la práctica esta
aventura. La hazaña entrañaba grandes peligros y para rifarla cara quemé
antes muchas cositas que ahora me son necesarias. Además el agua nos
escaseaba y esto era lo que más nos preocupaba. Lo que nos favoreció fue
la decisión de la tropa. Qué estoicismo el de mis indios, una
maravilla. Mis soldados venían con la sonrisa en los labios a decirme:
Me teñente, pilas hey matadu artus.
En tanto, los pilas ya cerca a nosotros, nos gritaban: Ríndanse
bolivianitos. Mañana será tarde, los mataremos a todos. Las respuestas
fueron como ya puedes imaginarte: insultos y balas. Por fin al atardecer
dimos un ataque formidable, auxiliados con las tropas de retaguardia
que llegaban aun a tiempo. Los tomamos entre dos fuegos; pero al
anochecer los muy vivos escaparon dejándonos sus muertos y numerosos
heridos que los hicimos prisioneros.
Cuando el campo quedó despejado, quiero decir, el monte, los de
retaguardia y nosotros nos unimos en un abrazo de alegría y de mutua
felicitación. Estábamos salvados.
Una confesión íntima daddicito: Al haber actuado yo al comando de un
sector tan extenso, me he sentido otro militar, ya casi un viejo. ¿Te
figuras la responsabilidad enorme que se me encomendó? Y créeme que lo
hice bien, las medidas que había tomado fueron buenas y oportunas, me
ayudó mucho la serenidad con la que procedía en cada voz de mando.
El día 1ro. de septiembre, comíamos a gusto, tomábamos caña paraguaya
(aguardiente aguado) y para festejar mejor el triunfo me llegaron con
una oportunidad insuperable dos encomiendas enviadas por Uds. con
cigarrillos y dulces. Si en estos días no damos a estos pobres pilas,
una paliza final, acabará ya pronto la campaña. Nuestra situación es
ventajosísima. Como verás, mi estado de ánimo es inmejorable, más
contento no puedo estar, ya que he recibido la felicitación de mis jefes
por mi comportamiento en la acción que te he referido. Reciban muchos
besos y el cariño de su Charles que se alegra de darles estas buenas
noticias.
Este
relato fue incluido en el diario El Imparcial de Cochabamba, el 5 de
octubre de 1933. Y al hablar de hazañas, una épica aconteció en
Boquerón. Brockmann indica que este fortín fue retomado por unos 14.000
paraguayos. Poco más de 400 bolivianos soportaron la arremetida del 9 al
29 de septiembre de 1932. La derrota bajó los ánimos de los
combatientes de Bolivia y provocó una estampida para dejar el Chaco. El
heroico Germán Busch escribió que todos, incluso él, huían como ganado.
Así, solo quedaron los fuertes Saavedra y Muñoz en manos bolivianas.
Los coroneles Peñaranda y Bernardino Bilbao Rioja detuvieron la
estampida de soldados, les hicieron cantar el Himno Nacional y los
organizaron en Kilómetro Siete, donde se libró una batalla que se saldó
con una victoria que permitió la reorganización y la avanzada bolivianas
hasta inicios de 1933. Luego, el general alemán Hans Kundt volvió al
país y tomó el mando, con buenos resultados al comienzo.
Pero las pugnas internas desembocaron en el ocaso. Por ello, Kundt fue
relevado y el 27 de noviembre de 1934, la cúpula militar dio un golpe de
Estado al presidente Salamanca, tras convocarlo a Villa Montes
(Tarija). “Es el único corralito que les salió bien”, les criticó el
Mandatario. Y en medio de derrotas, mientras más terreno copaban los
paraguayos, se fueron alejando de sus centros urbanos y no pudieron
equipar y alimentar con efectivos a sus escuadras. Ello benefició a
Bolivia, que recuperó terreno.
Uno de los símbolos de la guerra fue el piloto Rafael Pabón, quien se
convirtió en una pesadilla aérea para los uniformados enemigos. Falleció
en su ley, en un combate en los aires, el 12 de agosto de 1934. Dos
meses antes de esta fatalidad, el irupaneño mandó a La Paz una corta
misiva a su primo (se pueden leer otras cartas transcritas en ésta y la
siguiente páginas, pertenecientes a otros soldados), la cual es
presentada a continuación:
Fecha Cañada Strongest, Junio 28 de 1934
A SU PRIMO
Nombre Eduardo Pabón
Dirección La Paz –Jaén No.
