A pesar que su autor se declara aficionado y no especialista en la materia de relaciones internacionales, el presente libro es importante por varias razones: a) anticipa en varios años el negocio del gas boliviano a Chile; b) propone una alternativa de solución al enclaustramiento marítimo de Bolivia por la vía de los hombres de negocios (empresarios) en lugar de los intentos realizados por la vía diplomática y los gobiernos militares; c) paradójicamente, afirma, los gobiernos dictatoriales de Hugo Banzer en Bolivia y Augusto Pinochet en Chile fueron el momento en que se estuvo más cerca de resolver el tema; d) deja ver cómo la posición chilena se ha ido endureciendo a medida que se ha consolidado su militarismo, hasta volverse intransigente bajo la doctrina de seguridad nacional; e) en Chile siempre hubo conciencia de la necesidad de resolver el problema --caso ejemplar y poco conocido del gobierno del presidente González Videla--; f) hubo, además, la búsqueda de cooperación y verdadera integración en la región, no la búsqueda de supremasía racial blanca, expansionismo militar y crudo colonialismo económico que hoy vemos, entre otras cosas.
Como boliviano, sólo puedo hacer algunas precisiones a lo afirmado por el autor: a) el pueblo de Bolivia ya intentó la opción que plantea el libro cuando volvió a votar a favor de Gonzalo Sánchez de Lozada con la esperanza de que el escandaloso negociado que había montado hubiese sido una serie de "errores" corregibles (parece que no somos países que producen burguesías con fuerte sentido nacional, capaces de anteponer el bien colectivo a sus intereses particulares); b) el río Lauca nace en el lado boliviano de la frontera y Chile se niega hasta la fecha a reconocerlo, así como se niega a pagar por el desvío y uso de sus aguas que han venido realizando durante años sus empresarios mineros en contradicción de las buenas relaciones que establece la letra y el espíritu del "Tratado de Paz y Amistad" de 1904, cuya intangibilidad es defendida contra propios y extraños por el gobierno actual de Chile; c) el autor cae en el error comprensible de los textos coloniales e incluso post independencia de hablar indistintamente del Perú para referirse al actual Perú y la antigua Audiencia de Charcas o Alto Perú, en una fue importante la minería del azogue de Huancalevica y en la otra fue importante la minería de la plata (y por ello defendida hasta el último momento por la Corona española, terreno de los efectos más devastadores de la guerra: la primera Audiencia en levantarse y la última en lograr su independencia). Sin embargo, el análisis de fondo es correcto: Bolívar y San Martín fueron dos "extranjeros" que libertaron las actuales Perú y Bolivia en contra de la voluntad de sus oligarquías. De hecho, la pérdida del mar boliviano fue debido en parte a que la guerra fue realizada por el mariscal Sucre, quien sí tenía plena conciencia de la importancia militar de controlar la costa boliviana. Otro tanto ocurrió con la supremasía marítima chilena y la toma del puerto de Callao: con el saqueo, robos y atropellos que el ejército chileno hizo en la toma de Lima, no hizo más que seguir lo que el creador de su armada había intentado hacer bajo las órdenes de Bolívar durante la guerra de independencia (motín e insubordinación a cambio de las legendarias riquezas atesoradas por la vieja capital del virreinato); la armada chilena siempre tuvo conciencia del legado de su creador, lord Cochrane y su pasado de bucanero en el Mediterráneo. La guerra del Pacífico no sólo es la lucha comercial militar por la hegemonía en el Pacífico sur de dos puertos (Valparaíso y El callao), sino que es la evidencia militar de la supremasía de una guerra llevada a cabo desde el mar sobre una guerra que es concebida tradicionalmente como el choque de dos fuerzas en tierra firme (en este caso, el desierto más hárido y estéril del planeta); es la resultado del desarrollo de la navegación y la forma de hacer la guerra desde los tiempos de los piratas hasta los modernos portaviones de Estados Unidos desplazados por el mundo en defensa de intereses privados. No hay razas superiores llamadas a dominar, imponerse y explotar a las demás, como suele ser la lectura de historiadores oficiales en Chile, tesis popular incluso en Perú y Bolivia hasta no hace mucho tiempo atrás.
Transcribo el índice, parte de la bibliografía y la contratapa de los editores. Esto para dar una idea del abordaje intersante que hace este autor mexicano, una mirada con perspectiva, tan necesaria a todos en este tema. La inteligencia del libro está en omitir el tema de la guerra vivida desde la perspectiva de Chile. Me parece que el autor prefirió ahorrar palabras poniendo como epígrafe las tristemente célebres palabras del ministro chileno Abraham König dirigidas a su contraparte boliviana, Eliodoro Villazón, del año 1900. En ella, el diplomático chileno vuelve a evidenciar la tergiversación de los hechos como parte de la impostura imperial de su país: la Guerra del Pacífico no fue un acontecimiento deportivo ni una guerra en forma, sino una invasión simple y llana que derivó en una guerra debido a la precaución tomada por Bolivia, un tratado de alianza secreto que en su momento fue esgrimido por Chile como argumento para acometer la agresión injustificada. Bolivia tuvo que defenderse como cualquier país, no buscó la guerra y el tratado de alianza con Perú es la muestra de la plena conciencia de su falta de preparación para ir a una guerra. Para exacerbar los ánimos de su pueblo, los empresarios chilenos en ejercicio de cargos públicos inventaron falsas corresopondencia al presidente boliviano para legitimar la agresión, inclusive.
Atacama: desierto de la discordia. Minería y política internacional en Bolivia, Chile y Perú. Francisco Zapata. El Colegio de México, Centro de Estudios Internacionales - Centro de Estudios Sociológicos. México, 1992.
