lunes, 28 de octubre de 2013

RELACIÓN DEL CERRO DE POTOSÍ Y SU DESCUBRIMIENTO [31-XI-1572]

Pocos textos tan ignorados y fundamentales como esta declaración tomada en su lecho de muerte al descubridor de las fabulosas riquezas del cerro de Potosí: Diego Hualpa, o Gualpa. Un descubrimiento que cambió la historia, como lo deja ver el relator y confesor, Rodrigo de la Fuente, con sus acotaciones religiosas. Han sido muchas las versiones del descubrimiento de las minas de plata en Potosí. Todas coinciden en el nombre del descubridor, Diego Hualpa, no así en la de su amo (Villarroel). La mayoría de los relatos asegura que se trató de un pastor que andaba en busca de una "oveja de la tierra" (llama) que debió pasar la noche en el cerro e hizo una fogata para soportar el frío; al día siguiente, vió cómo un metal se había derretido con el fuego... etc. Otras afirman que fue al arrancar un arbusto que notó la riqueza del mineral entre las raíces. Hay incluso una leyenda que asegura el conocimiento del Inca de aquella riqueza fabulosa, pero que "una voz en el cerro" (truenos) habría dicho que aquella riqueza estaba reservada para "otros dueños". Aquí podemos encontrar el origen de algunos de estso micro relatos, que contienen algo de verdad, como toda mitificación.

Para la historia de Bolivia este documento es una lectura imprescindible. Para la historia contemporánea se trata del testimonio de un descubrimiento tan importante como el del Mar del Sur (Océano Pacífico) o del Estrecho de Magallanes. En mi opinión, se trata de un patrimonio de la humanidad.

En cuanto al año del descubrimiento, la fecha que brinda la declaración es la misma que casi todos los docuemtnos mencionan: 1545. Los detalles biográficos de Diego Hualpa no dejan de ser fascinantes: se trata de un contemporáneo del arribo de los españoles y la caída del Imperio Inca, súbdito leal a Huáscar (hermano y rival de Atahualpa), yanacona o indio sin tierra y trasterrado y, finalmente, siervo de una banda de soldados aventureros en busca de minas (saqueadores de tumbas o huaquas, en realidad). Falleció a los 70 años de edad, el 15 de enero de 1573, tan pobre como había vivido.

Tal vez el dato que casi ninguna de las crónicas menciona y que Diego Hualpa enfatiza como señal de lo sucedido: Potosí era un paraje verde, un área de arbustos de quínua habitado por el puma (león americano) que fue arrasado por la explotación la necesidad creciente de leña para las huayras (hornos de fundición incas). Bien decía un cronista contemporáneo a la visita del virrey Toledo: Potosí es la máquina que mueve la economía de esta parte del mundo, una máquina que devora todo 100 leguas a la redonda; polo de atracción para aventureros y cazafortunas extranjeros, área de reclutamiento para viejas y nuevas guerras de conquista, centro de una zona de comercio y demanda de alimentos y mercancías para una población numerosa en crecimiento entre Cruzco y la naciente Buenos Aires (de una se aprovisionaba a los indios, de la otra llegaban telas y mercancías de Castilla). Este mercado movía todo tipo de recursos en grandes cantidades, incluida la mano de obra esclava a pesar de la prohibición formal de ésta. Para la fundición del mineral de plata, se usó el carbón hasta que no hubo de dónde tomarlo, y fue cuando se buscó y se encontró el método de fundición por azogue -mercurio- que empezó a proveerse desde Huancalevica (Perú).


