Una reciente publicación de la Universidad Católica San Pablo de Arequipa —Del régimen hispánico. Estudios sobre la conquista y el orden virreinal peruano, (2013)—, que reúne varias investigaciones del historiador peruano Rafael Sánchez-Concha Barrios, incluye referencias importantes sobre las primeras entradas de conquista a los Antis, desde el Cusco hacia las espaldas de la cordillera andina.
La tercera de estas incursiones, a los Moxos, comprendió en su desenlace, a decir de los cronistas tempranos, la eventual “salida por Chuquiapo” (Chuquiavo, Chuquiabo, Chukiawu, en sus diferentes acepciones originales), el antiguo centro multiétnico aymara-quechua-pukina, que diez años después se convertiría en el “pueblo nuevo” de Nuestra Señora de La Paz.
Por caminos diversos pero al final convergentes, Sánchez-Concha Barrios ha coincidido con recientes estudios bolivianos sobre la cuádruple entrada a los Abiscas, Chunchos, Moxos y Chiriguanaes (La ruta de Alonso de Mendoza, UMSA, 2009, por ejemplo) que permitió “descubrir”, para la mirada europea, pues se trataba de un ya famoso centro aurífero y cruce miltiétnico andino, la ancestral marka indígena que hoy es la sede del gobierno boliviano.
En 1538, a partir de la información local sobre mayores riquezas y mano de obra, y aprovechando diversos pasos intercordilleranos, una tropa de 300 españoles y 8.000 nativos enrolados llegó a los cocales del río Toono, en la cabecera del Madre de Dios buscando el remoto “país de Ambaya”, en el entonces mítico este de los Andes.
Sin hallar “más que selva y lluvias”, la hueste regresó a los valles aledaños al Cusco para emprender luego, por el sur de Calabaya la Grande (Ayaviri) y Calabaya la Chica (Larecaja), una nueva ruta que los llevaría hacia los Chunchos de la actual Amazonía paceña y a los Moxos al este del río Diabeni. Paralelamente, el grueso de la tropa había hecho su ingreso a Cochabamba y los Chalcas, asentando dominio en las minas del tata Porco y sus alrededores, después de rendir a la confederación Qaraqara-Charka.
Diezmados y en harapos, los sobrevivientes de la entrada a los Moxos retornaron, sin embargo, emergiendo por Larecaja y probablemente por Chuquiabo antes de asentarse en Huarina para emprender la marcha hacia los Chiriguanos (más allá de Tarija), de los cuales se hablaba ya en 1534, mucho antes que de los Charcas.
La primera parte del estudio de Rafael Sánchez-Concha, La época de los conquistadores, “muestra bien cómo se constituían entonces los objetivos de esas entradas, quiénes formaban, a partir de qué situación interna dentro del grupo conquistador y de qué fracturas se decidían los soldados”, comenta Bernard Lavalle, de la Université Sorbonne Nouvelle, Paris.
“En un periodo del cual se han perdido varios documentos o se encuentran dispersos, resulta un gran mérito reconstruir los acontecimientos vinculados a la conquista, en la historiografía peruana hacía falta un desarrollo histórico más amplio de estas incursiones exploratorias”, dice Fernando Valle Rondón, director del Centro de Estudios Peruanos de la Universidad Católica San Pablo de Arequipa que con esta publicación abrió su colección Historia, Sociedad y Cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario