martes, 20 de noviembre de 2012

La espiral de la Historia

Como si el capitalismo regresara a sus orígenes de tanto en tanto, la Guerra del Pacífico fue una de tantas aventuras empresariales del siglo XIX latinoamericano: una sociedad con accionistas, porcentajes de inversión y de usufructo, al estilo de las empresas de navegación de Francis Drake en el siglo XVI.

El historiador peruano Jorge Basadre --reflexionando acerca de los problemas de su país-- nos recuerda casi al pasar los orígenes del capitalismo moderno: fragmento de un texto del apdre de la economía contemporánea John Maynard Keynes. De esta manera, la naturaleza empresarial privada de la Guerra del Pacífico queda demostrada, en contra de la escuela de historiadores que viven aún en la Era del Mito. Sin adjetivos ni gestualidades desdeñosas, con la seguridad de quien frecuenta la historia con honestidad intelectual, el maestro peruano nos esboza una historia ajena a la epopeya fingida o la interpretación revanchista que suele envenenar el debate para ocultar la verdad de los hechos. El maestro Basadre resume así la naturaleza de la invasión de Chile a Bolivia y la consecuente Guerra del Pacífico en 1879 que involucró a su país, Perú, y pone en evidencia el esquema político empresarial de los protagonistas, las alianzas de aquella agresión que aún hoy no se puede justificar sin faltar a la honorabilidad, la verdad y la consistencia de argumentos.

El 2004, con la debacle del régimen de corrupción neoliberal llamado "gonismo" (por el presidente Gonzalo Sánchez de Losada) Bolivia se encontró desagradablemente en una situación parecida. Los ingredientes y los argumentos fueron los mismos: el establishment mediático internacional y su intento de legitimizacón de un robo bajo la coartada de defender la propiedad privada; la defensa de la libertad de empresa para condenar al país al encierro y el enclaustramiento; esgrimir los derechos de privados para consolidar una injusticia histórica y condenar a un país a la pobreza y el subdesarrollo sin otra opción que agachar la cabeza ante el usurpador.

Jorge Basadre, Perú: problema y posibilidad y otros ensayos [fragmentos]
Biblioteca Ayacucho, Venezuela 1992

Las características económicas de la sociedad colonial

El historiador Jorge Basadre nació en Tacna, cuando era provincia
cautiva, el 12 de febrero de 1903 y falleció en Lima el 29 de junio de
1980. En 1931 publicó Perú: problema y posibilidad, libro
emblemático de la historiografía republicana de aquel país.
   Se podría sostener la existencia de un semifeudalismo económico, sobre todo en la zona andina durante la época colonial. La Conquista fue una empresa privada y no una obra directa del Estado español mediante sus ejércitos. Triunfantes, los conquistadores consideraron legítimo disfrutar de gran fuerza política, social y económica. Las rebeliones de Gonzalo Pizarro y Girón (la primera de ellas magistralmente estudiada por Marcel Bataillon) expresaron con más o menos claridad ese anhelo (3). La monarquía española, ya entonces fuerte, no toleró esas tendencias autonomistas. La enorme influencia que ella simbolizaba hizo que la adhesión a la metrópoli entre los conquistadores mismos, así como sagaces medidas de estrategia y de táctica ejecutadas por los personeros de ella, llevara al fracaso esos levantamientos.

   Pero la Corona, triunfante, no luchó contra la semifeudalidad económica porque al fin y al cabo, los conquistadores, sus descendientes y quienes cumplieron análoga función en el sistema de teencia de la tierra no representaron sino un número pequeño dentro del vasto espacio del Perú virreinal, mientras que la población aborigen o conquistada era enormemente más numerosa; y la economía basábase en la agricutlura y, en menor grado, en la ganadería. En cuanto a la minería, su desarrollo estuvo vinculado al horrendo fenómeno del reclutamiento para la mita.

  El semifeudalismo económico tiene bases específicas. Una de ellas es el predominio de la producción agrícola y minera, o sea la importancia menor del comercio y la industria. El segundo elemento hállase en la honda desigualdad social. La tierra juega un papel primordial en las relaciones humanas, análoga al del dinero en las sociedades modernas. El propietario "permite" o "concede" la posesión de la tierra a cambio de que el trabajador le entregue el producto o parte del producto y, frecuentemente, que él o su esposa o sus hijos le sirvan. La tierra resulta permutada por tributos de carácter privado o de orden público y sirve no sólo de fuente de riqueza sino de instrumento de dominación. El poder del propietario de la tierra no es sólo sobre ella; se ejerce también sobre quienes en ella trabajan. El labriego resulta adscrito a su lote. Este puede cambiar de manos por eherncia (a veces ella funciona dentro del régimen del mayorazgo) o por contrato (abundan aquí distintos tipos de censos más que la compraventa o el arrendamiento propiamente dicho). El campesinado queda al margen de eso; su vida cotidiana no se modifica. La propiedad inmueble, dentro de esos niveles, hállase dentro de un sistema intermedio entre la propiedad colectiva y la absoluta propiedad libre. El dueño, aunque retiene sus derechos, suele ceder a terceros la posesión y el uso; aquí funciona, dentro de variantes, la figura jurídica del censo. El título de quienes laboran es precario; y su derecho se puede trasmitir a sus herederos naturales pero no es susceptible de legados ni de ventas sin consentimiento del señor.

   Cabe hablar, sin embargo, de algunas formas socioeconómicas capitalistas o semi capitalistas en la Colonia. Primero, con la introducción de mercaderías a través de España. Segundo, a través de la acumulación de dinero que podían hacer algunos grupos sociales, especialmente en la vida mercantil. El Tribunal del Consulado de Lima, que agrupó a los grandes comerciantes de esta ciudad, representó una fuerza muy poderosa en el Virreinato y hasta llegó a ser, a veces, prestatario del Estado. Ejerció un verdadero monopolio sobre el continente antes de que las reformas borbónicas del siglo XVIII separasen del Perú las regiones del Río de la Plata y de Nueva Granada. Tercero, con el desarrollo del tráfico interregional, dos de cuyos símbolos más visibles fueron el comercio de mulas entre Tucumán y la zona andina central, así como el arrieraje entre Arica y el Alto Perú. Cuarto, con el florecimiento de la artesanía bajo el sistema de los gremios, dentro de los que pudieron trabajar eventualmente españoles, criollos, mestizos, indígenas, mulatos y negroides.

   La acentuada orientación hacia la gran exportación minera a europa trasnformó toda la economía de dicho continente; y John Maynard Keynes dijo que la captura efectuada por sir Francis Drake de grandes remesas de tesoros enviados principalmente del Perú a España en el siglo XVI, sirivió como base para el desarrollo del capitalismo inglés (4). Al lado de este fenómeno de grandes alcances, ciertos productos agrícolas nativos llegaron al Viejo Mundo, entre ellos el maíz y la papa. En el panorama, visto en conjunto, existieron, pues, simultánea y paralelamente relaciones de tipo semi capitalista y semifeudal. Bajo la dependencia o vigilancia de España, hubo la importación de mercaderías ultramarinas para el consumo, con notorias tendencias al contrabando y al comercio ilícito en beneficio de otros países europeos. [p.175](Fragmento tomado del ensayo Reconsideraciones sobre la época colonial)


Notas
(3) Marcel Bataillon, "Les colons du Pérou contre Charles Quint: Analyse du mouvement pizarriste" (1544-1548) en Annales, Economies Societés, Civilisation, París, mayo-junio de 1967, pp. 479-494. Se trata del resumen de un curso en el Colegio de Francia, cuyo texto completo fue publicado en el Annuaire du College de France. este artículo lleva tan sólo una nota.

