"A los que la presente vieren, salud.
"Certifico que el general de división D. Guillermo Miller ha estado á mis órdenes en toda la campaña del año veinticuatro, en la cual ha cumplido con su deber de un modo digno de admiración. En el combate de Junín quedó mandando nuestra caballería con el valor que siempre le ha distinguido. En Ayacucho tuvo el mismo mando, y lo desempeñó con aquella intrepidez y acierto que tanto contribuyeron á la victoria.
"El general Miller fué de los primeros que emprendieron la libertad del Perú, y es de los últimos que la ha visto triunfar. Su actividad, su moderación y su conducta moral lo han hecho recomendable á los ojos de sus jefes, y los pueblos que ha mandado lo han respetado como á un buen magistrado.
"El general Miller no ha participado jamás de ninguna de las facciones que han tenido en el Perú; por el contrario, los gobiernos sucesivos y los diferentes generales que han mandado el ejército han puesto entera confianza en su fidelidad. Por consecuencia de estos servicios, el gobierno del Perú ha recompensado dignamente al general D. Guillermo Miller.
"Dado en el cuartel general de Potosí, á 29 de Octubre de 1825.
BOLÍVAR
(firmado)
Por O. de S.E.
Felipe Santiago Estenós,
Secretario general."
Tapa de la edición argentina, Emecé editores. |
"Memorias del General Miller recoge las andanzas de Guillermo Miller, oficial británico que combatió en España con el duque de Wellington contra las tropas napoleónicas y que, con posterioridad, pasó a América acompañando al general San Martín en la conquista del Perú. Su hermano, John, de profesión historiador, se encargó de ordenar las vivencias, apuntes y documentos del primero y proceder a la redacción final de la obra./ Este libro tiene el valor de haber sido traducido al español por el general José María Torrijos (1791-1831) durante su exilio en Londres, y retrata el final del Imperio español y del Antiguo Régimen en los territorios americanos."
[Presidencia de la comunidad de Madrid, 2010 http://www.madrid.org/esperanzaaguirre/index.php?option=com_content&view=article&id=4501:la-presidenta-asiste-a-la-presentacion-del-libro-qmemorias-del-general-millerq&catid=3:noticias-generales&Itemid=50]
Memorias del general Miller
al servicio de la república del Perú
escritas en inglés por Mr. John Miller
y traducidas al castellano por el general Torrijos
Tomo II y último
Editorial América
Madrid, 1910
CAPÍTULO XXIX
Potosí.- Sus minas.- Edificios públicos.- Bancos de Rescate.- Tesorería.- caxchas.- Gobierno departamental.- Policía.- Casa del Gobierno.- Sociedad de Potosí.- Agentes de las asociaciones de minas.Terminada felizmente la guerra, fué nombrado el general Miller prefecto (1) del departamento de Potosí, compuesto de las provincias de Porco, Chayanta, Lipes, Chichas y Atacama, que contiene una población de 300.000 almas, de la cual son los dos tercios indígenas y el resto blancos y mestizos de varios colores.
La villa de Potosí, capital del departamento, está situada 15.000 pies sobre el nivel del mar, dentro de la provincia de Porco y á los 19°5'' latitud Sur, y 60°31'' longitud Oeste de Cádiz. Al descubrimiento casual, en 1545, de sus riquezas minerales, fué nombrado asiento ó establecimiento de minas; pero con el progreso del tiempo subió al rango de villa y fué elegida capital de una intendencia. Según el censo formado por orden del intendente Bejarano, contenía la ciudad, en 1611, ciento cincuenta mil habitantes; pero este número debió compo- [241]
(1) Los prefectos de los departamentos del Alto Perú tenían el título de presidentes; pero usaremos aquel título para evitar confusión.
nerse principalmente en aquel tiempo de mitayos (1) de las diferentes tribus que hay entre Potosí y Cuzco, distancia que abraza cerca de trescientas leguas. Aquellos seres desgraciados estaban generalmente acompañados en sus labores por sus mujeres y familias, que iban más bien para participar de sus penosísimos sufrimientos que para establecerse en lás áridas montañas de Potosí. No es extraño, por lo mismo, que su población se haya reducido en 1825 á sólo 8.000 almas, tanto por la abolición de la mita, como por los golpes que durante la revolución recibieron los establecimientos de esta especie.
Al aproximarse el viajero al Potosí, por cualquiera dirección que sea, sale de los profundos barrancos de las montañas y descubre la villa al pie del célebre argentado cerro, cuya forma es un cono de tres leguas de circunferencia en su base. Su cúspide está elevada más de 2.000 pies de la villa, y, por consiguiente, 17.000 (2) sobre el nivel del mar. Su apariencia es de origen volcánico, y sus laderas tienen pedazos de diversos colores, como verde obscuro, de color de naranja, gris y encarnado.
Las vetas principales del cerro son: La Ensima ó Chacapolo, Polo, Mendieta, Veta-Rica, estaño, Corpus-Christi, Sapatera y san josé. La siguiente relación contiene los nombres de las minas principales y la profundidad á que llegaban sus excavaciones en el año de 1825: [242]
(1) Indios obligados á trabajar en las minas, cuyo nombramiento se hacía por suerte.
(2) La altura de la ciudad y cerro de Potosí se da con arreglo á lo generalmente admitido y reconocido en el país.