RELACION DEL CERRO DE POTOSI Y SU DESCUBRIMIENTO
[Rodrigo de la Fuente, clérigo presbítero. Potosí 31-XI-1572]

[Relaciones Geográficas de Indias. Tomo I. Marcos Jiménez de la Espada. Madrid, 1967. pp. 357-361. Nota: Para no molestar la lectura con las ideas obsesivas que tiene Jiménez de la Espada, he omitido las cursivas para los nombres propios americanos y gentilicios; el lector sabrá reconcoer aquellas palabras y nombres que no son de la lengua castellana. En lo demás, he respetado la irregularidad ortográfica, inclusive. --FFO] 

Notoria cosa es a los hombres que cristianamente quieren considerar las obras de naturaleza ser guiadas por el Criador della, que dellas producen fines incomprensibles para bien y utilidad del género humano, porque, viéndolas, se alabe el nombre de Dios y sea a gloria y honra suya; al cual suplico me dé lumbre en el entendimiento para que pueda manifestar con verdad lo aquí quiero (así) declarar a las gentes que hoy lo quisieren saber y quede en memoria a los venideros siglos cómo y cuándo y en qué tiempo y por quién fue Nuestro señor servido se manifestase la riqueza de plata tan innumerable que estaba y está abscondida en el cerro que los naturales de esta tierra de la provincia de los indios Caracaras llamaban y hoy día generalmente por el mundo se llama cerro de Potosí, por la muncha noticia que dél se tiene por su gran riqueza. Y viniendo a contar cómo sucedió lo que escribo, fue:
En treinta y un días del mes de diciembre del año de nuestra redinción de mil e quinientos e setenta y dos años, estando el muy excelente señor don Francisco de Toledo, visorrey destos reinos del Perú y Tierra Firme, en la villa imperial del Potosí, y estando este día yo, Rodrigo de la Fuente, clérigo presbítero, en presencia de su excelencia, llegó un indio con una petición diciendo que era hijo del primer indio que había descubierto y dado noticia a los cristianos haber plata en el cerro del Potosí; que su excelencia le hiciese merced conforme a tan gran servicio, pues manifiesto era ser lo que decía verdad a las gentes antiguas que en aquel pueblo estaban (1).
Regocijóse su excelencia de oír esta petición, por ser como es tan amigo de hacer bien a los naturales desta tierra, y me mandó que hiciese información si lo que decía este indio era verdad, pues en la villa imperial de Potosí, donde stábamos, había gente que con verdad podían decir si lo que este indio era ansí.
Este día fui a casa del padre del indio que presentó la petición a su excelencia, que vivía con sus hijos y mujer en la ranchería, y llevé conmigo a Jerónimo Hernández, ciente [esciente] en la lengua general de los indios ingas y en la aymará, para con él mejor me poder entender, y hallé en la dicha casa un indio de buena dispusición y aspecto de mejor razón y entendimiento, proque a muchas cosas que le pregunté, aunque estaba en la cama días había enfermo, de la cual enfermedad murió dentro de quince días, siempre me dio buena salida de todo. Podría tener de edad, a lo que parecía, setenta años; bien mostraba tenerlos, porque estaba cercado de nueve hijos, los cinco de ellos mujeres y todos en edad madura y con hijos.
Llamábase este indio en su lengua Gualpa, y después se bautizó y casó y se llamó
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(1) Casi todos los párrafos lelvan una indicación al mergen a modo de título, que surpimimos por innecesaria.
 
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don Diego Gualpa. Era natural chunbibilca, del pueblo que se decía Yanqui, del repartimiento del licenciado Carabajal (1), en los términos del Cuzco. Díjome que en su tierra era hijo de un principal que se decía Alcaxuca, del ayllo de Hanansaya, que entre los indios desta tierra se tiene por calidad.
Viendo yo a este indio fatigado con su larga enfermedad que padecía días había, le consolé espiritualmente y recibió el consuelo cristianamente, diciendo que bien sabía tener alma y cuerpo y ser criatura de Dios y que esperaba la salvación de su ánima, por se haber bautizado y vivido con su mujer casado mucho tiempo, y que Dios quería mucho a sus criaturas, especial a los que le conocían y creían por Dios y Señor, y questa noticia tenía desde el tiempo que entraron los cristianos en ella, por los haber siempre tratado y conversado y los haber servido e oido la predicacion de los padres; e que él estaba confesado y había hecho testamento y encomendado su ánima a Jesuxpto, como a cosa criada de su mano.
Preguntando yo a este indio de qué edad era cuando los cristianos entraron en esta tierra, dijo que era hombre ya entero y me señaló a un hijo suyo que en su aspecto tenía más de veinte y cinco años; y que servía en aquel tiempo a Guascar Inga, hijo de Guayna Capa, Señor desta tierra, de guardar sus plumas, cosa muy estimada entre los indios, por ser amigos de tener adornada la cabeza con plumas de diferentes colores; e cuando dieron los cristianos la batalla en Caxamalca, estaba en su tierra, y subiendo los cristianos al Cuzco, vino allí con otros indios della a ver qué gente era.
Aficionóse a servir aun soldado que se decía Cardoso, de nación portugués, por le parecer en su persona y aspeto señor, y le sirvió mucho tiempo, en el discurso del cual subió con él al asiento de Porco, donde había noticia de haber mucha plata, por se labrar allí minas del Señor de la tierra antes que los cristianos entrasen en ella.
Prosiguiendo su historia este indio de los acaecimientos que le habían acaecido sirviendo a su amo Cardoso, dijo que le dió una carta para unos soldados que estaban en Chuquiavo, que hoy es la ciudad de La Paz, y vista la carta por los soldados, se enojaron mucho por las razones que en ellas (así) decía, y por quebrar su enojo en el mensajero, cosa no usada en buen uso y pulicia, le echaron perros para que le mordiesen y aperreasen, y recibió tanto daño en su persona, que estuvo para morir, y desta causa no volvió en muchos días donde su amo estaba; y viendo el amo la tardanza de su querido Gualpa, preguntaba a los que venían de adonde le hab´pia enviado, si le habían visto. No faltó quien le dijo lo que había pasado; sintió mucho la injuria que le habían hecho y el daño que le habían hecho a su criado; vino a Chuquiavo desde Porco y halló a su yanacona maltratado de las mordiduras de los perros; contóle el trabajo grande que por su mandado había padecido, de lo cual recibió grandísima alteración y fue a buscar a los que le habían hecho tan mala obra, y riñió con ellos y en el campo mató al uno y al otro hirió muy mal y les quitó las armas, cosa con que obligó mucho a su criado Gualpa. Díjome que no le había engañado su corazón cuando puso en su ánimo de servir a este soldado Cardoso, pareciéndole que entre ortos muchos que vido, tenía más valor en su persona.
Este soldado Cardoso dejó la provincia de los Charcas y asiento de Porco por negocios que se le ofrecieron, y se fue a la ciudad de Los Reyes y dejó encomendado a este indio Gualpa a otro soldado amigo suyo, que se decía Marín, con el cual vivió algún tiempo en resgates y granjerías, que ya se usaban en el asiento de Porco.
Dijo más, que un día se juntaron cuatro soldados, que se decían Marcos Xaramonte, Alvaro de Olmedo, Gaspar Montesinos y Juan Camargo, a ver una loma de soroche (2) questaba junto al cerro de Potosí, que hoy llamamos Asientos de Gonzalo Pizarro, en busca de minas y soroche, y le dijeron estando en la dicha loma: "vee aquel cerro y en lo más alto dél hallarás mucha plata labrada y oro ofrecido a la guaca que en él está".
Subió al cerro este dicho indio Gualpa en compañía de otro indio que le señalaron para que con él se fuese, por ser la subida
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(1) Benito Xuárez de Carvajal.
(2) Galena argentífera.
 