(4) Dice Keynes: "El botín que trajo Drake a Inglaterra después de sus correrías (The Gold Hint) puede ser considerado el origen del capitalismo británico. La reina Isabel pagó con estas sumas toda la deuda externa e invirtió buena parte del saldo (más o menos 42.000 libras esterlinas) en la Compañía de Levante; principalmente con los beneficios de la Compañía de Levante surgió la Compañía de las Indias Orientales y , a su vez, los dividendos de ella constituyeron durante los siglos XVII y XVIII la base de las inversiones británicas en el exterior; y así sucesivamente. En vista de lo anterior, los cálculos que siguen pueden entretener al curioso. En el momento actual (en números redondos) nuestras inversiones externas nos producen más o menos 6 1/2% neto después de tomar en cuenta las pérdidas y de esa renta reinvertimos fuera del país alrededor de 3 1/4%. Si esto viene a ser, por lo general, un ejemplo de lo que ha venido sucediendo desde 1530, las 42.000 libras esterlinas que la reina Isabel tomó del botín de Drake se habrían acumulado en 1930 hasta llegar aproximadamente al actual monto de nuestras inversiones foráneas en la actualidad, es decir libras esterlinas 4.200.000.000; o sea 100.000 veces más que la inversión inicial. Podemos, naturalemente, verificar la exactitud de esta cantidad hipotética de acumulación alrededor de 120 años más tarde. Porque al final del siglo XVII las tres grandes empresas mercantiles --la Compañía de India Oriental, la Real Africana y la de Bahía del Hudson-- que representaban el grueso de las inversiones nacionales en el exterior, reunían un capital de unos 2.150.000 libras esterlinas, y si calculamos en 2.500.000 libras esterlinas el resto de las inversiones similares en aquella época, éste es el orden de la magnitud de lo que 42.000 libras esterlinas podrían haber crecido al 3 1/4% en 120 años" (John Maynard Keynes, A Treaty of Money, The Applied Theory of Money, London, Macmillan, 1930, v. II, capítulo 30, p. 156) 
   En el caso de Inglaterra, gran parte de las importaciones al por mayor provenían de la captura que Drake hizo de buques con tesoros españoles y de muchas hazañas similares ejecutadas por otros. Estas aventuras fueron financiadas por consorcios y compañías que buscaban especulaciones mercantiles, cuyos éxitos y productos suministraron un enorme estímulo a correrías de distintos tipos. El auge de Inglaterra definitivamente comenzó con el regreso de la primera expedición importante de Drake (su tercer viaje) en 1573, y se acentuó con las inmensas ganancias de su segunda expedición que volvió a la patria en 1580, mientras que la tercera, efectuada en 1586, no fue, por cierto, despreciable. El valor del oro y la plata capturados en estos viajes (The Golden Hint) fue cuidadosamente ocultado en su tiempo; pero algunos historiadores lo calculan en una suma que varía entre 300.000 y 1.500.000 libras esterlinas. Hay quienes optan por las acntidades más altas y exhiben pruebas en el sentido de que ha habido exceder por lo menos a las 600.000 libras esterlinas.
   El efecto de estas grandes inyecciones de dinero para crear "los once años de prosperidad", desde 1575 hasta 1587, tiene que haber sido decisivo. Es una carcaterística de ciertos historiadores ilustres, por ejemplo la Cambridge Modern History, no mencionar estos facores económicos en la formación de la era isabelina, y tampoco su influencia sobre la grandeza de ella. [pp. 172-175]


Jodocus Hondius: Vera Totius Expeditionis Nauticae, mapa del viaje de circunnavegación al globo de Francis Drake y Thomas Kavendish. Amsterdam, 1595.




La salitreras peruanas de Tarapacá: estatizadas. Un contraste: las salitreras bolivianas de Antofagasta y el sistema de la libre empresa en beneficio del capital chileno-británico

El régimen de Manuel Pardo, a través de la ley de 28 de mayo de 1875, fue una audaz y (dentro de las ideas vigentes) muy avanzada política de nacionalización de las salitreras de Tarapacá en desmedro de intereses privados británicos (representados especialmente por Guillermo Gibbs y Cía., empresa a la que fueron abonadas compensaciones excesivas y aparentó gran sumisión), y también en daño de capitales peruanos, chilenos, alemanes y franceses. Detenida la estatización antedicha cuando Pardo finalizaba su gobierno, ya que hubo dificultades en su cumplimiento por errores en algunos actos administrativos y por la inexperiencia y la falta de probidad de algunos funcionarios, quedó un 30% de la industria todavía en manos de los particulares. Sin embargo, vinieron luego nuevas directivas y los decretos de 29 de noviembre de 1877 y 22 de mayo de 1878 buscaron la adquisición de la totalidad de las oficinas salitreras y entregaron el negocio al Banco La Providencia que, a su vez, formó la compañía Salitrera del perú (julio de 1878) (17). El Perú se lanzó a la estatización de esta riqueza sin tener una maquinaria adecuada para llevarla a cabo con éxito.


The Great Heap 2,000,000 tons of guano, Chincha Islands. (1865) 
Image ID: 1939258 NYPL


Loading cars with guano at the Great Heap, Chincha Islands. (1865) 
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Chinamen working guano. Great Heap, Chincha Islands. (1865) 
Image ID: 1939260 NYPL


View of the Great Pier with shipping waiting for guano. (1865) 
mage ID: 1939261 NYPL


View of the town North Island, Chincha Islands. (1865) 
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West Point of North Island, Chincha Islands. (1865) 
Image ID: 1992980 NYPL
  

  Al lado de Tarapacá estaba la rica zona del litoral nominalmente de la República de Bolivia, cuyo nitrato fue explotado por Melbourne Clark y Cía., entidad transformada en 1872 en la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, puerto este último fundado en 1868 18e en 1875 pasó a ser la capital del litoral boliviano, no osbtante la presencia masiva de chilenos en él. Ante los problemas creados entre bolivianos y chilenos en el litoral de la república del Altiplano, Miguel Grau en una carta al presidente Manuel Pardo creyó conveniente auspiciar la internacionalización de la zona (18).

   En la Compañía de Salitres los socios principales en la empresa antes mencionada fueron inicialmente Guillermo Gibbs y Cía., Agustín Edwards, Francisco Puelma y otros personajes de Chile. Fue con dicha entidad anglochilena y son su gerente británico Jorge Hicks con quienes se enfrentó el dictador Hilarión Daza al exigir arbitrariamente en 1879 el pago del impuesto de diez centavos sonre el quintal de salitre exportado, violando un compromiso suscrito entre los dos países en 1873 y ratificado en 1874, bajo las más liberales concesiones dentro del régimen de la libre empresa.

   "Con justicia o sin ella (ha escrito Mario Barros Van Buren en su reciente Historia diplomática de Chile) el obrero chileno se sentía dueño del territorio que pisaba y que había regado con su sudor y fecundado con su iniciativa y con su esfuerzo. En 1878 este sentimiento colectivo recibió un aliado importante: la banca de Valparaíso y su órgano de prensa El Mercurio... La alarma vino de Londres... Los intereses salitreros que bajo el ala protectora del artículo 4 del tratado de 1874 jamás hubiesen pensado rebelarse, ahora se asustaron. De ahí a dejarse llevar por la psicosis colectiva que venía de la pampa había un solo paso. Los consorcios inlgeses y chilenos sabían que el gobierno (del presidente) Pinto jamás iría a una guerra para protegerlos... Pero sabían también que si las masas obreras del norte (¿no se estará refiriendo, sobre todo, a los dirigentes de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta? J.B.) clamaban contra los abusos, Pinto y el Ministerio serían los primeros en escucharlos. De allí que El Mercurio de Valparaíso comenzó a hacerse eco de cada protesta... El cónsul inglés en Valparaíso, sugestionado por esta campaña, llegó a escribir: 'Si el gobierno chileno no toma el control de esos territorios, el pueblo lo obligará'" (19). Conviene recordar que el propietario de El Mercurio era Agustín Edwards, uno de los fundadores de la Compañía de Salitres de Antofagasta.