NOMBRES Varas castellanas
Montoya................................................................ 800
Arcobarreno.......................................................... 700
Marverias............................................................... 700
Joaquín Prudencio.................................................. 600
Rosario................................................................... 400
Chaquello................................................................ 250
Sojo........................................................................ 200
Sobato.................................................................... 600
San José.................................................................. 600
Antona.................................................................... 1.000
Purísima................................................................... 700
San Miguel............................................................... 500
San Juan de Dios...................................................... 450
Escarterilla................................................................ 300
Carmen.................................................................... 400
Pimentel.................................................................... 1.000
Guadalupe................................................................. 230
Oñate........................................................................ 400
Sacramento............................................................... 260
San Jerónimo............................................................. 300
Guaillaguari................................................................ 900
San Rafael.................................................................. 100
Boguilla...................................................................... 150
San Luis..................................................................... 400
Flamencos.................................................................. 300
Santa Rosa................................................................. 420
Misericordia............................................................... 420
San Bartolomé............................................................ 310
Esperanza................................................................... 250
Mercedes................................................................... 300
Auxilios....................................................................... 400
San Antonio................................................................. 350
Hay abiertas en la montaña más de 5.000 boca-minas; pero sólo se trabajan actualmente de 50 á 60; las demás están paradas, se han inundado ó se han cegado.
La parte superior de la montaña está de tal manera agujereada, que puede considerársela ya como obovedada; pero en la parte inferior, y hasta un tercio de su altura, han trabajado poco, por el gran número de manantiales de agua que lo impiden.
Muchos socavones se han principiado, pero generalmente no han producido efecto ó los han abandonado, antes de concluirse, por falta de fondos. El socavón principal de San Juan Nepomuceno costó al gobierno 560.243 duros; tiene 2.200 varas de largo, seis pies de [243]
alto y sesi piesde ancho en la parte inferior; está abovedado y revestido interiormente con piedras toscas sin labrar y sin mezcla: debajo hay un contra-socavón para dar salida al agua.
Los realistas forzaban á los prisioneros de guerra á trabajar en el socavón, el cual está aún sin acabar, y por consiguiente sin prestar ninguna utilidad. Esto no sorprenderá á ninguno que sepa la manera con que las obras reales se convertían en aquel país en meros monopolios y especulaciones particulares. El hombre que tenía más influjo ó que daba peso á sus razones por ciertos argumentos bien conocidos, bajo pretexto del bien público, podía alcanzar que le abriesen un ramal de mina en el punto en que quería beneficiarla, y de este modo se sacrificaban los caudales públicos en intereses privados, y frecuentemente hasta sin la menor ventaja de parte del que intentaban favorecer.
El país inmediato abunda también en metales; en un monte inmediato al Cerro, llamado Guayna-Potosí, se halla plata purísima y engran cantidad pero no puede trabajarse en él respecto á que se encuetra agua á corta distancia de su superficie. El mineral se pulveriza en molinos molidos por el agua de arroyos que conducen de pantanos construídos en las montañas, ó lagunas naturales distantes desduna á diez millas de la villa. Los pantanos principales los construyen con presas ó grandes paredones que cortan las quebradas ó barrancos, y detienen y acumulan las aguas,á las cual dan salida económicamente por una compuerta durante el día, pero jamás de noche, y algunas veces sólo dos o tres veces por semana, según la cantidad de agua que hay recogida. Algunos de los pantanos mayores reciben el gua de otros construidos detrás de ellos, en puntos más elevados de las mismas montañas. Una porción de gente está empleada constantemente en cuidar de abrir y cerrar las compuertas y en reparar las averías que courre. En tiempos muy secos ha sucedido que los moli- [244]
nos han tenido que parar por falta de agua; pero este inconveniente podría obviarse si las acequias estuviesen revestidas con pavimentos proporcionados y se limpiasen bien los pantanos.
En el año 1572 construyeron una Casa de Moneda, cuyo coste ascendió a 11.000 duros; y aunque fué en clase únicamente provisional, hasta el año 1751 no construyeron la que actualmente existe. Antes de la última fecha mencionada, las diferentes clases de monedas acuñadas en Potosí eran piezas llanas y angulares, de oro ó plata, con las armas de España y un número que denotaba su valor.
Las operaciones de extraer la plata del mineral se ejecutaron del modo más tosco y engorroso, hasta 1751, en que Velasco introdujo la amalgamación con el azogue. Antes de esta época se empleaban millares de hornillos para fundir los metales. La vista que hacían á la noche desde el Cerro, la describe Acosta y otros viajeros antiguos, como la iluminación tan preciosa y simétrica como extraordinaria.
Si se obtienen ocho marcos de plata en piña de cada cajón, que contiene 50 quintales, se considera que el propietario no pierde trabajando sus minas en el cerro del Potosí. En otros puntos se requieren 10 ó 20 marcos por cajón para cubrir los gastos, que se aumentan por hallarse situadas las minas en montañas de difícil acceso, distantes de parajes habitados, provisiones, combustibles y agua para mover los molinos. Las minas que actualmente se explotan en el cerro del Potosí no producen en general más de 10 marcos por cajón. En muchos sitios, en la ladera del Cerro, hay grandes montones, llamados rodados, formados por los desechos de las minas, cuando eran tan productivas que hacían considerarlos como indignos de ocuparse de ellos; sin embargo, los aprovechan actualmente, y han producido desde tres hasta 15 marcos por cajón. Las vetas más ricas y las minas más grandes y productivas están en el día inundadas y [245]
requerirían los conocimientos europeos y capitales para desaguarlas. Las minas de Portugalete, en la provincia de Chichas, sesenta y cinco leguas de Potosí, producen mineral que da de 60 á 80 marcos el cajón, y el que da la gallofa, en la provincia de Chayanta, deja 40 marcos por cajón.