Querido ñato: Recibí tu tarjeta y me alegro que estés bien en tu casa y
familia. Yo acá tras de los pilas, para eso he venido y no hay más que
hacer algo por la Patria. He prometido solemnemente bajarme otro y lo
hice el 18 de Junio. Y prometí también siempre que evolucionen sobre el
sector que mi Escuadrilla actúa, en eliminar u obstaculizar a cualquier
pila que husmea sobre nuestro cielo, y así está por ser. Antes de ayer,
26 de junio, combatí a la vista del Cmdo. del 2º Cuerpo, Cnl. Bilbao,
Rivera, Gral. Peñaranda, etc. contra 3 pilas, me llovían sus tiros, pero
con mi máquina tigre Hawk los arremetí hasta agotar toda mi munición,
en eso vino Chacón y lo mismo. Es muy difícil combatir uno contra 3. Tu
primo con muchos recuerdos y saludos a tu Sra.
RAFAEL PABON
P.D. Mándame revistas a My. R. Pabón. Cmdte. Escuadrilla Strongest. Cañada Strongest. Recibí muy pocos folletos.
Luis Bustillo Esprella no tuvo fiesta de 15 años, pasó esa edad en
medio del Chaco, con el paludismo latigueando lentamente su salud. Fue
en 1934, cuando cursaba el segundo de secundaria, que se sumó a los
futuros bachilleres del colegio Bolívar que decidieron ser parte de la
contienda bélica. Su hermano Carlos fue su inspiración. Todo un héroe
que cayó prisionero, fue herido en la célebre batalla de Kilómetro Siete
y se encontraba en el hospital militar de La Paz para ser atendido.
Aprendió a utilizar la ametralladora en Guaqui, a orillas del lago
Titicaca. Rememora que los jóvenes eran “matoneados” por los
instructores y que ingresó a territorio chaqueño tras pasar por Oruro y
Tarija. Su capacitación estuvo dirigida a luchar en zonas selváticas,
donde la naturaleza no tiene piedad con el organismo. Y la primera
alerta que recibió de sus superiores le provocó escalofríos. “No vas a
ir por esta senda, te van a pescar y no te van a meter bala, te van a
meter cuchillo”.
Su
destacamento se ubicó cerca del fortín Ballivián. Ninguno de sus
compañeros resultó herido hasta que acabó la guerra. Todos volvieron a
casa. En medio de los enfrentamientos, se encontró con su hermano, quien
se sumó al Regimiento Santa Cruz tras superar su convalecencia.
“Sufríamos buscando en la selva algo para comer, frutos para la sed.
Venían los carros aguateros con turriles, pero no había agua para
bañarnos y permanecimos sucios todo el tiempo”.
Cuando se enteró de que se había firmado un acuerdo de paz con
Paraguay, y dejó de escuchar el fuego cruzado, solicitó que lo lleven de
vuelta a su natal La Paz, para reencontrarse con sus familiares.
“Mañana sale una columna y te acoplas”, le avisaron. No tenía ropa para
cambiarse y emprendió la travesía con sus harapos. Y al ver la primera
laguna en Entre Ríos, no lo pensó dos veces para bajar del vehículo,
desvestirse ante todos y darse un chapuzón.
VILLA MONTES. Los historiadores entrevistados remarcan que Boquerón y
Kilómetro Siete, sin duda, son nombres de batallas históricas, pero hubo
otras (leer recuadros de las páginas 5 y 6). La de Nanawa tuvo dos
asaltos entre enero y julio de 1933. En ésta, los bolivianos al mando
del general Kundt pusieron toda la carne al asador para recuperar ese
fortín; igual retrocedieron y padecieron más de 2.000 fallecimientos,
frente a 200 del enemigo, y supuso una caída en la moral de las tropas.