ÍNDICE
Siglas .......................................................................................................... 9
Presentación ............................................................................................... 13
Introducción ............................................................................................... 17
PRIMERA PARTE
I. El contexto de las relaciones internacionales antre Bolivia, Chile y Perú ..... 27
Cambios en la relación con el mercado internacional .................................... 36
Cambios en la estructura de poder .............................................................. 38
La restauración del papel del capital extranjero ............................................ 39
II. Las transformaciones económicas, institucionales y laborales en el sector minero de Bolivia, Chile y Perú ............................................................................................................ 45
Las transformaciones económicas ................................................................ 45
Las transformaciones institucionales ............................................................. 57
Las transformaciones en los mercados de trabajo ......................................... 62
III. La cuestión fronteriza ............................................................................. 71
Antecedentes ............................................................................................... 71
Las proposiciones de González Videla .......................................................... 75
a) El corredor desde el lago Titicaca hasta la costa ........................................ 75
b) La defensa del precio del estaño ............................................................... 77
Rompimiento de relaciones diplomáticas en 1962 .......................................... 78
El abarzo de Charaña (1975) y la intervención peruana .................................. 79
Negociaciones en las Naciones Unidas .......................................................... 82
Las proposiciones bolivianas en NMotevideo (1986) y el rechazo chileno ...... 82
El statu quo (1990) ........................................................................................ 83
SEGUNDA PARTE
IV. La evolución de la relación entre el Estado y el sector minero en Bolivia .... 91
Hasta la Guerra del Chaco ............................................................................. 91
Desde la Guerra del Chaco hasta las jornadas de abril de 1952 ....................... 93
La revolución de 1952 .................................................................................... 96
El regreso de los militares ................................................................................ 100
La década de los ochenta ................................................................................ 102
Conclusión ...................................................................................................... 104
V. La evolución de las relaciones entre le Estado y el sector minero en Chile ..... 109
De la constitución del Estado nacional a la economía salitrera ............................ 109
De la economía salitrera a la industrialización sustitutiva ..................................... 112
El gobierno de Allende (1970- 1973) ............................................................... 117
Pinochet en el poder (1973-1990) ................................................................... 119
Conclusión ...................................................................................................... 125
VI. La evolución de las relaciones entre el Estado y el sector minero en Perú .... 131
Perú y la Guerra del Pacífico ............................................................................ 132
Leguía, la Primera Guerra Mundial y la recuperación económica ....................... 134
La crisis de los años treinta y cuarenta .............................................................. 135
La industrialización sustitutiva ........................................................................... 137
El gobierno de Velasco Alvarado (1968-1975) ................................................ 139
Después de Velasco Alvarado (1975-1989) .................................................... 142
VII. Algunos apuntes prospectivos ................................................................... 149
El papel del capital transnacional ....................................................................... 153
El papel de las empresas estatales en el sector minero ....................................... 154
El desarrollo del desierto de Atacama ............................................................... 155
VIII. Conclusión ............................................................................................... 159
Cronología paralela de las relaciones entre Bolivia, Chile y Perú (1879-1990) .... 161
Bibliografía ........................................................................................................ 169
Índice de cuadros .............................................................................................. 177
EPÍGRAFE
"Es un error muy esparcido, y que se repite diariamente en la prensa y en la calle, el opinar que Bolivia tiene derecho a exigir un puerto en compensación de su litoral. No hay tal cosa. Chile ha ocupado el litoral y se ha apoderado de él con el mismo título con que Alemania anexó al Imperio la Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que los Estados Unidos de América del Norte ha tomando a Puerto Rico. Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones. Que el litoral es rico y que vale millones, eso ya lo sabíamos. lo guardamos porque vale; que si nada valiera no habría interés en su conservación. Terminada la guerra, la nación vencedora impone sus condiciones y exige el pago de los gastos ocasionados. Bolivia fue vencida, no tenía con qué pagar y entregó el litoral. Esa entrega es indefinida, por tiempo indefinido, así lo dice el Pacto de Tregua: fue una entrega absoluta, incondicional, perpetua. En consecuencia, las bases de paz propuestas y aceptadas por mi país y que importan grandes concesiones a Bolivia, deben considerarse no sólo como equitativas, sino como generosas." --Abraham König, ministro plenipotenciario de Chile ante el gobierno de Bolivia, en nota del 13 de agosto de 1900 dirigida al canciller boliviano Eliodoro Villazón.
[71]
III. LA CUESTIÓN FRONTERIZA
Antecedentes
El 20 de ocutbre de 1883, con el Tratado de Ancón se puso fin al conflicto bélico entre Perú y Chile y el 10 de octubre de 1904, con el Tratado de Paz y Amistad entre Bolivia y Chile, se dió término a la Guerra del Pacífico, que había enfrentado a los tres países de 1879 a 1883. Sin embargo, pese a los tratados Bolivia no abandonó sus intentos para corregir la situación definida en ellos. En efecto, en 1910 solicitó a Chile la cesión de los territorios de Tacna y Aricam, que estaban siendo objeto de litigio entre Perú y Chile, cambio de ciertas compensaciones. Más tarde, en 1919, se dirigió a la Liga de las Naciones con el fin de buscar apoyo al reclamo de su derecho a una salida al mar y solicitó una revisión del Tratado de 1904. Su solicitud fue rechazada por la Liga, que señaló que la modificación de los tratados competía exclusivamente a los estados signatarios. Debido a los resultados negativos de esas gestiones, las tensiones subsisten hasta nuestros días.
Además, durante gran parte del periodo 1883-1929, hubo fricciones entre Chile y Perú al no definirse la situación de las provincias de Tacna y Arica, lo cual sólo se resolvió el 3 de junio de 1929 con la firma de un tratado y de un protocolo bajo el patrocinio del presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, el cual rige hasta el día de hoy las relaciones entre ambos países y que, paradójicamente, apenas está cumpliéndose en todas sus cláusulas (véase El Mercurio, 23 de noviembre de 1986).
No obtsante, el asunto de la salida al mar para Bolivia ha constituido un motivo de fricción constante con Chile. En gran medida ello se deba a la negativa de este último país a ceder a aquél la soberanía sobre un pedazo de terrno que le permitiera tener acceso al océano Pa´cifico (Gumucio, 1987; Anaya, 1987). En todas las negociaciones en que se ha planteado el sunto, los resultados han sido negativos.
[72]
En el análisis del contenido de los tratados firmados sobresalen las ventajas obtenidas por Chile, lo cual contribuye a explicar que subsistan las hostilidades (Blakemore, 1986). En efecto, ya en el Tratado de Ancón podía observarse que este país había forzado a Perú a cederle "incondicionalmente y a perpetuidad" la provincia de Tarapacá, limítrofe al norte, y a aceptar que ocupara durante 10 años las provincias de Tacna y Arica, después de lo cual se organizaría un plebiscito para determinar su soberanía definitva. Perú también se comprometía a aceptar que el ganador del plebiscito debía pagar 10 millones de pesos de plata al perdedor. Igualmente, se plantearon obligaciones relativas a los países con los cuales Perú había contraído deudas y que se confirmaron en el tratado. En conclusión, Chile obtuvo importantes beneficios que todavía provocan resentimientos en su relación con Perú, no obstante algunos avances simbólicos como la construcción de un monumento en Arica y de intercambios más intensos en la zona fronteriza.