El clima de Potosí es desagradable; los rayos del sol abrasan al mediodía, y á la sombra y á la noche el aire es penetrante y frío. El país, en tres leguas alrededor, es de tal modo estéril, que no se ve una sola muestra de vegetación, á excepción de una planta llamada quinuali, que sirve de remedio contra la puna. La villa está construída sobre un terreno desigual; tiene en el centro una plaza espaciosa, de la cual la Casa de Gobierno, la municipalidad y la cárcel, todo bajo un mismo techo, forman un frente; la tesorería y oficinas del gobierno, otro; un convento y una casa sin concluir, otro, y casas de particulares, el que resta. Antiguamente tuvo grandes arrabales, que ocupaban indios y mineros, los que en el día están sin habitar, y tan arruinados, que sólo se conservan los vestigios de las calles. Entre los edificios públicos que merecen mayor atención se cuenta la Casa de Moneda, cosntruída de piedra sillería y bajo un plan admirablemente adaptado á su objeto. Su coste ascendía á 1.148.000 duros, inclusa la maquinaria, y contiene habitaciones para el superintendente y unos cuantos de los principales empleados.
Las faenas más pesadas de la Casa de Moneda se ejecutan por el movimientos producido á la maquinaria por mulas y el resto por hombres. l acto de acuñar los duros se ejecuta por una fuerte presión producida por un volante de hierro que tiene grandes aletas ó palancas, y hace con su movimiento subir y bajar el punzón, el cual repite sus golpes tan inmediatos, que los dedos del obrero que pone y quita los duros están siempre en un continuo peligro. El cordoncillo de los duros se hace á mano, con una especie de gato cornaquí; los trabajadores [246]
ganan doce ó quince reales vellón por día; el carbón es el único combustible que se emplea.
La plata y oro se vende por los individuos al Banco de Rescate ó cambio, establecimiento del gobierno que revende los metales á la Casa de Moneda, y, por consiguiente, giran letras entre sí el Banco y la Casa de Moneda. El total acuñado en un año ascendió a 5.000.000 de duros en plata, y 4.600 marcos, ó 36.800 onzas en oro. En años tan productivos como el que se cita, la Casa de Moneda, después de pagar sus empleados y cubrir sus gastos, dejaba líquidos al gobierno 212.000 duros.
Los empleados en la Casa de Moneda son en total 38: el superintendente, que tiene 6.000 duros al año; el contralor, tesorero, dos maestros ensayadores, el inspector de pesos y el veedor de ensayo y peso, llamados todos ministros, reciben cada uno desde 3.000 hasta 4.500 duros al año. Los empleados del Banco de Rescate se componen de un administrador, un contralor y un tesorero, que todos son también ministros; á sus respectivas oficinas están destinados dos fundidores y nueve escribientes.
La tesorería del departamento tiene un tesorero y un contralor, que también son ministros, y son superiores á los de la Casa de Moneda y del Banco.
Los otros empleados son:
Teniente asesor
Promotor fiscal
Alaclde veedor de minas
Ensayador
Fundidor y balanzario
Escribano de Hacienda.
También había 14 escribientes en este establecimiento.
En 1825 se incorporó la oficina de aduana á la tesorería. El correo tiene un administrador, un interventor, tres escribientes y seis conductores. Todas las personas empleadas en las oficinas y ramos expresados anteriormente, tienen y usan uniformes civiles, que manifiestan sus empleos y rangos. [247]
El Banco de Rescate y la Casa de Moneda ocasionan gran afluencia de oro y plata en Potosí, independientemente del que sus minas produce. Además de ser el mercado general de metales en aquella parte del mundo, su posición geográfica le hace al mismo tiempo la factoría de las mercancías auropeas que van desde Buenos Aires para el consumo del Alto Perú y el Cuzco.
Las provisiones para uso de la villa las traen de puntos distantes y de las provincias vecinas, y el mercado es uno de los mejores abastecidos de la América del Sur. El vino, aguardiente y aceite lo traen desde los Puertos Intermedios; la harina, de Cochabamba, y todo lo conducen á lomo con mulas, borricos ó llamas.
Los artículos de primera necesidad, así como los de lujo, están excesivamente caros. Los dueños de las minas y los trabajadores en ellas rara vez fijan su atención en economías, y generalmente gastan su dinero tan pronto como lo reciben. Las casas de los dueños de minas contienen algunas veces muebles y adornos de casa, más costosos que los que se hallan en las casas más respetables de las grandes ciudades en el Perú.
Muchas familias indígenas se han establecido en chozas y cuevas cerca de las minas, en el cerro, y bajan á la villa únicamente el sábado á la noche, para recibir su jornal y comprar provisiones para toda la semana. Muchos permanecen frecuentemente á gastar lo que han recibido en extravagancias, borracheras ó al juego; otros pasan gran parte de la noche tocando la guitarra y cantando en las puertas de las tabernas.