   No se va repetir aquí lo ocurrido entonces. Basta recordar que el gerente de la Compañía de salitres y el Ferrocarril de Antofagasta, Jorge Hicks (antiguo jefe de una de las oficinas de la extinta Compañía de Salitres de Tarapacá, constituida originariamente por Jorge Smith, Gibbs y Cía. y Melbourne Clark) fue perseguido y sufrió el embargo de los bienes de aquella empresa. Como réplica a su protesta, el gobierno boliviano hizo tres cosas. En primer lugar, declaró anulada y sin efecto la convención de 27 de noviembre de 1873; además prohibió y luego dificultó el embarque de salitres. por último, ordenó el remate de los bienes de la Compañía.

  Esta política dura e intransigente tuvo un símbolo en la renuncia del conciliador Ministro de Relaciones Exteriores boliviano Martín Lanza, autor de una oferta de arbitraje, y su remplazo por Serapio Reyes Ortiz que viajé de inmediato a Lima a buscar el cumplimiento del tratado de alianza con el Perú por lo cual Eulogio D. Molina desempeñó interinamente la cancillería. A la vez, fue nombrado Ministro de Justicia Julio Méndez, declarado "enemigo de Chile", según el diplomático chileno Pedro N. Videla (Nota de 8 de febrero).

   Una fuerza expedicionaria chilena mandada por el coronel Emilio Sotomayor ocupó Antofagasta y estalló la guerra. Tampoco el gobierno de Santiago buscaba una solución conciliatoria.

   Según la 10a. Memoria de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, correspondiente al semestre del 1° de enero al 1° de junio de 1877, la nómina de los accionistas era la siguiente:

Primera emisión A
José Basterrica; Mariana Brawn de Ossa; Evaristo del Campo; Máximo del campo; Enrique Cood; Agustín Edwards; Escobar y Cía.; Guillermo Gibbs y Cía.; Eliodoro Gormaz; Mauricio J. García; Ramón Guerrero; Jorge Hummeuss; Jorge Hicks; Ambrosio Olivas; Francisco Puelma; Luis Pereira; Santiago Prado; Julián Risco; M. Subercasseaux; Cornelio Saavedra; Rafael Sotomayor; Miguel José Urmeneta; José Francisco Vergara; José Eugenio Vergara; Antonio Varas; Miguel A. Varas; Santiago J. Velásquez; Julio Zegers; Enrique J. Walker.

Segunda emisión B
Antonio Domingo Bordes; Ernesto Decombe; Escobar y Cía.; Agustín Edwards; L.C. Gallagher; Guillermo Gibbs y Cía.; Eliodoro Gormaz; J.D. Hunter; C.S. Miller; Luis Pereira; Ulderico Prats; Valentín Saldías; Miguel Saldías; Federico Varela; Enrique J. Walker (20).

   Léese lo siguiente en la Refutación al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile escrita por el boliviano Serapio Rojas Ortiz el 15 de mayo de 1879 y publicada en Lima el mismo año:

   "La Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta no tenía derecho para reclamar protección al gobierno de Chile, porque en lo legal se consideraba súbdito boliviano, no obstante que eran accionistas los Ministros de Estado de Chile y otros personajes y también ingleses y de otras nacionalidades, como los señores Gibbs, que tienen la mayor parte de las acciones. Desde el momento en que han constituido la sociedad anónima han renunciado a su nacionalidad personal porque las acciones son al portador y no tienen en cuenta al individuo" (21). (El subrayado es nuestro.)