En cuanto al tratado de 1904 con Bolivia, ocurre algo similar. La cesión definitiva de la provincia de Antofagasta, rica en depósitos minerales (salitre y cobre), dio a Chile el control sobre una riqueza que en el curso del siglo XX le permitiría aplicar una estrategia de desarrollo muy dinámica, basada en la exportación de esos minerales. No obstante, lo más sobresaliente del tratado de 1904 fue la consolidación de la mediterraneidad de Bolivia. Sentimientos revanchistas resultaron de ese desenlace que no se ha podido revisar desde esa fecha hasta hoy.
Más tarde, con la firma del Tratado de 1929, durante la presidencia del general Ibáñez en Chile (1927-1931), se logró resolver definitivamente el asunto de Tacna-Arica. En efecto, al culminar la negociación iniciada por el presidente Arturo Alessandri en 1921-1922, en la que Estados Unidos actuó como mediador (Vial, 1987), se decidió crear una comisión que supervisara la realización de un plebiscito en la región. Sin embargo, el golpe de Estado contra Alessandri en 1924, su regreso en 1925 y el acceso al poder de Ibáñez en 1927 retrasaron el cumplimiento del cometido de esa comisión. Sólo en 1928, con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Perú y Chile, pudo ponerse en marcha el proyecto ideado por Alessandri. El resultado final implicó la entrega de Tacna a la soberanía peruana y la retención de Arica por parte de Chile. Además, se pactaron cláusulas relativas al tráfico comercial fronterizo y el pago de 6 millones de dólares de Perú a Chile, como compensación por la cesión definitiva de Arica.
[....]
[75]
No obstante el avance que el tratado significó en las relaciones entre ambos países, Ibáñez tuvo que enfrentarse a acusaciones de haber traicionado a su país, lo cual, de manera paradójica, también ocurrió al presidente Leguía en Perú. Retrospectivamente, vale la pena señalar la oportunidad del tratado y su capacidad para resolver el litigio peruano-chileno en forma permanente.
En años posteriores, la iniciativa del presidente González Videla (1946-1952) respecto a la mediterraneidad de Bolivia y el apoyo de Chile a la dfensa de los precios del estaño contribuyeron a matizar la posición chilena y a renovar el marco general en el que se habían desenvuelto las relaciones entre los tres países.
Las proposiciones de González Videla
a) El corredor desde el lago Titicaca hasta la costa
En junio de 1950, por iniciativa del gobierno de González Videla, Chile propuso a Bolivia la cesión de un corredor de 10 kilómetros de ancho, al norte de Arica y contiguo a la fronetra con Perú, desde el litoral hasta el límite (González Videla, 1975). Esta propuesta se encuadraba en el propósito de resolver el problema de la mediterraneidad de Bolivia sin cuestionar el Tratado de Paz y Amistad suscrito en 1904. Junto con el asunto boliviano, González Videla buscaba además solucionar el problema de la aridez del desierto. Para ello tomó el proyecto que había elaborado el ingeniero Luis Lagarrigue en 1922, el cual
contemplaba la captación de las aguas del lago Titicaca por medio del río Desaguadero, para luego ser llevadas a través de la construcción de un canal navegable hasta cerca de la frontera chilena y, después, por medio de un túnel de doce kil+ometros de extensión, atravesaría la cordillera de los Andes para caer eb la hoya hidrográfica del río Loa. Esta caída, claculada en dos mil metros, sería productora de una gran cantidad de energía eléctrica, que se aprovecharía en los centros mineros e industriales y en las ciudades de Tarapacá y Antofagasta. Además, esta energía se utilizaría con fines de regadío en la Pampa del Tamarugal (citado por González Videla, 1975, p. 895).
En el pensamiento del presidente chileno, ésta podía ser una solución que aprovechara las necesidades de Bolivia y Chile en materia de desarrollo del desierto de Atacama. Para llevar a cabo su propuesta, [76] González Videla la incluyó entre los asuntos que abordaría con el presidente Truman con quien iba a entrevistarse en Estados Unidos en 1951. Sin embargo, Truman, no tuvo la discreción necesaria y, al divulgar la existencia del proyecto, suscitó un intenso debate en el parlamento chileno que, al sentirse rebasado, se abstuvo de apoyar las gestiones del presidente de la República. Además, algunos diputados plantearon que le proyecto podía derivar en la muerte de las ciudades de Arica y Antofagasta, ya que el corredor propuesto las excluiría del tráfico portuario, ferroviario y caminero hacia el altiplano. A pesar de los desmentidos oficiales, la propuesta no prosperó.
No obstante, vale la pena recalcar, como la hace González Videla en sus Memorias, la validez del esquema propuesto. En efecto, para él no se trataba de "resolver una cuestión territorial pendiente", sino de encontrar una fórmula para satisfacer la aspiración boliviana de una salida al mar. Es en este contexto donde toma sentido el proyecto de Lagarrigue, pues su puesta en práctica habría llevado a valorizar los recursos del desierto, cosa que en el mediano y largo plazos habría sido de utilidad para ambos países. Según González Videla (1975), los beneficios podían resumirse en la forma siguiente:
Las ventajas que obtendrían las provincias de Tarapacá y Antofagasta por el suministro de energía eléctrica proveniente del aprovechamiento de la fuerza hidroeléctrica generada por las aguas del lago Titicaca, al ser llevadas a Chile a través de los Andes, eran de tal entidad para su futuro desarrollo económico, y compensaban con creces cualquier disminución derivada del menor movimiento portuario procedente de Bolivia (pp. 902-903).
En la zona donde se utilizaría la energía eléctrica existen incalculables depósitos de cloruro de sodio de excepcional pureza, los que constituirían una sólida base para el establecimiento de industrias electroquímicas suyas perspectivas es dable imaginar (p. 903).
La energíaeléctrica podría utilizarse en la electrificación de los ferrocarriles y en el suministro de corriente a las ciudades del norte (p. 903)
De manera que el proyecto de González Videla tenía alcances que trascendían la dimensión territorial y superaban el estancamiento en que se encontraban las relaciones económicas y políticas con Bolivia. Sin embargo, el alto nivel de suspicacia existente entre ambos países y la desafortunada intervención de Truman en el asunto dieron al traste con esa propuesta que, no está de más afirmarlo, aún podía [77] ponerse en práctica. En efecto, la valorización de los recursos del desierto de Atacama ha sido en extremo limitada y se ha circunscrito a la apertura de algunas minas. Queda pendiente invertir en recursos como la energía térmica, y en la agricultura, cuyo desarrollo es incipiente. González Videl, al hacer el balance de lo ocurrido con su iniciativa, declara que se inscribía en "los postulados de su programa presidencial: la interdependencia de las naciones del continente americano y la complementación de sus economías como base de la paz y el bienestar de los pueblos" (p. 906). Debemos reconocer hoy día que la iniciativa de González Videla podría actualizarse y convertirse, como lo veremos en el capítulo prospectivo, en un proyecto que debería ser viabilizado por los tres países involucrados.
b) La defensa del precio del estaño
Es interesante anotar, en el contexto del análisis de las relaciones entre Bolivia y Chile, que este último tuvo la iniciativa en 1951 de influir en el gobierno de Estados Unidos para que éste presionara al Departamento de Estado a finde terminar la llamada "guerra del estaño", que tenía por objeto bajar el precio del metal.
En efecto, el 6 de diciembre de 1951, el presidente González Videla se dirigió personalmente a su homólogo Truman para plantearle, entre otros asuntos, el siguiente: "he visto con mucha preocupación que las negociaciones del estaño con Estados Unidos se han interrumpido en forma casi violenta. En la prensa y en la boca de funcionarios norteamericanos se ha llegado a hablar de la 'guerra del estaño' y de la necesidad de provocar una baja violenta de precios" (p. 911). González Videla arguemntaba que si Bolivia quería un mayor precio del estaño, ello no implicaba que ese país quisiera aprovecharse de una situación internacional difícil. Se trataba sólo de obtener recursos para aprovicsionarse de productos indispensables cuyos precios habían subido. Al intentar elevar el precio del estaño, Bolivia "está sencillamente tratando de subsistir, sin hacer ninguna utilidad extraordinaria". Al defender la causa boliviana, González Videla aprovechaba para señalarle a Truman que "EE.UU. no puede permitir que en el resto del mundo le hagan el cargo de que congela los precios cuando necesita comprar en épocas de escasez y que solamente elimina los controles en épocas de baja" (p. 912). Terminaba su carta afirmando el desinterés que animaba su intervención y que lo hacía por sus "amistosos sentimientos ha- [78] cia Bolivia y el deseo de no tener problemas políticos o gobiernos inamistosos como vecinos".
Al parecer, la intervención del gobierno chileno tuvo resultados, ya que a fines de diciembre de 1951 el embajador de Chile en Washington informó a Santiago que el Departamento de Estado había intervenido ante la empresa Symington Director con el fin de sugerirle mejores condiciones para Bolivia. Lo mismo le informó el presidente de Bolivia, Hugo Ballivián, a González Videla, por lo cual éste pudo concluir que:
este episodio es un antecedente de la lucha de los países productores de materias primas por defender su valor en los mercados internacionales. Los que como Chile dependen tan agudamente de la producción y exportación de uno o dos productos que experimentan duras fluctuaciones en sus balanzas comerciales. Durante mi gobierno, el cobre tuvo variaciones en su precio, que en un momento dado cayó hasta 16 centavos de dólar por libra, con las dificultades consiguientes para nuestra vida económica (p. 915).
Puede concluirse que González Videla tuvo conciencia plena de la necesidad de establecer vínculos de colaboración con los países limítrofes, en particular con Bolivia, con el fin de formar un frente común ante el resto del mundo para comercializar los minerales. Por desgracia no se profundizó en esta idea y antes bien Chile decidió abandonar las instancias regionales de colaboración económica (como el Pacto Andino) y reafirmar su política contraria a la salida del mar de Bolivia.
Del episodio anterior puede también inferirse que no es imposible pensar en una solución concertada al problema de la mediterraneidad de Bolivia e incluso en una política conjunta de desarrollo de la zona fronteriza que los tres países comparten. (1)
Rompimiento de relaciones diplomáticas en 1962
En la cronología de las hostilidades chileno-bolivianas destaca el rompimiento de relaciones diplomáticas que tuvo lugar en 1962 como resultado de una iniciativa del gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964) para aprovechar las aguas del río Lauca (que nace en territorio chileno pero desemboca en el de Bolivia). El proyecto de Alessandri consistía en introducir el riego en el valle de Azapa para promover el desarrollo agrícola de una región hasta ese momento inhóspita. No osbtante las consultas que se hicieron al gobierno boliviano de la época, el inicio del proyecto fue considerado por dicho país como un acto inamistoso y violatorio de los principios del derecho internacional. Bolivia y Chile de encontraron nuevamente enfrentados por asuntos que, en su origen, siempre tenían relación con el resentimiento boliviano por la pérdida de sus territorios en la Guerra del Pacífico.
Sin embargo, a pesar de lo tenso de las relaciones, existen iniciativas que buscan avanzar en la superación del clima hostil entre los tres países. dentro de este cuadro se inscriben las consideraciones de Edgardo Mercado Jarrín, ministro de Relaciones Exteriores de Perú durante el gobierno del general Velsaco Alvarado, sobre la posibilidad de convertir a la ciudad de Tacna en el centro de un proyecto de desarrollo para el sur del Perú. En la hipótesis de Mercado Jarrín, Tacna es un lugar de comunicación hacia el altiplano y por ahí hacia Argentina. Por ello su importancia geopolítica. Puede convertirse o, mejor dicho, recuperar la centralidad que había tenido, incluso en el periodo previo a la conquista. Con una iniciativa de ese tipo se podría hacer frente a la ofensiva de Chile que ha fortalecido su actividad económica con la creación de la zona franca de Iquique, hacia la cual incluso se derivan capitales peruanos (a razón de 200 a 300 millones de dólares anuales). Según Mercado Jarrín,
la frontera política entre Perú y Chile está inalterable, pero las tensiones económicas provenientes de la Zona Franca de Iquique y la zona ampliada de Arica, derivadas de la política económica expansiva de Chile, han desplazado la fronera de Chile en territorio peruano hasta la cortadura del río tambo en Arequipa. Esta situación ha aislado a Tacna de sus fuentes tradicionales de actividad, lo cual hace necesario redefinir el papel geopolítico de la ciudad como un poco de proyección hacia el Pacífico, lo cual Chile ya ha emprendido desde hace más de 30 años. Para ello se puede utilizar el ferrocarril que existe entre Tacna y Arica para mover containers y otros recipientes (Mercado Jarrín, 1988).
El abrazo de Charaña (1975) y la intervención peruana
Otro intento de acercamiento resultó del llamado "abrazo de Charaña" que tuvo lugar el 8 de febrero de 1975 (Acta de Charaña, en Botelho
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(1) Síntoma de esta posibilidad es la disposición de algunos empresarios bolivianos para construir un gasoducto de Bolivia a Chile con base en la expectativa de este último país de comprar gas natural boliviano. Véase Excélsior. Sección Financiera, México, 10 de junio de 1991.
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Gosalvez, 1980). En esa ocasión los generales Pinochet y Banzer abrieron una nueva negociación entre Chile y Bolivia. La propuesta boliviana fue la siguiente:
Cesión a Bolivia de una costa marítima soberana entre la Línea de la Concordia y el límite del radio urbano de la ciudad de Arica. Esta costa deberá prolongarse con una faja territorial soberana hasta la frontera boliviano-chilena, incluyendo la transferencia del ferrocarril Arica-La Paz. Adopción de un régimen que signifique autonomía para Bolivia en las operaciones vinculadas a su comercio exterior por el puerto de Arica, de acuerdo con la proposición formulada por el gobierno de Chile. Cesión a Bolivia de un territorio soberano de 50 kilómetros de extensión a lo largo de la costa y 15 kilómetros de profundidad, en zonas apropiadas a determinarse, alternativamente, próximas a Iquique, Antofagasta o Pisagua. La faja costera señalada en el punto anterior estará conectada con el actual territorio boliviano de acuerdo con las siguientes características: a) facultad de Bolivia para proyectar, construir, operar y mantener todas las obras de infraestructura, necesarias a una efectiva vinculación (ferrocarriles, carreteras, poliductos, etc.); b) las obras antes señaladas tendrán carácter internacional, con facultad de uso irrestricto, en todo tiempo y circunstancias, por Bolivia y Chile; c) las carreteras, ferrocarriles, poliductos y otras obras complementarias serán de propiedad del Estado boliviano. El Estado boliviano estará dispuesto a considerar, como asunto fundamental de la negociación, los aportes que puedan corresponder, como parte integrante de un entendimiento que consulte recíprocos intereses. (Anaya, 1987, pp. 59-60).
En diciembre de 1975, Chile dio respuesta a lo planteado por Bolivia, fundándose "en un arreglo de mutua conveniencia que contemplaría los intereses de ambos países y no contendría innovación alguna a las estipulaciones del Tratado de Paz, Amistad y Comercio, suscrito entre Chile y Bolivia en 1904". Entre los elementos de la respuesta se plantearon los siguientes puntos:
Se consideraría la cesión a Bolivia de una costa marítima soberana, unida al territorio boliviano por una faja territorial, igualmente soberana. Chile estaría dispuesto a negociar con Bolivia la cesión de una franja territorial al norte de Arica hasta la Línea de la Concordia. El gobierno de Chile descarta por ser inaceptable la cesión de territorio al sur del límite indicado que en cualquier forma pudiera afectar la continuidad territorial del país. La cesión a Bolivia estará condicionada a un canje simul-
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táneo de territorios, es decir, que Chile recibiría contemporáneamente a cambio de lo que entrega, una superficie compensatoria equivalente como minimun al área de tierra y mar cedido a Bolivia. El territorio que Chile recibiría de Bolivia podría ser continuo o integrado por distintas opciones estatales existentes en territorio fronterizo. Las instalaciones o construcciones estatales existentes en territorios a ceder deberán ser adquiridas por el Estado que recibe el territorio al precio de reposición (aeropuerto de Chacalluta, ferrocarril de Arica a Visviri, etc.). El gobierno de Bolivia autorizaría a Chile para aprovechar la totalidad de las aguas del río Lauca. El territorio cedido por Chile sería declarado zona desmilitarizada. Producido el acuerdo final se dejará testimonio solemne de que la cesión territorial que permite la salida al mar respresenta la solución plena y definitiva a la situación de mediterraneidad de Bolivia. Bolivia deberá comprometerse a respetar las servidumbres en favor del Perú establecidas en el Tratado Chileno-Peruano del 3 de junio de 1929. La validez del acuerdo estara condicionada al acuerdo previo del Perú de conformidad con el artículo 1 del Protocolo Complementario al referido Tratado (Anaya, 1987, pp. 60-62).
Como veremos en seguida, aunque el gobierno peruano manifestó su desacuerdo con esta proposición, ello no fue determinante en su fracaso. El encuentro de Charaña fue, indudablemente, el acontecimiento con el que se estuvo más cerca de lograr un acuerdo, pues en él estaban cumplidas las condiciones básicas: era una reunión a la que asistían dos presidentes que a su vez eran comandantes en jefe de sus respectivos ejércitos y ambos buscaban consolidar una frontera que hasta ese momento había sido muy sensible a toda clase de incidentes. Sin embargo, las tensiones internas que afrontaba Banzer (eran ya los últimos meses de su gobierno; véase el capítulo IV) le impidieron hacer prosperar el acuerdo y se vio obligado a romper relaciones diplomáticas con Chile. Lo hizo en los siguientes términos: "la postura inflexible de Chile contradice la naturaleza de cualquier proceso de negociaciones... y descarta toda posibilidad de avanzar hacia un arreglo" (17 de marzo de 1978, citado por Anaya, 1987).
Podemos inferir, sin temer demasiado a equivocarnos, que las presiones para evitar un acuerdo con Chile tuvieron algo que ver con el debilitamiento de la posición de Banzer en las fuerzas armadas. Después de 1978, la evolución de los acontecimientos políticos en Bolivia hizo imposible que el asunto de la mediterraneidad volvieran a ocupar un espacio central en las preocupaciones del gobierno. No obstante, hubo algunos intentos por trasladar el problema a un plano multitaleral.
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En efecto, en contra de la opinión de la cancillería chilena --que había expresado que se opondría a caulquier negociación que no fuera bilateral--, Bolivia llevó su solicitud a la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual le dio entrada en octubre de 1979, provocando el rechazo de Chile. La OEA había declarado de "interés hemisférico permanente encontrar una solución equitativa, por la cual Bolivia obtenga acceso soberano y útil al Océano Pacífico". Aunque el organismo se había alineado con el planteamiento boliviano, no pudo sostenerlo consistentemente en los años posteriores, y entonces el carácter bilateral del problema pasó a ocupar el primer plano.