Una costumbre singular, que debió tener origen en la condescendencia de los primitovos propietarios de las minas, prevalece aún en el día. En el espacio de tiempo que media desde la noche del sábado hasta la mañana del lunes, queda el cerro hecho absolutamente la propiedad de los que quieran trabajar las minas á su cuenta, y durante aquel tiempo el propietario de ellas más atrevido no osaría ir á visitar las suyas. Los trabajadores que han tomado [248]
posesión de este derecho los llaman Caxchas, y generalmente venden el producto del domingo á sus amos; pero además del mineral que extraen de esta manera, los Caxchas producen perjuicios considerables descuidando las preocupaciones debidas cuando escavan; y si encuentran en el curso de la semana con una veta más ricas de lo ordinario, pasan sin trabajar en ella y la reservan para el domingo inmediato. En su consecuencia, se adoptaron medidas fuertes para cortar este abuso; pero cuanto hicieron fué inútil, porque los Caxchas defendieron su privilegio con la fuerza de las armas y rodando grandes peñascos sobre los que iban á atacarlos. Tan celosos observadores son de lo que llaman su derecho, que una vez se apoderaron de quince ó veinte llamas ricamente cargadas de mineral de plata al tiempo que bajaban del cerro, porque habían salido de la mina después de la hora en que principia el privilegio de los Caxchas. Ni de las llamas ni de los que las conducían se ha oído hablar más.
Al general Miller le confirieron el mando militar y político del departamento, en el cual estaban acantonados tres mil quinientos hombres de tropas peruanas. También fué nombrado superintendente de la Casa de Moneda y director del Banco. El general Sucre delegó en él especialmente, en clase de jefe supremo del Alto Perú, los poderes de vicepatronato de la iglesia, en la comprensión de su departamento, y fué autorizado además para deponer de sus destinos á aquellos clérigos que juzgase necesario remover en virtud de su conducta anterior y opiniones políticas, y proponer al arzobispo de Charcas los que creyese debían sucederles y cuyos nombramientos eclesiásticos no eran válidos hasta que los ratificaba el vicepatrono.
El general Sucre, á su llegada á Potosí la primera vez, nombró una comisión de tres individuos para formar una lista de las personas más capaces y beneméritas para optar á destinos, con objeto de proveer más de cien empleos civiles, que tenían de dotación anual, y en esca- [249]
las progresivas, desde quinientos á cuatro mil duros, los cuales habían quedado vacantes por retiros, ó dimisiones pro forma, al cambio de gobierno que se siguió á la batalla de Ayacucho. La lista que dió esta comisión causó un disgusto general; el general Sucre formó en seguida una junta con el mismo objeto y los mismos poderes en Chuquisaca; pero la segunda lista resultó tan impopular como la primera. Entonces mandó el general Sucre á Miller, que en el intermedio había sido nombrado para aquella prefectura, que formase otra tercera lista, la cual le fué devuelta con las otras dos, dejando enteramente á su discreción el nombramiento para los destinos. Estas facultades extraordinarias son un testimonio honroso de la cobfianza ilimitada depositada en la integridad é imparcialidad del general Miller; y el honor que de ella le resultaba fué mucho mayor, habiendo aprobado el Libertador y el general Sucre cuantos nombramientos hizo. Muchas plazas inútiles quedaron abolidas, y muchos sueldos fueron disminuídos, entre ellos el de prefecto, que de doce mil duros al año quedó reducido á siete mil. Los virreyes españoles gozaban sesenta mil duros de sueldo, y el presidente del Perú recibía treinta y seis mil al año; un general en jefe español tenía veinte mil duros, y el general Sucre recibió únicamente diez mil.
Todos los ramos de la administración del departamento estaban en un verdadero estado de desorganización cuando entraron los patriotas en Potosí. Desde el principio de la revolución en 1810 hasta 1825, acuñó la Casa de Moneda, un año con otro, á razón de medio millón de duros; pero durante los cinco primeros meses después de libertado Potosí acuñó más de un millón, y la población de la ciudad aumento de ocho mil almas á diez mil.
Los naturales del país y los comerciantes manifestaron una entera confianza en la buena fe del nuevo gobierno; la industria, un espíritu emprendedor, y la mejor inteligencia se difundió en todas las clases. lgunas veces ocurrió que el prefecto necesitaba dinero para mantener [250]
las tropas pagadas con exactitud, y en todas le hicieron préstamos temporales los comerciantes son la mayor cordialidad, los cuales, al reintegrarles sus adelantos, se negaron á adminit ningún interés. Don Andrés Argüelles prestó al Banco veinte mil duros sin interés alguno y sin recibo: esta cantidad se le devolvió á los tres meses de los productos del establecimiento.
Hasta el carácter indiano principió inmediatamente á hacer un cambio manifiesto. Acostumbrados á ser engañados, y por consiguiente á engañar, ni podían decir la verdad ni creerla en la boca de los demás. Aunque aquellos desgraciados habían obtenido por las leyes los derechos de ciudadanos, tal era aún su desconfianza en los crueles blancos, que se consideraban la abolición del tributo y la mita como una especie de trampa para hacerlos incurrir en alguna culpa. La mayor parte del clero no procuró desengañarlos de su error ni disipar sus temores, respecto que la libertad general de todos los individuos habría acabado de un golpe con el sistema de pongos, por el cual estos pastores, así como los caciques, alcanzaban las mayores ventajas. De este modo los decretos mejor extendidos en favor de los indígenas tardarán en producir el debido efecto; pues las preocupaciones y la timidez de su parte, y el interés de aquellos que los conservan aún en el error para aprovecharse del trabajo gratuito de otros, se combinarán para oponerse á las miras más benéficas de los gobiernos patrióticos. El tiempo mismo debe ser secundado por fuertes y filantrópicos esfuerzos de parte de los prefectos de los departamentos, gobernadores de las provincias, y demás autoridades principales, y deben conferirse á los indígenas ventajas y beneficios positivos y hacérselos sentir y conocer de modo que produzcan la debida impresión.