FOTOS: EL ESQUEMA POLÍTICO EMPRESARIAL QUE DESENCADENÓ LA GUERRA: FUNCIONARIOS PÚBLICOS EN CHILE Y ACCIONISTAS PRIVADOS EN BOLIVIA. ALGUNOS DE LOS PERSONAJES INVOLUCRADOS EN LA AVENTURA EMPRESARIAL QUE PLANEÓ EL DESPOJO DEL LITORAL BOLIVIANO EN LA GUERRA DEL PACÍFICO  DE 1879

Coronel Cornelio Saavedra, Ministro de Guerra






Rafael Sotomayor, diputado, jefe del Estado Mayor: "Sotomayor es la figura central de la Guerra del Pacífico y el máximo símbolo de la abnegación cívica que registra nuestra historia" --Francisco Encina
Julio Zegers, Ministro de Hacienda


Antonio Varas, Presidente del Consejo de Estado
Josè Francisco Vergara,
Los apellidos Cood, Edwards, Gallagher, Hicks, Hunter; Miller, tienen una clara filiación británica. El Ministro de Gran Bretaña en Santiago, Francis J. Pakenham, escribió a su gobierno que los fondos de la Compañía chilena de Antofagasta eran "principalmente los Gibbs y Edwards y Co., ricos capitalistas de extracción inglesa, el primero conectado con la famosa casa A. Gibbs de Londres" (22).

   No era ciego Daza en cuanto a lo que verdaderamente representaba la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, aunque sí lo fue en sus demás actitudes en la etapa que precedióa a la guerra. El 1° de febrero de 1879 envió una carta al prefecto Zapata de aquel puerto: "Tengo una buena noticia que decirle. He fregado a los gringos (el subrayado es nuestro) decretando la reivindicación de las salitreras y no podrán quitarnoslas por más que se esfuerce el mundo entero. Espero que Chile no intervendrá en este punto, pero si nos declara la guerra podemos contar con el apoyo del Perú a quien exigiremos el cumplimiento del tratado secreto. Con este objeto voy a mandar a Lima a Reyes Ortiz" (23).
 
 Lo que Daza no sabía era que también eran dueños de acciones en la misma empresa el coronel Cornelio Saavedra, Ministro de Guerra; Julio Zegers, Ministro de Hacienda; Antonio Varas, Presidente del Consejo de Estado y Jefe del Gabinete que sucedió al de Belisario Prats que declaró la guerra; Rafael Sotomayor, diputado, jefe de Estado Mayor y director de las operaciones bélicas hasta su fallecimiento; Luis Pereira, elegido diputado por Talca en marzo de 1879; José Francisco Vergara, gran personaje en las campañas de Tacna y de Lima.

   Los nombres de otros accionistas --como Ossa, Puelma, Edwards-- simbolizan el intenso y antiguo esfuerzo de peentración chilena en el litoral boliviano para ubicar y extraer sus riquezas, en alianza con el capital británico. Edwards tenía consigo la fuerza de la banca de Valparaíso y la gravitación belicista de El Mercurio sobre la opinión pública.

   Lógico resultó que los periódicos ingleses apoyasen la causa chilena desde el principio de la guerra con el Perú. The Standard de Londres, cuando apenas se iniciaba el litigio con Bolivia, expresó: "No creemos exagerado sostener que Chile, en la conducta que ha observado, debe ser mirado como el protector del derecho público y de la propiedad privada". En su editorial de 10 de amyo de 1879, The Times de Londres reconoció que los intereses británicos estaban directamente comprometidos en las prolongadas negociaciones entre Chile y Bolivia y afirmó que aquel país tuvo un legítimo cassus belli. Y en otro editorial, el 30 de mayo, agergó: "En cuanto a las razones de la guerra, no hace mucho que dijimos que estaban de parte de Chile y que los otros extranjeros deben concederles sus simpatías. La querella es mercantil y mientras Chile pelea por la libertad de comercio, el Perú ha tomado el partido de la restricción y del monopolio". (24) (El subrayado es nuestro.) [pp. 217-221]



Notas
(17) Para aclarar el complejo asunto de la nacionalización del salitre peruano son esenciales los dos libros de Guillermo E. Billinghurst: Los capitales salitreros de Tarapacá, Santiago, Imprenta Cervantes, 1889 y, más aún, Legislación sobre salitre y bórax, Santiago, Imprenta Cervantes, 1903. En esta última obra, el te,a que aquí se trata es discutido desde la p. 69 a la 235 con abrumadora documentación. Oscar Bermúdez Miral, en su excelente Historia del salitre desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico, Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1963, utiliza, al ocuparse del mismo tema, el aporte de Billinghurst con datos adicionales (pp. 324-354). Véase, sobre todo, el trabajo de Robert G. Greenhil y Rory M. Miller "The Peruvian Government and the Nitrate Trade, 1873-1879", en Latin American Studies, Cambridge, vol. V, parte I, mayo de 1973.

(18) Miguel Grau a Manuel Pardo, Archivo General de la Nación.

(19) Mario Barros Van Buren, Historia diplomática de Chile, Barcelona, Ediciones Ariel, p. 527.

(20) 10a. Memoria de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, Santiago 1877, p. 36. Hay también constancia pública de que el canciller Alejandro Fierro estuvo ligado a la explotación del mineral de Caracoles en territorio boliviano.

(21) Serapio Reyes Ortiz, Refutación al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Lima, Imprenta Nacional, 1879, p. 36 y ss.

(22) F.J. Pakenham, Ministro inglés en Santiago al secretario del exterior Lord Salisbury, 18 de febrero de 1879, F.O. 16, vol. 102, citado por V.C. Kiernan en "Foreign Interests in the War of the Pacific", Hispanic American Historical Review, febrero de 1955, p. 15.

(23) Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico. Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones..., Valparaíso, Imprenta del Progreso, 1884, vol. I, capítulo I, Sección XX, p. 93. Vicuña Mackenna, en la obra ya citada, cree que quizás fue apócrifa esta carta. pero el texto de ella circuló ampliamente en Chile a principios de la guerra; y así, queda evidenciada la existencia de una convicción generalizada entre los mismos chilenos acerca de la fuerza económica de los "gringos". En su libro British Nitrates and Chilean Politic, 1866-1896: Balmaceda & North, London, Athlone Press, 1974, el gran historiador Harold Blakemore afirma que los altos dirigentes de la casa Gibbs fueron en 1879 leales a su viejo principio de no comprometer por ningún motivo su neutralidad; sin embargo, manifiesta que la conducta del gerente Jorge Hicks fue muy dudosa y para ello se basa en una serie de cartas del archivo de la Compañía Anglo-Lautaro que consultó en Santiago.

(24) El texto completo de estos artículos fueron traducidos por El Mercurio y reproducidos en Boletín de la Guerra del Pacífico, Santiago, N°3, 2 de mayo de 1879, pp. 61-62; N°10, 4 de julio de 1879, pp. 215-216; y N°12, 26 de julio de 1879, pp. 254-255. Más información sobre este asunto en Introducción a las bases documentales... vol. II, pp. 493-494 con las referencias pertinentes.


Tres mapas de Bolivia previos a 1879

Mapa 1. El litoral de Bolivia en 1843: America / gezeichnet von F. v. Stülpnagel, 1843 ; gest. v. W. Behrens. ([1843?]) New York Public Library

Mapa 2. El Litoral de Bolivia en 1861: Map of Brazil, Bolivia, Paraguay, and Uruguay ; Harbor of Rio Janeiro [inset]; Harbor of Bahia [inset]; Map of Chili ; I... (1863) New York Public Library
Map of South America, showing its political divisions ; Map showing the proposed Atrato-inter-oceanic canalroutes, for c... (1863) Mitchell's new general atlas, containing maps of the various countries of the world, plans of cities, etc., embraced in fifty-three quarto maps., forming a series of eighty four maps and plans, together with valuable statistical tables. New York Public Library

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