Vale la pena mencionar aquí que el gobierno peruano (entonces presidido por el general Morales Bermúdez) intervino en las discusiones que derivaron del encuentro de Charaña, proponiendo que en vez de una cesión territorial se constituyera un sistema tripartito de coadministración del puerto de Arica. Dicho planteamiento fue desestimado por el gobierno de Chile, que una vez más definió la cuestión en términos de soberanía de su país sobre el puerto de Arica, lo que había quedado claramente establecido en el Tratado de 1929.
Negociaciones en las Naciones Unidas
Más tarde, en 1984, se celebraron reuniones informales entre los ministros de relaciones exteriores de ambos países en el marco de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, tampoco se alcanzaron acuerdos significativos, pues la parte boliviana, seguramente por consideraciones de política interna, siempre mantuvo un alto grado de animosidad en contra de Chile. Ello se expresó, por ejemplo, en los violentos ataques que el ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia lanzó contra Chile en septiember de 1984 en la ONU.
Las proposiciones bolivianas de Montevideo (1986) y el rechazo chileno
Pocos meses después, al tomar posesión de la presidencia de Bolivia en 1985, Víctor Paz Estenssoro abre nuevamente un espacio de negociación al enviar a Chile a un representante personal. Como resultado de sus gestiones se crea la Comisión Binacional de Acercamiento que tiene por objeto buscar soluciones al asunto de la mediterraneidad. En Montevideo el canciller chileno recibe una nueva propuesta de Boli-
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via, cuyos principales puntos son los siguientes: a) la cesión de un corredor al norte de Arica, con 85 kilómetros menos que el propuesto en 1975, pero con más del doble de costa, el que se prolonga hasta la ciudad de Arica y se inetrna al puerto; b) en vez de la entrega de otros territorios, como se había planteado en Charaña, Bolivia ofrece una compensación económica en el caso de las obras civiles que quedaran incluidas en el corredor y otra de gas e hídrica a cambio de la concesión territorial. Además, plantea una alternativa, que no requeriría la aprobación de Perú, que estaría centrada en uno de tres enclaves de entre 1700 y 1238 k2, con una costa que oscilaría entre los 36 y los 47 km, los cuales incluirían derechos soberanos sobre las 200 millas de mar territorial. Esta proposición fue rechazada casi instantáneamente por la junta de gobierno y el poder legislativo chilenos que declararon: "resulta inadmisible para el país el fondo de ellas en sus dos alternativas, esto es, la concesión de territorio chileno soberano". Cabe mencionar que la posición boliviana tenía también enemigos en el propio país, pues diversos sectores habían sostenido que los canales más eficaces para negociar el asunto eran los multilaterales. Una vez planteado el rechazo de Chile, los ánimos se caldearon en Bolivia al punto que el presidente del senado pidió la suspensión de las relaciones comerciales, en la ausencia de vínculos diplomáticos.
El statu quo (1990)
En síntesis, se puede afirmar que Chile sostiene que las obligaciones contraídas en los tratados no involucran, en ningún caso, cuestiones de soberanía, por lo cual lo resuelto en ellos es irreversible. Recientemente (julio de 1990), el comandante en jefe de la armada de Chile reiteró que todo lo referente a Bolivia está determinado definitiva e irreversiblemente en el Tratado de 1904, con lo que una vez más quedó excluida la negociación con respecto a la mediterraneidad de dicho país. Además, se niega a otorgarle una salida al mar alegando que, de acuerdo con los términos del tratado de 1929, ni Perú ni Chile pueden ceder a una tercera potencia la totalidad o partes de los territorios que, de conformidad con el Tratado, quedan bajo sus respectivas soberanías. Según Mercado Jarrín (1988):
Estamos fundamentalmente frente a una tendencia de tipo geopolítico, una reiteración de actos históricos que obedecen a una casualidad geográfica. A Bolivia se le llama el país del altiplano porque sus núcleos
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geohistóricos, su potencialidad biológica y económica y sus reservas espirituales están sobre el altiplano y esa fuerza gravita al océano Pacífico a través de Arica. El lugar más cercano para salir a la cuenca del Pacífico es Arica. Se constata así la existencia de esas tendencias: la de Bolivia a salir al mar por Arica y la búsqueda del acuerdo con Chile para obtener esa salida por territorios que fueron peruanos. (Ferrero, comp., p. 155).
De manera que Perú y Chile, si bien no se oponen a que Bolivia tenga una salida al mar, han convenido en que, para realizar una transferencia territorial en cualquiera de los dos países, en favor de Bolivia, es necesario que uno o el otro la apruebe. Perú tiene el derecho de vetar cualqiuer decisión de Chile para ceder a Bolivia una parte de su territorio si éste fue originalmente peruano. Es en este punto donde reside la dificultad para ceder esos territorios a Bolivia. En la tesis de Mercado Jarrín, el razonamiento de Chile está inscrito en la doctrina de seguridad nacional según la cual Bolivia es un antagonista previsible, por lo que su relación con ésta deberá verse en términos de una hipótesis de guerra. Dice Mercado Jarrín:
De manera que el tratado peruano-chileno antes referido, al conferir al Perú el derecho de que sin un acuerdo previo, es decir, sin su consentimientos, no podrá tener lugar una cesión total o parcial del territorio de arica por parte de Chile a una tercera potencia hacía también a nuestro país [Perú], objeto de las potenciales presiones bolivianas y, por tanto, de los esfuerzos en el sentido de eliminarlos o reducirlos; consecuentemente, la cláusula coloca al Perú en la condición de contribuir solidariamente a garantizar a Chile la consecución de sus objetivos nacionales frente a la aspiración boliviana de salir al mar, en cuanto ésta no puede ser resuelta unilateralmente (Ferrero, comp., p. 157).
Así, la situación puede resumirse planteando que:
a)
Bolivia aspira a que se le dé una salida al mar por territorios que fueron peruanos, al norte de Arica, sin compensación territorial de ninguna naturaleza. Banzer tuvo que sufrir la fuerza opositora de la opinión pública boliviana y cambiar de posición cuando era demasiado tarde, al pedir a Chile que eliminara las compensaciones.
b)
Chile está dispuesto a ceder únicamente a Bolivia un corredor soberano al norte de Arica, por territorios que fueron peruanos, a condición de que se le compense con otras superficies (se ha dictado una ley que declara traidor a quien pretenda negociar a costa de siminuir
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su extensión territorial). En cuanto al acuerdo previo, para Chile, a Perú le corresponde solamente decir sí o no.
c)
Finalmente, Perú, por primera vez, ha adoptado una posición definida y acepta la salida la mar de Bolivia por territorios que alguna vez fueron suyos a condición de que se dé una verdadera presencia peruana en Arica y desaparezca el foco tripartito de tensión mediante un proceso de desarrollo conjunto. En cuanto al acuerdo previo es un sí condicionado.
Lo planteado hasta aquí revela que después de cien años, la cuestión fronteriza aún es una variable fundamental de las relaciones entre los tres países. En lo que se refiere a posibles acuerdos, ya se vio que es imposible establecerlos de manera bilateral; así, es indispensable abordar el asunto mediante un acuerdo que por definición debe ser triangular. Si bien históricamente la relación de Chile con Perú y Bolivia ha sido cualitativamente diferente, y en este sentido la animadversión es mayor entre Bolivia y Chile, no parece posible excluir a Perú de cualquier arreglo que se pacte en estas fronteras. Lo dramático deriva, sin embargo, de que no se haya llegado a arreglos duraderos cuando los militares controlaban el poder en Bolivia y Chile, y de regímenes en los que, como Perú, la fuerza armada desempeñaba un papel importante) lleva a conclusiones pesimistas respecto a la posibilidad de que se logren nuevos acuerdos ahora que los tres países tienen gobiernos civiles. Queda entonces sólo la interpenetración comercial y económica que en el futuro podría llevar a cabo una categoría social que hasta ahora ha tenido un papel relativamente marginal: los empresarios.
Si bien la creación y el desarrollo de la zona franca de Iquique se plantea como una competencia a la ciudad de arica que, por vocación, debería haberse convertido en el lugar privilegiado de inversiones, pues se ubica en la zona donde confluyen los intereses de los tres países, ello no debería tener efectos bloqueadores de iniciativas futuras. Al contrario, el éxito de Iquique podría generar, como está sucediendo en Perú, nuevas iniciativas para convertirla en la salida a la Cuenca del Pacífico de regiones como el oriente boliviano (Santa Cruz) o el noroeste de Argentina y hasta de regiones del sur de Brasil que pudieran estar interesadas en ingresar en los mercados del sudeste asiático.
Se trata de nuevos desafíos que quizá puedan obviar el problema fronterizo de los tres países que hasta ahora ha bloqueado cualquier [86] solución al futuro del desierto de Atacama. Existe también la posibilidad, inversa, de que capitales chilenos o transnacionales localizados en Chile quieran utilizar a este país como plataforma de inversión hacia la Cuenca del Pacífico. Incluso se podría pensar, quizás ilusoriamente, que a partir de proyectos desarrollados en el Pacífico sur se podrían valorizar amplios territorios del corazón del continente latinoamericano. Todo esto es tan ilusorio como pudiera parecer, pues depende tan sólo de que se establezcan algunos marcos generales para emprender dichas acciones. Lo que queda por hacer será siempre más de lo que se ha hecho durante los últimos cien años, e que un statu quo estéril ha dominado las relaciones entre los tres países y ha bloqueado toda posibilidad de romperlo.
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VI. LA EVOLUCIÓN DE LAS RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y EL SECTOR MINERO EN PERÚ
A diferencia de Chile y Bolivia, Perú ocupó un lugar central en el Imperio español y por ello el proceso que lo llevó a la independencia enfrentó más dificultades que en los otros países latinoamericanos. En efecto, la lealtad de los principales representantes de la oligarquía peruana a la Corona, así como la importancia de las fuerzas armadas españolas en el país, hicieron que la independencia fuera encabezada por hombres como José se San Martín y Simón Bolívar, ambos extranjeros e ilustres impulsores de los procesos emnacipadores de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Venezuela. Se trataba de buscar el control de los yacimientos de plata que poseía Perú y eliminar la amenaza española a las nacientes repúblicas de Argentina, Chile y Bolivia. Fue sólo en 1824 cuando dicho proceso concluyó con los triunfos de Junín y de Ayacucho en los que el Ejército Libertador derrotó a los españoles. No obstante, como veremos, España no se conformó con ello y trató más tarde de recuperar su virreinato. La importancia de los minerales de la sierra peruana bien valían el esfuerzo de emprender una reconquista.
Sin embargo, pese a consolidarse, el proceso de independencia de Perú no acarreó, como había ocurrido en Chile, por ejemplo, el fortalecimiento del sistema político. Al contrario, los enfrentamientos entre caudillos dominaron la historia peruana desde 1824 hasta mediados del siglo. Sobresale en este periodo la intervención del mariscal Andrés de Santa Cruz, que propuso y realizó la confederación entre Perú y Bolivia, pero sólo por espacio de tres años, ya que encontró la oposición de algunos peruanos nacionalistas y de los chilenos que lo enfrentaron en la batalla de Yungay (1839), dando así al traste con el proyecto del militar boliviano. Fue sólo cuando Ramón castilla llegó al pdoer en 1845 que la escena política peruana comenzó a estabilizarse, [132] esencialmente por el desarrollo de la explotación del guano en la costa del país. El auge de esta actividad, que hizo necesario liberar a indios y negros e incluso importar chinos desde Asia, cosntituyó el inicio de una cierta capitalización en la economía peruana del siglo XIX. Por largos años y hasta fines de esa centuria las guaneras fueron el principal sustento de la economía de Perú (Bonilla, 1980).
La consolidación política inducida por Castilla y el comienzo de la exportación de guano se fortalecieron con la derrota de la expedición española de 1864 que buscaba la reconquista de Perú. Sin embargo, a pesar del éxito logrado por Castilla en institucionalizar al país, ello no evitó que surgiera el descontento entre los civiles, especialmente los terratenientes y los comerciantes que, bajo el liderazgo de Manuel Pardo, consiguieron desplazar a los militares y constituir un gobierno encabezado por el Partido Civilista (1872-1876). El nuevo régimen se identificaba en gran medida con la cosntrucción de una red ferroviaria entre la costa y la sierra andina por parte de capitalistas ingleses (Meiggs), la cual involucró garndes cantidades de mano de obra, pero también fraudes y corrupción entre quienes manejaron los créditos. De manera que a fines de la década de los setenta, en el momento en que estalla la Guerra del Pacífico (inicialmente entre Chile y Bolivia), Perú se encontraba inmerso en una economía dominada por la exportación de guano y con un sistema político frágil pero relativamente consolidado.
