sábado, 24 de octubre de 2015

El pensamiento portaliano después de La Haya

LECCIONES 1

El pensamiento portaliano después de La Haya

Franklin Farell Ortiz


En este momento en Bolivia no encuentro tema que merezca mayor atención que el proceso iniciado ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya. Se trata de nuestra segunda independencia: recuperar la cualidad marítima arrebatada de manera fraudulenta y artera a nuestro país. Su acceso soberano al mar es un acto de justicia histórica.
Foto: Bolivianos en USA

En lo personal, el tema del mar no fue una cuestión importante hasta el año 2003 aproximadamente, cuando me quedó en claro cuán vinculada está nuestra libertad personal con nuestro enclaustramiento marítimo. Nuestro futuro como sociedad libre e independiente está relacionado con nuestro acceso al Océano Pacífico en igualdad de condiciones. En estos 135 años de encierro se nos ha querido someter a una suerte de protectorado ante la mirada de impotencia de quienes creen en la justicia y frente a los ojos incrédulos de la comunidad internacional.

El año 2003 se quiso negar la evidencia de los hechos. Bolivia se hallaba enfrascada en un conflicto interno debido a que no posee costas propias para desarrollar sus propios proyectos de economía ni es plenamente libre para realizar negocios con las demás naciones del mundo que no sea a través del espacio aéreo, el territorio, las aduanas y las condiciones establecidas por gobiernos de los países vecinos que la circundan. Bajo el argumento de que la reivindicación marítima de Bolivia no pasaba de ser la trama de algún país vecino o en el mejor de los casos la invención de un grupo minoritario, se buscó negar el origen de aquella crisis que significó el fin del régimen político establecido en 1985. Doce años después debemos felicitar a uno de aquellos revoltosos en su papel de presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, el señor Juan Evo Morales Ayma, además de los cinco ex presidentes de Bolivia, que procedieron de manera responsable y con sentido de la historia al mostrarnos el camino de la unidad. Aquel comité de ex presidentes supo estar vigilante y compartir sus experiencias con el primer mandatario hasta llevar a buen puerto los derechos de Bolivia. Este gesto de grandeza y desprendimiento se ve hoy en los resultados: el fallo favorable a Bolivia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya para juzgar su demanda.

Después de este primer paso dado ante la Corte Internacional de Justicia el pasado 24 de septiembre (día de doble regocijo para un cruceño como yo), queda por delante un trabajo semejante a la reunificación de Alemania tras el derribo del Muro de Berlín; un muro que demostró ser una barrera mental sin bases en la historia, una barrera concebible sólo dentro de la mentalidad del carcelero cruel, mentalidad que se vuelve odiosa ante aquellos pueblos que creen en la libertad. La tarea que tenemos por delante no es un sueño imposible de alcanzar, es semejante a la devolución del Canal de Panamá a los panameños, la reparación de un acto de injusticia que databa del año 1904, precisamente. La demanda marítima de Bolivia es más antigua que el bloqueo a Cuba, inclusive; entuerto de la Guerra Fría que también se encuentra en vías de solución mediante el mecanismo del diálogo. Nuestra mediterraneidad es una de las injusticias más antiguas del hemisferio, ha visto desaparecer y reaparecer aquellos países que fungieron como garantes o testigos de lo que fuera un acto de injusticia sin nombre. La agresión de Chile a Bolivia el año 1879 está rodeada por una aureola de infamia que desde Santiago se buscó mantener oculto y celebrar en lo privado. Hoy los vientos de la historia son de cambio y están inspirados por el derecho, la igualdad y la fuerza de la razón. A diferencia de los imperialismos del siglo XIX, con sus cómplices y sus actos de piratería internacional (aventurerismo empresarial), con sus proyectos coloniales encubiertos por una retórica chauvinista de innegable complejo racista, el siglo XXI apunta hacia la convivencia civilizada, hacia la cooperación y el aprovechamiento racional de los recursos. El dios Mercado no resuelve todo por sí solo, no es virtuoso y tiende hacia la acumulación de riquezas de manera irracional y compulsiva. El ejemplo está en la economía del propio Chile: la riqueza de las costas no es aprovechada por el pueblo chileno; la explotación del cobre pudo haber llevado a aquel país más allá del modelo extractivista y la concepción rentista del Estado, pero la fabulosa riqueza de lo que fue territorio arrebatado a los bolivianos (Chuquicamata) fue aprovechado para armar hasta los dientes otro ejército semejante o muy superior al empleado por intereses particulares para hacerse de recursos ajenos en 1879.

La tarea que sigue no es pequeña. Se trata de persuadir a la clase política de Chile que es posible convivir de otra manera y abandonar la política de la desconfianza enfermiza. Es posible el cambio de actitud con respecto a Bolivia, a quien no miran sino es por encima del hombro. La manera de proceder que han tenido con los vecinos ha sido de mal gusto, por decir lo menos. De manera semejante a como se procede entre individuos, es posible sentarse a una mesa y dialogar de manera civilizada. Sembrar la discordia y la intriga, alimentar la desconfianza y desinformar a su pueblo, no es la manera más inteligente de encarar un largo futuro entre vecinos. Nos queda un largo porvenir juntos donde la convivencia se hará más larga y pesada a medida que la situación de secuestro (o encierro o enclaustramiento o bloqueo) pese sobre uno de los dos y lo condene de por vida a la minoría de edad, al cautiverio de aquel siervo que acepta una relación de dependencia con un amo.

(Para quien conozca algo de historia en Latinoamérica no será difícil comprender lo que todo esto implica para Bolivia. El régimen esclavista fue establecido en torno a la figura racial autoritaria de un amo o patrón, que ocupó el imaginario de sus esclavos haciendo de Dios y rey dentro de la hacienda. Esta forma de cautiverio fue impuesta a Bolivia tras la invasión y guerra de 1879. Desde entonces la política exterior de Chile a buscado establecer el papel de intermediario entre su siervo –Bolivia- y el mundo exterior de los grandes negocios. Para lograr esto ha sido el principal reproductor de los estereotipos negativos acerca de la economía en la región, como el de la inseguridad financiera, la inestabilidad política, la incertidumbre económica y todo tipo de clisés racistas y culturales dentro de los cuales se presenta a sí mismo como el país ejemplar que gana todas sus guerras porque entre su gente no hay indios (entrevista Pinochet-Kissinger). La violencia en sus formas psicológica y simbólica es ejercida por este pensamiento autoritario de Chile a través de aquellos subalternos del establishment mediático internacional, dentro del cual ha gozado de mucha influencia siempre; algunos periodistas fungen de capataz dentro de este esquema de injusticia. Cuando la diplomacia de Chile asegura que Bolivia goza de plena libertad para acceder al Océano Pacífico, en realidad está defendiendo los derechos que cree haber adquirido con la guerra para fungir como el Supervisor de todos los actos de su siervo; se reserva el derecho a ser el Controlador capaz de condicionar el intercambio comercial de Bolivia bajo el esquema denigrante del buen o mal comportamiento empleado durante el esclavismo. No es preciso recordar que aquellos amos buscaron y consiguieron desarrollar todo tipo de ventaja personal sobre sus víctimas, haciendo que se perpetuara la condición desventajosa del esclavo y se reprodujera hasta el infinito aquella relación de dependencia. Dueño y señor del suelo que pisaban indios americanos y africanos trasplantados, la lógica carcelaria del esclavista consideró una ofensa mayor cualquier cuestionamiento de su autoridad o cualquier diferencia con el derecho ajeno; ejerció su autoridad sobre vidas y haciendas de quienes moraban bajo su techo y de los cuales esperaba muestras de eterna gratitud.)