En conformidad al nuevo orden de cosas que regía, el general Miller publicó varias proclamas para dar fuerza á los decretos del gobierno, dirigidos á mejorar la suerte y condición de los indígenas; pero con poco efecto real ó [251]
positivo. Sin embargo, el pago puntual de los víveres y forraje tomado á los indígenas, la exacta remuneración á todos los que empleaba el gobierno, y una regular recompensa de cinco ó siete reales vellón al portador de cualquiera parte oficial, estableció la confianza á pesar de la recelosa disposición de aquellos desgraciados. Acostumbrados á verse obligados á la fuerza á llevar pliegos y ejecutar todos los trabajos públicos sin paga ni recompensa alguna, un pequeño premio dado invariablemente á sus fatigas les llamó á comparar lo pasado con lo presente, y quedaron tan sorprendidos como satisfechos de lo favorable del contraste. El mayor Ballejos, uno de los prisioneros libertados de las casamatas del Callao en 1820, era en aquella época mayor de plaza; el cual entró en las ideas de conceder protección á los indios, y su celo y humanidad ayudaron eficazmente á producir los más favorables efectos. El doctor Asín, secretario del gobierno departamental, se distinguió igualmente por su filantrópico celo é integridad de conducta.
Los soldados que montaban la guardia á la puerta de la Casa de Gobierno y uno de los propios criados del prefecto, fueron castigados por emplear á los indígenas en contradicción al espíritu de los últimos decretos á presencia de la parte ofendida. Había sido costumbre en el ejército real, y lo era aún demasiado entre los soldados patriotas, detener los primeros indígenas que encontraban en la calle y obligarles á limpiar los cuarteles, traer leña y agua y ejecutar los oficios más bajos y molestos. El hábito había familiarizado á los oficiales con aquella costumbre y rara vez corregían el mal; pero lo más digno de notarse es que los soldados indúgenas eran los más tiránicos en exigir estos servicios degradantes de sus hermanos.
Otro pequeño incidente produjo un efecto poderoso sobre los pobres oprimidos indígenas. Deseosos los azogueros de manifestar su patriotismo, acordaron en una [252]
reunión de la municipalidad en ayuntamiento pleno que se deducirían dos reales y medio vellón de cada marco de plata que se vendiera en él, como una suscripción general para cubrir los gastos de la recepción y manutención del general Bolívar en Potosí. Los oficiales del Banco hicieron una deducción semejante é indebida de los puches, ó pedazos de plata y oro llevados a vender por los indígenas. Tan pronto como el prefecto tuvo conocimiento de esta medida, fué personalmente al Banco, donde estaban una porción de ellos esperando el pago del metal que habían entregado. Hecha la información debida, resultó haberse deducido indebidamente noventa y cinco duros; pero como era imposible saber el tanto que cada indio había perdido, mandó el prefecto á su íntérprete que dijera, en lengua quichua, que los empleados del Banco habían incurrido en su desagrado por la deducción que habían hecho; que los indios podían acudir á él personalmente en caso que tuviesen en lo sucesivo algún motivo de queja, y que respecto á que los individuos propietarios de los noventa y cinco duros no podían conocerse exactamente, se iba á tirar aquella cantidad y cinco duros de su bolsillo, para que los que se hallaban presentes cogieran cada uno los que pudiesen. Cien duros en monedas pequeñas se extrajeron en su consecuencia del Banco, y el prefecto los tiró entre la multitud con sus propias manos. Desde entonces, en vez de disponer de contrabando de sus puches, como frecuentemente lo hacían antes, con pérdida considerable de las rentas del gobierno, llevaban constantemente su plata al Banco, sin temor que les defraudasen lo más mínimo.
Secundado por la buena voluntad de los habitantes, pudo establecer el prefecto una policía bien ordenada. Las calles se barrían en días determinados, las casas se blanquearon y la villa adquirió un aire de limpieza y conveniencias muy diferente del que tenía cuando entraron los patriotas. La posta y comunicación por tierra con [253]
Buenos Aires se estableció dos veces al mes; el camino desde Leñas á Potosí, y el de Potosí á los confines del departamento hacia Chuquisaca, uno de los peores del Perú, hasta la distancia de treinta leguas, se recompusieron é hicieron transitables. Aunque Potosí fué la última ciudad del Perú que se hizo independiente, fué la primera que levantó un monumento á sus libertadores, pues antes que llegase el general Bolívar, había erigido en la plaza principal un obelisco de sesenta pies de alto.
Un escritor superficial de viajes en la América del Sur ha preguntado: "¿Qué han ganado los indios con la revolución?" A esta pregunta contestamos que han ganado la abolición de las horribles opresiones siguientes:
La mita
La perpetua minoridad (1)
La servidumbre doméstica en calse de pongos, y
El tributo.
Efectuadas muchas reformas provechosas, la formación de instituciones útiles fué el objeto á que se dirigió la atención del prefecto. Habiéndose decidido que se estableciera en Potosí un colegio para estudiar mineralogía, fué autorizado el prefecto para adoptar las medidas necesarias á fin de procurar profesores, libros, instrumentos, etc., etc. después determinaron que la instrucción que se daría en él sería más general, dejando siempre la mineralogía como el objeto principal. El general Miller debía ser el patrono del nuevo colegio; entre otras medidas preparatorias que adoptó, fué ir á inspeccionar varios edificios públicos y eligió el convento de San Francisco como el más á propósito para convertirlo en colegio. Sus frecuentes visitas á él excitaron el temor de los frailes, y [254]
(1) Acorde á las leyes de Indias, ningún indio podía entrar en transacciones arriba del valor de cincuenta duros sin la sanción del protector de los naturales, empleado nombrado por el rey de España. En cada provincia había uno, y como estos "protectores naturales" tenían grandes oportunidades, engañaban á los pobres indios sin misericordia.
habiéndolo notado, dijo un día al prior: "Conozco que está usted alarmado con mis visitas y quiero poner fin á sus dudas, diciéndole mis intenciones. Yo pienso proponer este convento para que se establezca en él un colegio; si usted tiene algo que oponer á ello, puede usted escribir al Libertador, al general Sucre ó á quien quiera y decírselo. Doy á usted entera libertad para que lo haga; pero si tienen ustedes al fin que salir de él, yo prometo á usted que el cambio no perjudicará á ninguno de ustedes." Los frailes, que se habían preparado para oponerse, si era posible, á cualquiera propuesta que hiciese relación á su domicilio, parecieron quedar desarmados con esta franca declaración, y no pusieron dificultad alguna; pero el general Miller salió de Potosí antes que pudiese llevar a efecto su plan proyectado. Los frailes de este convento domrían rara vez dentro de él.
Algunos años antes de esta ocurrencia, en otro monasterio, una parte del cual empleaban los realistas como almacén de pólvora, sucedió la siguiente catástrofe. Una noche, á las doce, durante una tremenda tempestad cayó desgraciadamente un rayo en el almacén, lo incendió y su explosión destruyó casi todo el edificio. A la mañana siguiente, escasamente quedaban vestigios de aquel inmenso monasterio, y todos lamentaban la pérdida de los justos y bienaventurados frailes que lo ocupaban. Se dice que hicieron el examen más prolijo y afanoso para ver si hallaban sus santos restos; pero mientras las gentes estaban ocupadas tan piadosamente fueron sorprendidas de tiempo en tiempo, primero, por uno de los monjes del convento, que se llegó á ellos, y luego otro y otro, hasta que, después de haber trabajado por cerca e dos horas, tuvieron la satisfacción de descubrir que ninguno de los santos padres había padecido por auqella terrible desgracia. Cada uno de ellos hizo relación de la causa de su ausencia, sin comprometer la santidad de su carácter, y parece que todos ellos habían estado empleados en obras de caridad cristiana y de general beneficiencia. [255]
Habiéndose anunciado oficialmente la proyectada visita del general Bolívar á Potosí, el general Miller preparó la Csa de Gobierno (1) para aoljar al Libertador, y la cual es una de las casas mejor construídas que se hallan entre Lima y Buenos Aires. Los cuartos son bien proporcionados y están bien repartidos y adornados profusamente con florones dorados, grandes espejos y elegantes arañas. Como no podían encontrarse alfombras, se cubrió el suelo con rico paño carmesí y se amuebló la casa de nuevo con toda la apariencia de decencia y comodidad. Hallándose la villa de Potosí destituída de la mayor parte de los artículos de lujo conocidos en Europa, mandaron una porción de mulas á Tacna por servicio de mesa, quincalla y cristal, y procuraron cantidad de vinos, licores, cerveza fuerte y sidra inglesa y otros varios articulos. El prefecto tenía costumbre de convidar á comer todos los domingos á los jefes de los diferentes ramos y algunos de los principales habitantes. Estas personas se reconciliaron bien pronto con el Champaña, cuyo vino hasta entonces no se había visto jamás en Potosí, y el Burdeos y el Oporto rara vez pasaban sin el saludo correspondiente; pero pocos se animaban á los licores producto de la cebada fermentada, hasta que la repugnancia fué gradualmente desapareciendo por la fuerza del ejemplo, y el pale ale, ó cerveza fuerte, llegó á hacerse la bebida favorita (2).
Las manufacturas inglesas estaban al principio sumamente caras; pero su abundancia redujo pronto los precios y se difundió rápidamente el gusto por ellas. Los soldados que recibían su prest mensualmente empleaban [256]
(1) Ninguna otra casa de Potosí tiene la comodidad de una sola chimenea, pues, según la costumbre española, usan brasero en el invierno.
(2) Después que el general Miller salió de Potosí, descubrió que sus criados tenían costumbre de vender á los indios que venían de puntos distantes del país botellas vacías de cerveza ó vino, á duro ó á duro y medio cada una.
generalmente el sobrante que les quedaba en comprar artículos de fábrica inglesa. La población indiana, cuyo traje había estado antes reducido á telas groseras de lana hiladas y tejidas en el país, principió á comprar manufacturas inglesas.
La sociedad de Potosí, en la época á que se hace relación, era más numerosa y agradable que en lo ordinario, por circunstancias extraordinarias. Muchas viudas de oficiales realistas y empleados civiles se retiraron, naturalemente, al punto que por más tiempo se conservó á favor del rey; veinte ó treinta eran naturales de salta, donde la gracia y hermosura parece haber fijado su residencia. El Ayuntamiento, los comerciantes y los oficiales de la guarnición dieron bailes magníficos y sucesivamente al nuevo prefecto, el cual pagó estos obsequios dando otro no menos espléndido. En todos estos bailes, así como en funciones particulares, se hallaba tanta belleza, elegancia, gracia para bailar y quizás más alegría y jovial franqueza que se encuentra en muchas reuniones europeas.