Perú y la Guerra del Pacífico
La entrada de Perú a la guerra como resultado de su pacto secreto con Bolivia tuvo un impacto desastroso en la economía y el sistema político. En el breve periodo de un año y medio (1879-1881), el ejército chileno ocupa Lima y destruye bibliotecas, ataca los barrios de la oligarquía y pilla en forma notoria. Algunos líderes militares se repliegan a la sierra y el general Cáceres logra resistir mediante una guerra de guerrillas compuestas esencialmente de indígenas (Mallon, 1983). es importante anotar aquí que la poca resistencia que el ejército peruano opuso a la invasión chilena se debió en gran parte a la ausencia de un sentimiento nacional entre sus tropas, las que frecuentemente, en vez de combatir, se retiraron al encontrar al ejército chileno (Bonilla, 1980). La carencia de ese sentimiento nacional en el ejército se sumaba a la dominación y a la exclusión que los mestizos y los blancos [133] ejercían sobre la población indígena, mayoritaria (Mariátegui, 1928). Cuando los soldados chilenos llegaron a territorio peruano se produjo una situación paradójica: los grupos dominantes acudieron a ellos para que los protegieran de los ataques de los indios, negros y chinos que, como consecuencia de kla ausencia de un poder político central, se habían rebelado en las guaneras, plantaciones azucareras y haciendas serranas (Bonilla, 1979).
Sin embargo, lo que muestra mejor que cualquier especulación el carácter derrotista y poco comprometido con el esfuerzo bélico para proteger la integridad nacional del grupo dominante peruano en ese nmomento fue el hecho de que el general Mariano Ignacio Pardo, presidente de Perú, se hubiese embarcado en un barco inglés con destino a Estados Unidos con el supuesto objetivo de buscar recursos para continuar la guerra. Esto dio lugar a la llegada al poder de Nicolás de Piérola que trató, sin éxito, de enfrentar la ocupación chilena, ya que no contaba con el apoyo político de los grupos oligárquicos pues éstos lo odiaban porque, según Heraclio Bonilla, "les había arrebatado el estupendo negocio del guano para confiarlo al comerciante francés Auguste Dreyfus". De acuerdo con Basadre (1931), citado por Bonilla: "Primero los chilenos que Piérola, fue el pronunciamiento de la oligarquía civilista".
Dados los antecedentes presentados, no es difícil explicarse el colapso de la situación de Perú despupes de 1881. La economía y la sociedad, así como el sistema político, entraron en una profunda crisis que acarreó "la desaparición de la cúpula oligárquica y el tremendo incremento de la pauperización de las clases populares" (Bonilla, 1980). El país estaba en bancarrota y endeudado con os centros financieros internacionales. Esto lo orilló a comprometer la propiedad de los ferrocarriles, las guaneras y los ingresos que pudiera obtener, con la llamada Peruvian Corporation, creada con el propósito explícito de representar a los acreedores. Además, el desastre político contribuyó a la formación de nuevas organizaciones, entre las cuales cabe mencionar al Partido democrático que, bajo el liderazgo de Piérola, ganó las elecciones presidenciales de 1895. Su gobierno, basado en una amplia coalición de fuerzas sociales, intentó reconstruir la legitimidad por medio de un proyecto político de expansión del sufragio y de medidas sociales basadas en el desarrollo de un aparato educativo en zonas rurales y urbanas. También buscó el desarrollo económico mediante la realización de inversiones, predominantemente estadunidenses, en la minería de la sierra y en la agroindustria de la costa [134] norte (azúcar, algodón). Sobresale la terminación de la línea ferroviaria en los vales serranos en 1900-1901 y de la que corre de La Oroya a Tinyhuarco.
En el lapso 1902-1914, 35% de las explotaciones peruanas provenían de la minería, en gran parte realizadas por la Cerro de Pasco Investment Company (que en 1915 se trasnformó en la Cerro de Pasco Copper Corporation) desde sus yacimientos del mismo nombre presa reclutaba su fuerza de trabajo mediante enganchadores que iban a las comunidades a buscar campesinos, a los que se ponía frente a la disyuntiva de entrar al servicio militar o trabajar en las minas. Éstos fácilmente preferían lo segundo, pues ello representaba además ingresos monetarios (Laite, 1981). El empleo en la minería del centro creció rápidamente, de 9651 personas en 1905 a 23728 en 1917, un incremento de más de 100%. En 1908 la Cerro de Pasco absorbía aproximadamente 33% del empleo total de la minería, por lo que puede inferirse que existían muchas explotaciones más (Flores Galindo, 1974).
Referencias
Bonilla, Heraclio (1980). Un siglo a la deriva. Ensayos sobre el Perú, Bolivia y la guerra, Lima, Instituto de Estudios Peruanos.
_____ (1974). El minero de los Andes, Lima, Instituto de Estudios Peruanos.
Laite, Julian (1981). Industrial development and migrant labor, Manchester, Manchester University Press.
Mallon, Florencia (1983). The defense of community in Peru's central highlands. Peasant struggle and capitalist transition (1869-1940), Princeton University Press.
Atacama: desierto de la discordia, Francisco Zapata. El Colegio de México, 1992. |
CONTRATAPA DEL LIBRO
El desierto de Atacama, objeto de este libro, es a la vez un lugar de confluencia de antagonismos fronterizos entre Bolivia, Chile y Perú, el depositario de grandes riquezas minerales como oro, cobre, manganeso, y destinatario de grandes inversiones para la extracción, concentración y refinación de dichos minerales.
Si dejara de ser centro de esos conflictos podría transformarse en núcleo de proyectos de desarrollo basados en la industria minera, en ámbito de intercambio comercial entre los tres países, y quizás dar lugar a la construcción de un espacio económico en el que dejaran de prevalecer las tensiones geopolíticas y en el que se abrieran posibilidades de colaboración entre Bolivia, Chile y Perú.
No obstante, y ésa es la tesis de este libro, existen factores como el peso corporativo de las fuerzas armadas, las suspicacias de los grupos dominantes y una larga tradición de enfrentamientos, que bloquean la realización de esas posibilidades de colaboración.