Cuando uno lee los razonamientos con base en los historiadores y analistas oficiales nota que prevalece la idea del Pensamiento Único, una idea que se insiste en vender dentro y fuera de Chile a pesar del fracaso evidente. Hasta el día de hoy no encuentro quién explique, por ejemplo, porqué razón se piensa en Chile que Bolivia está obligada a purgar una suerte de Purgatorio por culpas que sólo existen en la mente de aquellos historiadores cuyo referente ético y moral es la figura de Diego Portales (1793-1837). Porque estamos obligados a ir juntos por este mundo el resto de nuestras vidas es que tenemos la obligación de sentarnos a negociar hasta resolver el enclaustramiento marítimo boliviano.

El pueblo chileno vive desinformado y no duda que la versión de la historia que le contaron sus historiadores oficiales es la verdad histórica. Cambiar los hábitos mentales de una clase política que se enseñó a mirar Bolivia como un reservorio de riquezas desaprovechadas, siempre a la espera del buen samaritano de al lado que las rescate de las manos de su pueblo ignorante, sin cultura, gente aborreciblemente morena con una historia decadente de indios tiranizados por gobiernos sin escrúpulos y personajes públicos sin sentido patrio. No será sencillo, pero se puede.

Pensar en la integración de América Latina es otra manera de decir lo mismo. La integración hacia la cual nos movemos en la región no es la búsqueda de hegemonías o supremacías de tipo racial, clasista, elitista o cultural. Pero esta manera de ver las cosas resulta todo un reto (cuando no una amenaza) para un país hecho a imagen y semejanza de Diego Portales. Un siglo XIX largo que se quiere prolongar hasta el siglo XXI. Implica cambios de mentalidad en una elite que funda su prestigio y su autoridad en la historia de una agresión y el despojo a sus vecinos. Desde el año 1879 aquella misma elite tiene establecido un pacto de características perversas con sus clases subalternas acerca de lo que se debe creer y lo que no se puede aceptar cuando se trata con Bolivia. Esta subordinación se hace evidente a medida que uno desciende en la pirámide social y reconoce las deficiencias de una educación clasista. Las agresiones verbales de la calle hay que buscarlas en el libro del intolerante convertido en especialista, o en el académico senil al que se le dificulta bastante demostrar honestidad intelectual frente a las cámaras de tv. La viveza criolla hecha doctrina nacional es algo embarazoso de racionalizar, incluso para un crítico. ¿Cómo es posible que el país de Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y los hermanos Parra sea el mismo país que reverencia y fundamenta de su pensamiento político en ideas del siguiente calibre?: “…si un día me agarré los fundillos y tomé un palo para dar tranquilidad al país, fue sólo para que los jodidos y las putas de Santiago me dejaran trabajar en paz” (Diego Portales, carta a Antonio Garfias, 10 de octubre de 1831).

Quien tiene por hábito proceder de buena fe, se cuida de no subestimar la inteligencia de su interlocutor. Bolivia no subestima a Chile, por el contrario: es muy consciente de que se trata de un país con intelectuales y técnicos de primera línea en muchos campos. Un país con gente creativa y niveles de escolaridad por encima de la media regional, ¿no puede concebir que Bolivia tenga derecho a un acceso soberano al mar y que esto afectaría en nada a Chile y beneficiaría en mucho a nuestros pueblos?
 
Evolución de una clase política, puesta al día con el siglo XXI, tarea poco sencilla; menos con argumentos y razonamientos del siglo XVI. Cuando desde el ala derecha de aquella clase política se expresa de manera abierta llamados al golpe de Estado, o cuando se busca involucrar a los militares con invitaciones a que regresen al poder y rescaten al país del desastre, es porque la quiebra discursiva del Chile democrático es completa. La incapacidad para asimilar el fallo de La Haya ante Bolivia es resultado del autoengaño y la desinformación en que se mantiene al pueblo de Chile. El gobierno de centro izquierda de la señora Michelle Bachelet no tuvo la lucidez suficiente para enarbolar banderas de su tradición democrática y entró en el juego chauvinista para acomodarse fácilmente en aquella razón de ser del pensamiento ultra conservador: la paranoia belicista. “Estamos rodeados por enemigos.”