La sociedad ganó mucho y recibió nuevo impulso por la llegada de una porción de caballeros, que acompañados de un numeroso estado mayor civil iban á comprar minas ó tomar posesión de otras compradas en Londres, algunas de ellas á personas que tenían tanto derecho de disponer de ellas como de otras tantas leguas cuadradas del Océano. Varias de las minas vendidas en esta forma habían sido declaradas vacantes (1). En Buenos Aires, Salta, Arequipa, etc., formaron otras asociaciones para tomar posesión legas de las minas, con el solo objeto de venderlas á especuladores europeos. estas asociaciones revendedoras contribuyeron también á aumentar la población de Potosí con la llegada continua de agentes, que [257]
(1) Las minas que por espacio de un año y un día quedaban sin trabajarse eran la propiedad del que las denunciaba, y pedía su posesión con objeto de explotarlas. El reclamante no tenía más que probar el hecho y pagar una pequeña cantidad por gastos de oficina. esta traslación de posesión se llamaba provisión de las vacantes.
movidos por halagüeñas esperanzas, eran de los miembros más festivos de la sociedad.
Mientras todos estos caballeros estaban afanosamente ocupados en pujarse unos á otros, ó en llevar á efecto sus multiformes contratos, ocurrió una circunstancia que paralizó todos los negocios y probó cumplidamente que las cabezas estaban tan atolondradas en Potosí como se veía lo estaban en otras partes. Esta circunstancia fué el anuncio de la llegada á Córdoba de un inglés, á quien nunca se daba título inferior al de GRAN COMISIONADO BRITÁNICO, y le anunciaban como representante de una reunión de pares y de príncipes , y con medios superabundantes y debidos poderes para comprar todas las minas del Perú. Por espacio de un mes, cada mañana se anunciaba lo que en su viaje había adelantado el gran comisionado; la Casa de Gobierno estaba llena de personas ansiosas de adquirir noticias, y hasta el prefecto mismo no estaba menos deseoso de saber quién era el personaje que iba á honrar el departamento con su presencia. La esperada llegada de Bolívar se hizo por algún tiempo un objeto de interés secundario; la curiosidad general sufría amargamente, pero el gran comisionado no parecía. El tiempo y la ansiedad, aumentando las ilusiones, suponían ya que varios subcomisionados, secretarios, sota-secretarios, mineralogistas, fundidores, químicos, dibujantes, agrimensores, ensayadores, batidores de oro, plateros, capellanes, cirujanos y sepultureros, con sus respectivas mujeres y familias, formaban parte de su numerosa comitiva. Mientras la mente de cada individuo vagaba por los espacios imaginarios, recibió el prefecto una carta, firmada únicamente por JOSEPH ANDREWS, la cual manifestó que el Gran Comisionado Británico era su buen amigo el capitán Andrews, nombrado agente de una asociación, cuyos directores, á semejanza de otros, habían llevado sus miras al más alto grado de extravagancia. Pero al fin se vió que la consecuencia natural de cabezas vacías era vaciarse los bolsillos, y grandes pérdi- [258]
das ocurrieron en el paraje mismo donde la naturaleza había provisto de los medios de grandes ganancias á empresas racionales, si hubiesen consultado á la prudencia, tenido previsión y obrado con economía. El capitán Andrews fué uno de los que economizaron los recursos de los que le habían empleado, y al mismo tiempo adquirió la confianza de los tenedores de minas más repetables. Si hubiese sido ayudado competentemente por la compañía que representaba, habría podido hacer más, con muy pocos gastos, que la mayor parte de la hermandad de busca-minas, que hicieron gastos tan enormes, principalmente enviando máquinas de que jamás hicieron uso. Aunque no nos consideramos capaces de dar una opinión decidida y terminante sobre el negocio de minas, diremos, sin embargo, que hay muchas minas en el Perú, particularmente en Puno, Guantajaya y Pasco, que, dirigidas con prudente economía, ofrecen el prospecto más ventajoso de una ganancia considerable y positiva; pero esperanzas fallidas, ó la ruina, serán siempre el resultado inevitable de establecimientos desproporcionadamente costosos.
Fuera difícil decidir si el mal manejo de klos directores ó la concupiscencia del público inglés merece mayor censura; lo cierto es que la muchedumbre, crédula y codiciosa, suministró solícita los medios para los gastos más extravagantes. Extraviadas por las ilusiones de la avaricia gentes que se habían guardado cautelosamente de entrar en tales especulaciones mientras los precios eran bajos, creyendo arriesgado mezclarse en ellas, no pudieron ver sin envidia que sus vecinos principiasen á recibir considerables sumas por el crecido aumento del valor de las acciones de las minas, y se precipitaron al mercado y compraron cuanto se les presentó á la vista, y cuanto más subían los precios más se aumentaba su frensí y el deseo de ser poseedores de ellas, sin que en ello mirasen siquiera el reslutado final de la empresa misma, sino únicamente ganar dinero en el momento. Acciones que al [259]
principio tenían un precio de 15 ó 20 libras, subieron en el corto espacio de seis semanas al premio [sic] enorme de 1.700 libras esterlinas cada una. Un frío paroxismo se siguió á aquella tremenda calentura; el terror pánico de 1825 ocurrió, y temores tan infundados como las anteriores esperanzas aumentaron el mal y causaron la ruina de cientos de individuos. La disolución de la mayor parte de las compañías de minas se siguió, y ésta se verificó precisamente en un momento en que algunas de ellas habían alcanzado ya un prospecto ventajoso para realizar su empresa. La odisea de estas transacciones recayó principalmente sobre los directores de las compañías, pero debió, con más razón, aplicarse al público, que después de haberse manifestado tan loco afán por estas empresas y especulaciones, privó repentinamente á los directores de los medios de poderlas llevar á efecto.