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mucha y áspera, distancia de más de dos mill pasos. Yendo por su jornada con dificultad, llegaron ambos indios a lo más alto del cerro de Potosí, el cual cerro tiene una mesa en lo más alto de´l despacio de cien pies, poco más o menos, y en contorno igual por todas partes.
Allí hallaron ser adoratorios de los indios comarcanos y haber algunas cosas ofrecidas de poca importancia a la guaca que allí estaba, lo cual todo cogió este dicho don Diego Gualpa, y lo cargó en su compañero y lo envió a los cuatro españoles que quedaban en los Asientos que dicen de Gonzalo Pizarro.
Quedóse solo este indio Gualpa en el cerro de Potosí, después de haber enviado a su compañero con los despojos de la guaca questaba en lo más alto del cerro, a los cuatro cristianos que le habían enviado.-- Puédese piadosamente creer que la voluntad de Dios Nuestro Señor [fue] que aquel tesoro, que tantos tiempos había estado escondido debajo de tierra, fuese manifiesto a los hombres para gloria y honra suya por mano de un indio que de su magestad divina tenía poco conocimiento, para que él y los demás desta tierra tiviesen entendido, como hoy lo van entendiendo, con el gran concurso que de buenos sacerdotes ha habido, ser nuestro Dios y Criador de todas las cosas, y olvidasen, como van olvidando, la creencia en que tantos millares de años han estado ciegos y engañados del Demonio, que sus ídolos y guacas eran poderosos para dar y quitar salud corporal a los hombres y socorrer a sus necesidades, como para esto dellos eran invocados con ofrecimientos, presentes, ayunos y sacrificios y derramamiento de sangre corporal, como se tiene entera noticia de los sacerdotes que les predican la ley evangélica y entre otras muchas personas curiosas que con pecho cristiano ayudan este menester.
Dijo que bajando de lo más alto del cerro, vino un viento tan grande, que dió con él en tierra, cosa acaecida muchas veces en este cerro de Potosí ser en él grandes los vientos, por estar escombrado de todas partes y haberle criado naturaleza a hechura de una punta de diamante, donde perdió el sentido y estuvo espacio de tiempo después de lo haber cobrado sin se poder levantar. Miró a todas partes por ver si volvía el compañero que había enviado a los cuatro cristianos, que dijo llamarse Gualpa, yanacona del dicho Marcos de Xaramonte.
Tornando sobre sí para se levantar, puso las manos sobre la tierra, las cuales hicieron en ella señal a manera de la que se suele hacer cuando se ponen sobre barro bien pisado, y señaló en ella las manos; e como ya era llegada la hora en que Dios Nuestro Señor tenía por bien para su servicio que este tan innumerable tesoro fuese a las gentes comunicado, abrió los ojos del entendimiento a este indio y conoció ser metal de plata sobre lo que había puesto las manos, por haber visto en el asiento de Porco otro metal como éste, y cogió dél cantidad como ocho o diez marcos y se bajó del cerro en busca de los cuatro cristianos que le habían enviado, los cuales no le aguardaron y se fueron a Porco.
Fuése este indio Gualpa a Porco y mostró a Alvaro de Olmedo el metal que había traído y le contó lo que le hab´pia acaecido, el cual hizo burla de lo quel indio le decía, diciendo que era imposible que del cerro Potosí hubiese él traído cosa tan rica. Respondió que cierto le decía verdad, y que si quería ver era así, se fuesen a lo ver juntos.-- Ya persuasión suya salieron de Porco y vinieron al cerro de Potosí, que puede haber espacio de cinco leguas, y con dificultad iban subiendo el cerro, y llegando cerca de donde había sacado este indio el metal que mostró al dicho Alvaro de Olmedo, vino un viento tan grande, que desbarató y llevó la capa y sombrero y dio en tierra con el dicho Alvaro de Olmedo, de que recibió gran pesadumbre, que sobre el cansancio que traía del camino, tomó gran disgusto y le pesó de haber venido, porque temió destar en aquel lugar no usado despañoles, y de aqueste enojo dio al pobre indio (que le quería hacer rico) de bofetones y le tiró de los cabellos, y con este enojo y sobresalto no quiso llegar donde el dicho indio Gualpa había hallado el metal que le había mostrado, porque no lo crió Dios para que este hombre fuese el primero que desta riqueza gozase, sino otro que después vino. Y así se bajaron sin conseguir lo questaba manifiesto y llegaron a lo que hoy se dice Guaina Potosí, y le dijo el epañol Olmedo: "en este lugar hay minas de plata, que [360] no donde me llevaste, que no hay sino zupayes o demonios", que lo mesmo quiere decir.
Cuando este indio vido que no quiso llegar el español Olmedo al lugar do había sacado el metal que le había mostrado, díjole en Porco: "toma la mitad deste metal y fúndelo", y el indio se quedó con la otra parte; y fundiéndolo el dicho Alvaro Olmedo, como cosa que no tenía Dios criado para él, se le fue en humo todo, y el indio Gualpa fundió su parte, y echando en ello, algún soroche, sacó tanat cantidad de plata como metal había fundido, de que, dijo, recibió contentamiento grande.
Pasados veinte días, este indio Gualpa volvió al cerro de Potosí al lugar donde había traído el metal que fundió en Porco, y encima de la tierra estaba a manera de sebo regalado (así) del sol; dijo que con un palo lo juntó y echó cantidad dello en un costalejo o guayaca, que ellos dicen, y se bajó camino de Porco y lo fundió con el metal de allí y sacó muy fina plata.