Ese mismo año se presentó el enfrentamiento en Alihuatá, con otros dos
episodios que permitieron victorias para ambos bandos. En la batalla de
Campo Vía, el país sufrió su peor desastre militar, con al menos 7.500
prisioneros, dos tercios de sus fuerzas estratégicas, por lo cual
Paraguay creyó que ganó la contienda y puso sobre la mesa una propuesta
de armisticio, la cual fue aceptada por Bolivia el 19 de diciembre para
ganar tiempo y reconstruir el Ejército; quedó en nada a los 20 días.
En 1934 se dio la batalla de Cañada Strongest, cuando los combatientes
bolivianos cercaron una unidad paraguaya y tomaron prisioneros a 67
oficiales y 1.389 soldados. Otra pulseta trascendental fue la de El
Carmen, donde 5.000 bolivianos fueron aprehendidos tras 2.500 bajas. Y
en noviembre de ese año se produjo el “corralito” y derrocamiento del
presidente Salamanca en Villa Montes, después de que éste destituyó al
coronel Peñaranda y lo reemplazó por su colega Julio Lanza.
Además, la localidad tarijeña fue el escenario de un enfrentamiento
clave en 1935. Los paraguayos ya habían penetrado hasta Charagua, pueblo
cercano a Santa Cruz, y las malas noticias se profundizaban para
Bolivia. Fue así que en Villa Montes los bolivianos, en un terreno más
familiar que la selva plana, hicieron retroceder a sus enemigos, que
sufrieron la lejanía de sus centros de abastecimiento de recursos
humanos y de armamento. Ello evitó que Bolivia pierda la contienda.
RESISTENCIA. Carlos Rodríguez Cortez participó en esta gesta. Este
potosino, de la tierra de Tupiza, se enroló en el Ejército cuando tenía
17 años y fue seguido por su hermano, quien se dedicó al transporte de
víveres y de armas para los combatientes. Después de sumarse al llamado
de las Fuerzas Armadas y pasar su adiestramiento, formó parte de la toma
del fortín Boquerón y de la batalla de Cañada Strongest. Sin embargo,
si hay algo que le provoca que infle el pecho, es haber sido
protagonista de la defensa en Villa Montes.
“Si tomaban esa zona, los paraguayos se iban a hacer dueños del
petróleo y seguro que ahí se acababa la guerra. No podíamos dejar que
tomen lo nuestro y defendimos el territorio con todas nuestras fuerzas,
en su mayoría éramos jóvenes, a pesar de que la gente estaba agotada por
semejante clima, hambre y miseria imperante en el Chaco. Logramos
cercarlos, usamos maderas para hacer púas y las colocamos en fosas;
pobres los pilas que entraban, pues las púas salían por sus cabezas. Así
alistamos la protección de esa región”.
El plan no solo contuvo a los contendientes, sino que les hizo desandar
sus pasos. “Ahí fue la derrota para ellos. Gracias a esa defensa
Bolivia tiene hoy el dinero que recibe de los pozos petroleros del área.
El valor de los soldados bolivianos es que defendieron su Patria,
algunos sin zapatos igual seguíamos correteando. Esa guerra fue de
civismo, el único interés era que Paraguay no se lleve lo nuestro”. El
hombre que hoy tiene 100 años recuerda que en Villa Montes tomaron al
menos 5.000 presos.
Eso
sí, pereció la mitad de su regimiento de 1.200 uniformados en las
pulsetas armadas. Comenta que cuando participa en los desfiles
militares, se lamenta que hace más de 80 años no contaron con el equipo
nuevo que ahora lucen los uniformados. “Todo era viejo, no teníamos
ayuda, si no, hubiéramos sido dueños del Paraguay”. Cuando se fue del
frente de batalla, estaba enfermo y pasó una odisea para llegar a
Tupiza. En la estación de trenes divisó a un niño jugando: era su
hermano. No se reconocieron, pero éste le llevó donde su madre y sus
tíos, quienes lloraron al verlo.