Los lavaderos de oro de Tipuani, en la provincia de Larecaja, están á setenta leguas al Noroeste de la ciudad de La Paz, y se encuentran en tres arroyos que bajan de la parte de la cordillera llamada Ancona, que está siempre cubierta de nieve. Estos lavaderos han sido labrados desde el tiempo de los Incas, como lo prueban los instrumentos que suelen encontrarse embebidos entre la tierra que las avenidas han acumulado, y lo que manifiesta el tacto é inteligencia de los antiguos peruanos es que esta clase de instrumentos se hallan siempre en los terrenos más productivos. Los lavaderos acaban donde el río Tipuani toma el nombre de Beni, y donde es ya navegable para botes hasta las Amazonas. A las diez ó doce varas de la superficie se halla oro en pepitas, en capas de arcilla de una hasta dos varas de espesor: su cualidad es de veintitrés quilates y medio. Todas las faenas de los lavaderos se ejecutan á brazo. Los hoyos ó excavaciones que hacen los achican con cubos, aunque las montañas están cubiertas de hermosos árboles, con cuya madera podían construir bombas de mano con mucha facilidad. El clima es muy ardiente y las tersianas muy generales.
Los habitantes indígenas del Perú van gradualmente experimentando los beneficios que les resultan de la abolición de las antiguas leyes opresivas. En los distritos que producen oro se redoblarán sus esfuerzos, puesto que en el día trabajan para ellos mismos; pueden obtener este precioso metal con sólo escarbar la tierra, y aunque la cantidad que cada individuo recoja sea muy pequeña, las sumas de estas pequeñas cantidades formarán una muy considerable. A proporción que los indígenas adquieran mayor riqueza, contraerán el deseo y la necesidad de las pequeñas comodidades de la vida; el consumo de las manufacturas europeas aumentará á un grado incalculable, y los efectos que producirán en el comercio general del globo se conocerán palpablemente. A la primera y más activa nación manufacturera del mundo corresponde sacar la debida ventaja de circusntancias tan favorables. Ya en el día se emplean, probablemente, las manufacturas inglesas el doble de toneladas, y quizás excedan veinte veces el valor de las importaciones de todas las otras naciones extranjeras juntas. Los vinos y cositas de gusto y caprichosas de Francia y la harina y muebles de casa de los Estados Unidos no pueden entrar en parangón con los percales de Manchester, los lienzos de Glasgow, los paños finos de Leeds, ó la quincallería de Birmingham; todo lo cual está probado por la mayor proporción de metales preciosos remitidos á Inglaterra, comparados con las remesas hechas á otras naciones. El solo envío de relojes de los Sres. Roskell y Comp., de Liverpool, puede contrabalancear la exportación de algunas de las naciones que comercian con la América del Sur.
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William Miller (Wingham, Inglaterra, 12 de diciembre de 1795 - † Lima, Perú, 1861, también llamado Guillermo Miller en Latinoamérica), fue un militar británico que contribuyó de manera sobresaliente en la guerra de independencia de Argentina, Bolivia, Chile y Perú.
En 1824 El Libertador Simón Bolívar lo nombra general en jefe de la caballería independentista. Así combate en la Batalla de Junín y la Batalla de Ayacucho.
Su notable desempeño durante la guerra le valió ser ascendido al grado de Mariscal del Ejército del Perú. En 1821 había participado de la creación del regimiento de caballería Húsares de la Legión Peruana, los que, a consecuencia de haber intervenido heroica y decisivamente en la Batalla de Junín, fueron renombrados como "Húsares de Junín". Ese regimiento constituye actualmente la Guardia del Palacio de Gobierno del Perú.
Tras la capitulación de Ayacucho fue nombrado gobernador de la Villa Imperial de Potosí pero en 1825 viaja de regreso a Inglaterra para reponer su maltrecha salud luego de casi 10 años de lucha continua contra el Imperio español. En 1828 por intermedio de su hermano Jhon Miller publica en Londres la obra "Memorias del General Miller, al servicio de la República del Perú", publicación que tuvo gran acogida en las principales editoriales inglesas.
Regresó al Perú en 1831 para cumplir diversas responsabilidades militares y diplomáticas. En 1835 se vio envuelto en la guerra entre Andrés de Santa Cruz y Felipe Santiago Salaverry apoyando al primero en su proyecto confederacionista pero tras la derrota y fusilamiento de Salaverry, por quien Miller había intercedido para que le fuera perdonada la vida, se exilió del escenario político y militar no tomando parte de la guerra entre la Confederación Perú-Boliviana con Chile, la Confederación Argentina y los restauradores peruanos.
Por motivo de haber apoyado a Santa Cruz fue dado de baja y borrado del escalafón militar por las nuevas autoridades peruanas cuando la Confederación fue derrotada. Paso varios años como consul británico en Hawai hasta que pasadas las pasiones de la guerra el gobierno peruano le devolvió su título de Gran Mariscal
Pasó sus últimos años en Perú hasta que sintiendo la proximidad de su muerte solicitó ser llevado a un buque británico que se encontraba frente al Callao donde falleció poco después a la edad de 66 años.[2]
Después de su muerte se descubrió que todavía tenía (en su hígado) dos balas alojadas en su cuerpo, recuerdo de las más de veinte heridas que había recibido en sus batallas. Sus restos fueron enterrados en el Cementerio británico de Bellavista y luego, en 1926, fueron transferidos al Panteón de los Próceres, en el Parque Universitario de Lima, donde todavía descansa. [Con datos parciales de Wikipedia]
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