Por la mayor parte, los casos bien acaecidos en los hombres, si no se comunican con los amigos, no tiene el espíritu tanto contento como cuando os ha comunicado, y por gozar deste privilegio y contento, este indio don Diego Gualpa tuvo por amigo a un yanacona que se decía Chalco, natural del pueblo de Accha, junto al Cuzco, inga de nación, al cual dijo haber hallado en el cerro de Potosí mucha riqueza de plata y le mostró lo que tenía en su poder de lo que había sacado del dicho cerro y cómo le había sucedido el haberlo hallado. Como por la mayor parte naturaleza repartió entre los indios naturales desta tierra mejor natural en los indios ingas que en los demás de otras naciones della, apeteció este yanacona Chalco ver y saber de dónde había sacado su amigo Gualpa esta riqueza de plata y le importunó fuesen a ver donde había lo que decía y mostraba (así).
Ambos de conformidad fueron al cerro de Potosí y le mostró el lugar de donde había sacado la plata que tenía, que lo halló cómo y de la manera que se lo había contado, de que ambos a dos amigos se regocijaron, y como cosa que tan a mano estaba y con tan poco trabajo se sacaba, ambos cargaron de aquel metal y se volvieron para Porco, hicieron su ensayo, y de lo que sacaron, que fue mucho y bueno, partieron hermanablemente sin lo pesar, por que casi tanta plata sacaron como carga habían bajado de metal del cerro.
Este yanacona Chalco, inga de nación, servía a Lorenzo Estupiñán, vecino desta tierra, y con otros yanaconas que tenía a su servicio en el asiento de Porco, les dejó a Diego de Villarroel, que era su mayordomo, para que se ocupase en o que les mandase, en el entretanto que iba a la ciudad de Los Reyes, donde en aquel tiempo residía la más principal gente deste reino; el cual dicho yanacona Chalco dio noticia de lo que había visto en este cerro de Potosí y mostró la plata que había sacado en compañía de Gualpa yanacona, y certificó ser verdad lo que decía a Deigo de Villarroel, mayordomo de su amo Lorenzo de Estupiñán, y le encareció que era mucho más de lo que decía; y con esta demostración de plata y certificación del indio, se dispuso Diego de Villarroel, que estaba en Porco al presente, a venir con otros compañeros a ver lo que tan manifiestamente afirmaba ser ansí el dicho indio Chalco yanacona.
Dijo el yanacona don Diego Gualpa, questando él un día en Porco, vido venir del camino de Potosí a Diego de Villarroel y a Gonzalo Bernal y a Juan de Portillo, españoles, con Chalco yanacona y otros más indios con metal del cerro de Potosí, y que registró ante la justicia Diego de Villarroel, primero que los demás sus compañeros, la mina que hoy está en la veta de Diego Centeno, que así se llama hoy; y ésta fue la primera que se descubrió y resgistró en el cerro de Potosí por la voluntad de Dios.
Y procediendo este yanacona Gualpa en su confisión de lo que era y vido en aquel tiempo en el cerro de Potosí, dijo que junto a la corona del cerro estaban en aquel tiempo como diez o doce árboles de quínua grandes, entre los cuales estaban camas de leones desta tierra, y en todo el cerro por ninguna parte dél había más montaña hasta bajar a lo que hoy es ranchería de indios y pueblo despañoles, que en estos lugares había mucha cantidad de arboleda que se dice quínua, de la cual me mostró este dicho indio Gualpa un palo grueso que tenía en su casa, que era de los de aquel tiempo. He querido decir esta particularidad, porque hoy no se hallará en [361] toda la redondez del cerro ni en todo lo poblado de Potosí un árbol ni apenas otra cosa que le parezca, por estar ya muy trillado ansí de indios como de españoles.
Dijo más este yanacona don Diego Gualpa, que un pedazo grande de este metal rico del cerro de Potosí, lo dio [a] Antonio Quijada, un soldado de aquel tiempo, y hoy es vivo en esta provincia, para que lo enviase al Hatun Apo de Castilla, que era en aquel tiempo el inventísimo (así) César Carlos, quinto deste nombre y primero rey de España, lo cual se envió al presidente Gasca y lo vido el licenciado Polo inviar, según me lo dijo el mesmo Antonio Quijada este día sobre dicho ser así verdad, estando en la villa imperial de Potosí.
Preguntando yo a este indio don Diego Gualpa qué tanto tiempo había que había descubierto el cerro de Potosí y su riqueza, dijo que había veinte y ocho años y nueve meses, pocos días más o menos, en el día que me dio esta relación; la cual dio con juramento que le tomé y le requerí que dijese la verdad por el juramento que había hecho antes questa confisión hiciese, y por el tiempo en que estaba, por estar en lo último de su vida y muy enfermo. Lo cual pasó delante de los testigos infra escritos, que fueron don Diego Conde Gualpa Inga, natural de Urcos, junto al Cuzco, y de don Pedro Gualpa, natual del Cuzco, y de Francisco Hacha Angara, que se hallaron presentes este día, y otros indios viejos que estaban en casa deste don Diego Gualpa, que se conocían de días atrás antes que se descubriese este dicho cerro de Potosí, los cuales dijeron llamarse así este dicho cerro antes que se descubriese la riqueza que dél se ha sacado y saca.
Los cuales testigos dijeron ser verdad lo que así había dicho don Diego Gualpa y lo afirmaron con juramento que para ello les tomé, siendo presente y lengua el sobredicho Gerónimo Hernández, y lo firmamos de nuestros nombres en este dicho día, mes e año susodicho.
Rodrigo de la Fuente Sanct Angel.-- Gerónimo Hernández.

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Hállase en la Biblioteca Nacional y el primero entre los documentos del tomo de Mss. J. 58. Es original, cuenta seis folios útiles y está perfectamente conservado. Lleva por epígrafe de otra letra más moderna y al margen superior de la pirmera página: Del descubrimiento de Potosí, y quien fue el primer descubridor y otras cosas del cerro. Esta relación y las otras dos que publicamos del famoso cerro y su villa, no se ajustan a ningun de los modelos que hasta ahora hemos dado a conocer; pero, aparte de su mucha curiosidad, del tiempo en que se escribieron y de que muestran uno más de los diferentes caminos por donde se llegó al conocimiento de la tierra, habitantes e intereses del gran imperio peruano, hay otra razón para que ocupen un lugar al lado de las redactadas con arreglo a interogatorio, y es que no he podido hallar ninguna de las de este modelo realtiva a Potosí, aunque consta que se formaron. ¿Y cómo no había de formarse si Potosí era la principal población del Perú y el nervio del tesoro español? El licenciado León Pinelo, como apuntamos en el Catálogo que va al fin de los Antecedentes del tomo I, disfrutó una dirigida al conde del Villar, coetánea de las que se hicieron en aquel imperio conforme a la segunda edición del interrogatorio de 50 capítulos; y en diciembre de 1582, Diego Rodríguez de Figueroa, minero de los más principales y hombre muy conocedor de la tierra, por antiguo en ella, escribía al virrey don Martín Enríquez, que por comisión y mandato del corregidor de Potosí, don Juan de Avila, en nombre de dicho virrey "estaba haciendo ciertas relaciones y memorias y instrucciones qeu S.M. manda hacer para el buen gobierno de las Indias, las cuales irán acabadas por Navidad".

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