Detrás de la palabra injuriosa y del escupitajo en la cara a enemigos que no existen, se debe observar la bancarrota política de una diplomacia que en La Haya confió en el ardid legal para perpetuar una injusticia. De igual manera, de no rectificar el rumbo, es de esperar que se intente perpetuar el falseamiento de la Historia con sus historiadores oficiales ahora que en La Haya se ingrese a tratar el tema de fondo.

Nadie compra una injusticia. Tal vez este sea el significado que no todos leen en Chile tras el fracaso del ardid legal ante la Corte Internacional de Justicia. Reflexionar en el futuro de la integración regional, más allá de los saludos a la bandera y las cumbres de presidentes, podría ser un punto de partida. Pero para ello es preciso dejar de lado la intransigencia y abrirse a la posibilidad de que tal vez el otro tenga la razón y que no sería tan mala idea empezar a proceder de buena fe como vecinos. Otro camino: escuchar la voz de aquellos ciudadanos chilenos que se ruborizan ante la idea de ser el país portaviones de la región. Tal vez de esta manera se pueda entrever una alternativa de sociedad, un diseño estatal alternativo a aquel proyecto neo colonial establecido por el imperialismo del siglo XIX; dejar la función de país plataforma asignado desde aquel entonces y que ha sido confirmado posteriormente, siendo un factor de inestabilidad en la región. Parece demostrado que aquel proyecto oligárquico de país fue un proyecto de expansión colonial de inspiración imperial, proyecto que fue implementado sobre territorio mapuche a la vez que territorio boliviano. Son voces de ciudadanos chilenos las que reclaman por la realidad oprobiosa de un sistema de enseñanza que los lleva a celebrar de manera obsesiva una guerra de despojo sucedida 135 años atrás y no poder contrastar aquel relato belicista con la realidad presente de un país que no es dueño del 10% de sus costas.

Tal vez este viaje en el tiempo empiece a darse cuando se vea a nuestros países de manera sincera y honesta, despojándose de prejuicios cultivados para exportación como coartada legitimadora de intereses particulares. Estos intereses suelen excluir a nuestros pueblos de la oportunidad de mejorar y prosperar, de ser protagonistas de su propia historia. Como país Bolivia aspira a poder trabajar en igualdad de condiciones sin desventajas con los vecinos; es nuestro sueño de toda la vida y sabemos que no necesitamos hacer el mal a nadie para conseguirlo. Tal vez sea destino, está en nuestra naturaleza, en la heterogeneidad de nuestra geografía, en la humildad de nuestra gente. El reconocimiento de nuestra pluralidad cultural nos va enseñando a ser menos intolerantes de lo que seríamos si hablásemos una única lengua o fuésemos una única raza de impolutos y pluscuamperfectos.

La comunidad internacional ha comprendido a Bolivia. Las muestras de apoyo es la manera de mostrar solidaridad con el camino que ha tomado. Será difícil para el pensamiento portaliano retroceder el reloj de la historia al siglo XVI por la misma razón que no se puede detener el tiempo ni se puede evitar que la historia cambie o que el mundo se supere y que la gente mejore. A diferencia del siglo XIX, en el siglo XXI las instituciones internacionales ocupan el lugar de los imperios; el derecho y la aplicación de justicia se perfeccionan y se da cabida al débil y al atropellado porque de otra manera se estaría permitiendo que los violentos de este mundo ceben su prepotencia con el débil. Hoy en día se reconocen los derechos de países como Bolivia lo mismo que los derechos del prepotente porque este es el principio de la vida civilizada.


Bolivia es un país que cree en la igualdad de oportunidades y busca la manera plena de ejercer aquellos derechos con los cuales nació a la comunidad de naciones libres e independientes el 6 de agosto de 1825.

Santa Cruz de la Sierra - Bolivia

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