¿Y cuáles fueron los saldos del conflicto? El exvicecanciller Gumucio
sostiene que desde el plano internacional, Bolivia cedió bastante
territorio (casi 120.000 kilómetros cuadrados, según Brockmann), y desde
el nacional, implicó la movilización de sectores importantes de la
sociedad boliviana, nacionalistas, que luego crearon las bases para la
revolución nacional encabezada por el Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR), con el clímax que arribó el 9 de abril de 1952.
SOBREVIVIENTES. Otro fenómeno posguerra fue la “toma del poder” por
parte de “héroes” de la contienda. Gumucio nombra tres frentes: el
“tradicionalista” que tuvo a David Toro como presidente (1936-1937); el
“nacionalista” con Germán Busch como mandatario (1936 y 1937-1939) y el
último liderado por Bernardino Bilbao Rioja, quien destacó en la defensa
de Villa Montes y en sectores políticos. Sin olvidar a otros jefes de
Estado que igual lucían uniforme castrense como Carlos Quintanilla
(1939-1940), Enrique Peñaranda (1949-1943) y Gualberto Villarroel
(1943-1946).
Brockmann
destaca una lección dejada por la lid bélica, que fue subrayada por el
desaparecido historiador Roberto Querejazu: la enseñanza fue que la
disputa significó la primera vez que mestizos, indios y blancos
vistieran el mismo traje (militar) y entendieran que habitaban un mismo
país. “Fue la primera vez que realmente nos encontramos, tuvimos
conciencia de ser ciudadanos de una misma Patria”. Y hace hincapié en
que la Guerra del Chaco fue un conflicto “sin odio”.
Una muestra de ello es que apenas cesó el fuego en los campos donde
reinó el enfrentamiento, los combatientes de ambos bandos dejaron sus
trincheras para fundirse en abrazos. “Hubo una verdadera hermandad en
ese acto”, afirma Gumucio. Brockmann postula que esto se traduce
actualmente en que Paraguay es la única nación con la cual las fronteras
están reglamentadas, desde el primero hasta el último centímetro del
Chaco. Lo que no pasó con Chile, por ejemplo, después de la Guerra del
Pacífico de 1879.
La
Confederación de Excombatientes de la Guerra del Chaco informa que hoy
sobreviven 95 beneméritos en el territorio nacional, cuando hasta
febrero de este año llegaban a 106, según el Servicio Nacional del
Sistema de Reparto (Senasir). La mayoría se concentra en La Paz,
Cochabamba y Santa Cruz. Hay algunos en Tarija, Potosí y Oruro. Mientras
Beni, Sucre y Pando no los tienen. Entre los años 50 y 60 del siglo
pasado eran al menos 50.000. Y al mes fallecen entre dos y tres.
El 12 de junio de 1935, en Buenos Aires, Bolivia y Paraguay decidieron
poner punto final a la contienda. Rubricaron el Protocolo de Paz, que
fue ratificado el 21 de enero de 1936 en el Acta Protocolizada y el
Tratado de Paz, Amistad y Límites del 21 de julio de 1938. Este último
documento (leer la transcripción de la siguiente página) determina en su
primer artículo que “Queda restablecida la paz entre las Repúblicas de
Paraguay y Bolivia”. Fue el punto final de una página negra de la
historia.
A 80 años de la paz en el ‘infierno verde’ del Chaco
Hace ocho décadas se
ponía el punto final en una de las páginas más tristes de la historia
del continente, con la firma del armisticio entre Bolivia y Paraguay en
la ciudad de Buenos Aires, Argentina, el 12 de junio de 1935. Fue el
documento que puso fin a tres años de guerra, en lo oficial, ya que el
conflicto por el Chaco Boreal llevó varias décadas. A 80 años de esa
decisión que se tradujo en un cese el fuego hasta el 14 de junio y en el
Tratado de Paz, Amistad y Límites de 1938, las historias de hazañas, de
sufrimientos, de luto, de civismo... en el “infierno verde”, continúan
saliendo a flote. Informe La Razón le presenta en esta oportunidad un
dossier que recopila cartas inéditas, testimonios de excombatientes,
entrevistas con historiadores, revisión de documentos y análisis sobre
este conflicto armado.
http://www.la-razon.com/suplementos/informe/anos-paz-infierno-verde-Chaco-informe-editorial_0_2279772130.html
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